EL DELIRIO ZAFFARONIANO

El ex Juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni y
el Vicepresidente de la Nación Mandato Cumplido Amado Boudou.. 
[N. de la Editora]
La cárcel, entienden, es sólo un instrumento masivo, costoso, moralmente cuestionable y clasista. 

Autora: Jime (@J77Jimena)


En una sociedad normal el delito es repudiado por sus integrantes, busca que la justicia actúe y aplique la ley. Pero… al parecer, hay ciertos sectores que no coinciden o que buscan darle a la justicia un significado más naif.

El discurso progre sostiene que se deben tener en cuenta conocer los motivos o razones de quien cometió un delito, antes de ser juzgado y luego condenado; se debe buscar una condena menos gravosa, de ser posible evitar la cárcel porque eso es igual a “mandarlo a un campo de exterminio”. 

Quienes se oponen a este discurso “buenista” del delincuente, son tildados por Zaffaroni de “oligofrénicos”, incapaces de pensar por si mismos, ya que se nutren de la “criminología mediátiaca”, que bombardea imágenes sobre delitos y muestra el estereotipo “gorrita” (jóvenes de clase media-baja, baja). Ni los políticos quedan afuera de esa categoría zaffaroniana, porque aprueban leyes disparatadas intentando enviar un mensaje de “mano dura” a la sociedad, donde aplican lo que la televisión y los consumidores parecen reclamar.

La mayoría de los que pedimos que se aplique la ley “no damos lugar” a la reparación, un tratamiento de conciliación. No vemos como alternativa a los delitos más graves la “justicia restaurativa”, también llamada reparadora o compasiva, que, se nos afirma tiene en cuenta a la víctima y a los autores responsables del delito, sin tender al castigo a estos últimos. Esta justicia aplicando el “buenismo”, llama “ofensores” a quienes cometieron un delito, como una alternativa a delincuente/ criminal, pues busca evitar la estigmatización de estas personas. Según los defensores de este tipo de justicia, se anima a los “ofensores” a asumir la responsabilidad de sus acciones y reparar el daño: ya sea, devolviendo lo robado, dando un servicio a la comunidad, etc. Llegando así, a una especie de acuerdo entre víctimas y delincuentes, quedando entre ellos la solución y no en manos de la “justicia punitiva”.

Hoy pensar en castigar el delito es sinónimo de atraso. 


El discurso abolicionista se fue enquistando en los alumnos de derecho, comiéndoles la cabeza...


El discurso abolicionista se fue enquistando en los alumnos de derecho, comiéndoles la cabeza, al punto de considerar que el sistema penal no resuelve conflictos. Que el delito como tal no existe, sino, que existen actos, meros conflictos entre particulares. Estos alumnos acaban repitiendo que el objetivo de las posturas punitivas es generar enemigos sociales: honestos vs delincuentes, donde los primeros funcionan como meros “justificadores” de la existencia del aparato represivo del Estado. El discurso punitivista es, sostienen, fogoneado por los medios de comunicación y responde a una “falsa” creencia que aumentando la escala de penas, se solucionan los problemas complejos del delito.


El Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Eugenio Zaffaroni actuando como abogado defensor - en contra de cuanta reglamentación existe - del Juez abolicionista Alex López durante su juicio político para destituirlo.
Esta actuación fue anulada por la Justicia por no estar Zaffaroni en condiciones de actuar como abogado defensor al ser juez [N. de la Editora].

Sinceramente, es agotador y desgasta escuchar estas bajadas de línea, donde el honesto es “culpable” por tener lo que ha conseguido, y el delincuente es a quien el sistema excluyó, y para resarcirlo, le corresponde un porcentaje de lo uno ganó dignamente. Nunca imagine llegar a leer/ escuchar semejantes disparates, por parte de personas con formación universitaria, de políticos, de funcionarios de la justicia que las cárceles están pobladas en su mayoría por jóvenes con baja escolaridad o trabajos precarios; que en su mayoría han consumido drogas o alcohol, antes de cometerlos; que el delito es fácil el acceso a las armas, y que la reincidencia es alta y que depende si se han criado en un ambiente delictivo o no. 

Sostienen que la punición acarrea problemas: lo que cuesta mantener un preso, que el nivel de inversión y gasto, con suerte reduce un 10% los crímenes, y que la política carcelaria no produce los efectos deseados, el delito se agravaría si hay más presos. Siguen repitiendo que la cárceles una “universidad del delito”, sumado que el estigma y las condiciones carcelarias inhiben la rehabilitación efectiva. Traen como ejemplo que, en una entrevista a un preso, este comenta que es discriminado por la sociedad y esto le impide conseguir un trabajo legal. Quiere decir…que la “responsable” de su decisión de delinquir es la sociedad y no, el por haber cometido un delito.

Por otro lado, tratado de generar “empatía” sostienen que las consecuencias sociales del encarcelamiento son severas, ya que un porcentaje de presos tiene hijos y, o bien no pueden ayudar en la manutención o los niños, en el caso de las presas, son criados “intramuros” durante los primeros 5 años de vida.

La cárcel, entienden, es sólo un instrumento masivo, costoso, moralmente cuestionable y clasista. 

Otra corriente que se suma al “buenismo” es la del feminismo antipunitivista.

Otra corriente que se suma al “buenismo” es la del feminismo antipunitivista. Por un lado, este expone que el poder judicial sigue eligiendo hombres machistas y conservadores, donde el machismo y punitivismo son producto del sistema capitalista. Este feminismo dice pelear por políticas de prevención de violencia y transformaciones culturales. La cárcel y el punitivismo, sostienen no disminuyen los delitos sexuales (?).

Enrique Slota (psiquiatra y “feminista”), sostiene que aumentar las penas no sirve. Al violador, no lo considera un enfermo, sino un “hijo sano del patriarcado”, tal como lo plantea la autora fetiche Rita Segato. Pero si considera una ofensa el piropo y lo asocia con acoso callejero.

El sinsentido llega al punto de que estos discursos se ven reflejados en leyes contrarias al sentido común y a las costumbres sociales. Al confundir una acción reprobable como es el acoso con un simple uso de las palabras en la vía pública primero se bastardea el delito real; en segundo lugar, se construyen femineidades frágiles cual señorita del siglo XIX. Es decir, se atenta contra lo que se supone una base del feminismo que es dar herramientas y ayudar a formar mujeres fuertes e independientes. 

Sin embargo, no todo está perdido para la razón otros psiquiatras como, Luis Pirro, desmienten a Slota: son perversos que no tienen cura, porque al no sentir remordimiento ni culpa del hecho no rectifican su conducta, entonces no hay tratamiento psicológico que pueda dar vuelta esa perversión. 


Eugenio Zaffaroni diserta en al sede de la masonería argentina. [N. de la E.].

Por último, se suman a esta justificación del delito, el MTE (movimiento de trabajadores excluidos). Las mujeres presas o con arresto domiciliario, en su mayoría lo están por ser jefas de hogar, ya que al recaer sobre ellas la responsabilidad de mantener un hogar y debieron recurrir al narcomenudeo. Este movimiento pretende pintar a los jueces como verdugos por haberlas encerrado, sin tener en cuenta que ya estaban en cárceles de violencia, hambre, necesidad donde son abandonadas por el Estado.

A pesar de lo que pueda parecer en los claustros y los tribunales la sociedad entiende perfectamente cuáles son los riesgos de este discurso que es tan bello en el papel y tan mortal en el mundo real.

Al delito NO se lo justifica, se lo condena, se lo castiga y se lo pena. La sanción es un mensaje a la sociedad y al delincuente: esto no será tolerado. Tal y como, ya el autor fetiche de tantos dejó claro en el siglo XVIII en su conocido “De los delitos y de las penas”.



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