MERCADO LIBRE Y LA OPORTUNIDAD DESPERDICIADA
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Hablar de un líder regional de e-commerce no pasa desapercibido, más aun con origen en un país cuya actividad, en términos reales y en las últimas décadas, no paró de caer, o bien, en los mejores momentos se amesetó.
El surgimiento de Mercado Libre se debe a una combinación particular de un contexto nacional caracterizado por el atraso tecnológico y la necesidad de inversiones para convertirlas en "know how", cosa que ocurrió en algunos sectores, pero no en la magnitud que el país requería en aquellos años de la década del 90.
Sin embargo, quien decidió apostar a una inversión de algo poco conocido en el país fue Marcos Galperín. Con el diario del lunes, sabemos todos cómo fue la evolución de las empresas e-commerce en aquella época, pero aún así, en Argentina no se sabía en absoluto de qué se trata este rubro, con suerte algunos tenían una computadora, y de conexión a internet ni hablemos. Nadie imaginaría que el joven empleado del departamento de finanzas de YPF, antes de ser privatizada, se convertiría en un líder regional y con proyección a competirle a los gigantes como Amazon y Alibaba. Todo comenzó con un viaje pago que la estatal le concedió para realizar un MBA a la Universidad de Stanford (California, EE.UU.), lo cual le permitió tomar contacto con el mundo de estas nuevas empresas en auge.
Convencido de esto, luego de que YPF pasara a manos de la española REPSOL y Marcos quedara desempleado, decidió enfocar toda su energía en abrirse en este nuevo negocio – al menos para Argentina y los países vecinos - con ayuda de lo que tenía a mano. Y finalmente, luego de mucho esfuerzo y obstáculos superados, pudo lograr que Mercado Libre se posicione a partir de alianzas estratégicas incluso con empresas mucho más consolidadas en el mercado global, teniendo la jugada maestra de aprovechar contactos y un plan de negocios abierto para lograr posiciones impensadas y conseguir avanzar en Argentina, Brasil, Uruguay y México, como lo fue el caso mismo de E-Bay a la cual terminó dejando atrás en términos de cotización actual.
Ahora bien, si algo nos enseña el caso de Mercado Libre, es que no es una empresa cerrada a los acuerdos, ya sea con otros privados, o con Estados que le brinden la tecnología necesaria, como en el caso de Brasil con la flota de aviones propia. Recordemos brevemente que Brasil, a diferencia nuestra, aprovechó la época de pandemia para multiplicar sus exportaciones, facilitar la apertura de nuevas empresas con sólo un trámite online y generó incentivos para que los distintos sectores tengan menores costos a la hora de producir y de emplear. En ese contexto "Mercado Livre" consiguió nada menos que una flota de aviones para su logística al interior del país luso-parlante.
Galperín ha sabido aprovechar cuanta oportunidad ha encontrado para expandir su negocio a lo largo de la región, con resultados increíbles en valoración, cotización y al mismo tiempo, paradójicamente, con resultados de rentabilidad en rojo. ¿Cómo es posible entender esto?
Sencillo, en una época en que el paradigma de la tecnología establece un valor intangible a la riqueza, una empresa no va a ser valorada sólo en términos de sus ganancias inmediatas, sino aún más, en el potencial de apertura a generar negocios y a triangular muchos de ellos a partir de plataformas inteligentes, que no sólo ofrecen herramientas de financiamiento, sino algo mucho más relevante: seguridad, tanto para el vendedor como para el cliente. Es decir, hay un aspecto cualitativo que termina traduciéndose en lo cuantitativo a partir de una visión a largo plazo. Esto es lo que el ejemplo de Mercado Libre nos enseña si queremos pensar en una alianza estratégica entre el Estado y el impulso a los privados.
Porque si bien no es lo mismo una empresa que un Estado, ciertamente hay elementos a rescatar en cuanto a la visión estratégica que se debe tener para hacer viable en el largo plazo el desarrollo de un sector cualquiera con políticas específicas. Exactamente todo lo contrario de lo que la dirigencia argentina ha hecho en este último tiempo, que en rigor de verdad no dirige nada, y cada vez está más desconectada de lo que la ciudadanía necesita y de lo que el futuro presenta como desafíos.
Todo país serio cuenta con un sector privado desarrollado que representa como peso específico el potencial del país en términos de presencia en el mercado mundial. Las embajadas no son sólo un festival de cordialidades y servicios de canapés, son la posibilidad de establecer negocios a largo plazo, colocar productores, generar puentes comerciales e inversiones; el hecho de que esto último no forme parte del quehacer prioritario del Estado argentino, muestra que desde hace mucho tiempo estamos desperdiciando oportunidades.
El gobierno kirchnerista del "Frente de TODXS" empezó con el pie izquierdo (literalmente) luego de desplegar un discurso de demonización empresarial en el marco de una cuarentena que ha destruido miles y miles de comercios, con la negativa de tener un plan económico (recordemos al presidente diciendo que no cree en ellos), y principalmente no saber, una vez más, aprovechar este tipo de crisis para generar una oportunidad de reconversión tecnológica. Un atraso que Argentina lleva desde finales de la década del 90 mientras con el pasar del tiempo pasa de amortizar a directamente comerse el capital, porque el Estado, por más "presente" que sea, no genera un proyecto de inversión en nada que sea rentable a largo plazo, ni permite que los privados lo hagan, sólo funciona como una picadora de carne mediante impuestos, una trituradora de pesos al servicio de presupuestos cada vez más ajustados destinados a gasto corriente, y otras "filtraciones" también.
El atraso tecnológico en Argentina no sólo se ve en su matriz productiva, sino aún más en la calidad de la educación pública, que salvo pocas excepciones está en niveles de precariedad ascendente. La excusa de que no hay plata para invertir y realizar las reformas necesarias no es nada nueva, pero luego de experimentar la recesión más larga de nuestra historia, nos queda claro que el cortoplacismo nos ha llevado a donde estamos ahora, y que no paramos de desaprovechar oportunidades. Un sistema educativo deteriorado no puede preparar a nadie para abordar los desafíos que un país requiere para generar valor, y eso significa condenar a las próximas generaciones, no sólo a que tengan que vivir la irrelevancia geopolítica de una Argentina sin rumbo, sino también poca visibilidad en sus carreras personales.
Volviendo a Mercado Libre, no nos damos cuenta de la excepcionalidad que representa una empresa que ha sabido posicionarse enormemente más allá de los vaivenes argentinos, y que podría ser inteligentemente un gran socio estratégico para garantizar el posicionamiento del país sudamericano en el mundo. Algo que abriría puertas para otros sectores en desarrollo.
En lugar de ello, el gobierno de Alberto Fernández decide crear una e-commerce estatal (con la demagogia y la improvisación que los caracteriza) surgida del músculo de una empresa del Estado que ha sido histórica en Argentina, Correo Argentino. Pero como en todo proceso de privatización y re-estatización, terminó siendo una ruina que pagarían los ciudadanos argentinos en ambos casos, porque ninguna de las dos acciones fueron pensadas desde lo eficiente y estratégico para la empresa, sino sólo para hacer negocios privados para los funcionarios de turno.
Con el decreto de quiebra de Correo Argentino, el cual muestra responsabilidad compartida de todo el arco de la dirigencia política en destruir empresas clave, no nos queda duda de por qué Mercado Libre no es un socio estratégico de posición del Estado argentino, por más éxito que haya tenido. El actual es un Estado de gerentes de la pobreza, que exige formar parte de un entramado de tráfico de influencias destinado a enriquecer a los burócratas que lo componen, pero nunca en mejorar la vida de los argentinos, ni mucho menos permitirles crecer.
Argentina necesita una dirigencia política nueva, que entienda no sólo qué oportunidades hemos dejado pasar, sino también que esté preparada para las que aparecerán. Nos encontramos en un siglo XXI que requiere adaptarse a una realidad dinámica, con una economía que lejos de profundizar la tensión "Estado-Mercado" la diluye, evidenciando que las oportunidades que no brinde el Estado argentino para generar mercados más diversos, se aprovecharán en otro lado donde sí se permita, como sucede en los países donde Mercado Libre históricamente se ha movido como pez en el agua.
Los desafíos de este siglo nos exigen abandonar esquemas ideológicos del pasado. Generar competitividad para un país requiere pensamiento a largo plazo, un estudio minucioso de la realidad, y sobre todo una voluntad patriótica. Para así, devolverle a los ciudadanos el orgullo de pertenecer a una nación pujante que crece y desarrolla sus sectores productivos, trascendiendo las mismas fronteras nacionales. Pero ese patriotismo no va a surgir nunca de la actual "dirigencia" que, no sólo no aprovecha, sino que se encarga de destruir cualquier posibilidad que brinde un futuro para los argentinos.
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