INSIGNIFICANCIA

La Insignificancia como Política de Estado

Autor: Monsieur Bastiat (@mbastiat)




El 10 de diciembre de 1983 asumía Raúl Alfonsín como Presidente de la República. Como pasa siempre con los acontecimientos de la Historia, las consecuencias no se perciben en el momento, no se entienden, se cabalga la ola del suceso y sus consecuencias son impredecibles.
Pasado el evento, y cuando se asienta el polvo, se empiezan a ver los resultados. El tiempo es a la vez distancia, es perspectiva.
Ahora, casi 35 años después, podemos asegurar que ese día nació otro país, una segunda república. El viejo régimen había muerto.
Fue una revolución en cámara lenta, como casi todo lo que ocurre en Argentina, pero fue realmente el fin de una era.
La "Democracia", como fue bautizado el nuevo sistema habría de exorcizarnos de los fantasmas del pasado, los culpables de ese fracaso argentino tendrían juicio y castigo, y la sociedad feliz se encaminaría a la paz y la prosperidad, con legalidad, equidad y orden, ya que la democracia no era solo un acto comicial. Con la democracia, se come, se cura y se educa nos dijeron.
Casi sin darnos cuenta una Revolución Cultural se asomaba tras el horizonte. Pero eso merecería otro análisis.
El sistema político muerto en 1983, era el que había surgido en 1930, año en que nació el "partido militar". Ese hijo bastardo de la política argentina, pero hijo al fin, se sentaba en la mesa familiar a pedido de alguno de los comensales cuando hacía falta, pero era luego echado de la mesa al calmarse los ánimos y poner la casa en orden; hasta que otra pelea surgiera entre los primos.
En 1976, la pelea política había rebasado todo límite, y el hijo ilegítimo de la política creyó que era el momento de hacerse cargo definitivamente de la casa familiar.
La aparición del terrorismo y sus consecuencias destruyó el sistema definitivamente.
Ahora bien, el modelo cívico-militar que rigió a partir del 30, pese a haber sacado a la Argentina de la senda del progreso republicano y del conjunto de los países democráticos, no rompió nunca con los principios básicos de la organización nacional ni de sus objetivos. Se fue apartando de algunos de ellos, pero en un camino levemente divergente.
Todos sabemos cómo se llegó al 10 de diciembre de 1983.
A la violencia de los 70 le siguió el 82. Malvinas fueron los clavos necesarios para sellar el ataúd.
Los militares perdieron la guerra, nuestro narcisismo herido no podría perdonarlos. El chivo expiatorio marcharía al desierto.
El nuevo sistema político, la "Democracia", se dedicó a desmantelar sistemáticamente todo lo relacionado con las FFAA, todo lo que bien o mal habían hecho desde 1860.
Al ser una revolución en cámara lenta, lo único que no hicieron o no se animaron a hacer, fue la desaparición formal del aparato militar. No se castigó personas, se quiso desterrar un sistema.
Casi que nacía un hombre nuevo.
Una filosofía de estudiado repudio a la violencia se instauró en la Argentina. El gobierno de la "Democracia" creía firmemente en la Paz y los DDHH. Las FFAA, por ende, no eran necesarias.
Así, entonces, la República Argentina, de la mano de la "Democracia", decidió no tener un sistema de defensa.
Existen y han existido en el mundo, pueblos pacíficos, amantes de la paz y la armonía. Singularidades insulares que pueden o pudieron sobrevivir por su insignificancia, por el azar de la historia o por la geografía.
No es el caso argentino. No puede serlo aunque quiera.
Esta segunda república naciente trató de tener, sin embargo, una importante voz internacional, o al menos eso creyeron los distintos gobiernos de los últimos 35 años.
La permanente retórica malvinera, el Mercosur, los discursos en la ONU, la sobreactuación democrática y humanitaria, etc. fueron hechos intrascendentes a nivel mundial pero de autosatisfacción personal y consumo interno. Todos excepto la participación en 1991 en la coalición internacional para liberar Kuwait.
Aun en ese caso, y como dato de color, la Argentina concurrió a esa lid con tres buques de guerra que debieron completar sus Santa Bárbaras con munición de artillería prestada por Italia. Pero al menos fueron. El pabellón argentino estuvo en el escenario mundial.
El año que viene, 2018, la Argentina será el país anfitrión del G20, grupo al que se accedió paradójicamente al haber enviado esos buques al Golfo.
Es decir, nuestro país se sienta de vez en cuando a la mesa de los grandes, por haber traicionado, una vez, el principio tácito surgido en 1983 de no intervención y paz a toda costa. Anatema para la ideología de fondo, para el dogma y credo del gobierno de la "Democracia".
Pero como la política no es lineal y hay dobleces y circunstancias, ahí estamos.
Entre los deberes del país organizador de la cumbre del G20, está el de proveer la seguridad de los principales líderes mundiales que durante un par de días estarán reunidos.
Pero he aquí que la Argentina no tiene los medios militares para garantizar dicha seguridad.
No dispone del control electrónico del espacio aéreo nacional, ni tiene los medios para garantizar su defensa, entre otros temas.
Estados Unidos no puede hacerlo, Putin no quiere ser cuidado por Trump.
Y si el país no puede hacerlo cuál es la solución, pedir a los países vecinos, Chile y Brasil que provean los medios para tal fin.

Desde un punto de vista práctico podría considerarse una medida inteligente. No malgasto escasos recursos y le pido un préstamo a un amigo. Le demuestro mi confianza pero exponiendo mis falencias.
Es lo mismo que organizar un importante y exclusivo banquete, pero como no tengo un smoking se lo pido prestado a mi vecino, mientras todos los invitados que me felicitan saben que el dueño de casa no tiene ni para el traje.

Las relaciones entre los Estados son al final como entre las personas, hay unos más ricos que otros, hay más poderosos, hay indeseables, hay prepotentes y están los del montón.
La mayoría trata de sacar beneficio de estas relaciones, a veces se entra en conflicto con algunos y a veces el conflicto es permanente.
Los intereses de la Nación se deben defender de diferentes formas, incluso a veces se debe, como en un partido de poker o de truco, mentir, engañar, simular, para conseguir el objetivo.
La República Argentina sin embargo le ha comunicado al mundo que descarta el uso militar para la resolución de conflictos, es decir, les dice a todos que juega al truco sin los anchos, sin el 7 de espadas y que no tiene para el tanto.
Es obvio que la situación estratégica del país lo ayuda en este aspecto, la posición geográfica, la ausencia de graves conflictos regionales, la similitud cultural con los vecinos, etc. hace que la hipótesis de conflictos no sea muy alta. Pero la historia está llena de situaciones inesperadas, de cisnes negros.
No solo eso, existe también otro factor no mensurable, intangible, emocional. Es el prestigio, el orgullo, la dignidad.
Un país del tamaño geográfico, demográfico y económico como la República Argentina, es lo que se considera a nivel mundial una potencia de rango medio.
No es una superpotencia, no es una potencia europea o asiática, o una potencia militar coyuntural como puede ser Israel, no está en la línea de batalla.
Pero es un país importante en el concierto de las naciones, y debería tener por lo tanto un instrumento militar razonable para su tamaño. Equilibrado, moderno y eficaz, como disuasión y como parte de su todo.

El poder militar, es tan importante como el económico y el cultural. Es uno de los ornamentos del Estado. No es un orgullo no tenerlo, es una falencia, un handicap. Es solo una declamación ideológica, una racionalización, una impostura.
Los partidos políticos, todos, y la ciudadanía culposa,  decretaron en 1983 que el fracaso argentino era culpa exclusiva de sus militares.
Hace 35 años que el costo militar para el erario es un costo inútil, solo se pagan sueldos y pequeñas erogaciones. Sin embargo, hace 35 años que crecen los pobres, la economía se estanca y el país no progresa.
Pareciera a la luz de estos años que los culpables del fracaso argentino no eran solo los militares.
Pareciera que la revolución democrática de 1983 que terminó con una cultura de 150 años, eligió el camino de la mediocridad, la mentira y la medianía.
Pareciera que culpar y eliminar el instrumento militar fue una operación aprovechada para  eliminar un competidor político sin pensar en las consecuencias.

Que muchos miembros de las FFAA en 1983 debieran pagar un precio, nadie lo discute. Que había que hacer cambios profundos tampoco. Pero que la nueva república hubiera debido tener una defensa acorde tampoco
Sin embargo se eligió el camino fácil, y se cedió ante las minorías combativas.

Los próceres de Mayo pensaron una utopía y los hacedores  de la Organización Nacional pensaron un porvenir,  se trazaron un rumbo para poder así tallar en el concierto de las naciones. Entre todas las cosas que hicieron, establecieron un poder militar aceptable.

La civilización ha evolucionado fantásticamente, sin embargo la naturaleza humana es la misma, y la guerra, como continuación de la política o como instrumento de apoyo a los intereses nacionales no ha desaparecido. Todo lo contrario.
Desde Clausewitz a Jean Guitton, en su "El pensamiento y la guerra", ríos de tinta han corrido al respecto.
El mundo no es un lugar más pacífico ahora que hace dos mil, quinientos, o setenta años, es distinto.

Los Estados tienen intereses, tienen también ambiciones, tienen también apetencias que entran en conflicto con otros actores. Deben incluso, ser capaces de proteger la vida, la libertad y los bienes de sus ciudadanos.
No pueden renunciar a la fuerza, tienen el deber moral y en nuestro caso argentino, constitucional de proveer a su defensa

En el Siglo XVII el rey de Francia tenía apetencias imperiales y debía competir con Inglaterra, Holanda, España y Portugal por territorios de ultramar. Pero no tenía los medios.
El primer ministro de la Francia de Luis XIII, era el Cardenal de Richelieu, que instaba a su rey para el armado de una escuadra naval a fin de proteger los intereses nacionales.


Con ese fin así le escribió:

Majestad,
"El mar es de todas las herencias aquella sobre la cual los soberanos pretenden la mayor parte, y sin embargo, es aquella en que los derechos de cada uno están menos esclarecidos.
Los verdaderos títulos de este dominio, residen en la fuerza y no en la razón"

La República Argentina, tiene un nuevo gobierno, de un signo ideológico que parecía diferente al de los últimos 30 años, sin embargo, sigue renunciando a uno de sus deberes. La defensa de la Independencia e integridad de la Nación.

La "Democracia" nos prometió hace 35 años que nos iba a dar de comer, a educar y a curar, no cumplió totalmente esas promesas ni muchas otras, y no nos dijo tampoco que elegía como política de estado, si es que tiene alguna, la debilidad, la insignificancia.

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