LOS HOMBRES QUE NOS DIERON LA PATAGONIA II

Estanislao Zeballos Un hombre de Valía




La conquista de quince mil leguas (1878)
de Estanislao Zeballos
y
los derechos soberanos de la Argentina

AUTOR: Marcelo Javier de los Reyes

La conquista de quince mil leguas (1878)

En su libro Soy Roca, una biografía escrita en primera persona, Félix Luna le hace decir al protagonista:
El plan era también político. Para llevarlo a cabo era necesario, previamente, persuadir a la opinión pública y convencer al Congreso. Se trataba de que los legisladores sancionaran una ley autorizando la inversión necesaria para llevar la frontera hasta los ríos Negro y Neuquén, cumpliendo así la ley 215 que se había sancionado durante la presidencia de Sarmiento, en plena guerra del Paraguay, que ordenaba fijar allí la frontera. El Congreso autorizaría a disponer de los medios para llevarla a cabo si una corriente importante de opinión se manifestaba a favor de mi plan. Necesitaba un vocero, alguien que pudiera difundir mi pensamiento, y me hablaron de un joven abogado rosarino que podía escribir algo. Era el doctor Estanislao Zeballos, que a los 24 años era tan inteligente y activo como ahora. Conversamos, quedó seducido por la idea, y en un tiempo increíblemente corto redactó uno de esos libros que hacen época. Reseñaba antecedentes históricos, daba noticias geográficas y presentaba todo el asunto como una apuesta histórica a la que los argentinos no podían negarse. Su título fue todo un hallazgo, atractivo como el de una novela de aventuras: La Conquista de Quince Mil Leguas. Yo agregué una carta introductoria para dejar en claro que el libro de Zeballos no hacía otra cosa que exponer mis propias ideas y conseguí, además, hacerlo imprimir por cuenta del gobierno nacional.[12]
En 1878 fue publicada la segunda edición de la obra de Estanislao Zeballos titulada La conquista de quince mil leguas. Estudio sobre la traslación de la frontera sud de la república al Río Negro dedicado á los gefes y oficiales del ejército expedicionario, en la que se presenta al autor como “(ABOGADO), ex-director de La Prensa, fundador y ex-secretario de la Sociedad Científica Argentina, miembro de la Sociedad Geográfica Italiana, Oficial de Honor distinguido con la medalla de oro de la Academia Pico de Bolonia, miembro honorario y activo de varias sociedades nacionales”[13].
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Esta obra la escribió a los 23 años y la inició dirigiéndose al Señor Ministro de Guerra y Marina general Don Julio A. Roca, quien ejerció ese cargo entre enero de 1878 y el 9 de octubre de 1879, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880), a quien sucedió en su primera presidencia en 1880.
Estanislao Zeballos le escribía, entonces, al general Roca:
Conocedor V. E. de mi consagración al estudio de la cuestión Fronteras, tuvo á bien invitarme á redactar algunos apuntes sobre los antecedentes de la ocupación del rio Negro y sobre otros datos históricos y científicos, convenientes para demostrar al país la practicabilidad de aquella empresa, y para proporcionar á los gefes y oficiales del ejército expedicionario un conocimiento sintético de la obra en que van á colaborar. V. E. me hizo ofrecer además que el Gobierno Nacional compraria la edición de mi obra en remuneración de mi trabajo.
Acepté con placer la invitación, renunciando desde luego á toda remuneración, pues me he consagrado á estos estudios, sin interés de lucrar con ellos, inspirándome en el principio de moral que encierra el siguiente pensamiento de un autor célebre: «La ociosidad pesa y atormenta; el alma es un fuego que es necesario alimentar».
Ofrezco, pues, al Gobierno la obra, de la cual puede hacer el uso que convenga á sus planes.[14]


De este libro se publicaron 500 ejemplares “por cuenta del Tesoro Nacional” para que fueran distribuidos, en parte, entre los jefes y oficiales que integrarían la expedición que llevaría la presencia nacional hasta el río Negro.
El Ministro Julio A. Roca le respondió a Zeballos ponderando su trabajo y exaltando los territorios que se incorporarían por su importancia económica y como lugar de residencia de la inmigración europea que por entonces arribaba al país [15].
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En la carta que le dirigió a Zeballos le expresó la necesidad de realizar “estudios hidrográficos” sobre las innumerables corrientes que se desprenden de los Andes desde San Rafael a Nahuel Huapi y se precipitan al mar por los ríos Colorado y Negro. La intención de Roca era que la producción agrícola y minera de la provincia de Mendoza fuera transportada a través del río Colorado hacia Bahía Blanca, localidad que se constituiría en un gran centro comercial y un polo de desarrollo para la región [16].
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La primera edición se agotó en una semana, según expresa el autor en la “Advertencia de la segunda edición” que es a la que he tenido acceso y en la cual el autor señala que la realiza
[…] para satisfacer el interés despertado por la obra, y con el fin de llevar adelante mi propósito patriótico de prestijiar lá ocupación de la línea estratéjica del rio Negro, demostrando la practicabilidad de la operación fundado en la doble autoridad de la Historia y de la Ciencia.[17]


En esa edición reforzó la parte histórica luego de haber revisado más de mil cuatrocientos manuscritos sobre el río Negro, coleccionados y clasificados laboriosamente por el Jefe del Archivo General de la Provincia, entre los que se encontraba la correspondencia original entre el virrey Juan José Vértiz ―quien desempeñó esa función entre el 26 de junio de 1778 y el 6 de marzo de 1784― y Francisco de Biedma y Narváez o Francisco de Viedma, quien formó parte de la expedición organizada por el virrey Vértiz y dirigida por Juan de la Piedra, cuyo objetivo era la construcción de fuertes y colonias en el sector de las costas patagónicas.
En la parte histórica describe las exploraciones y ocupaciones del río Negro llevadas a cabo por los españoles, utilizando para ello los documentos del archivo general de la Provincia, como así también la expedición de 1833, ya durante el gobierno del General Juan Ramón González Balcarce (17 de diciembre de 1832 - 4 de noviembre de 1833).


Del mismo modo, en la anticipación de los temas que aborda en su obra, observó un párrafo relevante para la comprensión de cuestiones que aún hoy forman se debaten:
Consecuencias diplomáticas de un error del padre Falkner sobre el Río Negro. Refutación de las interpretaciones arbitrarias, con que los diplomáticos chilenos explotan dicho error en contra de los evidentes y clarísimos derechos de la República Argentina á las tierras australes, desde el Río Negro al cabo de Hornos.[18]
Agrega en esa segunda advertencia:
Del punto de vista de la descripción del territorio, cuyo extracto he tomado del diario de Bejarano, el croquis adelanta también á todas las cartas publicadas hasta ahora, designando los principales paraderos, con sus nombres araucanos y situándolos en distancias aproximadas calculadas en leguas.


En este párrafo nótese que mantendrá los nombres “araucanos”, siendo ésta la primera vez que menciona algo relativo a ese pueblo en esta obra.
Zeballos comenta que “un crítico distinguido ha observado de paso la brevedad de las noticias etnográficas” que ha tratado en el capítulo VIII, a quien le da la razón y en seguida aclara que no era su intención “hacer un estudio de las costumbres y organización social de los indios”, sino limitarse sólo a aquellos aspectos que los ligaban con “la empresa militar” que lo ocupa. A pesar de aclarar que, paralelamente está escribiendo una “obra especial” dedicada al “primitivo hombre”, decidió tomar en cuenta esas observaciones y proceder a una ampliación de ese capítulo[19].
Para comprender la dimensión que Zeballos le da a la ocupación del territorio, vale citar el siguiente párrafo:
Entonces al canal de Suez, al ferrocarril americano interoceánico, á la perforación de las grandes montañas para dar paso á la locomotora, y á la red del telégrafo que ciñe los contornos del planeta, la República Arjentina habrá añadido como obra fecunda del progreso sur-americano, la conquista de sus quince mil leguas de lozana tierra.[20]


A su juicio, en el futuro, esta empresa “será recordada entre las grandes campañas de la civilización, que ilustran el siglo XIX”.
Zeballos percibía que el territorio por conquistar era mucho mayor que el que la Argentina ya controlaba[21].
Nos describe que en 1768, al concluir el “virreinato de Bucarelli” ―en realidad Francisco de Paula Bucarelli no fue virrey sino gobernador de Buenos Aires entre los años 1766 y 1770―, la ciudad de Buenos Aires “yacía en un rincón de las pampas, rodeada de pocos fuertes que formaban como una línea de circunvalación á menos de treinta leguas de sus arrabales”.
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Fortín de Frontera.


Es a partir del virreinato de Vértiz que se comienza a avanzar sobre la frontera sur, pues la orden era dominar el río Salado, en ese entonces en poder de los aborígenes.
El autor nos recuerda que en 1780 los indios llevaron a cabo una cruenta invasión al poblado de Luján que les demostró a los pobladores la fragilidad de la línea de frontera y de sus medios de defensa.
La corona española intentó avanzar hacia el sur y con el propósito de llegar al Río Negro y de llevar a cabo estudios para fundar establecimientos en la costa patagónica, para defenderse de la política británica[22].


Zeballos menciona que, en 1774, apareció la obra histórica, descriptiva, geográfica y etnográfica del misionero jesuita Thomas Falkner —titulada Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de América del Sur—, quien vivió cuarenta años en las reducciones de indios de las sierras del Volcán y del río Colorado y recorriendo los campos desde la Patagonia hasta Tucumán y el Chaco. Su obra “fue editada en inglés, con el propósito de servir á los intereses de la Corona Británica contra los de España, á cuyo servicio se hallaba Falkner”, según escribe el autor[23].
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Falkner cometió el error de suponer que el río argentino Negro y el río chileno Tolten, “cuyos cursos siguen casi por la misma latitud, eran una misma corriente de agua”, lo que hubiese permitido unir el Atlántico con el Pacífico a través de los Andes [24].
Esto llevó a que en 1778 la corona española ordenase el establecimiento de fuertes y poblaciones en la costa del Río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes, más aún en vista de las ambiciones británicas sobre la región [25]. Esta fue la empresa que debió llevar adelante Francisco de Biedma por instrucciones de la corona impartidas al virrey Vértiz. Fue así como se procedió a la fundación de Carmen de Patagones.
 
En esa oportunidad también el alférez de la Real Armada, Basilio Villarino, el piloto al frente de la expedición exploratoria del río Negro, sugirió “la idea de ocupar Choele-Choel y la confluencia de los ríos Neuquén y Negro, arrebatando así a los salvages dos pasos indispensables, que les sirven para realizar sus saqueos en las pampas de Buenos Aires”.
A partir de la frase de Falkner en la que expresa “que el rio Negro se interna por cerca de trescientas leguas del reino de Chile” y de las instrucciones dadas por el Ministro de la corona española, Gálvez, el 8 de junio de 1778 ―para establecer fuertes y poblaciones en la costa del Río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes―, el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Adolfo Ibañez Gutiérrez, en una nota del 28 de enero de 1874, pretendía que el “reino de Chile era la Patagonia”[26].
Es así como las regiones pampeana y patagónica son, en esa época, objeto de dos serias amenazas a la joven República Argentina:
- el “problema del indio” y,
- la expansión de Chile.
Ambas cuestiones asociadas, habida cuenta que la aparición de los araucanos de este lado de la cordillera de los Andes ocurrió, por un lado, por presiones internas de ese país o con la ayuda de milicianos chilenos y, por el otro, por el robo de las miles de cabezas de ganado que llevaban a cabo los malones sobre Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Cuyo, que tenían como destino su venta en Chile.
Zeballos nos recuerda la expedición de Félix de Azara y sus recomendaciones al virrey ―formuladas en Buenos Aires, el 31 de julio de 1796― que incluía el establecimiento de la línea de frontera en el río Negro.
La Junta de 1810 manifestó su preocupación por proteger la campaña de los malones y actuó en consecuencia al despachar una expedición a Salinas al mando del Coronel Pedro Andrés García[27]. Sin embargo, le cupo al Brigadier General Juan Manuel de Rosas organizar una expedición con la intención de trasladar la frontera al río Negro. Ésta tuvo lugar en 1833 y estuvo al mando del Brigadier General Juan Facundo Quiroga, quien “no se movió de Cuyo, dejando libre el campo a Rosas”[28].
La división de la izquierda estuvo integrada por las fuerzas de Buenos Aires al mando del propio Rosas y tenía por objetivo atacar a los indios del sur de la provincia y ocupar las líneas de los ríos Colorado y Negro. La división del Centro fue constituida por tropas de Córdoba, siendo su jefe el General José Ruiz Huidobro. La división de la derecha era liderada por el Brigadier General José Félix Aldao y compuesta por fuerzas de Mendoza y San Luis.
En el detalle de esta expedición, Zeballos informa que el Coronel Martiniano Rodríguez se enfrentó a las tribus borogas que “habían sido el azote de Chile y de la República Argentina, bajo el mando del famoso Pincheira, que los capitaneaba”[29].
Agrega que mientras la expedición seguía adentrándose en el desierto, esas tribus que contaban unos 3.000 indios de lanza, se quedaron en Salinas a las órdenes de los caciques mayores, Caefuiquir, Rondeau y Melingueo.
La columna de Rosas provocó la muerte de un gran número de aborígenes y el sometimiento de una parte considerable de ellos. Zeballos dice que Rosas les demostró la superioridad de su ejército pero también influyeron los consejos del “cacique chileno Venancio Coellapan”, quien mantenía buenas relaciones con Rosas y era muy influyente en esas tribus borogas[30].
No obstante, el autor señala que la expedición de 1833 fracasó en su objetivo de avanzar las fronteras debido a la retirada de las divisiones del Centro y de la Derecha.
Entre 1863 y 1864 la opinión presionaba a los legisladores para que encontrasen una solución al problema de la frontera, por lo que el diputado Nicasio Oroño promovía establecerla en el río Negro.
En 1867 el Congreso de la Nación recibió una fuerte presión de la opinión pública para impulsar el traslado de la frontera al río Negro. Los senadores Gerónimo del Barco, Juan Llerena y Mauricio Daract presentaron un proyecto de ley que fijaba como línea de frontera el río Neuquén, desde su nacimiento en los Andes hasta su confluencia con el río Negro y desde allí hasta la desembocadura del Negro en el Atlántico[31]. De alguna manera la ley sancionada en 1867 era el resultado de las gestiones del diputado Nicasio Oroño.


* * *
¿"Mapuches" o "Araucanos"?
Reflexiones Finales


¿”Mapuches” o “araucanos”?
Cómo vimos Zeballos jamás menciona a una tribu denominada “mapuche”.
Menciona a los “puelches” o “gentes del este” (al este de los Andes), los “ranculches” o gente de las totoras”, a los “picunches” o “gentes del norte” (tierras andinas y de Cuyo) los “huilliches”o “gentes del sur”, los “pehuenches” o “habitantes de los pinares” (pehuén, pinar), los “moluches” o “habitantes del oeste” pero no menciona en su obra a los “mapuches”.
Por su parte, el arqueólogo, antropólogo y médico Alberto Rex González se refiere a los “araucanos” y afirma que el área Pampa-Patagonia, en el momento de la conquista, estuvo habitada en su mayor parte por pueblos cazadores nómadas. Su delimitación “comprende el territorio desde el pie de la cordillera de los Andes hasta el litoral del río de la Plata y del océano Atlántico y desde el estrecho de Magallanes hasta el sur de San Luis y Córdoba”. Agrega que “en épocas coloniales esta área recibió el aporte de los grupos araucanos venidos desde el occidente de la cordillera de los Andes; eran nómadas ecuestres que cambiaron casi por completo la fisonomía cultural y económica de los pueblos autóctonos”[32]. De este modo, hace mención a un proceso que es denominado por los historiadores y los antropólogos como “araucanización” o “araucanización de las pampas”, tomando el concepto introducido por el etnólogo, antropólogo y americanista —español radicado en Argentina— Salvador Canals Frau (1893-1958).
De esa línea de pensamiento también participa el paleontólogo, arqueólogo, doctor en ciencias Rodolfo Casamiquela (1932-2008), autor de numerosas publicaciones sobre los orígenes del poblamiento humano en la Patagonia y quien patrocinó el reconocimiento a la etnia tehuelche como pueblo originario de la parte norte de la región. Tampoco el propio Callvucurá mencionó el término “mapuche”.
He procurado buscar el origen del nombre “mapuche”, que se traduce por “gente de la tierra”, es decir, se trata de un concepto vago o amplio.
Se considera que fue inventado hacia fines del siglo XIX o comienzos del XX, en oportunidad de las disputas limítrofes entre Chile y Argentina y sería una “creación” que respondería a una política expansionista de Chile.
No obstante, puedo afirmar que encontré el nombre de “Mapuche” como seudónimo del coronel Manuel José Olascoaga quien, en su destierro en Chile por haber apoyado la “Revuelta de los Colorados”, contra el gobierno nacional y la guerra del Paraguay (1864-1870), escribió la novela El Sargento Claro. La guerra de Chile., obra que vaticina un conflicto armado entre Argentina y Chile. Cabe agregar que luego de la campaña de 1879, la ley 1532 de 1884 creó los territorios nacionales y que el coronel Olascoaga fue nombrado gobernador del Neuquén, instalándose en Chos Malal, primera capital neuquina[33].
Fuera de este caso, antropólogos, arqueólogos e historiadores han hablado y escrito de los araucanos como los nativos del otro lado de la cordillera y del proceso de “araucanización”, es decir, del proceso de aculturación que sufrieron las poblaciones aborígenes que ocupaban el actual territorio nacional, primero impuesto a través del comercio y de las relaciones amistosas y luego a través de la guerra.
Los verdaderos pobladores de las regiones pampeana y patagónica fueron los pampas, conocidos genéricamente como tehuelches, patagones. Al norte del río Chubut se los conocía como guénaken y al sur de ese río como aóniken, incluyendo entre estos a los selknam u onas.
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Familia ona.

Reflexiones finales
En función de lo expuesto, puede considerarse la visión estratégica de militares y civiles como Roca, Zeballos, Oroño, Olascoaga y tantos otros, quienes soñaron en pacificar el territorio y expandirse hacia el sur, conforme lo consideraban las propias autoridades de la corona española ante la amenaza británica, lo que ha sido real con la ocupación de las islas Malvinas, sin olvidar las invasiones de 1806 y 1807 a Buenos Aires. Por otro lado, Roca, como Ministro de Guerra y Marina daba cumplimiento a lo que ordenaba la ley de 1867 pero que no podía llevarse a cabo debido a la simultánea guerra del Paraguay, que recién finalizó en 1870.

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Imagen de la Primera Invasión Inglesa en 1806.

La campaña de Roca se lleva a cabo mientras se produce la guerra del Pacífico (1879-1883), que involucró a Chile contra Bolivia y Perú. Para cuando Chile decidió avanzar de manera firme hacia el sur, la Argentina ya había llevado a cabo su campaña aprovechando esa distracción.
Debido a que las fuerzas de Chile, ya en la época de Rosas, se encontraban merodeando y llevando a cabo establecimientos en la zona del estrecho de Magallanes y en territorio de Santa Cruz, a fines de 1878 se envió una expedición de la Armada Argentina a la Patagonia con el objeto de sostener los derechos de la República Argentina en esa región, en momentos en que se preveía una guerra entre ambos países.

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Comodoro Luis Py.

La expedición fue encabezada por el Comodoro Luis Py y se la considera la primera operación de una división naval argentina, y a ella se debe que el 1º de diciembre fuera instituido como Día de la Flota de Mar Argentina.
De tal manera que la campaña al desierto respondió a una necesidad de poner fin al robo de ganado de las estancias argentinas —que era llevado a Chile para su venta—, al incendio de los campos, a la matanza y secuestro de ciudadanos argentinos por parte de grupos indígenas que provenían del otro lado de los Andes y que paulatinamente se fueron instalando en territorio nacional, muchas veces con apoyo de las distintas facciones en pugna en Chile, es decir, tanto milicias patriotas como realistas.
De alguna manera, la campaña al sur tuvo un doble sentido: neutralizar a los aborígenes provenientes de Chile y reaccionar ante una política expansionista chilena.
Debe tenerse en cuenta que no se registra una etnia denominada “mapuche”, hasta que en 1960, en el Primer Congreso del Área Araucana Argentina se propuso que a los araucanos se los denominara “mapuches” pero que en la actualidad engloba a un sinnúmero de pueblos que sufrieron el proceso de araucanización, como los propios tehuelches. Hoy algunas comunidades se manifiestan “Tehuelche-Mapuche”, que es tan incorrecta como cuando se habla de “sirio-libanés”. Por otro lado, los tehuelches fueron prácticamente exterminados por los araucanos mediante la guerra.
Muchos de los que quedan, a raíz de ese proceso de aracucanización, desconocen que en realidad son tehuelches. De tal modo que al hablar de “mapuche” se logra darle invisibilidad a los tehuelches y a otros pueblos que habitaban el actual territorio argentino.
Finalmente, a quienes consideren la “lucha pacífica del pueblo mapuche” les recomiendo que descarguen de la web, de algún sitio mapuche, el manual “Kutralwe. Herramientas para las luchas”.
* * *
FIN
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Agradecemos la difusión del presente artículo:  


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[12] Félix Luna. Soy Roca. Buenos Aires: Sudamericana, 1991, p. 136-137.
[13] Estanislao Zeballos. La conquista quince mil leguas. Buenos Aires: Establecimiento tipográfico a vapor de “La Prensa”, 1878, Versión digitalizada en 2010 por la Fundación Instituto Internacional de la Lengua Española con fondos de la University of Toronto <http://www.fiile.org.ar/uploadsarchivos/_1878__la_conquista_de_quincemil_leguas__foto_.pdf>.
[14] Ibíd., p. 5-6.
[15] Ibíd., p. 8.
[16] Ibíd., p. 8-9.
[17] Ibíd., p. 11.
[18] Ibíd., p. 11.
[19] Ibíd., p. 16.
[20] Ibíd., p. 17.
[21] Dice Zeballos: “Estamos en la cuestión fronteras como en el día de la partida: con un inmenso territorio al frente para conquistar y con otro más pequeño á retaguardia para defender, por medio de un sistema débil y desacreditado”.
[22] Estanislao Zeballos. Op. cit., p. 22.
[23] Ibíd., p. 22-23.
[24] Ibíd., p. 24.
[25] Zeballos indica que estas instrucciones fueron impartidas por el Ministro Gálvez, en Aranjuez, el 8 de junio de 1778.
[26] Estanislao Zeballos. Op. cit., p. 24.
[27] Ibíd., p.34.
[28] Ibíd., p.35.
[29] Ibíd., p.38.
[30] Ibíd., p.41.
[31] Ibíd., p.46.

[32] Alberto Rex González. Argentina indígena vísperas de la conquista. Buenos Aires: Paidós, 1993, 171 p.
[33] “Olascoaga, el gobernador escritor”. En: +Neuquén, 30/05/2017, <http://masneuquen.com/olascoaga-el-gobernador-escritor/>, [consulta: 15/07/2017].

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