URBI ET ORBE


Urbi et orbe o reflexiones sobre la cuestión penal en estos días



Por Bets (@Betsiebook)


¿Las víctimas? Son esa “cosa” molesta que hay que tolerar de mala gana si tienen la suerte de llegar a los medios



En estos días de cuarentena que transcurren entre aburrimiento, preocupación, encierro y desazón nuestros iluminados jueces penales se han puesto al hombro hacernos todo más difícil por el simple expediente de intentar la liberación masiva de delincuentes condenados.


Cómo estoy cansada de indignarme y nada más, me decidí a tratar de hacer una reflexión honesta sobre la cuestión aclarando de entrada que no soy abogada, aunque sí una apasionada por el derecho, por lo que estas reflexiones serán producto de una mente no jurídica. ¿Clarito? Empecemos.

También aclaro que esta columna probablemente va a ser igualmente molesta para todos, pero les pido una sola cosa: que sean honestos y lean lo que escribo y no se indignen por lo que ustedes creen que dije.

Existe un problema de superpoblación carcelaria. Negarlo es simplemente imbécil. ¿La solución es liberar delincuentes? No seamos inocentes. 

Entonces, ¿qué se puede proponer? Hacer cárceles, obviamente, pero a nuestros políticos no les gusta la foto inaugurando penales. Y a los jueces y abogados abolicionistas la falta de prisiones les viene más que bien para sus planteos en contra del sistema penal y de ese “lugar de exterminio”. 

El hambre y las ganas de comer reunidos.

¿Existen demasiadas personas sin sentencia? Sí. Esto es un problema verdaderamente estructural. 

¿Cómo lo sé? Porque me he dedicado a la historia del derecho penal. El reclamo eterno de defensores y fiscales es el tiempo que se tarda para que una causa llegue a su resolución natural. Independientemente de cuál sea ésta. 

¿Estas personas deberían estar en los mismos lugares que los delincuentes condenados? Claro que no, pero seamos honestos, si no hacen realmente cárceles para descomprimir la situación carcelaria menos se van a poner a armar para encausados o procesados como gusten llamarle. 


¿La vida en la cárcel es difícil, dura e imposible? Sí.


¿La vida en la cárcel es difícil, dura e imposible? Sí. Eso debe resolverse. Nadie puede defender que 20 ó 30 personas estén en un espacio inmundo sin los mínimos elementos de higiene o de vida (un colchón ignífugo, mantas). Lo siento, pero no soy firme en eso de que no podemos comernos al caníbal. Y lo justo es justo, o en este caso, lo que no lo es también debe reconocerse.

Hemos decidido que quien delinquió debe perder la libertad por su accionar. 

Reconozco que no estoy de acuerdo, soy una ferviente defensora de la pena de muerte para quienes cometieron homicidios aberrantes, seriales o violaciones. Pero este no es el lugar para discutir la cuestión. No en esta ocasión, quiero decir. 

La pérdida de la libertad NO puede significar entonces que la persona se vea reducida por debajo de la brutalidad. Acordamos que toda persona mantiene su dignidad intrínseca por el sólo hecho de serlo.

Si llegó a este punto, supongo que se estará preguntando cómo es posible que RestaurAr me haya publicado esta columna y cómo puede ser que yo me diga a mí misma punitivista y retribucionista. Bueno, espere un poco que esto no termina.

Nuestro sistema penal arrastra distintos problemas no sólo vinculados a la prédica zaffaroniana de que éste es intrínsecamente malo y que los únicos dos delitos que existen son los de cuello blanco y los de “lesa”. 


Se ha diluido entender que los fiscales son una parte del proceso y como tal representa un interés particular. El de la sociedad.


Tenemos varios problemas reales, uno de ellos es que faltan jueces no sólo en número sino también en calidad, lo siento por los excelentes, que los hay, pero los aviones que aterrizan no son noticia. 

Otro es el invento de la mal llamada “objetividad” de los fiscales con la cual han desnaturalizado su función como contraparte de la defensa poniéndolos casi en el lugar del juez al punto que por cualquier motivo pueden desistir la acción y así terminar con el proceso. 

Obviamente hay recursos y con el invento de la “reversión de la acción” sobre la víctima que ha tenido la suerte de contar con un abogado a veces se logra seguir adelante, pero las excepciones son eso.

Entonces, quienes deberían representar la “vindicta pública” y aclaremos, la venganza no es intrínsecamente mala, sino que es una cara de la justicia, les guste o no leerlo, terminan actuando casi como otro abogado defensor del delincuente, buscando las excusas que permitan “hacérselo más fácil”, siempre con la excusa de esa mal entendida “objetividad”. 

Se ha diluido entender que los fiscales son una parte del proceso y como tal representa un interés particular. El de la sociedad. Para decidir sobre los hechos en su integridad tenemos, o deberíamos tener, a los jueces. 

Ojo. Nadie debería ser puesto tras las rejas sin pruebas. Nadie debería ser puesto tras las rejas por una acusación falsa. En ese sentido lo honesto sí es reconocer cuando una investigación o una acción no puede avanzar y por lo tanto acordar lo que corresponda a derecho a quien se creía culpable. 

Este es un punto que muchas veces me lleva a una discusión con cierta lógica victimal que sostiene que quien se dice agredido siempre dice la verdad. 

Lo siento, uno de los avances más importantes que tuvo el derecho penal moderno fue justamente dejar atrás la lógica del juicio de la caza de brujas, aunque hoy haya muchos que intenten volver a ella. 

Se sabe que las buenas intenciones pavimentan el camino del infierno y que acusación no es prueba. Es importante hacer justicia a las víctimas siempre, es vital que se pene a quien cometió el delito y no a un chivo expiatorio. 

Tenemos el problema bastante grave que es, cómo dije antes, el tiempo que se tarda en llegar a un juicio y una sentencia. Justicia que tarda deja de ser justicia. No es útil ni a la víctima ni al acusado. 



Entre la causa y la consecuencia debe mediar el menor tiempo posible para que se asiente el mensaje de que esto no es tolerado y que se castigará.


Se pierde eso que Beccaria entendía como una función didáctica del derecho: entre la causa y la consecuencia debe mediar el menor tiempo posible para que se asiente el mensaje de que esto no es tolerado y que se castigará.

Hoy que muchos abolicionistas y afines aman citar al italiano, sobre todo en cursos de posgrado, porque en la tele la academia no vende, sería útil que se tomaran el trabajo de leerlo completo. Si las penas deben ser “dulces” también deben ser “ciertas” y “prontas”. Su cumplimiento no debe posponerse ni postergarse.

Dicho esto, también debemos reflexionar sobre los pedidos para la liberación urbi et orbe de condenados y las extorsiones de los presos (privados de la libertad es un eufemismo que hoy aplicaría también a nosotros que no nos robamos un alfiler pero no podemos salir porque el virus chino…). 

Sobre el último punto sólo diré que una huelga de hambre es una decisión que implica al cuerpo de cada quien, por lo cual debe permitirse hasta sus últimas consecuencias. No podemos permitirnos ser extorsionados por los malvivientes. Ni lástima ni tratamiento médico obligatorio. Su cuerpo, señores jueces, su decisión

Desde hace años que se nos dice sistemáticamente que “hay que despoblar” o “descongestionar” la cárcel. Un eufemismo hermoso para decir que quieren abrir las puertas de las prisiones como quien parte las aguas del mar rojo y que todos esos pobres incomprendidos salgan a ganarse la vida… robando, asesinando… 

Con la violación tienen un gran problema, nadie quiere que le pongan en una nota periodística que la violencia sexual también se puede justificar dentro del enorme paraguas de los “condicionamientos sociales” y toda la basura progre que hay que leer cuando una intenta bucear en los textos que consultan algunos penalistas, o en algunos de sus escritos… pero no vamos a leer a muchos oponerse a su liberación. Si reinciden es porque el sistema les falló… a los delincuentes. 



¿Las víctimas? Son esa “cosa” molesta que hay que tolerar de mala gana si tienen la suerte de llegar a los medios

¿Las víctimas? Son esa “cosa” molesta que hay que tolerar de mala gana si tienen la suerte de llegar a los medios. Sino, que se queden en su casa llorando y no vengan a fastidiar este acuerdo tácito entre abogado defensor, fiscal y juez para tratar de “hacérsela fácil” al pobrecito incomprendido, abandonado por la sociedad. 

La pandemia les da una excusa más, nueva, para poder jugar a los héroes de los delincuentes tanto a defensores como a jueces abolicionistas y afines (se dicen agnósticos de la pena, se lee “no queremos que nadie sea castigado”). 

Quiero hacer aquí una aclaración importante: entiendo y respeto profundamente el trabajo de los abogados defensores, tanto sean oficiales como privados, creo que toda persona, cada una, incluso el más perverso de los asesinos tiene el derecho de una defensa bien hecha. 

¿Saben por qué? 

Porque acordaría las garantías de la ley al demonio en defensa propia. Siempre hay que pensar que puede ser uno el que necesite demostrar su inocencia, y ese día, seguramente, querrá al abogado más batallador que pueda conseguir. 

No nos engañemos, nadie en este bendito país ni en el mundo, está exento de ser acusado de cometer un delito o de terminar tras las rejas por algo que no hizo. 

Ahora, sobre los pedidos: en principio uno no ve grandes razones para oponerse a una parte de las cosas que se solicitan: presos con condena cumplida en el transcurso de este año y presos condenados por delitos menores que este año de cualquier manera hubieran obtenido beneficios de salida. 

Presos con condiciones de salud graves. Mujeres embarazadas (la discusión sobre cómo es que se embarazan para obtener beneficios la dejamos para otro día, ¿sí?). Mujeres con niños menores. Ancianos.


A los políticos en rigor de verdad los presos no les importan mucho, pero son votos. 


Sin embargo, sabemos que esto es una escalada. Empecemos por estos que nadie se puede oponer para llegar a los asesinos y violadores. Porque ellos también cumplen años, también se les vencen los tiempos de condena. Con las benditas modificaciones por las que una perpetua significa en promedio 30 años de prisión. Y eso sin contar con las leyes de ejecución que cada provincia acomoda a su gusto y política. Ni con la interpretación del juez…

¿Podemos oponernos a una cosa sin oponernos a la otra? Sí, podemos.

También considero que debemos exigir algo mejor: 
- ¿Cuáles son las garantías para la sociedad en relación a esos delincuentes “leves”?
- ¿Cómo se les controlará por el tiempo que corresponde al resto de su condena? 
- ¿Quién se hará responsable por el incremento del delito? 
- ¿Quién se hará cargo dl mensaje de “salí a robar que total no pasa nada, si te agarran te van a soltar porque con el Coronavirus estamos todos en peligro”? 

Es una pendiente resbaladiza y vamos a caer.

A los políticos en rigor de verdad los presos no les importan mucho, pero son votos. 

A los jueces los presos sólo les importan en función de su ideología antiderecho penal. 

Pero a ambos les importa su imagen en los medios y en las redes. 

Sabemos que los primeros son sensibles a no incomodar demasiado a unos ni a otros. 

Así que sólo nos queda ser muy firmes en las redes, en los blogs, hacer lío, buscar Rts, insistir en decirles “ustedes son servidores públicos aunque se olviden de eso, son nuestros empleados y tienen la obligación de dar explicaciones”. 

Si les ponemos la lupa encima la ideología les empieza a apretar en lugares incómodos, algo que se ha visto más de una vez. 

Seamos más inteligentes. Es una cuestión de supervivencia.

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Agradecemos la difusión del presente artículo:   

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