REFORMA LABORAL

Tiempos Modernos, Carlos Chaplin.
Autora: Hyspasia

En los últimos días se estuvo hablando en los medios locales de la eventual reforma laboral en Brasil. Los operadores (autopercibidos como periodistas) sostienen que la misma debe replicarse en la Argentina.
Tienen dos argumentos:
a) que esto hará “más competitiva” a la economía brasileña en comparación a la nuestra y suponen - entiendo yo - que debemos empezar una carrera en ver quién paga peor y trata peor a sus trabajadores,
b) que hay que bajar los costos laborales en la Argentina.
Fábrica Samsung, en Manaos, Brasil.


Obviedades
Primero lo obvio: hace décadas que la industria argentina está emigrando a Brasil. Al principio la atrajeron prometiendo (y cumpliendo) exenciones impositivas y créditos blandos de bancos nacionales brasileños - claramente una competencia desleal por parte de nuestro “hermano” latinoamericano. Posteriormente, a partir del SXXI, por tener mejor infraestrutura - carreteras, puertos - y energía eléctrica (no había cortes de luz en verano, por ejemplo). La migración de industrias es incesante y el costo laboral es sólo uno de los factores; no es el único. Luego hay un manual de traiciones por parte del kirchnerismo pero lo dejamos para otra ocasión.
Resumen: existe una migración de industrias desde Argentina a Brasil por infinidad de razones y el tema de la reforma laboral o el costo laboral es mínimo en su influencia. La migración continuará con o sin reforma.
Sigamos con el resto.
Imágenes de films norteamericanos sobre esclavitud.

Brasil tiene una cultura esclavista que con mucho esfuerzo avanzó hacia sistemas de sindicalización precarios y respeto del trabajador lábil ya entrados en la segunda mitad del SXX. Recomiendo enfáticamente el libro de Hugh Thomas, The Slave Trade: The History of the Atlantic Slave Trade 1440–1870 (1997); Simon and Schuster, en castellano La trata de esclavos, (1998), Planeta, ISBN 84-08-02739-5.
Río Gallegos, 1920.

La Argentina es uno de los países con mayor cultura sindical del mundo, a la par de Polonia y sólo superado por Gran Bretaña. Sin desestimar las prolongadas y sostenidas luchas sindicales de EEUU, Italia, Francia, España y en menor medida Alemania.

Las luchas sindicales argentinas datan desde fines del SXIX, en consonancia con el avance de la industrialización. Argentina tenía con el cambio de siglo los ingenios azucareros más modernos del mundo (Osvaldo Barsky y Jorge Gelman, “Historia del Agro Argentino”, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1° edición 2001, tercera edición 2009). Argentina comenzó a fabricar maquinaria agrícola a fines del SXIX. Los talleres ferroviarios ingleses enseñaron metalurgia y metalmecánica a tucumanos, cordobeses, bonaerenses. A principios del SXX existían sindicatos. Socialistas, comunistas y anarquistas. Fuerte inmigración con experiencia política y sindical. Austeridad, insistencia en la formación del trabajador e inculcar el hábito de lectura, cultura de clase. Bueno, el resto lo sabemos. El diferencial entre Argentina y cualquier otro país con mano de obra barata (cualquier país de América Latina, Brasil es uno más, uno grande pero uno más) era la capacitación.
Manifestación en pedido de jornada laboral de 8 horas, Rosario.

Décadas de inversión en mano de obra. Las escuelas de oficios de las Fuerzas Armadas (electricistas, soldadores), luego las escuelas industriales, la gran escuela laboral que fue el ferrocarril, ya comentado. A partir del gobierno de Perón la UTN. Astilleros, fabricación de locomotoras (con licencia General Motors), fábrica militar de aviones, altos hornos, aluminio, metalurgia, siderurgia, calderas, motores, maquinaria de todo tipo. Todo un historial de mano de obra fina. El máximo exponente tal vez sea Pur Sang de Anadón.
La estrella de las últimas décadas es la maquinaria agrícola donde la  Argentina es punta en innovación, tanto mecánicas como de materiales, en particular de fibra de carbono. Innovaciones son inscriptas permanentemente y patentes son compradas por empresas norteamericanas.
Es evidente que jamás la competencia, no con Brasil, sino con ningún país, puede ser ver quien paga menos a sus trabajadores. La carrera debe ser siempre convertir la habilidad de nuestros trabajadores en valor agregado, en mejor calidad y, por lo tanto, en mejor precio.
1904, F.O.A. se convierte en F.O.R.A.

El otro punto que sacaron al ruedo los operadores es “bajar el costo laboral”. El costo laboral no se reduce negreando a la gente. No cambia por reducir el horario de almuerzo o fraccionar las vacaciones o exponer mujeres embarazadas a substancias tóxicas. Seamos serios ¿Cuánto se puede ahorrar? Además, si los trabajadores ganan migajas ¿quién va a comprar galletitas y aceite? ¿Quién va a sostener vía IVA e IIBB a la fastuosa clase política? Porque no jorobemos, la casta política vive del impuesto a los trabajadores. Y puede no importarme el poder adquisitivo de los trabajadores si exportara todo, como hacían los brasileños hace treinta años o los alemanes hasta la conformación de la UE (ahora colocan gran parte de su producción intra-unión, ver aquí).
Hagamos una cuenta: en una fábrica de montaje de autos, con maquinaria millonaria, si el costo del personal es del 15% del total (productos intermedios, energía, amortización de maquinaria, costo comercial, costo de la gerencia constituiría el resto antes de impuestos), ¿en cuánto afecta que el salario sea el 50% en el país A respecto al país B? Estamos hablando del 7,5% del costo total del producto terminado. Apenas un poco más que el impuesto a los ingresos brutos o ⅓ del costo del IVA o una mínima fracción de los impuestos internos. Las fábricas no emigran de EEUU a México porque la mano de obra es más barata: emigran por dos razones: 1) para aprovechar exenciones impositivas, regalo de tierras fiscales, precios de energía subsidiados, y 2) para darles una “lección” a los trabajadores sindicalizados.
La emigración de industrias desde principios de los ‘80 a hoy fue de países sindicalizados (Gran Bretaña, Francia, EEUU, nosotros) a no sindicalizados (Pakistán, India, China, México, Brasil, Perú, Colombia). El único país del mundo que no aceptó la mudanza de industrias (excepto las químicas ultratóxicas), ni de acerías, fue Alemania. ¡Qué cosa! ¿No? [1]


Soluciones
Córdoba, movilizaciones obreras década del '60.

El costo laboral se baja de dos maneras:
  • Eliminar TODOS los impuestos laborales. Eliminar toda la diferencia entre el costo entre el dinero que eroga la patronal y el dinero de bolsillo que percibe el empleado. Ahí está la diferencia. Eso es lo que hay que hacer. Todo el resto debe ser eliminado. Dejar sólo un 10% a cargo de la patronal para el ANSES. Que la salud se pague con dinero general del Tesoro. Eliminar la financiación de los trabajadores a los fondos de vivienda que manejan sin control alguno los intendentes y gobernadores de la cuál se roban la mitad y la restante la destinan a hacerle casas a gente que no trabaja. El pago al sindicato debe ser voluntario y por débito automático. Y punto. Nada más. Y eliminar el impuesto a las ganancias para cuarta categoría. Las retenciones a los trabajadores es del 17% y las contribuciones laborales del 26%. Si se eliminan las retenciones el salario de bolsillo aumentaría en 17%, el consumo aumentaría entonces un 17% -sin costo para la patronal-. La economía se reactivaría. Si las contribuciones patronales bajan del 26% a 10%, los costos laborales bajarían un 14,5%, con un trabajador mucho más contento por un aumento de salario de bolsillo. En este caso la única consecuencia es que los políticos tendrían menos dinero para robar. Aumentaría en un 14,5% la productividad de la mano de obra. Mucho más que cualquier reglamentación negrera a semejanza de los brasileños.
    Resumen: tiene mucho más efecto bajar los impuestos al trabajo que cualquier cambio en condiciones de trabajo (eliminar 17% de retenciones y reducir las contribuciones a 16% de los 26% actuales). Ni hablar del ano contranatura del impuesto a las ganancias a los trabajadores.
  • Los juicios laborales. Éstos están fomentados por los abogados laboralistas, por lo general entongados con los sindicatos, y por lo tanto con los jueces, que promueven demandas delirantes y totalmente fuera de escala. Ejemplo: empleada de comercio con el mínimo, 7 meses de antigüedad, solicita indemnización por $ 150.000.- El problema de los juicios no es tanto el costo promedio sino la imprevisibilidad del monto. No es un 10% más, son montos insospechados, puede ser el valor de la empresa. Manda a la quiebra a pequeños y medianos empresarios. Esto hay que cortarlo por lo sano. Echar a todos los jueces entongados con los abogados corruptos y exigir que se le quite la matrícula a los abogados que promueven el prevaricato. Como dije, cortar por lo sano. Esto no implica condonar a los trabajadores negreros, que pagan en negro o que maltratan a su personal. Pero las indemnizaciones deben tener una cuota de mesura.


Acá quiero ir a otro punto, mucho más importante a mi entender.
Existen acuerdos de convenios colectivos de trabajo con salarios altos y gran cantidad de exigencias (pagos de sumas fijas, feriados adicionales, extras, rubros no remuneratorios, etc.). ¿Cuál es el objeto de estos aumentos de costos y reglamentaciones? En el caso puntual de los porteros es para financiar un sindicato con gravitación política en la capital, el puñado de votos necesario para que los intendentes lleven adelante los negociados inmobiliarios. Es un caso muy puntual y específico.
Pero para todo el resto de los sindicatos la desmesura de los convenios colectivos de trabajo tienen otro objetivo.
Entonces ¿Cuál es el objeto?
Dejar afuera los chicos.
Doy ejemplos: Kraft (Mondeléz) y Knorr pueden pagar buenos sueldos y dar los pluses que se le soliciten. Tienen canales de comercialización asegurados (los supermercados) no exportan o lo hacen poco, ponen los precios. Al mismo tiempo, determinar sueldos altos saca de mercado a las empresas medianas y pequeñas.
Y ahí está el verdadero servicio de los sindicalistas a las grandes empresas para concentrar y controlar el mercado: los convenios colectivos de trabajo hacen el trabajo sucio de eliminar la competencia para los pulpos. ¿Cómo puede pagar un pequeño molino de Entre Ríos los supersueldos que arregla Daer? Pero no importa. Ésa es la idea. Y eso se aplica en cualquier industria.
Lo mismo se aplica para los juicios. Las empresas grandes - como Arcor, por ejemplo - tienen estudios enteros dedicados a atender sus juicios y terminan arreglando por afuera. Un pequeño fabricante de mermelada de  Arrecifes, con un juicio laboral, quiebra. Ñam-ñam.
Así que el problema laboral, la necesidad de integrar  a ⅓ de los trabajadores al sistema formal, los costos, el pago que hace el estado a las personas para que NO se integre, todo es un combo que hay que desarmar. Y hay que desarmarlo de una, como nuestro amigo Edipo a las puertas de Tebas.
De esto seguiremos hablando.
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[1] Invito a pensar ese punto.

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