DOCENTES EN PELIGRO



Gran Bretaña:
Las circunstancias que rodearon al asesinato
de Ann Maguire nunca fueron esclarecidas.
Maguire fue asesinada en un aula
de un colegio católico de Leeds en el año 2014.



Autor: Joe Baron (@JoetheBaron)  

Sospecho que poderosos intereses han encubierto las circunstacias que rodearon la muerte de Ann Maguire.
Ann Maguire era una docente dedicada, absolutamente comprometida con los niños a su cargo. Trabajó en la enseñanza por más de cuatro décadas, tenía un esposo amante, dos hijas grandes y, después de la muerte de su hermana, 30 años antes, desinteresamente crió a sus dos sobrinos como si fueran sus propios hijos. Era una buena persona a la que, claramente, le importaban los otros.

Pero trágicamente, en 2014, fue brutalmente asesinada por un alumno perturbado. Fue atacada y acuchillada siete veces en el aula, mientras corregía los deberes de otro alumno.
Desde entonces, lamentablemente, los intentos de su desconsolado esposo para averiguar qué sucedió y las circunstancias que rodearon su muerte se chocaron contra una muralla de silencio. Un sumario interno mantenido en secreto fue seguido por una audiencia en la cual el inspector a cargo se negó a entrevistar tanto a los amigos del asesino como a sus compañeros de aula - una clara omisión investigativa -, que, creo yo, entre otras cosas, impidió conocer si el asesino había mostrado signos anticipatorios semanas o meses antes del crimen.

No hace falta recalcar, el juicio concluyó con que no había responsabilidad alguna por parte de la escuela en la trágica muerte de la Sra. Maguire. El colegio no faltó a sus deberes estatutarios de proteger a su personal; en resumen, "no hay nada que rebuscar por aquí, flaco".

Esto, prácticamente seguro, es pura zaraza. Después de ejercer la profesión de docente por más de quince años, habiendo trabajado en diferentes escuelas, sin excepción, he visto a numerosos directores y jefes de disciplina hacer la vista gorda con su obligación de proteger al cuerpo de profesores. Los docentes son agredidos y abusados con impunidad. A veces, incluso, son culpados por los ataques que sufren, como, si de alguna manera, hubieran agraviado y antagonizado a los atacantes.

En el mundo real, cualquiera sería perdonado si asumiera que los alumnos violentes son expulsados del colegio en forma permanente para proteger a sus pares, y, por supuesto, a nosotros, sus maestros - ¡también somos humanos! Pero estaría muy equivocado. Los alumnos que atacan a sus compañeros y a los docentes raramente son expulsados. Pueden sufrir una semana de clases en solitario, en algunas escuelas, una breve suspensión, pero son raramente expulsados.

Por lo tanto se espera que los maestros y los alumos soporten, un día sí, un día no, ansiosamente, el próximo berrinche o ata que ira de los más violentos del aula, sin que puedan expresar el más mínimo susurro de protesta. Si lo hacemos, corremos el riesgo de atraer el oprobio de los líderes del establecimiento, o, como en mi caso, del CEO del colegio.

Actualmente trabajo en una escuela que se niega a expulsar a sus alumnos, no importa cuán violentos sean. Es más, el castigo más severo es un breve confinamiento. El resultado: la anarquía y el caos, una brutal pesadilla hobbesiana, mientras los niños, desprotegidos y asustados, luchan por su supervivencia.

Otros, simplemente, se van, esperando que la próxima escuela sea mejor. La semana pasada, un aterrorizado muchacho fue forzado a dejar el colegio luego de ser atacado por un camorrero sin arrepentimiento alguno. Sus padres, comprensiblemente, eligieron cambiarlo de escuela. La alternativa era tirarlo a los lobos. El problema es que la próxima escuela, probablemente, no sea diferente - al menos donde estoy ahora son honestos con su política de no expulsión. Como flamante encargado, a partir de septiembre de este año, incorporé a varios muchachos desesperados por escapar de la violencia y el bullying de sus escuelas anteriores. Para mi vergüenza, tengo prohibido advertirles que nosotros no somos diferentes. De hecho, probablemente seamos peores.

Uno de mis colegas, es más, ha estado ausente por los últimos siete días. Fue atacado por un alumno que le reventó repetidamente una puerta en la espalda. Sorprendentemente, el alumno fue al día siguiente a la escuela lo más campante. Otro muchacho muy perturbado atacó físicamente a sus compañeros y dos de mis colegas. Nos amenaza recurrentemente con acuchillarnos. Es una tragedia esperando ocurrir. Dios lo prohíba, si lo peor sucede y alguien es mutilado, hospitalizado o asesinado, la escuela será responsable. ¿Podrá, sinceramente, aducir que no hubo señales de aviso?

Sospecho que la escuela donde trabajaba Ann Maguire recibió señales suficientes con antelación a la tragedia, también. Por eso es que obstruyeron la investigación impidiendo que ésta fuera transparente - una investigación que hubiera expuesto las faltas del establecimiento en proteger a su personal y a los alumnos de los violentos -.

Esto pone en evidencia:
- la incompetencia de las autoridades escolares con el afán de no desacreditar las ideas progresistas que prohíben toda forma de reprensión o punición a los pobrecitos alumnitos,
- la inadecuada naturaleza de nuestras estructuras organizacionales (en resumen, necesitamos más escuelas especiales para violentos y para jóvenes y niños emocionalmente perturbados), 
- el fracaso de los sindicatos docentes para proteger a sus afiliados y 
- el obsoleto sistema del régimen de inspecciones.

Cuando uno comprueba la amplia miríada de fracasos y errores y el daño que acarrearía a los intereses creados que los mismos fueran expuestos, queda en claro que fue preferible el encubrimiento de la causales de muerte de Ann Maguire para todos los involucrados en el caso. Para todos, menos para su familia, claro está.

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