En los enteros anales de la estupidez humana, es difícil encontrar un contendiente rival a la charada llamada "COP26".
Autor: Gerald Warner
Nota original: https://reaction.life/cop26-costly-cult-could-lead-to-the-overthrow-of-the-elites/
Al pie la nota completa en inglés.
Traducción: @Hyspasia
Miles de jóvenes activistas del cambio climático se juntaron en Milán para protestar por la inacción de los líderes mundiales en vistas al COP26.
Habitar el país que es huésped tanto de HS2 como de COP26 es una rara iniciación entre la ilimitable fatuidad de aquellos que gobiernan; no sólo el gobierno, sino sus cómplices, incluyendo los oponentes nominales, en un delirante consenso de las élites. La lección del Brexit ha sido ya olvidada; los gases de efecto invernadero se les fueron a sus embotadas y privilegiadas cabezas; totalmente dispuestos a toda gobernanza como imposición de arriba hacia abajo.
Aún la sede elegida por este circo de demonización del carbón testifica la falta de contacto con la realidad por parte de sus organizadores. ¿A quién se le puede ocurrir que puede ser una buena idea elegir Glasgow como la ciudad anfitriona? El único racional concebible detrás de la decisión es una aspiración de hospitalidad para hacer sentir a los delegados del Tercer Mundo como si estuvieran en su casa. Las montañas de basura sin recolectar, la infestación de ratas y las huelgas al estilo de los años '70 son las características de esta ciudad bajo el gobierno del SNP (Partido Nacionalista Escocés), apoyado por los verdes delirantes. Parece un lugar implausible como plataforma de lanzamiento para el ascenso a un futuro más limpio y más ecológicamente puro. El jefe del Consejo Deliberante de Glasgow, sin embargo, ha imputado las razones de los problemas de Glasgow a Margaret Thatcher.
Glasgow es también la primera en experimentar las consecuencias del COP26. La ciudad ya es la capital del COVID de uno de los países más golpeados en Europa. La clase política creyó conveniente meter 25.000 personas provenientes de más de 150 países, algunos de ellos con programas de vacunación mal diseñados, que presumiblemente acarrean otras variantes del virus. Han exceptuado a todos estos innecesarios viajeros de los requisitos de vacunación que son forzados sobre cualquier hombre de negocios que traiga inversiones.
Aún los fantasiosos a cargo de esta extravagancia conceden que la reunión traerá un "pico" de COVID, un resultado que ven con ecuanimidad. Pero no hay algo como un "pico" que no acarree más muertes. En lenguaje llano, algunas personas perderán sus vidas porque una colección de pomposos políticos y obsesivos climáticos quieren darse el gusto de una orgía de señalamiento virtuoso. No les importa. Lastimar, aunque más no sea la autoestima del hombre de la calle, en los ojos de los jefes políticos, es desestimable.
Ese principio va mucho más allá de las consecuencias epidemiológicas del COP26; su razón principal es entronizar la religión de Cero Neto como una ortodoxia global, su prédica de total subordinación de todas las preocupaciones humanas - crecimiento económico, mejoras de los niveles de vida, confort personal, viajes de placer, incluso el asado de los domingos - a una creencia fanática en una destrucción inminente y apocalíptica y someter al estado poderes irrestrictos para contrarrestar esta amenaza imaginaria.
Esto puede ser el Gran Uno. Realmente puede serlo. El COP26 tiene el potencial de provocar una revolución, no como evento sino como el principio de un proceso. No con certeza y no en el futuro inmediato; pero a medida que se despliega el totalitarismo del cambio climático, ya delineado con cierta claridad en los planes de los gobiernos, es un fenómeno que cualquiera con conocimientos históricos podrá identificar como una concebible causa de revolución a largo plazo. ¿Qué forma podría tomar semejante revolución? Está por verse. Si será puramente política o violenta. Probablemente variará según la cultura de cada sociedad en la que ocurra. Si los políticos no prestan atención a las señales de advertencia que eventualmente proliferarán, los historiadores futuros pueden llegar a comparar la reunión del COP26 con la convención de los Estados Generales en Francia en 1789.
Con el COP26 es necesario distinguir entre la reacción de corto plazo y las consecuencias de largo plazo. Aún si el encuentro degenerara, aún en sus propios términos, en una farsa, lo peor que puede provocar es mofa. Los augurios no son buenos. Xi Jinping, líder de la nación responsable del 28% de las emisiones con efecto invernadero, en comparación con Gran Bretaña que produce solamente el 1%, no va a estar presente; está demasiado ocupado reabriendo viejas minas de carbón para satisfacer las necesidades energéticas de su país. Le quedará a Boris presentarse como el salvador del planeta, ganándose porotos con su esposa al prometer miles de millones de libras imaginarias para sus fútiles y tiránicos proyectos verdes.
La payasada sobre el escenario improbablemente empujará a las calles a turbas armadas con guadañas y horcas. El tiempo de probarlo vendrá después. Si el Reino Unido soporta un invierno con cortes de energía, faltantes, muertes por hipotermia y consecuencias de pérdida de productividad y crecimiento - todo, como el público bien sabe, innecesario y debido al abandono de fuentes de energía confiables por imposiciones de los virtuosos señaladores compulsivos - la opinión pública, que es volátil, podrá volverse contra el evangelismo verde.
Si los autos a motor a combustión son prohibidos en favor de vehículos eléctricos impagables y poco confiables, si los hogares se ven forzados a cambiar sus conocidos calentadores a gas por eléctricos absurdamente caros y de bajo rendimiento, junto con una multitud de mezquinos acosos, si continúan las imposiciones financieras y la gradual caída de los niveles de vida, lo único que podrá evitar la revolución, de cualquier clase, será la velocidad con la que la clase política sepa retractarse de esta política kamikaze. De todas formas, como vimos con el Brexit, una retirada elegante no está en el ADN de la actual élite y ésa es la razón por la cual no se puede descartar una respuesta extrema.
Si es así, realmente será el Gran Uno, siendo la tiranía climática lo que finalmente destrone a la clase política ya sacudida por el Brexit. En años recientes, el axioma principal entre los comentaristas políticos había sido la peligrosa grieta que separaba las élites gobernantes de los gobernados. Ahora la fisura es aún más ancha y no sólo por el tema del clima. Es el epítome de la privilegiada clase media Guardianista liberal que clama: "no me preocupa pagar impuestos más altos si beneficia [acá permutar por cualquier causa bienpensante]", sin importarle los efectos que dichas políticas pueden tener sobre la gente más pobre que habita el mundo real.
¿Y todo para qué? La tierra se ha calentado 1ºC desde la era preindustrial. Ciertamente es algo para tomar en consideración, mientras se trata, neutralmente y con calma, de analizar todas las posibles consecuencias. Si, como se alega, los gases de efecto invernadero contribuyen a mayor calentamiento, averiguar cuál es la composición del efecto invernadero. Los alarmistas sostienen que el CO2, tanto natural como hecho por el hombre, es responsable de 72,3% del efecto invernadero. Pero ese cálculo excluye el mayor componente del efecto, el vapor de agua, que es responsable del 95%.
Cuando se analizan la totalidad de los gases que producen el efecto invernadero, el CO2 justifica sólo el 3,6% de todo el efecto, del cual sólo el 4% es generado por la actividad humana; los alarmistas sostienen que es el 29%. Eso es inmaterial. Eliminar el 29% del 3,6% del efecto invernadero muy difícilmente tenga alguna consecuencia. Cuando el vapor de agua es tomado en cuenta (¿y por qué no lo sería, cuando es el mayor componente del efecto invernadero?), si todas las naciones del mundo lograran Cero Neto mañana, el resultado sería eliminar el 0,14% del 1,04% del efecto invernadero. ¿Vale la pena mendigar a todo el mundo y retrasar el desarrollo de la Humanidad?
Políticamente, este tema es altamente significativo. La realidad es que, aún si la "emergencia" climática (y la evidencia no sugiere que lo sea), no hay ninguna respuesta práctica para evitarlo. En cuanto al significativo, pero no catastrófico calentamiento que pueda llegar a ocurrir, cada nación deberá buscar sus mejoras apropiadas que la protejan para cada situación: en GB, significa invertir fuertemente en defensas contra las inundaciones. Del resto, algunas de las consecuencias son benevolentes.
Lo cual hace que no tenga sentido la ofensiva fanática por el Cero Neto. La frase en sí mismas abunda en prescripciones absolutistas emanadas de fanáticos de izquierda: fueron ellos los que primero armaron expresiones como "tolerancia cero". Parece que el Partido Conservado [británico] está dispuesto a cometer un suicidio electoral sobre este tema extravagantemente no-conservador, persiguiendo el aumento del poder del estado. Otras instituciones está cortejando desastres similares: el Príncipe de Gales anunció en marzo del 2009 que el mundo estaba a 100 meses de prevenir un desastre climático irreversible. Eso quiere decir que debería haberse producido en julio de 2017. Sin embargo, el pasado fin de semana nos advertía de "estamos ante una peligrosamente estrecha ventana de oportunidad" para salvar el planeta.
El Duque de Cambridge fue reclutado para la cruzada del COP26: está extremadamente mal asesorado. Presumiblemente los asesores reales han calculado que, desde el momento en que el tema climático no pertenece puramente al mundo de la política partidaria, es seguro para dos futuros reyes pontificar sobre lo que, en poco tiempo, será el tema más contencioso de la vida pública. Si la clase política ciegamente persigue la agenda de Cero Neto, consecuentemente provocando una reacción volcánica, las cosas irán muy mal para cualquiera identificado con el régimen opresivo. Sólo el silencio de la Reina ha siempre preservado de estos temas controvertidos a los miembros de la familia real.
Otras instituciones han perdido cualquier credibilidad hace mucho. En el 2007 la BBC predijo que el Ártico estaría sin casquete helado en el 2013: en el otoño de ese año, el volumen del hielo ártico se había incrementado en un tercio. Hay gran cantidad de yamanes, charlatanes y Hombres de la Quinta Monarquía tratando de robar con el COP26.
Lo que ninguno de ellos podrá predecir es el latigazo que inevitablemente provocarán con su extravagante obsesión religiosa del Cero Neto, que incluso podrá anunciar el inicio de un nuevo orden político.
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