DESDICHADOS CIUDADANOS


Por Pat Buchanan *
@gauchomalo140
Cuando en California estallaron incendios descontrolados se mencionaron muchas causas: negligencia de los acampantes, líneas de alta tensión caídas, intencionalidad, sequía, cambio climático, incapacidad para administrar los bosques, podar los árboles y recoger los desechos que después sirven de alimento a las llamas, vientos de rara intensidad que propagaron el fuego, demasiados focos para atender debidamente de entrada.
Del mismo modo, parece haber una multiplicidad de causas que encienden y alimentan las protestas y revueltas que azotan a las ciudades capitales de nuestro mundo.
Las protestas de los chalecos amarillos en París, desencadenadas hace un año por aumentos en el precio de los combustibles que fueron rápidamente anulados, parecían haber quedado reducidas a unos miles de intransigentes anárquicos y violentos.
Las revueltas en Chile estallaron para rechazar un pequeño aumento en las tarifas de trenes y subterráneos en un país que ostenta el mayor ingreso per capita y la menor desigualdad de toda América latina. Sin embargo, los manifestantes consiguieron obligar al gobierno electo a capitular y redactar una nueva constitución.
La insurrección en Bolivia tuvo que ver con una elección robada por el sempiterno presidente Evo Morales, que voló a México donde fue recibido por el canciller. Entre las cuestiones que dividen a los bolivianos están la desigualdad y el tribalismo: pueblos indígenas que conviven con una elite de ascendencia europea.
En Hong Kong, donde las protestas parecen haber ido replegándose hacia las universidades de la ciudad, la causa que las unificó en primer lugar fue una propuesta para que los ciudadanos locales puedan ser extraditados a China para ser juzgados. Aunque la propuesta fue retirada, las revueltas se prolongaron durante un semestre y ahora incluyen bombas molotov, hondas, arcos y flechas y catapultas para arrojar ladrillos a la policía. Las últimas demandas apuntan a investigar y castigar a la policía por empleo excesivo de la fuerza, restablecimiento de todas las libertades de las que Hong Kong disfrutó dufrante los últimos años de gobierno británico y derecho a elegir sus propias autoridades. Si Hong Kong pudo resistir a la poderosa China durante medio año, imaginemos lo que puede hacer Taiwan, que tiene el triple de la población de Hong Kong, fuerzas militares significativas y 100 millas de agua entre la isla y el continente, para resistir el dominio del partido de Xi Yinpin.
En Bagdad las protestas pasaron rápidamente a la violencia y ya hay centenares de muertos. La razón principal de la ira de los revoltosos: la influencia de Irán en los asuntos iraquíes, que se multiplicó entre la mayoría chií luego de que George W. Bush derrocara al régimen suní de Saddam Hussein. La milicia chií respaldada por Irán que ayudó a contener el avance del grupo Estado Islámico sobre Bagdad en los días del califato ya no es vista con demasiada simpatía: “¡Iraníes a su casa!” es ahora una demanda popular.
Las recientes protestas violentas en el propio Irán tienen sus raíces tanto en la política como en la economía. Las sanciones estadounidenses evitan cada día que millones de barriles de petróleo iraní lleguen a los mercados mundiales, lo que provoca déficits rampantes, deteriora el valor de la moneda local y contribuye a alimentar la inflación. El detonante de las revueltas en Irán fue un aumento en el precio del gas, que sigue siendo una fracción de lo que pagan los norteamericanos pero que afecta dolorosamente a los iraníes de clase trabajadora y clase media que están llegando al límite de sus posibilidades.
Las cuestiones que dividen de este modo a continentes, países y capitales parecen ser cada vez más numerosas, más prolongadas y, a decir verdad, posiblemente insolubles.
Pensemos un poco. Las cuestiones económicas que lanzan a los trabajadores a las calles a protestar contra la desigualdad de la riqueza y los ingresos sobrevienen en momentos en que nuestro mundo es más próspero que nunca. Las cuestiones étnicas y raciales que dividen sociedades y naciones parecen exceder cada vez más la capacidad de los sistemas democráticos para resolverlas pacíficamente.
Y en cuanto a las cuestiones relacionadas con creencias básicas, sean políticas, ideológicas o religiosas, también parecen alimentar divisiones cada vez más profundas y más anchas. La mayoría hindú de la India busca suprimir a la minoría musulmana. Los chinos secularizados recluyen por millares a uigures y kasajos musulmanes en campos de concentración para erradicar sus lealtades de nacimiento y convertirlos en nacionalistas marxistas. Chinos han 1 son desplazados a Tibet y Xinyian para inundar con ellos a las poblaciones indígenas.
En Hong Kong la lucha es ideológica y política, entre los que creen en la democracia y los que abogan por el autoritarismo. Los Estados Unidos del presidente Trump quieren asegurar la frontera sur contra la invasión continua de personas de América latina y el Tercer Mundo que pronto estarían en condiciones de crear aquí una nueva mayoría que vote invariablemente por el Partido Demócrata.
Europa resiste con creciente alarma décadas de invasión de gente desperada que huye de los estados fallidos de África y el medio oriente. En España, el partido nacionalista Vox asciende al tercer lugar para resistir al régimen izquierdista de Madrid que parece demasiado complaciente con los secesionistas catalanes y los refugiados de todo el Mediterráneo.
Los estadounidenses no estamos en guerra unos con otros, pero nuestras divisiones son tan profundas y tan amplias como en la década de 1960, si no como durante la Guerra Civil. Tenemos a unos republicanos que resisten unidos el juicio político y la remoción de un presidente que eligieron por abrumadora mayoría, frente a un Partido Demócrata también unido y dominado por implacables adversarios ideológicos.
Ni los regímenes autoritarios ni las democracias del mundo parecen haber encontrado la cura para las dolencias que afligen a nuestros desdichados ciudadanos.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.
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  1. La etnia dominante en China. []

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