¿CUÁNTO CUESTA?
Argentina sufre, no desde ahora, un desquicio de precios.
Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)
Automóviles que salen el doble que en el exterior, a pesar de que durante años se les subsidió el precio de compra del dólar, por lo tanto todos los argentinos les subsidiamos a las terminales automotrices extranjeras la compra de autopartes.
Lo mismo podemos decir con fertilizantes, o cubiertas, o indumentaria. Hasta con el calzado, toda vez que Argentina no sólo tiene cuero sino que existe un “antiarancel” o DEX para castigar la exportación de cueros y así “fomentar” el uso de cuero en Argentina.
Sobre este tema abundan artículos en toda suerte de periódicos y ha sido tratado con largueza en Restaurar.
Ahora quiero llamar la atención sobre determinados puntos que tiene que ver con el consumo de alimentos ordinarios (dejo de lado los gourmet, orgánicos, etc.).
Hay una falta de correlación, por ejemplo, entre el precio del kilo de pollo o carne bovina y, no sé, el kilo de berenjenas. ¿A quién se le ocurre que un kilo de berenjenas pueda costar 4,6 dólares?
Precios incomprensibles: el kilo de queso (de cualquiera), el kilo de yogur, el kilo de caramelos, el kilo de golosinas (alfajores, barritas, bocaditos), el arroz, los fideos, las legumbres, la miel, el aceite de oliva, las frutas secas.
Entiendo que existen enormes distorsiones en la cadena de comercialización, fletes e impuestos.
Cualquier gobierno que no tome con seriedad esos problemas y no vaya a la raíz del mal, tarde o temprano, está frito.
Los Kirchner y Alberto Fernández, lejos de ocuparse, lo agravaron. Macri jamás iba a ocuparse, toda vez que se jefe de gabinete forma parte de una familia accionista de un supermercado.
Hay un problema estructural, del que nadie quiere hablar: las empresas de alimentos fueron todas o casi todas vendidas durante el gobierno de Menem, a manos norteamericanas, luego a suizas y holandesas. Y el sistema de comercialización en la ciudad de Buenos Aires está cartelizado. No solamente por los supermercados, que lo está, sino también por las verdulerías, el otro complemento importante. Asimismo, cayó la cantidad de carnicerías familiares, lo que también le resta variedad a la oferta.
Si a esto le sumamos a) la ausencia o escasez del flete de carga ferroviario, b) el incomprensible sistema vial, donde el estado paga el mantenimiento de las rutas nacionales y privados las tienen “concesionadas” cuya única obligación es cobrar el peaje, c) un costo del combustible donde el 55% es impuestos; estamos complicados.
Hay que agregar que la política agropecuaria de los Kirchner fue ahogar toda actividad que no sea el cultivo de soja.
Los Kirchner y Alberto Fernández, lejos de ocuparse, lo agravaron. Macri jamás iba a ocuparse, toda vez que se jefe de gabinete forma parte de una familia accionista de un supermercado.
Hay un problema estructural, del que nadie quiere hablar: las empresas de alimentos fueron todas o casi todas vendidas durante el gobierno de Menem, a manos norteamericanas, luego a suizas y holandesas. Y el sistema de comercialización en la ciudad de Buenos Aires está cartelizado. No solamente por los supermercados, que lo está, sino también por las verdulerías, el otro complemento importante. Asimismo, cayó la cantidad de carnicerías familiares, lo que también le resta variedad a la oferta.
Si a esto le sumamos a) la ausencia o escasez del flete de carga ferroviario, b) el incomprensible sistema vial, donde el estado paga el mantenimiento de las rutas nacionales y privados las tienen “concesionadas” cuya única obligación es cobrar el peaje, c) un costo del combustible donde el 55% es impuestos; estamos complicados.
Hay que agregar que la política agropecuaria de los Kirchner fue ahogar toda actividad que no sea el cultivo de soja.
No nos debe llamar la atención: es una práctica que los ingleses impusieron en Irlanda y en la India. Forzaban, a través del sistema impositivo, a abandonar la diversidad de cultivos y ganadería para alimentar a la propia población y forzaban la agricultura con fines de exportación - siempre con ideas recaudatorias -. ¿Les suena? Bueno, la política agropecuaria kirchnerista es una copia de la británica cuando era invasora de Irlanda e India. Sobre esto podemos hablar otro día.
Las consecuencias fueron varias. Una, ya la vimos varias veces, la expulsión de 100.000 familias de la producción agropecuaria. Destruyeron al pequeño burgués rural (como los papás de Juan Domingo Perón, por ejemplo).
Pero hubo otras que afectaron al consumo. El alejamiento del ganado de los centros de consumo, lo que lo encarece por fletes. Además, la baja de precios por intervenciones estatales, le deja poco dinero al productor para reinvertir, por lo que no hay siembra de pasturas y/u otras prácticas que podrían mejorar el índice de pariciones e índice de kilo/hectárea.
Lo mismo sucede con la tala de frutales de zonas cercanas a Buenos Aires, lo que encareció el precio de la fruta en la metrópoli. A lo que se suma la concentración de la comercialización (empacadoras). En el caso de las verduras, por razones biológicas, salieron colectividades como la italiana o portuguesa, y creció la boliviana. Esto tiene grandes grandes problemas. El primero es la pérdida de variedades. A lo que se suma un negociado con las semillas del INTA y el plan Huerta, que le compra semillas a un solo proveedor, lo que, como dije, llevó a la pérdida de variedades. Esto demuestra las enormes ramificaciones que puede tener una acción de gobierno motivada por el lucro personal.
El resultado es que los porteños comemos frutas y verduras caras y malas - las buenas manzanas y peras argentinas cuestan menos en Gran Bretaña que las manzanas y peras de mediocres a malas que comemos acá -. La lechuga vale U$D 5 el kilo. Hace años que no existen duraznos y ciruelas ricos, y una fruta absolutamente común, que había en los fondos de todas las casas, como el higo, pasó a ser un delicatessen importado de Chile. ¿Estamos todos locos?
A lo que hay que sumar un punto sobre el que se cansó de educar el compañero Jorge Rulli: hay que volver a tener fondo con gallinero y huerto. Y así como hay que colgar de las farolas a todos los concejales e intendentes que prohíban andar a caballo o las procesiones a caballo, lo mismo hay que hacer con los que rechacen los gallineros o los huertos.
Las familias deben ser autónomas en la producción de la mayor cantidad de comida posible.
Volvamos.
La elaboración, el empaque y la comercialización de alimentos está cartelizada.
Las consecuencias fueron varias. Una, ya la vimos varias veces, la expulsión de 100.000 familias de la producción agropecuaria. Destruyeron al pequeño burgués rural (como los papás de Juan Domingo Perón, por ejemplo).
Pero hubo otras que afectaron al consumo. El alejamiento del ganado de los centros de consumo, lo que lo encarece por fletes. Además, la baja de precios por intervenciones estatales, le deja poco dinero al productor para reinvertir, por lo que no hay siembra de pasturas y/u otras prácticas que podrían mejorar el índice de pariciones e índice de kilo/hectárea.
Lo mismo sucede con la tala de frutales de zonas cercanas a Buenos Aires, lo que encareció el precio de la fruta en la metrópoli. A lo que se suma la concentración de la comercialización (empacadoras). En el caso de las verduras, por razones biológicas, salieron colectividades como la italiana o portuguesa, y creció la boliviana. Esto tiene grandes grandes problemas. El primero es la pérdida de variedades. A lo que se suma un negociado con las semillas del INTA y el plan Huerta, que le compra semillas a un solo proveedor, lo que, como dije, llevó a la pérdida de variedades. Esto demuestra las enormes ramificaciones que puede tener una acción de gobierno motivada por el lucro personal.
El resultado es que los porteños comemos frutas y verduras caras y malas - las buenas manzanas y peras argentinas cuestan menos en Gran Bretaña que las manzanas y peras de mediocres a malas que comemos acá -. La lechuga vale U$D 5 el kilo. Hace años que no existen duraznos y ciruelas ricos, y una fruta absolutamente común, que había en los fondos de todas las casas, como el higo, pasó a ser un delicatessen importado de Chile. ¿Estamos todos locos?
A lo que hay que sumar un punto sobre el que se cansó de educar el compañero Jorge Rulli: hay que volver a tener fondo con gallinero y huerto. Y así como hay que colgar de las farolas a todos los concejales e intendentes que prohíban andar a caballo o las procesiones a caballo, lo mismo hay que hacer con los que rechacen los gallineros o los huertos.
Las familias deben ser autónomas en la producción de la mayor cantidad de comida posible.
Volvamos.
La elaboración, el empaque y la comercialización de alimentos está cartelizada.
Un caso paradigmático es el de la leche. La leche, el queso, el yogur son carísimos, todo eso mientras las usinas lácteas pagan tarde y mal a los tambos, razón por la cual estos últimos pierden plata y finalmente quiebran. Además, la industria no tiene verdadero interés en exportar, toda vez que los márgenes internos son enormes. Con apropiarse de la renta del productor les sobra y alcanza para solventar ejecutivos con sueldos astronómicos, agencias de publicidad y un sindicato corrupto. Y si la producción se achica, mientras continúen ganando dinero: “¡Siga, siga!”. La concentración es posible porque los gobiernos así lo han facilitado, tanto con regulaciones capciosas que perjudican al tambero, como por no aplicar la ley de competencia que prohíbe la cartelización, como por la ausencia absoluta de la Justicia quien no impede que empresas compradoras utilicen al sindicato para extorsionar a la venta a los jugadores más pequeños.
A los problemas gravísimos de desequilibrios intra-cadena y de comercialización se suman los de flete, ya mencionados, y la enorme carga impositiva sobre los alimentos.
Sobre esto debo recordar que EEUU tiene impuesto sobre la venta minorista (entre 0% y 5% para alimentos) pero no tiene IVA. Europa tiene IVA, (no sobre alimentos), y además no tiene impuestos a las ventas.
Acá tenemos la situación única de impuestos a las ventas (IIBB) de 5% a 6%, más IVA que puede ser de 10,5% (pan y carne) a 21% (todo el resto). Y esto es solamente la punta del iceberg impositivo.
Desde el 2001 a la fecha no hubo ni una sola autoridad de la Secretaría de Comercio que se ocupara de estos temas - antes tampoco -. La problemática de comercialización y los sobrecostos de flete e impositivos se encuentra absolutamente huérfana.
A los problemas gravísimos de desequilibrios intra-cadena y de comercialización se suman los de flete, ya mencionados, y la enorme carga impositiva sobre los alimentos.
Sobre esto debo recordar que EEUU tiene impuesto sobre la venta minorista (entre 0% y 5% para alimentos) pero no tiene IVA. Europa tiene IVA, (no sobre alimentos), y además no tiene impuestos a las ventas.
Acá tenemos la situación única de impuestos a las ventas (IIBB) de 5% a 6%, más IVA que puede ser de 10,5% (pan y carne) a 21% (todo el resto). Y esto es solamente la punta del iceberg impositivo.
Desde el 2001 a la fecha no hubo ni una sola autoridad de la Secretaría de Comercio que se ocupara de estos temas - antes tampoco -. La problemática de comercialización y los sobrecostos de flete e impositivos se encuentra absolutamente huérfana.
Lo cual tiene enormes consecuencias a dos puntas: 1. los productores, que son abusados por el resto de la cadena y por el estado, 2. los consumidores que pagan caros productos de mala calidad.
No hay forma en que el país salga adelante y la gente mejore su nivel de vida si esto no forma parte de la agenda ugbernamental. Y un punto, sobre lo que martillé innumerables veces y que, gracias a Dios, ahora tomó notoriedad por la prédica de Robert Kennedy Jr., es la cantidad de aditivos que le agrega la industria alimentaria a lo que mal llamamos alimentos. Comemos veneno. La solución es sencilla: en forma provisoria, hasta que hagamos nuestro propio código, copiar las reglamentaciones italianas.
Básicamente acá hay que sacar infinidad de regulaciones qué favorecen a los peces grandes y medianos contra los chiquitos y eliminar la infinidad de miniimpuestos.
Luego iremos a lo grande.
Un pequeño cuadrito comparativo
Acá comparé los mismos productos (más o menos) de Walmart Miami, Florida, EEUU; Carrefour Francia, y Carrefour Argentina, excepto dos casos que están en amarillo, que los obtuve de Disco.
Traté de comparar precios entre las tres opciones. Aclaraciones. En el aceite de oliva hay mucha dispersión. En EEUU y en Francia la carne picada da porcentaje de carne y de grasa. Por lo cual hay precio de 80% y 20%, 85% y 15%, incluso 95% y 5%. Acá nadie aclara nada. El precio del bife de EEUU dice que es de animal Angus y verdaderamente no se le ve un gramo de grasa. La carne en exhibición en el sitio de Carrefour da pena.
En fin.
Vean la dispersión del arroz, de los fideos Di Cecco (en este caso exactamente el mismo producto en los tres). En Francia hay mayonesa Hellmann carísima, por eso agregué el precio de Heinz. Los huevos en EEUU salen el doble que en Francia y acá. Con el yogur, muchachos, nos roban descaradamente.
Lo que tiene mucha diferencia, también, son los salarios. Y eso influye al momento de comprar comida.
Por último, creo que hay que buscar la forma que alimentos nobles como las legumbres (garbanzos, arvejas, porotos, lentejas), las frutas secas (maní, pasas de frutas varias, nueces, almendras, avellanas), la miel y los embutidos y quesos buenos sean accesibles. Harían un mundo de diferencia.
Por último comparto una idea que tengo desde hace tiempo. Para todos los niños de la Argentina, todos, diariamente, un huevo, 50 g de queso, un litro de leche, una cucharada de miel, una fruta y 100 g de charque como mínimo. Proteínas, calcio, vitaminas. Tendremos los hombres y mujeres más fuertes del mundo.
Si encima, en las escuelas, les enseñáramos a leer y escribir, y a sumar, restar, dividir y multiplicar, me doy por hecha.
Ahora sí, la tablita.
Notas relacionadas:
ALIMENTOS E IMPUESTOS
PAN Y COMBUSTIBLE
PRECIOS CUIDADOS - SALUD DESCUIDADA
EN GUERRA
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Fuentes:
Carrefour Francia: https://www.carrefour.fr/s?q=oeuf
Carrefour Argentina: https://www.carrefour.com.ar/Lacteos-y-productos-frescos/Yogures?order=
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