POR NUESTRA SALUD: SALIR DE LA OMS
Autor: Bernardino Montejano
Entre los
argentinos tenemos hoy figuras señeras que destacar y una de ellas, es un
médico, el doctor Hugo Esteva, quien acaba de publicar en “La Prensa” un
artículo titulado “¿Qué salud cuida la OMS?” o sea ¿Qué salud cuida la
Organización Mundial de la Salud?
El artículo
comienza con el recuerdo de un almuerzo de hace tres o cuatro lustros en Marsella,
con un pequeño grupo de responsables de la salud local y regional, además del
encargado del tema en un cantón suizo. Peguntó a los otros comensales ¿Qué
opinaban de un premio otorgado por la OMS a un trabajo que señalaba al
tabaquismo como responsable de más muertes que la drogadicción?
El suizo respondió
en forma tajante: “Eso es propaganda de la OMS para la droga”. No hubo mucho
que agregar.
Y continúa
Esteva: “Desde entonces se comprueba con facilidad que, así como las sociedades
científicas de disciplinas vinculadas han llevado a cabo con eficiencia una
intensa campaña anti tabáquica … las internacionales de la salud poco y nada
hacen cuando se trata de estupefacientes”.
“Véase si no,
el ejemplo del fentanilo, que empezó a promoverse en las terapias, como ideal
de analgésico bendecido por la ciencia y ha terminado como una de las más
peligrosas drogas adictivas. Allí confluyen traficantes, grandes bancos
internacionales, políticos y gobernantes, las sociedades nacionales y mundiales
que deberían velar por la salud del prójimo hablan con sordina”.
“En general,
los medios han puesto el grito en el cielo a raíz de la amenaza del presidente
de los Estados Unidos de quitar apoyo a la OMS. Pero olvidan que la OMS viene
quitando apoyo a los enfermos desde finales de la Segunda Guerra Mundial”.
“Empezó por
reemplazar el tradicional juramento hipocrático por un híbrido, con el cual
borró un vínculo que venía uniendo a los médicos con sus deberes, desde cuatro
siglos antes de Cristo”.
Recordaremos
algo de ese juramento que hoy molesta a quienes han desvirtuado los fines de la
medicina: “usaré las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré
de ellos todo daño e injusticia. Jamás daré a nadie un medicamento mortal por
mucho que me lo pidan, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco
administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi
arte en forma santa y pura”.
“En cualquier
casa que entre lo haré para bien de cada enfermo, apartándome de toda
injusticia voluntaria y de toda corrupción, privándome de toda relación
vergonzosa con mujeres y muchachos, sean libres o esclavos”.
“Todo lo que
vea y oiga en el ejercicio de mi profesión … lo guardaré como secreto
inviolable”.
Volvamos a la
nota de Esteva en la que acusa a la OMS de apostar “contra la vida, con la
reducción de la natalidad, la promoción del aborto, la eutanasia, la inflación
del transgénero, la crítica del paternalismo profesional y el silencio ante
muchos negocios hechos a costa de la salud. Todo esto soslayando … el deber
primero de la profesión médica, que es la protección de la vida”.
Concluye con
una pregunta clave, que esperemos se la haga Javier Milei: ¿Cabe entonces que
las naciones sostengan organismos burocráticos que les presten poco o ningún
servicio y que, en cambio, se ubican con más claridad contra el hombre?
Hipócrates,
hijo de un médico, nació en la isla de Cos en el año 460 a.C. y después de una
larga vida, murió en el año 370 a.C. y su nombre aparece en el “Protágoras” de
Platón.
Hoy, muy lejos
de la grandeza moral de Hipócrates asistimos a la degradación de la medicina,
al considerarse la salud como una mercancía.
Hace muchos
años, en el Instituto de Filosofía Práctica, organizamos una mesa redonda con
el título: “¿Para qué ser médico hoy? Una visión de la medicina a cargo de
médicos en tiempos difíciles” en la cual participaron Monique Royer, Hugo
Esteva y Horacio Boló.
El 18 de
noviembre de 2006, en una carta de agradecimiento, recordaba la definición de
Medicina de san Isidoro de Sevilla: “es la disciplina que se ordena a proteger
el cuerpo o restaurar la salud; su materia son las enfermedades y las heridas”
(Etimologías, IV, I).
Allí citaba un
artículo del Dr. Aquiles Roncoroni, publicado en La Nación, titulado “La salud
como mercancía”, en el cual, denunciaba “la transformación del cuidado de la
salud en una mercancía y de la medicina en un negocio” (18/12/1988).
En la mesa
redonda Esteva centró la cuestión alrededor de dos términos: conciencia y
confianza, conciencia del médico, confianza del paciente.
Esto muestra
la importancia que la filosofía tiene para la medicina, porque todo médico
actúa a partir de una concepción general de la realidad, teísta o atea, de una
antropología espiritualista o materialista, de una moral heterónoma o autónoma,
explícita o implícita.
Como hijo de
un médico de otro tiempo, quien, en su consultorio instalado en la planta baja
de nuestra casa familiar en el barrio de Saavedra, recuerdo que jamás cobró a
nadie por adelantado y que, nunca tuvo secretaria. Atendía personalmente a toda
persona que llegara y previa prolija revisación, hacía su diagnóstico, que se
lo manifestaba o no, atendiendo al bien del enfermo. Si los tenía, le regalaba
los remedios aportados por visitadores médicos de los laboratorios o les hacía
las recetas. Después le pagaban o no, según sus posibilidades. Los que no
pagaban, eran llamados “los clavos”. Por ellos, era común que en esa casa hubiera
huevos, pollos, gallinas, hortalizas, frutas, embutidos, tortas, dulces, regalo
de “clavos” agradecidos.
Pero para
mantenernos, nuestro padre, doctor en medicina, también era docente en el
Colegio Nacional de San Isidro y en la Escuela Normal de Avellaneda y además
médico inspector del Ministerio de Trabajo, culminando su carrera
administrativa como Director Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo.
Gracias a
Dios, que le permitió ocuparse de sus enfermos hasta el final. Nos dejó su
ejemplo, profesional, humano y cristiano, muy contento de tener un hijo
sacerdote, ordenado por monseñor Adolfo Tortolo en Paraná y no asistió a la
espantosa decadencia actual de la medicina. Hoy su sangre corre por las venas
de sus 18 nietos y 48 bisnietos, contribuyendo a poblar la Argentina con
argentinos.
Buenos Aires,
febrero 5 de 2025. Bernardino Montejano