LOSITO
El enemigo es implacable y no perdona
Autor: Juan Martín Perkins
Llega a Buenos Aires, recién derrotado por Paz en Oncativo, el General riojano Juan Facundo Quiroga. Corre el año 1830 y es 11 de marzo.
Gran recepción oficial y popular. Don Juan Manuel de Rosas, que aún no lo conocía personalmente, queda impresionado por su figura recia, sus ojos negros de mirada magnetizante y sus barbas de ébano.
El tigre de los llanos mete miedo por su apariencia feroz.
Viste chaqueta roja y pantalones blancos, lleva un poncho en el brazo y la cabeza cubierta por un sombrero chileno.
Apenas un saludo frío con el Brigadier general, que ya ostenta la suma del poder público.
Suben juntos al coche oficial tirado por una yunta de caballos ruanos y saludan al gentío que llena la calle.
No se hablan, se miran con recelo, pero con respeto.
Esa noche de fiesta “popular” había que digerir el revés federal que le cedía el control del interior al cordobés José María Paz.
Numerosa soldadesca y demás sujetos a caballo, entre vivas a Rosas, Quiroga y a la Santa Federación y ¡Mueras! a Paz, a Lavalle y a todos los “salvajes e impíos” unitarios, hacen tiros al aire y contra las ventanas, puertas y frentes de las casas de familias unitarias.
A media rienda, a los gritos y a quemarropa con quien se cruce, hay que restaurar las leyes.
Al día siguiente, todos se declaran inocentes de haber instigado la violencia. Nadie fue.
Tal vez, aquel primer encuentro en que nació esa amistad federal impostada e hipócrita, el Tigre de los llanos haya firmado su pena de muerte para ser ejecutado en Barranca Yaco.
Así de bárbara y primitiva era la guerra civil.
Salvando las distancias, hoy, con hombres más pequeños, casi pigmeos egoístas y miserables, la guerra continúa.
No es posible comprender a Rosas o Lavalle ni a Paz o Quiroga sin su contexto.
Mucho menos al sainete actual, donde hombres sin la menor estatura de todo tipo, deciden sobre la suerte y vida de los que valen la pena.
Tuve el honor de conocer al Coronel Horacio Losito. Me pareció un espíritu superior que trascendía, incluso, al potente cuerpo de soldado comando que lo contiene… y que supo derramar su sangre con generosidad en los campos de batalla de dos guerras.
Lo único que conozco del ministro de defensa Luis Petri es que está juntado con Cristina Pérez y que es radical, dato suficiente para entender la resolución 2025-72 que lleva su firma junto a la baja de 23 militares, entre ellos el Coronel Horacio Losito.
No voy a explicar el contexto, es radical, hombre de Patricia Bullrich, no hace falta decir más, solo que no logro imaginar como no le tiembla el pulso para rubricar un acto tan vengativo y miserable.
Datos que alcanzan para entender que la guerra continúa y aunque tenga apariencia miserable más civilizada, sigue siendo igualmente feroz y despiadada.
No sorprende el silencio cómplice y cobarde desde aquella visita de los diputados a la cárcel de Ezeiza. Reina el silencio y el terror que impone la política mazorquera.
El enemigo es implacable y no perdona, se aprovecha de un pueblo indiferente que se deja manipular por el relato de la gran Orga de DDHH, no importa quién sea presidente ni cuánto vocifere contra la casta, el curro que denunció el Malevo Ferreyra antes de volarse la cabeza no se toca porque es una política de estado.
Si el presidente no reacciona, merecerá que la resolución de Petri sea su 125.
Ojalá despierte, por el bien de todos.
Juan Martín Perkins
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