EL HUERTO PROPIO
Toda la vida me he dedicado a sembrar y siempre un burócrata energúmeno ha decidido arbitrariamente si puedo tener renta o debo comerme el capital.
Autor: Juan Martín Perkins
250 páginas que ayudan a conocer y enamorarse de un líder positivo del siglo 20 que venció a sus propios fantasmas y dio un ejemplo de amor y perdón para ayudar a su país a evitar la guerra civil… y vaya si lo logró.
Cuando uno se mete dentro de la historia de Nelson Mandela tiene la sensación de que todo lo que lee, aplica a la propia vida.
Mandela lo resume en que todo se trata de buscar nuestro propio huerto… y cuenta Stengel en “El legado de Mandela” que, con varios años en la prisión de Robben Island, Mandela pidió a las autoridades del penal un permiso para cultivar verduras frescas.
Presentó su demanda con el argumento de equilibrar su dieta con verduras frescas.
6 meses tardaron en contestarle y luego un año en aprobar la iniciativa. Mandela nunca se desesperó, sabiendo que sus acciones correspondían a una estrategia de largo plazo.
Le asignaron un espacio de 20 metros de largo por uno de ancho en el patio de recreos..
La superficie del patio tenía piso de tierra mezclada con escombros y cemento.
Los primeros tiempos trabajó solo tres horas diarias, con sus manos como única herramienta, mientras el resto de los internos tomaba sol o jugaba a las damas.
Mandela usaba las visitas semestrales para recibir semillas e información sobre la naturaleza de su nueva actividad. Así se convirtió en un experto horticultor.
Cuando obtuvo la primera cosecha, las autoridades le permitieron recibir herramientas como azada, rastrillo, balde y regadera.
Compartió primero con sus amigos, pero cuando la cosecha fue más abundante, el director le solicitó-exigió que contribuyera con la cocina del penal.
Los internos se interesaron y aprendieron sobre las 4 estaciones del año, fechas de siembra, ciclos, variedades, técnicas de cultivo, fertilización y riego…
Pronto la verdura y fruta de Nelson Mandela trascendió los muros y puertas de la siniestra prisión de Robben Island y llegó a la mesa familiar de los ya no tan duros e implacables guardiacárceles y hasta la del mismísimo director del penal, que durante tantos años mantuvo a Mandela en una celda donde no había espacio suficiente como para que pudiera dormir estirado, con sus casi 2 metros de humanidad.
Este hombre que pasó 27 años preso, nunca entregó su espíritu y sueño de libertad.
Cuando salió de los calabozos en 1990, fue presidente de Sudáfrica.
Venció a todos los obstáculos, incluidos sus propios fantasmas, odios y rencores.
Ejerció el poder un solo mandato y no buscó la reelección.
Unió a su país a fuerza de inteligencia y perdón, a pesar de muchísimos problemas raciales y tribales con los que se hicieron atrocidades entre la población de Sudáfrica.
Decía Mandela metafóricamente, que sólo se trata de cultivar nuestro propio huerto para poder trascender los muros del penal que todos habitamos.
Toda la vida me he dedicado a sembrar y siempre un burócrata energúmeno ha decidido arbitrariamente si puedo tener renta o debo comerme el capital.
Para la política siempre he sido el oligarca, piquete de la abundancia, egoísta y angurriento, pero a la hora de comer, los ladrones siempre se comen mi verdura.
La pobre calidad de los líderes de hoy, nos tiene entretenidos en una guerra de mentira donde nos avergüenzan con sainetes legislativos, con gritos y ordinarieces.
No tenemos racismo ni conflictos tribales genocidas, lo nuestro son rencillas entre rateros hipócritas que chillan lucha de clases en el prostíbulo, porque no les llega el sobre.
Debemos ser pacientes y perseverantes, trabajadores de la inteligencia anti rencor como nos enseñó Nelson Mandela.
Juan Martín Perkins
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