COCINEROS TELEVISIVOS
Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)
Ya hace unos años, en la TV se pusieron de moda los programas de cocineros. No es algo especialmente nuevo en sí.
Doña Petrona C. de Gandulfo tenía su programa hace muchas décadas. Más cerca, cuando yo era chica, a la tarde había programas de labores domésticas en general que incluían un bloque de cocina (“Buenas tardes, mucho gusto”, “Utilísima”, por ejemplo).
Pero en este último tiempo y parcialmente copiado desde el exterior, salieron nuevos cocineros gourmet, foodies, etc.
Y acá voy a hacer una distinción. Existe el canal Gourmet, en la TV por cable. En la televisión abierta, cuando vivía el Gato, había programas gourmet.
Cuando uno, en su etiqueta, pone a qué se dedica, es un programa honesto. En Canal Gourmet hay un señor que hace delicias de repostería. Con ingredientes buenos (y caros). Hace lo que dice, vende lo que hace. ¿Vieron? Honesto.
Así que voy a dedicarme a los “cocineros” de canales abiertos que dicen dedicarse a la cocina (común, popular, etc.), sin pretensiones de gourmetismo.
El fenómeno que voy a describir entonces se reduce a un grupo de programas y conductores y no a la totalidad de ellos. Fenómeno que se profundizó a partir de la llegada al poder del kirchnerismo y se mantiene hasta hoy.
El paradigma de esta pavada o imbecilidad la tuvimos que sufrir en “Cocineros Argentinos” pero se replicó en todos los otros, más o menos de la misma forma.
Esta gente se dedicó y dedica a vender como comida argentina o popular lo que no es. A innovar sobre recetas tradicionales (ejemplo: milanesa) para hacerse los raros o supuestamente innovadores, y particularmente con altos costos por cada plato.
En lugar de enseñar los secretos de una buena milanesa de nalga o como hervir papa para puré, venían con cosas raras y carísimas como lomo de cerdos a la sidra al horno con papines rosados. O, como me burlé hace mucho: tarta de rúcula con nuez pecan en masa de chía. Flaco: es para todo el país, no para Palermo Hollywood/Soho/Sensible.
Con un pueblo muy sufrido, que ve caer el PBI per cápita año tras año, dedicarse a los profiteroles o los macarrones es una falta de respeto.
Propuestas
Así que acá van las propuestas, para que vean que no todo es burlarme de mediocres sin imaginación y con ganas (o presión de los productores de los programas) de hacerse los raros.
Los que me leen hace rato saben de mis quejas sobre la calidad de la comida en general y cómo se ha deteriorado en los últimos 30 años, fenómeno acelerado en la última década.
Es por eso que la prédica de Robert F. Kennedy Jr. sobre alimentos que envenenan, la necesidad de comer proteínas animales (carne, huevos, lácteos), las prohibiciones que deberíamos establecer sobre las plantas elaboradoras de alimentos (alimentos ultraprocesados), las modificaciones a los alimentos que se le dan a los niños en las escuelas, etc., me reivindica. No me siento tan sola en el desierto. No soy la única que se da cuenta de esas cosas.
Creo que los programas de cocina de la televisión abierta, en particular de la Televisión Pública, deberían tener por un lado un rol educativo - ahora voy a tratar de explayarme - y por el otro de ayuda social, de ayuda económica a las familias.
Debería enseñarse de nuevo la cocina tradicional, que en el caso particular argentino es sumamente rica porque a la cocina criolla se le suma la de todas las colectividades que se arraigaron aquí. Las últimas décadas, desde el poder, se provocó una ruptura de transmisión de conocimiento de padres a hijos. Nuestras madres o abuelas sabían tejer, coser, y cocinar. Pero a muchas de nuestras mamás (o las de mi edad - 60 -) les enseñaron que debían estudiar, que era cool y no ser reducidas a servidumbre como nuestras abuelas. Ver ¿chiste? de Quino. Es por eso que hoy hay cientos de miles de argentinos de ambos sexos que no saben hacer una tortilla, una milanesa, amasar tapas de empanadas o fideos caseros y mucho menos ravioles o matambre relleno.
Las Mafaldas tienen hoy 60 años. No aprendieron a cocinar ni se lo enseñaron a sus hijos, si es que llegaron a tenerlos. |
Esa pérdida de conocimiento es una gigantesca pérdida cultural que afecta nuestra economía familiar (los bolsillos) y nuestra salud, además de la relación con amigos y familia.
Lo perdido, perdido está. Enseñar por televisión lo que deberíamos haber aprendido de nuestras madres y abuelas es un paso para enriquecernos todos como sociedad.
Cosas a enseñar. La primera es nutritiva. Entender qué composición deben tener las comidas: cantidad de proteínas, en particular proteína animal, cuánto de hidratos de carbono (papa, arroz, maíz, harina de trigo), verduras y frutas. Si hay poca plata, mucha cebolla, abundante en vitamina C. Mucho ajo, que fortalece el sistema inmunológico. Enseñar con precisión, y presumiendo siempre que la audiencia es inteligente - (señores productores: la audiencia es inteligente), la importancia de las carnes rojas, en su provisión de hierro y calcio, fortalecimiento de huesos, músculos y sistema inmunológico.
En Argentina todos los productos para niños: golosinas y galletitas contienen lecitina de soja. Debería prohibirse su utilización. En este caso: chocolatín Milka. |
El otro punto es revertir décadas de propaganda médica/farmacéutica/estatal. Volver a freír en grasa, bajar el consumo de aceites vegetales, volver al consumo de lácteos (de verdad) y huevos. Y explicar lo dañino que son los aditivos y la lecitina de soja.
Esto hoy no existe. Por dos razones: por ignorancia de quienes producen o conducen esos programas o bien porque los canales están alineados con la agenda internacional.
La segunda es económica. Enseñar a hacer comidas nutritivas con poco dinero. Los cortes de carne tienen proteína, no importa si es azotillo o cuadril, hígado o riñones. Usar legumbres (lentejas, garbanzo, alubias, porotos), miel y frutas secas. Cómo comer sano y barato. Dentro del costo de la comida tiene que incluirse el de la energía (gas, electricidad o leña). Si voy a hacer un bizcochuelo que necesita una hora de horno, es un gasto importante que todas las familias no pueden hacer.
Foto obtenida de X de "Cocineros Argentinos". |
Ejemplo: las galletitas dulces cuestan aproximadamente 7000 pesos el kilo. Sin embargo, galletitas hechas en casa necesitan harina ($ 1200), huevos ($ 1750 x 6), azúcar ($1100), y algún elemento que dé gusto (limón, naranja, vainilla, canela, miel, frutas secas). Como son finitas, necesitan pocos minutos de horno. En resumen, son sanas, no contienen lecitina de soja, y salen mucho más baratas. Es un alimento ideal para cuando los niños vuelven del colegio. O pastelitos caseros fritos en grasa, alimento que existe desde la época de la colonia. Tampoco contiene lecitina de soja. Y sale mucho más barato que 7000 el kilo.
Precio disco.com.ar del 02/11/2024 = $ 7.641 el kilo. |
Lo mismo puede decirse de los panqueques (comida de pobre de los franceses) y que sirven para el desayuno o postre o para hacer canelones o lasaña o amasar fideos (baratísimo).
Son todas formas de ahorrar dinero y alimentar sano a la familia. Pero para poder hacerlo, hay que saber. Y si se cortó la transmisión de conocimiento de generación en generación, hay que cubrir esa brecha y volver a enseñar. Ése es un rol educativo que la TV puede cubrir y no lo hace.
De los canales de administración privada nada podemos esperar. Todos están prendidos en la Agenda 2030. Sin embargo, sí podemos esperar algo distinto de la televisión pública. Después de todo, las elecciones 2023 la ganó el único candidato antiagenda 2030: el licenciado Milei, actual presidente y responsable de TVP. Ahí se puede enseñar otra vez a cocinar con grasa, a hacer cosas ricas con cortes baratos, comidas sabrosas y sanas y baratas para los chicos. La TVP no tiene que rendir pleitesía al aceite vegetal, ni al tabú a los huevos, leche entera de verdad y no la porquería que nos venden, y volver a cocinar a la familia. Las chicas y los chicos jóvenes, recién casados o que viven solos, tienen madres que se creyeron liberadas para terminar como empleadas administrativas en un sucucho con luz de neón. Pero eso sí, no saben cocinar. Hagamos algo útil por nuestros jóvenes: enseñemos a cocinar.
El otro punto es buscar armar una nutrición económica para los niños y ancianos: volver a popularizar la morcilla, que provee proteínas y minerales y es - debería ser - barata. Buena alimentación en el desayuno (tostada con dulce o miel). Buscar la manera de alimentarnos bien. Un punto en particular importante es proteger a los niños (hasta los 18 años) de la manipulación hormonal, por lo que es relevante eliminar la soja y los alimentos ultraprocesados de la dieta. Para todo eso, la TV nos puede ayudar. Pidámoslo.
Por último y como tema para otro día: la comida en la ciudad de Buenos Aires (y en otras ciudades grandes de la Argentina) es muy cara. Parte por los impuestos y fletes. Una manzana argentina en Gran Bretaña es menos cara que acá porque para empezar no paga 5% de Ingresos Brutos ni 21% de IVA y además tiene un subsidio por salir de un puerto patagónico. Pero también porque la distribución de alimentos en la ciudad está concentrada en cárteles que ponen los precios que quieren. Restablecer el libre comercio de alimentos en Buenos Aires y alrededores sería un gran paso que el gobierno podría dar en beneficio de los habitantes, que no es otro que el Pueblo de la Nación Argentina.
Follow @RestaurARG Follow @SperoniIris