EMPRENDEDORES II
Emprendedorismo
y Desarrollo
Segunda Parte
Viene de Emprededores Primera Parte.
La Argentina tiene ventajas comparativas y competitivas en distintos sectores productivos, empezando por el agroalimentario, pero no siempre pueden expresarse porque el corset impositivo y regulatorio ahogan a sectores enteros, obligándolos a subsistir en condiciones de “protección” frente a las importaciones, o a desenvolverse al margen del marco legal vigente. Y desarmar ese corset es mucho más urgente que abocarse a crear un entramado emprendedor.
La Argentina tiene ventajas comparativas y competitivas en distintos sectores productivos, empezando por el agroalimentario, pero no siempre pueden expresarse porque el corset impositivo y regulatorio ahogan a sectores enteros, obligándolos a subsistir en condiciones de “protección” frente a las importaciones, o a desenvolverse al margen del marco legal vigente. Y desarmar ese corset es mucho más urgente que abocarse a crear un entramado emprendedor.
Respecto de la actual política
emprendedora, se observa que sus estrategias de difusión del concepto y las
herramientas del emprendedorismo, de capacitación en gestión y de
identificación de oportunidades replican un patrón operativo que se empleó
durante la década pasada. En los innumerables encuentros en distintas ciudades
del país que organiza la Subsecretaría de Emprendedores se repite el mismo
esquema: difusión, capacitación, identificación. ¿Y después?
A partir de 2004 comenzó a tomar
forma en la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca un programa
que contaba con financiamiento del Banco Mundial: Jóvenes Emprendedores
Rurales. Por más de una década se desenvolvió dicho programa cuyos pilares
fueron, precisamente, la difusión, la capacitación y la identificación de
oportunidades. Varios de los técnicos de ese programa son hoy los funcionarios
que implementan la política PRO de promoción del emprendedorismo, aplicando
herramientas metodológicas muy similares y el mismo encuadre conceptual.
Siendo así, entonces, sería
conveniente observar cuál ha sido el resultado de aquel programa de la
Secretaría de Agricultura (luego del Ministerio) para entrever qué
posibilidades de éxito tiene la actual línea de política gubernamental.[1]
Más allá de lo que informan
documentos oficiales del programa, el acceso a documentos reservados de
evaluación del mismo exponen que las acciones de sensibilización y capacitación
tuvieron un impacto altamente positivo. Bastó con recorrer distintas localidades
del país donde se celebraban jornadas de difusión y/o de capacitación para
observar elevada concurrencia y vivo interés por parte de los participantes. En
tanto esto, es posible inferir que la actual estrategia de apoyo al
emprendedorismo va por el buen camino a nivel de la difusión y la capacitación.
Sin embargo, la evaluación en
cuanto a los procesos de identificación de ideas y puesta en práctica de las
mismas, y en particular, en cuanto a la sostenibilidad de los emprendimientos
surgidos de aquellas ideas, muestra un panorama mucho menos alentador. Como
relevaron las entrevistas consignadas en esos documentos reservados, los
emprendedores ya tenían una idea preexistente que querían desarrollar, y fueron
a las jornadas de capacitación para incorporar herramientas y conceptos, pero
no para evaluar si su idea era o no era viable. Fue así que se identifican
emprendimientos desarrollados por beneficiarios del programa que se
implementaron sin ningún canal comunicante con el medio local, o que fueron
erigidos sin efectuar un análisis de la demanda. Un caso paradigmático es, por
ejemplo, el de un emprendimiento centrado en la fabricación y venta (con local
propio) de pantallas de lámparas y otros ornamentos de decoración, instalado en
un pueblo de apenas 12.000 habitantes, de neto carácter agropecuario y sin
actividad turística receptiva alguna. Sin embargo, ese emprendimiento fue
premiado por el programa como uno de los más relevantes de la convocatoria en
la que participó.
Ejemplos como ese pueden contarse
de a decenas. Por supuesto, nada impide que lo que hoy haga la Secretaría de Emprendedores
y sus otras dependencias tenga un resultado positivo. Pero ya se sabe que
repitiendo caminos fallidos, difícilmente se llegue a resultados no fallidos.
No obstante eso, y sin dejar de
notar que habría que efectuar una evaluación de costo-beneficio del conjunto de
la política de promoción emprendedora que desarrolla el Ministerio, como así
también que deberían contemplarse instancias de evaluación de resultados y de
impacto para tal política, es importante no perder el núcleo de toda esta línea
de intervención pública: el cambio de paradigma referido a los agentes del
desarrollo, que pasa del empresario al emprendedor.
El primero, un agente que puede desenvolverse autónomamente, enfrentar las adversidades macroeconómicas, institucionales y sectoriales, y que, si sobrevive, en determinados momentos puede transformarse en un actor colectivo a partir de su asociación gremial con otras firmas, convirtiéndose en un interlocutor ineludible para el Estado.
El segundo, en cambio, es un agente débil, aislado, sin arraigo en el entramado productivo, expuesto a merced de los vaivenes macroeconómicos, institucionales y sectoriales sin una red de contención, que difícilmente llegue a asociarse gremialmente, y que es, por lo tanto, un cliente ideal para determinadas políticas estatales (como las que impulsan su propia constitución).
El primero, un agente que puede desenvolverse autónomamente, enfrentar las adversidades macroeconómicas, institucionales y sectoriales, y que, si sobrevive, en determinados momentos puede transformarse en un actor colectivo a partir de su asociación gremial con otras firmas, convirtiéndose en un interlocutor ineludible para el Estado.
El segundo, en cambio, es un agente débil, aislado, sin arraigo en el entramado productivo, expuesto a merced de los vaivenes macroeconómicos, institucionales y sectoriales sin una red de contención, que difícilmente llegue a asociarse gremialmente, y que es, por lo tanto, un cliente ideal para determinadas políticas estatales (como las que impulsan su propia constitución).
El PRO apuesta a un nuevo modelo empresarial y, sin decirlo, a un nuevo modelo de desarrollo. Lo que Argentina necesita es, precisamente, un nuevo modelo de desarrollo, pero no el del PRO, sino uno centrado en los agentes realmente existentes (las Pymes), con estabilidad institucional, con sostenibilidad macroeconómica, con una profunda reforma fiscal que disminuya la presión impositiva, con una intensa desregulación normativa y aligeramiento de la carga burocrática, y con un papel activo de parte del Estado, acompañando al empresario, apoyándolo precompetitivamente, y brindándole el marco de infraestructura y servicios que le corresponden en tanto Estado moderno. En ese contexto, las Pymes (es decir, más del 90% del empresariado nacional) podrán desenvolverse, adecuándose a las distintas modalidades del mercado, crecer, afianzarse y modernizarse, en tanto que firmas en sí, y como integrantes de un sistema productivo (que incluye a su personal).
Y en ese contexto, quien quiera
emprender podrá hacerlo, buscando y obteniendo el financiamiento de quienes
decidan arriesgar en ese emprendimiento, sin que el Estado deba destinar fondos
públicos para ello.
El emprendedorismo es una
táctica para el desarrollo de innovaciones muy útil en contextos muy diferentes
al argentino. Aquí, en la Argentina, solo es un divertimento de “chicos bien”,
o intentos de quienes no tienen otra alternativa laboral, o, como ahora con el
PRO, apuestas a líneas de desarrollo totalmente incompatibles con la
estructura, la dinámica y la historia del país.
FIN
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