NOSOTROS Y TRUMP



Autor: Reaccionaro (@altrightar)
Nota original: https://altrightargentina.wordpress.com/2019/02/19/nosotros-y-trump/

Estados Unidos es un asunto terminado, al menos para aquellos que creen que se puede dar marcha atrás hacia los días de gloria de la tradición americana. Más allá de la victoria del buen Donald hace unos años y su potencial reelección, el desastre está demasiado avanzado. La catástrofe demográfica es irreversible, y los nostálgicos que anhelan una vuelta al viejo orden estan on the way out. 

Mujeres en baños de mujeres es cosa del pasado. El país parece determinado a parecerse cada vez más a sí mismo: a descender más y más en su ultra-americanismo [1] hacia las profundidades de la anarquía. Todo con la gran sonrisa de Alexandria.

Para el sistema, Trump no es más que una sacudida. Es admirable cómo la máquina es capaz de soportar estos pequeños hipos y volver a su curso normal de acción, que es el desarrollo y promoción del universalismo [2] americano. Al final de su presidencia habrá quedado claro lo poquito que el orange man realmente pudo hacer.



Lo cierto es que Donald Trump es un usurpador, y sospecho que él lo sabe mejor que nadie. No pertenece ahí. El gobierno norteamericano es unipartidista, y está siendo manejado por tecnócratas que saben muy bien hacia dónde están llevando las cosas. Los Brahmins no van a permitir que alguien les arruine los planes, como no lo permitieron con Ronald Reagan, con Bush, ni cualquier otro. Los republicanos van y vienen, pero nunca cambian nada, y por eso siempre han sido perdedores:

Estados Unidos se está preparando para lo que Aleksandr Dugin llama el horizonte post-humano; o quizás la cosa sea más simple y la high time-preference del partido demócrata esté llevándolos al precipicio en favor de las victorias electorales a corto plazo. En todo caso, el país está liberándose de los últimos vestigios de una época que quiere dejar atrás, como una serpiente desprendiéndose de su piel muerta. No es descabellado pensar que lo mejor que puede pasarle a Estados Unidos es la eliminación del partido republicano y la muerte de los carcamanes que no paran de tirar arena en los engranajes de un sistema que no tiene la mínima intención de darles pelota. Tienen que dejar que el país sea lo que quiere ser — que se convierta en faro del progreso mundial, como lo ordena su destino:

“For we must consider that we shall be as a city upon a hill. The eyes of all people are upon us”. [3]

Para Estados Unidos, Trump es un problema porque está llevando al partido del poder a reforzar los mecanismos de control con mucho más ahínco que antes. Al fin y al cabo, la democracia sigue siendo un juego peligroso. Se puede “guiar” a la gente hacia un resultado, y así lo han hecho siempre, pero en última instancia el poder está en el votante. El revés del 2016, que en lo inmediato nos alegró la vida a todos y nos regaló joyas del entretenimiento, es fatídico. Cuando se deshagan del usurpador, las cosas van a empeorar mucho para todos los que se queden afuera de la fiesta. Esto no puede volver a pasar.



¿Qué significa esto para nosotros, los que vivimos lejos del ojo del huracán? Bueno, ciertamente no significa que Estados Unidos vaya a elevarse cual globo aerostático por encima del pantano socialista mundial, y que nosotros tengamos que colgarnos a toda costa o morir entre la miseria, como si estuviéramos rajando de alguna especie de Haití planetaria. Es un lindo cuento, y, si te ayuda a dormir a la noche, está bien. Quizás deberías estar mirando a Laje en lugar de leerme a mí.

Lo que Trump nos enseña es que Estados Unidos hace lo que Estados Unidos hace, con el presidente que sea. Es la cuna del antivirus, pero también la cuna del virus, y cada vez que extiende sus tentáculos y esparce su lepra a algún pobre Iraq o Afganistán, y últimamente Venezuela, lo hace en el contexto de una batalla contra sí mismo. Todo conflicto internacional es una extensión de la guerra ideológica norteamericana.

Lo que esto nos dice a nosotros es que tenemos que alejarnos de ese desquiciado que vive pegándose solo y, en medio de su locura, rompiendo todo lo que tiene delante. Hay que huir como si del mismísimo Freddy Krueger se tratase. Construir un muro, físico e ideológico, electrificarlo y rodearlo con una zanja infestada de yacarés.

Pero no. Siguen con los ojos puestos en Ocasio-Cortez como si nuestro destino estuviera atado al de ellos; como si no tuviéramos acá suficientes problemas.

Lo que yo entiendo del fenómeno Trump es “esto se está viniendo abajo— sálvense ustedes”. Es mirar hacia adentro y entender de una buena vez que tenemos todo el potencial para aislarnos y sobrevivir la hecatombe global que se avecina. Tenemos que buscar la autonomía material, pero, aún más la autonomía intelectual: quemar los puentes entre nosotros y la religión oficial de Washington DC, para terminar con la importación de ideologías nocivas (¿de dónde creen que viene la ideología de género — Cuba?).

Quizás eso signifique que no nos va a llegar el nuevo Iphone, eso sí. Independencia o Playstation. That is the question, liberales.



Claro que no albergo la más pequeña esperanza de que nos avivemos. Nuestro síndrome de estocolmo es demasiado fuerte: aún seguimos clamando por la intervención de mamá cada vez que nos mandamos o alguien se manda una cagada. Una soberana cagada. Sospecho que estaremos dispuestos, llegado el día, a hundirnos junto con la Madre Patria en un enorme espiral hacia el infierno de la promiscuidad, el crimen y las operaciones de cambio de sexo. Pero por lo menos vamos a morir con la conciencia tranquila.


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Notas relacionadas: CULTURA SUREÑA y SWEET HOME ALABAMA

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[1] Es lógico que cada país tienda a parecerse más y más a sí mismo con el correr del tiempo, especialmente en un contexto de estabilidad. Estados Unidos, el primer y principal país progresista, no hará más que profundizar su propia identidad. Ese es el ultra-americanismo.

[2] Universalismo, según Mencius Moldbug, es más o menos lo que hoy llamamos progresismo. 

[3] John Winthrop. City upon a Hill.

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