LEILA

 


España entregada a la agenda perversa que la somete y ridiculiza.


Autor: Juan Martín Perkins   


Cuando era muy chico, mi abuela me contaba historias de lámparas, magos y Aladines que viajaban sobre alfombras. 


Mami solía llorar escuchando el concierto de Aranjuez y hablando de Granada.


La vida me dio el privilegio de poder viajar y recorrer los cuentos de mi abuela.


Cuando subí al barrio de Albaicín en Granada y tuve una perspectiva de la Alhambra no pude evitar emocionarme.




En aquellos tiempos yo no estaba atento a temas políticos de la Unión Europea, pero ya se hablaba de “Eurabia” y la invasión inmigratoria musulmana que le costó la hoguera a Oriana Fallaci.





Yo no veía a España entregada a la agenda perversa que la somete y ridiculiza hoy, pero confieso que algo sospeché… y lo que siguió me apena día a día..


Entrar a la Alhambra fue como recorrer el túnel del tiempo donde palacios, jardines y fortalezas, todavía esperan el retorno del emir y la corte del reino nazarí.


Esta bella joya arquitectónica situada en las alturas de la colina de Al Sabika está gestionada por el estado español, pero tuve la impresión de que sólo en apariencia.


La guía que me tocó, andaluza ella, hablaba en español de Andalucía, pero se divertía doblemente con un contingente árabe que hablaba como Alí Babá y reía ruidosamente acaparando la atención de todo el contingente de turistas.


Leila hablaba como gitana de Granada, en andaluz y en nazarí o vaya a saber qué lengua mora. Su mirada pícara y profunda como una noche oscura era desafiante y no me inspiraba confianza, pero el empeño que ponía en el trabajo me hipnotizó. Una odalisca perfecta.




Leila insistió en el lema y escudo de la dinastía Nazarí que se repite 9.000 veces en toda la recorrida por la Alhambra: “No hay más vencedor que Alláh”.


Cuando le pregunté de dónde era, Leila me contestó “de aquí”.


¿De aquí de donde Leila? ¿De Granada?


Dejó de mirarme y dedicó su gracia a seguir trabajando con simpatía y destellos de misterio.


La despedí en el sendero que conduce a Granada con una reverencia y ella me contestó en arabe marroquí dariya: “bslama” (ve con paz en la protección de Alláh).


Nunca olvidé a Leila, la guía de la Alhambra que fingía ser una chica común española granadina  del Albaicín.


Con el tiempo me di cuenta de que cuando me dijo “soy de aquí” me estaba confesando que era una princesa de la dinastía nazarí. 


Leila es una princesa que nunca se fue y que paciente espera el regreso del Sultán Boabdil.


Mientras, la España de los Reyes Católicos que descubrieron América y recuperaron Granada en 1.492, la España Católica del imperio donde nunca se ponía el sol, duerme la siesta con la pesadilla de la agenda perversa del estado de bienestar… duerme la mona del socialismo…


Paciente, Leila espera.


El futuro es de ella.


Bslama.



Juan Martin Perkins.

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