EL SUEÑO ROTO DE MAYRA JIMÉNEZ

 

Mayra vive ahora, con sus planes y su cartoneo, para sostener los sueños de quienes dependen de ella.


Autor: Santiago González

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/el-sueno-roto-de-mayra-jimenez/


M

ayra Jiménez vio con disgusto cómo una mujer de las que reciben asistencia social decía muy ufana por televisión que cobraba un plan por quedarse en su casa. Mayra, que cobra un plan Potenciar y una asignación por hijo, se dijo: “Esa persona no me representa”. 

Tuvo la oportunidad de hablar también ella por televisión, y explicó que para cobrar ese plan cumple un horario de trabajo durante el cual algunos días barre calles y plazas, y otros atiende un comedor comunitario. Por las noches, junto con su pareja, salen a cartonear por el barrio, y así completan lo necesario para atender a las necesidades de su familia, que incluye un hijo de ambos, de tres años, y la hermana de Mayra, que tiene 16. 

A lo largo del diálogo que mantuvo con el periodista Pablo Duggan, lo que Mayra quiso decir, el punto central de su argumentación, apuntó a defender su dignidad personal frente a lo que considera como una mirada prejuiciosa del resto de la sociedad sobre los que reciben planes sociales. “Si yo no salgo a cartonear no llego al mes, no llego a veces al día. ¿De qué me sirve a mí que me paguen 22.000 pesos, si la inflación subió y hoy día para comer un guiso, así, a lo humilde, se me van 1.500/2.000 pesos para solamente la comida del mediodía?”, preguntó.

 “En vez de decir ‘Nosotros mantenemos vagos’, salí a caminar y fijate dónde están los vagos. Porque yo no me siento vaga, no me siento una persona vaga que el estado me mantiene, porque no es así. Me da una ayuda, sí, y lo reagradezco porque sin esa ayuda se me complicaría peor todo. Pero…”. 

En el curso de la entrevista surgió algo que Mayra tal vez no pensaba decir, pero que irrumpió emocionalmente cuando el periodista le preguntó cuáles eran sus sueños. Sorprendida, repuso: “Yo tuve un sueño pero ya lo terminé. Siempre me gustó seguir mis estudios. Mi sueño era ser abogada, pero después cambió todo. La necesidad… No se podía…” Explicó que nunca pudo terminar el secundario tras la muerte de su madre. Y la visión de su sueño roto la quebró. 

Del resto de la entrevista resultó evidente que Mayra vive ahora, con sus planes y su cartoneo, para sostener los sueños de quienes dependen de ella: de su hijo (“tengo la suerte, y puedo decirlo, de mandarlo a un buen jardín”) y de su hermana, a la que apoya en la continuidad de sus estudios. Incluyo aquí abajo el enlace al reportaje para quien quiera verlo completo. Vale la pena escucharla: Mayra habla sin cálculo, y es una compatriota. —S.G.




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Video

Entrevista a Mayra Jiménez



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Nota relacionada:

Elogio del cartonero

Autor: Santiago González

Fecha original: 15 de julio de 2019

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/elogio-cartonero/

Siempre hubo cirujas en nuestras ciudades, marginales que revolvían la basura en busca de algo de valor para revender y seguir tirando. El cartoneo como forma de vida apareció hacia fines de la década de 1990, protagonizado generalmente por personas de bajas calificaciones laborales, expulsadas de empleos negros o blancos en el marco de las reformas económicas de la época. Adquirió una presencia social significativa durante la crisis del 2001-2002, cuando decenas de miles de hombres y mujeres se vieron obligados a recorrer sistemáticamente las calles del área metropolitana bonaerense y de otras grandes ciudades para asegurarse un sustento. 

Desde entonces, la presencia del cartonero se tornó habitual y, aunque se redujo en algunos momentos del kirchnerismo y del macrismo, no desapareció nunca. La mayor o menor presencia de cartoneros en las calles es indicador seguro de nuestros vaivenes económicos. Nunca olvidé, y creo haberlo mencionado en otra nota, el comentario de una oyente de Radio América en los agitados días del saqueo de los ahorros decidido por Eduardo Duhalde. Exasperada ante el miserable espectáculo de una clase dirigente lanzada al pillaje, la mujer exclamó: “¡Al final, en este país los únicos verdaderos liberales son los cartoneros!”. En efecto, sin pedir nada al Estado, sin cortar rutas ni promover saqueos, esas personas se habían hecho cargo de sus necesidades de superviviencia y trataban de solventarlas con los medios a su alcance, y con un esfuerzo y sacrificio personal dignos de un relato épico. 

No todos, por supuesto, compartían la opinión de la oyente radial. También recuerdo que en aquellos meses tuve que renovar la licencia de conductor y acudir a una de esas charlas sobre cuestiones de tránsito que son condición para el trámite. Surgió el tema de los carritos de los cartoneros, y alguien alzó la voz: “¡Hay que aplastarlos con la camioneta! ¡Te roban, viejo, te roban!” Era evidente, por su aspecto, que en cualquier momento este exaltado iba a engrosar las filas de los cartoneros: creía, sospecho, que sus agresiones iban a obrar como un exorcismo para el infierno tan temido, y no lograba darse cuenta de que quienes le estaban robando eran otros, de aspecto mucho más atildado. 

A casi veinte años de aquellos sucesos, el cartoneo sigue provocando rechazos, probablemente por esa impronta liberal y anárquica que lo caracteriza. En estos días, el candidato a vicepresidente por la alianza cambiemita Miguel Pichetto dijo que antes que el cartoneo prefería las empresas prebendarias que consiguen ventajas impositivas por su cercanía con el poder (MercadoLibre), y el buscavidas kirchnerista Juan Grabois reivindicó su preferencia por el asalto a mano armada (“salir de caño”) antes que la agotadora recorrida diurna y nocturna por los recipientes de desperdicios. El gobierno del PRO en la ciudad capital hizo lo que mejor sabe hacer ante cualquier asomo de independencia y libertad ciudadana: estatizó a los cartoneros, les impuso un uniforme y un sueldo, y los subordinó a sus punteros en ficticias cooperativas de trabajo. –S.G.

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"Cartonero", Attaque 77.


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