‘YELLOWSTONE’: UNA FANTASIA CONSERVADORA
Los conservadores pueden identificarse con muchos de los atributos de John Dutton, personaje principal de la serie, protagonizado por el actor Kevin Costner, pero muchos otros aspectos de este espectáculo de gran éxito pueden conflictuarlos.
Nota de Restaurar: Esta nota nos interesa particularmente, no por la serie en sí, (nosotros no comentamos espectáculos), sino porque debemos pensar una estrategia cultural y de medios de comunicación para nuestro país. Algo de esto adelantó Sasha Pak en QUIERO VER TOP GUN EN EL BAFICI. No termina ahí. Se requiere un plan integral artístico, cultural y de medios para contrarrestar el ataque masivo woke que sufrimos. Este nos parece un buen punto (modesto) para empezar a pensar.
Autor: Mackubin Owens
Nota original: https://amgreatness.com/2023/01/09/yellowstone-a-conservative-fantasy/
@theamgreatness
En inglés al pie.
La serie de Paramount+, “Yellowstone,” ahora en la mitad de su quinta temporada, se ha convertido en un fenómeno cultural. El espectáculo muestra las luchas de la familia Dutton en Montana, EEUU, mientras intenta preservar su legado amenazado tanto por el futuro como por el pasado.
La amenaza del futuro surge de aquellos que ven en Montana como un campo de juegos de los ricos provenientes de otras partes de los EEUU y de los poderes financieros que los habilitan. Como lo explica el creador, Taylo Sheridan, el Oeste de los EEUU es una fantasía, “y los desarrolladores inmobiliarios venden esa fantasía. Y gente que puede pagar la fantasía son personas muy, muy ricas de Los Ángeles o Nueva York, Dallas o Florida…En el proceso, el valor de esas tierras y los impuestos a la herencia están matando una forma de vida”.
La otra amenaza a los Dutton proviene de las remanentes tribus nativas que alguna vez reclamaron esa tierra como propia y consideran que les ha sido “robada” por el hombre blanco. Si bien están relegados a reservaciones en tierras menos productivas, los indios han aprendido las maneras del hombre blanco y adoptaron las herramientas de los blancos - sus propias leyes - para pelear por sus objetivos.
El caso del conservadurismo de “Yellowstone”
Los aspectos culturales conservadores de “Yellowstone” son obvios. Un columnista de New York Times llamó a la serie una “fantasía conservadora”. Otros comentaristas la llamaron “anti progresista” [anti-woke en el original] y un teleteatro a medida de las audiencias de los estados que votan a los republicanos. Ciertamente posee características que apelan a los conservadores, especialmente el acento en la familia, la defensa del propio patrimonio, la importancia de la palabra empeñada, la invocación a la masculinidad y el rechazo a conceptos modernos de “progreso”.
Pero aparte de todo esto, el espectáculo no promueve realmente principios conservadores.
Por ejemplo, aunque los conservadores puedan identificarse con la plataforma electoral para gobernador de Montana de John Dutton - “Soy la pared contra la que El Progreso va a chocar y no seré yo quien se rompa primero” - otros aspectos de la serie deberían preocuparles. Una es la disposición de usar el poder del gobierno para asegurar intereses privados. Tanto en “1923” como en “Yellowstone”, un Dutton es miembro de la poderosa cámara de ganaderos. En “Yellowstone”, el protagonista John Dutton deja muy en claro que, si bien asume como gobernador del estado, sus acciones estarán determinadas por lo que sea mejor para la estancia de los Dutton.
Peor aún es su rechazo al derecho natural y a la justicia natural
El protagonista hace el rechazo en forma explícita: “Nadie tiene un derecho. Tu tienes que tomarlo al derecho. Y frenar a quienes quieran quitártelo”. En otras palabras, adopta la perspectiva de Trasímaco: la justicia es meramente el interés del más fuerte. O como Tucídides transmite la respuesta de los atenienses a los habitantes de Milo: “la justicia surge sólo entre iguales. Para el resto, el más fuerte hace su voluntad. El débil sufre lo que tenga que sufrir”.
El hecho de que “Yellowstone” y sus precuelas “1883” y “1923” apoyan el argumento de Trasímaco. Sean con los modernos Dutton y los desarrolladores inmobiliarios, o los ganaderos de bovinos versus los pastores de ovinos, o el hombre blanco versus los indios, o entre las propias tribus indígenas, aquél que pueda tomar la tierra y mantenerla es el que prevalece.
Un microcosmos de la Agónica Gran América
En una mano, Yellowstone puede ser dejada de lado como otro melodrama sobre una familia disfuncional, más allá de los bellísimos paisajes y una descripción realista de la vida del ganadero. Por la otra, la serie puede ser vista como un microcosmos de la agónica Gran América: la lucha por el control de la tierra
La pelea por la tierra es anterior a la llegada del europeo a América. Las tribus indígenas pelearon por el territorio, las más fuertes desplazaron a las más débiles. Después de la llegada de los europeos, las tribus indígenas formaron alianzas entre ellos y con los europeos de acuerdo a sus respectivos intereses. Así como ingleses y franceses disputaron el noreste, los hurones se aliaron con los franceses y los iroqueses con los británicos. La alianza iroquí-británica continuó durante la revolución de independencia de los EEUU; y aún después de la revolución los británicos persistieron en apoyar a las tribus al este del Mississippi en un intento de bloquear los asentamiento en el Noroeste.
Nuestra comprensión de la historia de los indios de los EEUU ha sido deformada por la narrativa oficial que presenta a los indios como víctimas indefensas ante el hombre blanco. Pero durante la mayor parte del los siglos XVIII y XIX, los pueblos nativos dieron tanto como recibieron. En las Planicies del Norte, las diversas sectas de los Sioux resistieron la expansión occidental. El más serio obstáculo para la expansión del blanco hacia el oeste vino de los comanches en las planicies sur y central. Maestros en el arte de montar, los comanches crearon un verdadero imperio que mantuvo, en diferentes momentos, a raya a España, México y los EEUU.
La tribu que supuestamente habrían encontrado los ficcionales Dutton en Montana podrían haber sido los Crow y los Pienegros. Los sioux de Lakota empujaron a los Crow hacia el oeste desde las Montañas Negras de Dakota y por tal razón los Crow se aliaron con el gobierno de los EEUU contra la alianza de los sioux, los cheyenes del norte, los arapahos que derrotaron a Custer en Little Big Horn durante la guerra con los sioux. En “Yellowstone”, sus descendientes ocupan una ficcional reserva en Broken Rock.
Por supuesto los asentamientos europeos - de británicos, franceses y españoles - llevaron sus propias luchas a América. Pero aún entre los colonos británicos, las diferencias ancestrales jugaron un papel en el desarrollo de los EEUU. En “Albion’s Seed”, el historiador David Hackett Fischer ilustra cómo cada una de las cuatro grandes olas de inmigración británica trajeron sus distintivas diferencias políticas y sociales a la cultura de los EEUU.
La primera ola, los peregrinos y otros disidentes religiosos vinieron de East Anglia a la bahía de Massachussets. Produjeron una cultura y conformaron las políticas de Nueva Inglaterra, la que llevaron consigo al Noroeste cuando migraron al oeste.
La segunda ola, los que perdieron en la Guerra Civil Inglesa, inmigraron a la región de Virginia y a las Carolinas desde las tierras del sur de Inglaterra. Conformaron su política y su cultura sureña en particular antes de la Guerra Civil de EEUU.
La tercera ola, los Amigos o Cuáqueros, migraron de las tierras medias de Inglaterra al valle de Delaware y sus zonas aledañas, conformando una cultura mid-atlántica, en particular en Pennsylvania, la piedra basal de la República de los EEUU.
La última ola, vinieron las gentes de los pueblos fronterizos de Escocia e Irlanda y fueron a las zonas montañosas de EEUU. Constituyen la vanguardia de la expansión hacia el oeste y proveyeron la gran parte de la conscripción del ejército de ambos bandos de la Guerra Civil norteamericana. Los ficcionales Duttons son descendientes de este último grupo. Por supuesto, otros grupos inmigraron a los EEUU después, pero aún así, estos cuatro grupos proveyeron la bases para las corrientes políticas y sociales de los EEUU.
Estas diferencias sociales y culturales, exacerbadas y profundizadas por las subsecuentes inmigraciones, especialmente desde Irlanda, persistieron a medida de que el país se expandía hacia el oeste. Vemos eso en el primer episodio de la precuela “1923”. El narrador empieza con remarcar “La violencia siempre ha perseguido a esta familia”, observa que la violencia los persiguió desde Europa hasta los EEUU. “Y donde no nos sigue, nosotros vamos en su busca”.
En este caso, la violencia surge de un conflicto entre criadores de ovejas, en su mayoría escoceses y ganaderos de bovinos, liderados por Jacob Dutton, el tío abuelo del protagonista de Yellowstone, en disputa por las tierras de pastoreo, exacerbada por la sequía y las plagas de langostas. Las ovejas y los vacunos pastorean en forma diferente y los ganaderos creían que las ovejas destruían la tierra. Como resultado, las riñas eran frecuentes entre los ganaderos que alambraron sus tierras y los pastores de ovejas, que querían campos abiertos. De todas formas “1923” es un anacronismo, ya que estas disputas se produjeron durante el SXIX y nunca en Montana.
Al final, lo que me gusta de “Yellowstone” es su tributo a virtudes pasadas de moda como el honor, el coraje y la lealtad. Por todas sus flaquezas, éstas son las virtudes que conforman la vida y personalidad del protagonista. Hay algo estoico en él. Su compromiso con sus principios prevalece sobre sus intereses económicos. Es claro que podría volverse rico al vender su tierra pero le prometió al padre conservarla en su totalidad. Por lo que se niega a desprenderse de ella. En un momento reconoce “Esto va a ser el final de nosotros. Pero lo haremos de todas maneras y hasta el final”.
La triste verdad es que, al final, John Dutton enfrenta una batalla perdida, por la disparidad de fuerzas, en particular las económicas y sociales. Al hacerlo, pelea la misma batalla que numerosos norteamericanos ahora se encuentran guerreando. La innegable nobleza y masculinidad (ahí está, lo dije) de las luchas de Dutton frente a la avasallante improbabilidad del triunfo es lo que hace a “Yellowstone” tan atractiva.
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Yellowstone’:
A ‘Conservative Fantasy’?
Conservatives may identify with many things about John Dutton but other aspects of the hit streaming series should trouble them.
By Mackubin Owens
The Paramount+ series, “Yellowstone,” now in the middle of its fifth season, has become something of a cultural phenomenon. The show depicts the struggles of the Dutton family of Montana as it seeks to preserve its legacy in the face of threats from both the future and the past.
The future threat arises from those who see Montana as a playground for rich outsiders and the financial powers that enable them. As showrunner and creator Taylor Sheridan put it, the American West is a fantasy, “and land developers sell that fantasy. And people who can afford the fantasy are very, very wealthy people from L.A. to New York, Dallas and Florida . . . In the process, those land values and inheritance taxes are killing a way of life.”
The other threat to the Duttons arises from the remnants of native tribes that once claimed the land themselves and consider it to have been “stolen” by the white man. Although relegated to reservations on less favorable lands, the Indians have learned the ways of the white man and adapted the tools of the white man—his own laws—to fight for the old ways.
The Case Against Yellowstone’s “Conservativism”
The culturally conservative aspects of “Yellowstone” are apparent. A New York Times columnist has called it a “conservative fantasy.” Other commentators have called it “anti-woke” and a sop to red state audiences. It certainly possesses features that appeal to conservatives, especially insofar as they stress family, defense of one’s property, the importance of keeping one’s word, and an appeal to masculinity and rejection of modern concepts of “progress.”
But apart from these, the show does not really advance conservative principles.
For instance, although conservatives may identify with John Dutton’s platform for governor of Montana—“I am the wall progress hits and I will not be the one that breaks”—other aspects of “Yellowstone” should trouble them. One is the willingness to use the power of government to secure private interests. In both “1923” and “Yellowstone,” a Dutton serves in the very powerful office of livestock commissioner. In “Yellowstone,” John Dutton becomes governor while making it clear that his actions will be determined by what is best for the Dutton ranch.
But worse is the rejection of natural right and natural justice.
John Dutton makes this rejection explicit: “No one has a right. You have to take the right. Or stop it from being taken from you.” In other words, he adopts the perspective of Thrasymachus: that justice is merely the interest of the stronger. Or as Thucydides reports the reply of the Athenians at Melos, “justice arises only between equals. As for the rest, the strong do what they will. The weak suffer what they must.”
The fact is that “Yellowstone” and its prequels, “1883” and “1923,” support the argument of Thrasymachus. Whether it is the modern day Duttons and the developers, or the cattlemen versus the sheepherders, or the white man and the Indians, or even among the Indian tribes themselves, he who can take the land and hold it will prevail.
A Microcosm of the Great American Agon
On the one hand, Yellowstone can be dismissed as just another soapy melodrama about a dysfunctional family, albeit with stunning vistas and a realistic portrayal of cowboy life. But on the other hand, the series can be seen as a microcosm of the great American agon: the struggle for control of the land?
This struggle predates the arrival of European settlers in America. The various Indian tribes fought over territory, with stronger tribes displacing weaker ones. Once Europeans arrived, Indian tribes formed alliances among themselves and with Europeans in accordance with their respective interests. As the French and British struggled for dominance in the Northeast, the Huron allied with the French and the Iroquois with the British. The British-Iroquois alliance continued during the American Revolution and even after the end of the Revolution, the British persisted in supporting Indian tribes east of the Mississippi in an attempt to block American settlement of the Old Northwest.
Our understanding of the Indians in North America has been warped by the “bury my heart at Wounded Knee” narrative, which portrays the Indians as helpless victims of the white man. But for most of the 18th and 19th centuries, the native peoples gave as good as they got. In the Northern Plains, the various sects of the Sioux long resisted Western expansion. But the most serious obstacle to Western expansion came from the Comanche of the South and Central Plains. Masters of the horse, the Comanche created a veritable empire that, at various times, held Spain, Mexico, and the United States at bay.
The tribes that the early Duttons encountered in Montana would have been Crow and Blackfoot. The Lakota Sioux had driven the Crow west from the Black Hills of the Dakotas and for that reason the Crow allied with the U.S. government against the alliance of Sioux, Northern Cheyenne, and Arapaho that defeated Custer at Little Big Horn during the Sioux Wars. In “Yellowstone,” their descendants occupy the fictional Broken Rock Reservation.
Of course the European settlers—British, French, and Spanish—brought their old struggles to the New World. But even among the British settlers, ancestral differences played a role in the development of the United States. In Albion’s Seed, the historian David Hackett Fischer illustrated how four great waves of British settlement each brought a distinct political and social culture to North America.
The first wave, the Pilgrims and other religious dissenters came from East Anglia to the Massachusetts Bay Colony. They shaped the culture and politics of New England and brought it to the Old Northwest as they migrated west.
The second wave, the losers of the English Civil War, immigrated to the Tidewater region of Virginia and the Carolinas from the Southlands of England. They shaped the politics and culture of the South, especially during the antebellum period.
The third wave, the Friends or Quakers, migrated from the English Midlands to the Delaware Valley and its environs, shaping the culture of the Mid-Atlantic states, Pennsylvania—the keystone of the American Republic—in particular.
The final wave, the border-men of Scotland and Ireland, as well as the Scotch-Irish moved to the American highlands. These constituted the vanguard of Western expansion and provided the soldiery of both sides during the Civil War. The Duttons are descendants of this group. Of course, other groups immigrated to America later, but even so, these four groups shaped the political and social foundations of the United States.
These social and cultural differences, sharpened and deepened by subsequent immigration, especially from Ireland, persisted as the United States expanded westward. We see this in the first episode of the “Yellowstone” prequel, “1923.” The narrator begins by noting, “Violence has always haunted this family,” and observes that violence followed the Duttons to America from Europe. “And where it doesn’t follow, we hunt it down. We seek it.”
In this case, the violence arises from the conflict between sheepherders, mostly Scots, and cattlemen, led by Jacob Dutton, John’s great uncle, over grazing land, exacerbated by drought and a plague of locusts. Sheep and cattle graze differently and cattlemen believed that sheep destroyed the land. As a result, range wars were common between cattlemen, who fenced off their holding and sheepherders, who sought open grazing. However “1923” is anachronistic in that most of the range wars occurred in the 19th century and not in Montana. Still, such struggles were real.
In the end, what appeals to me about “Yellowstone” is its tribute to such old-fashioned virtues as honor, courage, and loyalty. For all his foibles, these are what inform John Dutton’s life. There is something stoic about him. His commitment to principle trumps even his economic interests. It is clear that he could become rich by selling his land but because of a promise he made to his father to keep the land whole, he refuses. As he acknowledges at one point, “This is going to be the end of us. But we’re going to do it anyway.”
The sad truth is that, in the end, John Dutton is fighting a losing battle to an array of forces, especially social and economic ones. In doing so, he is fighting the same battle that many Americans now find themselves fighting. The undeniable nobility and manliness (there, I said it) of Dutton’s struggle in the face of overwhelming odds is at bottom what drives “Yellowstone’s” appeal.