QUIERO VER TOP GUN EN EL BAFICI
Autor: Sasha Pak (@sashapak_)
Nota original: https://nadarespetable.com/quiero-ver-top-gun-en-el-bafici/
“Yo sostengo que el gobierno representativo, tanto en lo que comúnmente se llama política como en la industria, no puede funcionar con éxito, cualesquiera sean las bases de la elección, si no hay una organización experta e independiente que haga inteligibles los hechos ocultos para aquellos que toman las decisiones. (…) Concluyo que las opiniones públicas deben organizarse para la prensa, si se quiere que sean sólidas, y no ser organizadas por la prensa como ocurre actualmente.”
Walter Lippman, “La Opinión Pública”, 1964
Máquinas de consenso
Ver a un grupo de panelistas y funcionarios cotejando qué partidas presupuestarias del gasto público pueden recortarse es una antigua práctica ritual en los medios de comunicación, particularmente en años de elecciones. Aunque parezca una discusión muy propia, en todo el mundo es algo tan rutinario como decidir en qué otros ravioles se va a gastar lo ahorrado en una partida.
En una época, prestigiosas consultoras de marketing ponían temas como éste en agenda para el noticiero nocturno y a la mañana siguiente hacían sutiles encuestas telefónicas a la audiencia. Cocinar a fuego lento a la audiencia para que poco a poco acepte algunos virajes sociales es una práctica de vital importancia para la legitimación del actual sistema político. Algo que es obvio, dado que nadie quiere ser *ese* 0,5% de reducción del gasto.
Le pusimos soft-power porque es una forma no agresiva de lograr que otras personas piensen de acuerdo a nuestra voluntad. Involucra bajadas de línea en medios, producción cultural, e incluso políticas públicas. Con el avance del tiempo y las tecnologías, el trabajo de Neustadt hoy se puede hacer de una forma un poco más tosca y barata, pero bastante efectiva. Por ejemplo, bastan un par de cuentas de Twitter bien cultivadas de seguidores para ponerse a juguetear con algunos conceptos, hashtags, etc, y lograr poner un tema en agenda por algunas horas.
“The media must be chosen for their ability to reach the target market cost-effectively. Besides the classic media of newspapers, magazines, radio, television, and billboards, there is a flurry of new media, including e-mail, faxes, telemarketers, digital magazines, in-store advertising, and advertising now popping up in skyscraper elevators and bathrooms. Media selection is becoming a major challenge.”
Phillip Kotler, “Marketing Insights from A to Z”, 2003
Conforme vayan llamando la atención aparecerá algún hada mágica en sus DMs ofreciendoles un acuerdo para cosas muy específicas como “moveme este tuit del Secretario de Transporte de San Andrés de Giles”. Como consumidores de Twitter, estamos en plena línea de fuego en este sentido. Y cualquiera más o menos despierto entiende que muchos incluso participamos activamente de ese circuito.
Pero la ideología funciona mucho mejor cuando creemos que somos inmunes a ella. Y a veces el poder de fuego de un par de clips de El Dipy en TN no son suficientes para que la audiencia nos pida a gritos que recortemos el presupuesto en educación.
No hay que perder la magia
Por lo tanto, las viejas operaciones de comunicación, con alto costo de producción, siguen siendo necesarias para algunas cosas más delicadas, high risk – high reward. ¿No es acaso ésta la gran enseñanza que nos deja Top Gun: Maverick? Si, podemos usar drones e incorporar Inteligencia Artificial para gambetear aún más fácil las consecuencias legales de bombardear civiles y sin tener que esperar a que un piloto aprenda a lidiar con la fuerza G en vuelos supersónicos. Pero eventualmente nos va a hacer falta reventar ESE aeródromo y no habrá otra forma de hacerlo que con gente que sepa pilotar. Éste tropo, que podemos hallar también en Star Wars: A New Hope, hoy se resignifica también como una afirmación de que sigue siendo posible hacer cine “como antes”.
Sin embargo, no hay que perder de vista que más allá de que Top Gun es una buena película, es un producto de Hollywood y por tanto pieza fundamental del aparato de consenso y soft power estadounidense. Los Premios Oscar vendrían a ser como un indicador no-tan-oculto de dónde pone sus porotos el Pentágono. De hecho, no es ningún secreto que la CIA tiene asientos en la producción y guión de las películas más relevantes, y ciertamente Maverick hoy llega para levantar un poco los magros números de enrolamiento en el ejército. Puede que tenga que ver con el escepticismo hacia su propio país que comienzan a tener los votantes Republicanos, quienes solían ser los principales aportantes a la masa trabajadora de las fuerzas armadas. Porque para exportar Libertad, a veces con el soft-power y campañas en Redes Sociales no alcanza, y un país hace lo que tiene que hacer.
En Argentina hay usinas de soft-power. Si son controladas en función de intereses estratégicos de la Nación, o simplemente son estructuras de producción de discurso que funcionan porque sí, es difícil saberlo. En algunos casos, es bastante evidente a qué objetivos responde una película, sobre todo si prestamos atención a de dónde vienen las ovaciones, los premios y las buenas reseñas. Y si además nos pueden felicitar por nuestro “indeclinable compromiso con la Democracia”, misión cumplida. By the way, ¿Sabían que hay agencias de RRPP que ofrecen la intervención en el guión de una ficción como parte del paquete para instalar una agenda?
En otros casos, algo simplemente tiene éxito y el gobierno aprovecha a subirse a la ola, como es el caso de los representantes de Argentina en la FAO, que con éste maravilloso tweet nos tiran un guiño a los que hablamos en contra de la carne de grillos. Pero hay algunas situaciones donde honestamente, no sé qué pensar.
Una nueva esperanza
Debo haber visto Iluminados por el Fuego (Dir. Tristán Bauer, 2005) al menos cuatro veces, tres de ellas en el colegio. Era como una especie de ritual de los 2 de Abril, más o menos como los debates en Intratables sobre cómo y dónde ajustar. Se nos presentaba por los profesores como un testimonio del error garrafal que fue la Guerra de Malvinas, pero a mí siempre me dio una sensación de que la película iba un paso más allá. A diferencia de otras bélicas (que a mi me encantan desde siempre) ésta era una película donde nunca veías a ningún héroe.
Si, ya conocía el cine “crítico” contra la guerra, como Full Metal Jacket, pero incluso ahí veías a personas que podían tener una virtud en medio de la miseria. Pero en Iluminados por el Fuego, los hechos eran presentados con un tono de tragedia irreparable y una voluntad de crear culpa colectiva por el sufrimiento de los veteranos.
Los primeros que estuvieron en desacuerdo con el enfoque fueron los ex-combatientes, primero poniendo en duda el relato del autor (también luchó en la guerra) y luego denunciando que la película no le hace justicia al concepto de heroísmo que ellos (y buena parte de la sociedad) portan como un baluarte. Y, ¿qué decirles?, tienen razón. Yo no quiero que 10 descerebrados discutan en Intratables sobre si hay que desfinanciar el INCAA; yo quiero una Argentina que produzca un cine que nos muestre de otra forma. Que logre el mismo impacto en la imagen que damos al mundo que el triunfo de la Selección hace dos semanas.
Claro que excede al Estado Argentino la responsabilidad de velar por los intereses de la Patria. Pero si queremos sentarnos en la mesa de los grandes, tenemos que aspirar a producir una película de clase A, con millones de presupuesto, para rememorar la gesta de nuestra Fuerza Aérea en el hundimiento del Sheffield. Con Peter Lanzani aprendiendo a pilotar un Super-Etendard para filmar en vuelo rasante sobre el Mar Argentino. Con una campaña de marketing agresiva, tweets promocionados, decenas de podcasts, e influencers adornados para ir a sacarse selfies a la avant-première en el Bafici.
Porque sólo con el soft power no alcanza, pero sin el soft power es imposible.
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