LA SOCIALDEMOCRACIA NO SABE MANEJAR LA ECONOMÍA

Los socialdemócratas necesitan agarrar la sartén por el mango en la economía o enfrentar décadas en la oposición.



Autor: John Mills (*)
Nota original: https://reaction.life/social-democrats-need-to-get-a-handle-on-the-economy-or-face-decades-in-opposition/

Nota de Restaurar: El autor sostiene que actualmente no gobierna la socialdemocracia en Europa. Disentimos. Creemos que el fracaso - que el autor muy bien explica - ha obligado a mutar su apariencia (como es el caso de Macron, un invento para reemplazar al Partido Socialista cuando se hizo evidente que no iba a ser votado) pero que los principios de gobierno socialdemócrata siguen intactos. El principal rasgo de estos años es la sólida alianza de la socialdemocracia con los grupos financieros internacionales, algo insospechado hace 5o años atrás. Y una de las principales razones es que las políticas socialdemócratas se sostienen con alto endeudamiento público...que implica enormes ingresos para los sectores financieros, sin que tengan que poner la cara para gobernar.

En el año 2000. casi todos los países occidentales tenían o gobiernos socialdemócratas o eran gobernados por coaliciones con un gran componente socialdemócrtas. Ahora, eso no sucede en ningún país de Occidente. ¿Qué salió mal?

En mi libro "Dejados de lado" (Left Behind) publicado esta semana argumento que hay tres razones principales para el eclipse de la socialdemocracia. La más importante es que los gobiernos de izquierda moderada han sido relativamente ineptos en el manejo de la economía de la cual eran responsables. La segunda es que los salarios reales de la mayoría de las personas quedaron amesetados en un momento donde se percibe que la las élites que gobiernan son cada vez más ricas. La tercera, que el fracaso de las políticas distributivas agregó nafta al fuego mientras, al mismo tiempo, se amplió la brecha cultural entre los sectores de clase media que apoyan los valores de la socialdemocracia y los votantes de las clases trabajadoras.

No sólo los gobiernos socialdemócratas en muchos casos, incluídos aquellos en Gran Bretaña, presidieron durante el desastre del crash del 2008 y estaban en control mientras sucedía, sino que poco hicieron para provocar una recuperación rápida, en los casos en que estaban a cargo, o tampoco supieron ser persuasivos en propuestas alternativas, en los casos en que la socialdemocracia estaba en la oposición. Muchos estuvieron de acuerdo en implementar políticas de austeridad propuestas por la centro-derecha, prometiendo, en algunos casos, que iban a administrar la austeridad haciéndola menos dura. Atrapados por los compromisos para luchar contra la inflación - manteniéndola por debajo del 2% anual - como principal objetivo económico. se volvieron incapaces de proponer la clase de cambios radicales en política económica que se requerían para hacer la diferencia.

El resultado fue una caída del crecimiento que ha aplastado a todo Occidente desde el crash del 2008. Mantener la inflación a 2% (o cerca) implica políticas deflacionarias que mantienen el tipo de cambio muy alto para la industria y la vuelve no competitiva, desalienta inversiones, promueve la desindustrialización, genera una balanza de pagos deficitaria en el sector externo, implica un endeudamiento del sector público de gran escala y genera una inflación en activos financieros que da beneficios desproporcionadamente altos para los ricos. Al tolerar estas condiciones, los socialdemócratas han venido perdiendo más y más terreno, particularmente frente a grupos cada vez más radicalizados de la centro izquierda o partidos populistas con agendas proteccionistas o nativistas. Ninguno de estos dos grupos pareciera alcanzar mayorías que le permitan llegar al gobierno.

Los ingresos estancados parecen haber sido compensados, al menos en parte, por políticas redistributivas más efectivas, pero se demostró que eran imposibles de aplicar, al menos en la escala requerida. De hecho, en Gran Bretaña, los ingresos medios crecieron, después de impuestos y beneficios, por cerca del 1% anual en la pasada década. Sin embargo no fue suficiente para compensar la cada vez más grande diferencia entre la prosperidad de Londres y la situación del resto del país. En el año 2017, el ingreso per cápita en Londres era de £ 49.000 por año. En Gales y el noreste de Inglaterra apenas alcanza a los £ 20.000 anuales. Una disparidad de más del doble.

Aunque algunas personas, mayormente en Londres, se han beneficiado de la globalización y de la impresionante supremacía de Gran Bretaña en los servicios financieros, muchas otras personas no lo lograron. La brecha en las experiencias de vida entre aquellos que viven en Londres y aquellos que viven en el resto del país se agranda cada vez más significativamente. La desintegración de la industria del Reino Unido, de un tercio del PBI en la década del '70 a un 10% actualmente, ha dejado franjas del país sin nada para vender al resto del mundo que les permita ganarse la vida. Tres cuartas partes del Reino Unido están con un déficit del 10% de sus ingresos o peor. Esas personas dependen de las transferencias desde Londres para evitar que sus estándares de vida colapsen. Esta pérdida de ingreso causa resentimiento e incomprensión entre aquellos que se han beneficiado con la globalización y quienes la sufren. Cada vez la brecha es peor.

¿Qué hay que hacer? La conclusión a la que llego es que la prioridad es que la economía crezca más rápido y acortar la brecha entre Londres y las regiones. Eso sólo se puede lograr, según mi parecer, con medidas de reindustrialización, mediante inversiones en clusters en mecanización, tecnología y energía, todos sectores que generaran grandes incrementos de producto. La industria manufacturera genera crecimiento en la productividad y en los estándares de vida, lo que los servicios no logran. Para lograr el cambio, sin embargo, tenemos que alterar los incentivos de forma que sea redituable invertir en la industria liviana. Para que eso suceda necesitamos grandes cambios en la macroeconomía para que la industria del Reino Unido se vuelva competitiva.

¿Hay predisposición en este momento para cambios radicales en la política según las líneas enunciadas? No todavía, pero el mensaje de mi libro es que las consecuencias de no hacerlo son más años de crecimiento lento y divisiones políticas y sociales. Ahora, en cambio, es tal vez el momento para pensar en un crecimiento más rápido y que es más importante que obsesionarse con una inflación del 2% anual.

(*) John Mills es un emprendedor, que apoya al Partido Laborista y ha sido parte del comité de campaña para votar "Leave" (Brexit). Su nuevo libro se titula: Left Behind (Dejado de lado): Por qué los votantes abandonaron a la socialdemocracia y como se los puede ganar de vuelta.

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