VICTORIA VILLARRUEL Y LOS CIUDADANOS DE SEGUNDA


Nuestros proyectos de vida son de segunda, porque nos matan antes de nacer o nos obligan a vivir en un eterno presente de incertidumbre


reaxionario (https://substack.com/@reaxionario)


Como ya sabrán algunos de ustedes, mi voto en las próximas elecciones es para Javier Milei, pero no sólo por el león — líder y fuerza vital del movimiento que busca devolverle al ciudadano lo que el Estado le quitó — sino también por Victoria Villarruel, su compañera de fórmula.

Como era de esperar, los diarios del establishment han estado “operando” contra la candidata a vicepresidente desde el primer día, apuntándole al único lugar donde tienen alguna chance de sacar provecho. Por ejemplo, les presento este penoso intento de nota de La Nación, (mal) escrito por un tal Pedro Lacour — que aparentemente cobra por este laburo y quizás hasta duerme tranquilo:

Villarruel es fundadora y presidente del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV). Desde ese rol protagonizó varias discusiones al reclamar una “memoria completa” y poner en duda los crímenes perpetrados por la última dictadura militar.

En pocas palabras, Victoria Villarruel defiende a los militares y los militares son malos — a duras penas un tweet. El resto es relleno y no merece la pena ser leído.

Ahora bien, esa última parte me llamó la atención. Una búsqueda rápida en Youtube basta para escuchar de la propia diputada que lo que ella pide es el reconocimiento a todas las víctimas. Decir que Villarruel “pone en duda” los crímenes de la dictadura es una primera y clarísima evidencia de mala intención — de operación barata mal disfrazada de neutralidad.

Pero claro, el problema de Victoria Villarruel es que pretende contar la historia completa, atentando directamente contra el intento de las últimas cuatro décadas — y especialmente del 2003 en adelante — de transformar a la “Memoria, Verdad y Justicia” en la religión de facto de la República Argentina.

Esta religión tiene su día en el 24 de Marzo; tiene sus mártires en los supuestos treinta mil desaparecidos, número sagrado que en algunos casos es ilegal cuestionar; sus demonios en la Junta Militar; una especie de nueva nobleza en gente como Juan Cabandié y Victoria Donda, que han hecho de su condición de “hijos de desaparecidos” su boleto dorado a vivir para siempre de los recursos del Estado — por no mencionar la cantidad de dinero público invertido en cargos, oficinas, indemnizaciones, programas, publicaciones, actos, recitales, investigaciones y propaganda en general apuntada a la consolidación de la mitología del ‘76.

En resumen, la Industria de los Derechos Humanos en Argentina es todo un gran negocio del que sigue viviendo mucha gente, y el hecho de que Victoria Villarruel se haya plantado nada menos que durante el auge kirchnerista — cuando Boudou andaba en moto con Agustina Kämpfer, La Mancha de Rolando cantaba Arde la ciudad en actos oficiales y Cristina ganaba con el 54% — a sostener la verdad y pedir que se respete y cuente la historia tal cual fue, me parece por lo menos digno de admiración.

Es decir, estamos hablando de una persona que se mantuvo fiel a sus convicciones en plena fiebre setentista, donde muchos callaban por miedo mientras otros se hacían la América con el cuento de la “juventud maravillosa”. Una persona que decidió ponerse al hombro la causa de las víctimas del terrorismo de ERP y Montoneros — víctimas que los últimos gobiernos argentinos han considerado directamente de segunda.

Y de segunda somos un poco todos nosotros — muchos de los que apostamos a La Libertad Avanza — porque de segunda nos han hecho sentir todo este tiempo. Somos de segunda respecto a los delincuentes, porque ellos gozan cada día de más libertad de acción mientras nosotros somos sometidos a un número creciente de regulaciones y vigilancia; de segunda respecto a las minorías privilegiadas, a las cuales tenemos que pagar “reparaciones” directas o indirectas por ser víctimas de una discriminación u opresión sistémica de la cual aparentemente somos cómplices; de segunda respecto a la casta política que vive de nuestro esfuerzo, vacaciona afuera y no trabaja los fines de semana.

Nuestros deseos son de segunda porque siempre hay alguien con privaciones más urgentes; nuestras necesidades son de segunda porque hay grupos cuyos “derechos” son prioritarios; nuestros miedos son de segunda porque el miedo es monopolio de grupos privilegiados irónicamente llamados “oprimidos”; nuestros proyectos de vida son de segunda, porque nos matan antes de nacer o nos obligan a vivir en un eterno presente de incertidumbre.

En este contexto, si hay una persona que nos representa como olvidados, ¿quién mejor que la que no tuvo miedo de enfrentarse a los poderosos y estuvo desde el primer día con los verdaderos olvidados de la sociedad argentina?

En Octubre tenemos una chance y es con Milei-Villarruel.

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EL MITO FUNDACIONAL

Como los políticos convirtieron a "los desaparecidos" en el culto oficial de la República Argentina.

Por Lohengrin

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