ESTATUA DE SARMIENTO

 

Todos contentos, desparramando bombas de alquitrán a diestra y siniestra.


Autor: Juan Martín Perkins  


Cuenta mi madre que, cuando ella era chiquita, vandalizaron una estatua de Domingo Faustino Sarmiento. 

Por aquel entonces, ya teníamos esa idiotez compatriota y una gran grieta. Eran los tiempos del primer Perón en los que se empezó invitando a colgar gente con alambre de fardo y se terminó bombardeando la Plaza de Mayo.


Así venimos desde la primera junta de gobierno en 1810. 


Venga del lado que venga la idiotez, Sarmiento, Alberdi, Roca… siempre pagan el pato. Son los preferidos de la idiotez argenta.


La cuestión es que mis abuelos, ejemplares y amorosos, partieron con sus hijos a desagraviar al padre del aula “Sarmiento Inmortal” que había recibido una bomba de alquitrán en el Rosedal.


Mi madre con sus hermanos, munidos de sendos ramos de rosas cortadas en el jardín de mis abuelos de la calle Maure, rindieron homenaje al grán “maestro” argentino.


¿Te acordás cuando te mandabas una genialidad y alguien te decía: “Sos un maestro”?


Ser un maestro, suponía un rango social prominente.


Ahora te dicen: “Sos un capo”... término que refiere a capomafia.


Esto fue pasando en la Argentina. Despacio, sin darnos cuenta, por pura y simple indiferencia. Porque nunca más hubo ciudadanos, como mis abuelos, que se ocupen de educar contra las idiotas bombas de alquitrán ... y hoy nos gobiernan los ponedores de bombas de alquitrán... gracias a nuestra tonta indiferencia y cobardía. 


Así es como hacen las guerras los soldaditos de plomo de la actualidad. Te voltean a Cristóbal Colón y lo desparraman por el suelo para levantar una chatarra con un cartel de Juana Azurduy. Y nos dividimos entre la piedra y la chatarra revisionando la historia y adaptándola a conveniencia del relato.

Como cuando rebautizamos el acceso a Pehuajó bajando al ex presidente Nicolas Avellaneda, para poner a Nestor Kirchner. A nadie le importa, pero eso lo pueden hacer los políticos porque hoy muy poca gente sabe quién fue Avellaneda.


Y como ofendemos de un lado, para compensar, después nos damos licencia para ofender del otro. 


Así permitimos que el relato la emprenda contra el ex presidente Don Bartolomé Mitre, bajándolo de los carteles de nuestra calle principal para reemplazarlo por Raúl Alfonsín. 


Y todos contentos, desparramando bombas de alquitrán a diestra y siniestra.


Ahora, con más delicadeza, somos todos unos capos de la democracia. 


En la dictadura de los votos, “sacamo y ponemo lo que queremo”, diría el Dr Garcete.


Imagino a mi madre y sus hermanos, chiquitos, con mis abuelos honrando la memoria de Sarmiento. Como si los estuviera viendo…y pienso en que desde entonces se nos viene matando la voluntad y la conciencia.


El GPS de mi Ford, me sigue indicando que ingreso por el acceso Avellaneda y recorro el centro comercial histórico de la ciudad por la Mitre. Para mí es y será así hasta que muera, por más ordenanza irrespetuosa que imponga el populismo.


Necesitamos bautizar calles nuevas, no bombas de alquitrán. 


Juan Martín Perkins.


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