EN LA BATALLA CULTURAL A NOSOTROS NOS TOCA PERDER


Ay viejo, en este juego
A mí siempre me toca perder

Los Fabulosos Cadillacs (Gabriel Julio Fernandez-Capello) 

 

Autor: Curtis Yarvin

Nota original: https://graymirror.substack.com/p/you-can-only-lose-the-culture-war

Traductora: Iris Speroni (@SperoniIris)

En inglés al pie.


Toda restauración sólo puede iniciarse con estrategia, más que con forcejeos.


Usted sólo puede perder la guerra cultural.


Nota de la traductora: 1. El autor usa los términos "overdog" y "underdog" para representar las relaciones de poder.  He resuelto usar "dominante" y "sometido" o  "banca" y "punto" indistintamente. 2. El tono general del Sr. Yarvin es que es difícil plantar bandera y dar pelea. En Restaurar creemos que hay que dar batalla, aún cuando las chances no estén todas a nuestro favor. 3. Hay toda una propuesta de delegación de poder "en los que saben" que no termina de convencerme. Dejo mis comentarios sobre este punto en particular al final porque deseo que el lector se arme su propia idea sin mi intervención a priori.

 

 

"Overdog" a la izquierda y "underdog" a la derecha.


El código de colores de la guerra cultural es aburrido. Planteemos los códigos según Tolkien. En lugar de hablar de azul (Demócratas EEUU) y rojo (Republicanos EEUU), hablemos de hobbits y elfos. (Si bien no podemos olvidar el hecho que desde hace dos siglos hasta 1980 ó por ahí, el rojo - el color de la bronca - era el color de la izquierda).

Nosotros sabemos quiénes son los hobbits y quienes son los elfos. Sabemos quien está arriba y quién está abajo. (De enanos y orcos no vamos a hablar). Nosotros sabemos qué es lo que quieren los elfos: quieren vivir hermosas vidas. Nosotros sabemos lo que los hobbits quieren: hacer carne a la parrilla y tener hijos.

Queridos hobbits: la guerra cultural ustedes sólo pueden perderla. Aún cuando los elfos utilizan su poder político para imponer la cultura elfa a ustedes, ustedes no pueden usar el poder político para imponer la cultura hobbit a los elfos.

Quiero decir, a veces, raramente, ustedes pueden. Nunca termina bien. Supongo que en teoría ustedes pueden masacrar a todos los elfos. Me parece que no están listos para eso en la práctica. Como elfo que soy...lo veo bien (que no estén listos para matar a todos los elfos). Pero los deja a ustedes, queridos hobbits, en medio de un verdadero predicamento.

Si hubiera una manera de imponer la cultura hobbit sólo a los hobbits, podrían llegar a tener un caso. Pero nuestro país [EEUU] no está configurado para tolerar reglas separadas para elfos y hobbits. Si hubiera, sería un país diferente. Tal vez un país mejor - pero no las hay.

La única manera de imponer la cultura hobbit es imponérsela a todos - incluídos los elfos. A los elfos no les gusta que los hobbits les digan qué tienen que hacer. Aún un consejo o advertencia vuelve a locos a los elfos. Y cuando los hobbits coaccionan a los elfos...es absolutamente inaceptable. Aún si dicha coacción es sólo simbólica, es una profunda violación a los derechos de los elfos. Su elfo no sólo estará enojado - explotará - sino que se sentirá agraviado en cada fibra de su ser.

Pero seguro eso es bueno, ¿no? Al menos es bueno si usted es un hobbit, ¿no? Algo que llena de furia a tu enemigo es inherentemente bueno, ¿no? Si dar la cara, ¿no le has ganado la pulseada? Bueno, acá está la diferencia entre ser punto y ser banca [N. de la T. : "overdog" y "underdog" en el original].

Para el dominante, a menudo es útil, táctica y/o estratégicamente, volver loco de rabia al sumiso. Para el que es punto, casi nunca es útil hacer rabiar a la banca.

Los hobbits, esta táctica de provocar elfos parece efectiva porque lo aprendieron de su enemigo - para quienes sí es efectivo. Por supuesto el instinto natural del sometido es copiar al dominante. Hay muchas tácticas que son tan buenas para el ganso como para la gansa. Pero no hay simetría. Por lo tanto, algunas movidas son sólo buenas para el ganso.

Para el de arriba, hacer enfadar al punto es una táctica excelente - es una manera de inducirlo a que "muerda por miedo", una violenta respuesta a un abuso no violento. Si uno lo observa sin prestar demasiada atención, esto crea una narrativa superficial en la cual pareciera que el sometido es el instigador. Narrativas armadas para dejar bien parado a los dominantes están, a menudo, construidas sobre esas miradas distraídas. En realidad usted cree su propia narrativa donde usted es la víctima, aún cuando usted acosó al punto hasta encerrarlo en un rincón; el sometido desesperado tira un tarascón; entonces usted a partir de ese momento le corta metódicamente el cuello. De hecho, le hubiera gustado denunciarlo a la policía...puede llegar a hacerle una demanda a sus deudos...usted habitualmente no es una persona a la que le guste litigar, pero...

Para el sometido, hacer enfadar al que es banca lo vuelve más poderoso y peligroso para usted, el sometido.  Usted no quiere al dominante volverse más poderoso y más peligroso. Usted quiere que se vuelva más apático e incauto. 

Una habilidad estratégica crucial para todo punto es que, si bien es más pequeño y más débil, el sometido tiene más energía, determinación y foco. Pero no tiene espacio para darle a su enemigo ningún regalo. Cuando un punto vence a la banca, es porque lo emboscó desde una posición conocida donde es local, y con superioridad temporaria y oportuna.

Para el dominante, quien tiene poder en abundancia por sobre el sometido, puede haber muchas razones tácticas por las cuales sacrificar a algún individuo. Para el punto, quien tiene déficit de poder, todo gasto en demasía termina, casi siempre, en desgracia.

Es más, cuando los hobbits tratan de vengarse, o peor aún, tienen éxito en su venganza, dañan un recurso que ellos no saben que tienen. Puede incluso haber algunos elfos - los elfos negros - que están del lado de los hobbits.

Naturalmente, al ser traidores y todo eso, estos elfos negros tienen perfil bajo. Pero culturalmente, permanecen siendo elfos, y les gustan cosas como "films artísticos y comida gourmet y cosas parecidas. Todo ataque a los elfos debilita y desmoraliza a esta importan quinta columna.  ¿Para qué sirven estos elfos oscuros? Lo veremos más abajo.

Y, por supuesto, si usted trata de imponer la cultura hobbit y falla, no es gracioso - como un conjunto de palurdos de una obra de Shakespeare donde asesinan a todos los campesinos. Perder nunca es lindo, especialmente si usted pierde cuando trata de hacer algo impertinente.

Lo único que le puede pasar con la guerra cultural es perderla. Si usted pierde, pierde. Si usted gana, usted realmente pierde.



Estrategia para una nación dañada

El poder en los EEUU es un matrimonio entre elfos y hobbits y siempre lo será. Todos sabemos quién es la espos. Hobbits: traten de concebir a su cultura y sociedad como una esposa golpeada.

Su trabajo, cuando usted es una esposa golpeada, es entender la situación. Para escapar, es suficiente saber cuando su trabajo no lo es. La mayoría de la gente que no escapa falla al escapar porque están haciendo algún otro trabajo, que no es su trabajo. Acá voy a dar tres reglas que pueden ayudarle a irse de esos falsos, engañosamente apetecibles trabajos.


1. Si su esposo la golpea, su trabajo no es devolverle el golpe.

Ganar una batalla en la guerra cultural - como ha sucedido con el Current Thing del día, el rechazo a Roe vs. Wade - no es lo mismo que abandonar a su marido abusivo. No es tampoco encontrar un nuevo marido. No - es devolverle el golpe a su esposo.

El 0% de los educadores y consejores en violencia doméstica recomiendan esta estrategia - al menos no antes de que sea tiempo del Plan E o su propio asesinato sea inminente. En cuyo caso tampoco funcione. Pero por qué no intentarlo.

En el nivel de violencia física, su marido - grande como un oso - siempre prevalecerá. Pero los policías pueden fácilmente maniatarlo como un animal. Incluso si quieren, pueden hacer que le duela. Si usted se pone a pensar como un general y no como un ratón asustado, usted piensa todo el camino para llegar a tener semejantes aliados.

Desafortunadamente, existe una única Naciones Unidas, no son de mucha ayuda en casos como éste. Pero ésta es la clase de idea que hay que tener: la idea estratégica. En una situación de debilidad, la única posibilidad de reversión de la situación de sumisión actual es la estrategia más que los manoteos y rencillas.

Devolverle un golpe a su marido es un forcejeo. Instalar una cámara oculta antes de que usted hable con su marido de su exceso en la bebida: es estrategia. Llamar a la policía es estrategia. Y en una situación peligrosa, la estrategia es su trabajo.

Por lo tanto, si su marido le robó algo que le pertenecía a usted, ¿usted se lo roba de vuelta para recuperarlo? ¿Qué sucede si se lo robó hace 50 años atrás? Recuperar lo robado mediante un robo es un forcejeo, no una estrategia.

Desde el momento en que usted tiene razón, es el trabajo del tribunal estar de su lado, y es su trabajo hacer que el trabajo del tribunal sea lo más fácil posible. Robarle para recuper lo suyo es un impulso natural y cuenta con el derecho moral - razón por la cual es una trampa peligrosa. No es su trabajo. Y ciertamente no facilita el trabajo del tribunal.

Por supuesto, la guerra cultural es un conflicto soberano y no hay tribunales de alzada [cámara de apelación] - sólo el Juicio de Dios, en el cual pondrá todo en orden - la ultima ratio regum.

Una defensa agresiva en una guerra cultural no es una idea estratégica mala porque le genera desagrado a cierto misterioso poder jerárquico. En este caso, no existe ese poder. La defensa agresiva es una mala estrategia por otras razones.

Es una mala estrategia porque vuelve al problema más difícil de resolver. Es una mala estrategia porque es una trampa y siempre es un asco caer en una trampa. Por favor no muerdan la carnada y pisen el cable. Por favor, den la vuelta y traten de salir de la trampera.

Si usted cuenta con energía limitada y un limitado número de posibles victorias, es importante focalizar su limitada energía en una clase de triunfos: un triunfo que haga a los próximos triunfos más fáciles. Por definición, estos son la clase de triunfos que aumentan su poder. Esos son los triunfos verdaderos.

Hay otra clase de "éxitos", triunfos que dilapidan su energía para adquirir algunos resultados que busca. Son llamados a vecer "victorias pírricas". Pirrus ganó el campo de batalla, pero luego de terminada la misma sus posibilidades de sumar nuevas victorias eran mínimas. Su "victoria" táctica fue una derrota estratégica.

Dentro de aquellos que creen que un niño por nacer es una vida humana, por supuesto, el resultado de prevenir un aborto es salvar una vida. Por lo tanto el resultado de esta victoria es salvar vidas.

Es un argumento pesado para presentar cuando se analiza una estrategia - pero esto es una guerra, en la cual las vidas se sopesan y así debe ser. La batalla es importante. Pero también lo es la guerra.

¿Y cuántas vidas va a, verdaderamente, salvar? ¿Realmente hay tantas mujeres en los EEUU que quieren practicarse un aborto y no tienen U$D 89 para pagar un ticket hasta Oakland? Vamos a ver caravanas de la muerte por aborto una detrás de otra como vemos los camiones de comida rápida y la línea de taxis a la salida de los aeropuertos de California. Una muchacha en problemas ni siquiera va a necesitar tener un turno reservado...ni siquiera tal vez tenga que salir del área del aeropuerto - las mayorías de las líneas aéreas podrán planificar salas de espera para aborteros on-demand, también expertos en masajes suecos...turismo abortivo está por tener un crecimiento exponencial...spas especializados en abortos...fiestas de bachellorettes por abortos...ceremonias de aborto para sincerar el género...aborto con delfines..."nuestra constitución", per John Adams, "fue hecha solamente para gente religiosa y con moral". ¿El punto que marca el ex presidente Adams no nos exige que exploremos con seriedad un nuevo pensamiento constitucional?


2. Si su marido la golpea, su trabajo no es hacer que su marido deje de golpearla.

Si su marido le golpea, él, probablemente, haga mal otras cosas. El problema es que usted no se enfoque solamente en una sola cosa por más grande que sea.

Su trabajo es (a) convertirlo en un marido diferente, (b) conseguir un marido diferente [otro marido], (c) tratar de no tener ningún marido en absoluto. Hablando en términos generales, (c) es más fácil que (b), (b) es más fácil que (a).

Que la golpee a usted no es el problema. Que la golpee a usted es evidencia del problema. Toda vez que un régimen abusa de sus súbditos, el abuso no es el problema.  Es la evidencia del problema. El problema es la malformación estructural en el régimen que provoca el abuso - y cómo esa malformación puede ser reparada. ¡Si es que pueda ser corregida! Y la mayoría de las veces...no se puede reparar.

La determinación del régimen de EEUU de pelear la guerra cultural - de usar el poder del estado y de los medios de comunicación para provocar la disrupción, en lugar de preservar las prácticas culturales que son de larga data y proteger las preferencias de la población las cuales constituyen en verdad su misión de servir y proteger - es evidencia de que los intereses del poder y los intereses de los súbditos no están alineados. Y si bien la alineación nunca es perfecta, desalineaciones serias pueden volverse peligrosas.  En estos casos una estrategia riesgosa para restablecer la alineación puede ser la más segura de las estrategias posibles. 

Desafortunadamente, desde el momento en que conservamos la soberanía, (c) o la anarquía, no es una opción. Entre la gente y el estado, no hay divorcio. Sólo hay recasamiento. Por lo tanto, si no existiere ningún camino realista para lograr (a), la única opción para una nación dañada es (b) - un marido diferente. O al menos, un nuevo pensamiento constitucional.


3. Si su marido la golpea, su trabajo no es resolver el problema usted misma.

En una situación literal de esposa golpeada, usted necesita aliados - fuerzas como los policías y los tribunales. ¿Cuáles aliados? Los aliados que usted necesita, así de simple, los aliados que pueda conseguir, aquellos cuyos esfuerzos puedan tener éxito dentro de las estrategias que puedan ser útiles para usted. Veamos un poco el panorama.

Los EEUU son un matrimonio de estados azules de elfos y estados rojos de hobbits. Los elfos viven aterrorizados de las horcas de los hobbits. Sólo pueden sobrevivir si gobiernan a los hobbits con mano de hierro - o al menos si inundan los cerebros de los hobbits de propaganda pro elfos - y mejor aún, ambas cosas.

Todo elfo sabe que los hobbits pueden de hecho echar a los elfos por la fuerza mañana. ¡Todas esas armas! Pero eso requeriría que los hobbits hicieran algo más que más hobbits.

Los hobbits sólo quiere hacer asado a la parrilla. Los hobbits sólo quieren que los gobiernen con sensatez, de una manera que tenga sentido para los hobbits, así ellos se pueden dedicar a hacer asados a la parrilla. Los hobbits tienen poco deseo de alcanzar el poder y ningún talento para ello, que es lo que hace que sea tan fácil para los elfos mandar. Y a los hobbits no les gusta - no en el fondo de su corazón - decirles a los elfos cómo deben vivir sus vidas.

¿Cómo puede ayudarnos entender esta geometría política de tal forma de que podamos armar una estrategia que le sirva a los hobbits? El problema es que los elfos no quieren que los hobbits les manden y los hobbits no tienen interés en gobernar a los elfos. Aún si los hobbits no fueran hobbits, y pudieran espontáneamente organizar la revolución hobbit, esta contradicción impidiría por sí sola la victoria.

(Los regímenes del SXX que pusieron a cargo del gobierno a hobbits existieron - esos son los regímenes "populistas" o incluso "fascistas". Esos regímenes tuvieron algunos triunfos parciales - no olvidemos que si bien un norteamericano fue el primer hombre en la tierra, fue el programa espacial alemán el que lo puso ahí - pero no podemos verlos como éxitos, y es claro que su inestabilidad de clase les hubiera permitido un lapso de vida limitado. A menudo los hobbits se cansan de gobernar y simplemente le devuelven el poder a los elfos. Ese camino parece menos prometedor que nunca antes, y en realidad nunca funcionó).

Los hobbits no necesitan estar a cargo. Los hobbits no quieren gobernar el mundo, no deberían querer gobernar el mundo y no pueden gobernar el mundo. Los hobbits ni siquiera necesitan ser gobernados por hobbits - sólo necesitan ser gobernados como hobbits. Gobernarlos como elfos, sin embargo, genera una cantidad significativa de irritación y en el mejor de los casos lo perciben como abuso a los hobbits.

Aún si tomaran el poder absoluto, los hobbits no pueden ganar - pronto perderían el poder absoluto acumulado. Para ganar, los hobbits deben hacer algo más duro y difícil que tomar el poder absoluto.  No necesitan tomar el poder absoluto; pero entonces, necesitan dar el poder abosluto.

Los hobbits pueden sólo ganar si toman el poder de un grupo de elfos, y luego dárselo a otro grupo de elfos. Llamemos a esos grupos altos elfos y elfos oscuros. Estos elfos oscuros son los aliados que los hobbits necesitan para tener un gobierno de la calidad que merecen.

Los hobbits siempre serán gobernados por los elfos. Pero necesitan ser gobernados por elfos que respeten a los hobbits (como así a los elfos, enanos y orcos). En caso contrario los Valar se ofenden. Valar no aprueban el abuso de hobbits. No es bueno ofender a Valar. 

Por lo tanto, la mejor estrategia para los hobbits para obtener un buen gobierno es dividir a los elfos - para capturar el absoluto poder sobre el estado, luego dárselo, delegando en un nuevo régimen designado para gobernar todos los homínidos de la Tierra Media con justicia y buena fe. El grupo de elfos que apoyen este régimen pro-hobbit, antes o después de su nacimiento, son los elfos oscuros.

Al igual que todo régimen concebible, el nuevo régimen estará profusamente cubierto por elfos en sus cuadros directivos; por definición, estos elfos serán elfos oscuros. (Una razón para publicar en forma anónima en la actualidad, y guardar las credenciales de uno como el más oscuro de los secretos, es que las mismas credenciales que pueden hacer que hoy te cuelguen  pueden ser prueba para participar en el próximo régimen. Cuanto antes, mejor, obviamente).

Es normal y está bien para los hobbits ser gobernados por los elfos. Lo que no es normal ni está bien para los hobbits es ser desgobernados por los elfos. Lo que sea que cause la epidemia de malos gobiernos, no es un problema de los hobbits. Es un problema de los elfos. Ergo, los hobbits deben trabajar con elfos para resolverlo. Juntos, podemos fraguar un nuevo pensamiento constitucional.



La guerra cultural de los elfos oscuros

Queridos hobbits: el primer problema que usted debe dejarnos a nosotros [los elfos oscuros] es la guerra cultural. Lo que usted está haciendo no funciona, ni para ustedes ni para nosotros. Hace más difícil el trabajo de ambos.

No sólo no debería hacer una agresiva defensa en la guerra cultural - en realidad, no debería hacer ninguna defensa. Ustedes deberían estar emprendiendo una ofensiva. No están preparados para dicha ofensiva y aquí estamos. Por lo tanto debería apoyarnos a nosotros mientras pasamos a la ofensiva. Porque, bueno, eso es lo que significa una alianza.

Antes de esta revolución, los hobbits y los elfos oscuros deberían tener nada que ver unos con los otros. El objetivo de los elfos oscuros es ganar la guerra cultural - pero no con el poder hobbit. De hecho, lo menos que un elfo oscuro huela a hobbit, mejor. Hágamosnos cargo de esto.

Los elfos oscuros no pueden ganar usando el poder coercitivo de los ejércitos de hobbits plebeyos; y no tienen poder coercitivo per se.  Su única forma de poder es subversiva. Luchan en subvertir y seducir a sus enemigos, los altos elfos.

La única guerra cultural que importa es la guerra cultural entre los elfos oscuros y los altos elfos. Esta guerra no se lleva adelante con bombas y balas, ni siquiera con leyes y jueces. Esta guerra se pelea en libros, y películas y juegos y poemas. ¡Sin embargo es una guerra salvaje!

El primer trabajo de los elfos oscuros es seducir a los altos elfos - llevar oscuras dudas a sus altas mentes doradas. Una vez que las semillas se vuelven árboles, el elfo se vuelve un elfo oscuro. Éste es, obviamente, el resultado óptimo del proceso de seducción.

Aún si sólo crecen pequeños de brotes de oscuridad, sólo arbustos de nihilismo, el alto elfo se debilita. Cede su convicción y energía. Y como dijo Napoleón: en cada batalla, la moral vale diez a uno sobre la parte física.

Los regímenes pueden ser derrocados de dos maneras: por otros o por ellos mismos. Las élites globales hoy en día son invulnerables a un poder externo coercitivo y pueden coaccionar cualquier poder coercitivo interno. Como en la URSS, sólo pueden derrocarse a sí mismos.

El imperio soviético no fue derrocado por ninguna fuerza secesionista centrífuga. Las tempranas rebeliones en las provincias de los extremos del imperio fueron reprimidas con facilidad. El imperio soviético fue derrocado por su propio líder, Mikhail Gorbachov, que tenía el mismo trabajo que Stalin - y por los cuadros de jóvenes oficiales que crecieron con el mismo Gorbachov.

El camino al futuro no era para ser recorrido por obreros y plebeyos; fue dirigido por una pequeña élite. Una vez que esa élite fue corrompida por las doctrinas occidentales, una vez que perdió su fe inquebrantable en el futuro socialista, la misma élite y el régimen que conducían estaban condenados.

El objetivo de los elfos oscuros es convertirse y permanecer influyentes en pequeños círculos; acumular prestigio, un prestigio secreto que es más tangible si es secreto; al final, crear células y redes de personas que, en forma invisible, puedan adelantar las carreras de los elfos oscuros - un método probado como efectivo por los masones en diferentes períodos y países.

Y si ninguna de estos carbonarios existiera - y si existen, ¿quién puede saberlo? - las suaves olas de nuevos pensamientos que bañan a los altos elfos, que empiezan a mojar sus tobillos enfundados en zoquetes de seda, pueden hacer su propio trabajo. Gorbachov no fue parte de ninguna conspiración intelectual; tampoco Luis XVI. Y sin embargo ambos, seducidos por una nueva y brillante filosofía, llevaron a ambos propios regímenes al derrocamiento - la máxima victoria subversiva. Aún las mínimas sombras de la duda debilitan a un estado.

Como disidente, ganar la guerra cultural significa establecer la dominación cultural, que significa ponerse de moda. La cultura es la autopista del poder, pero su golpe de estado hobbit va a salir mejor si tiene una sólida quinta columna dentro de la clase dominate [élfica] - y cuadros enteros de elfos oscuros en la clandestinidad que pueden emerger para gobernar el futuro.

Hacer que las ideas disidentes se pongan de moda, no es necesario "volverlas chirle". Justo lo opuesto - es necesario hacerlas más atrevidas, más aterradoras y hermosas, más audaces y transgresoras, más sorprendentes y deliciosas. La estrategia del elfo oscuro es seducir altos elfos en perder la fe en sus propias prestigiosas instituciones - para mostrarles algo que les atraiga aún más [que la moda que actualmente siguen] - al pintarles un extraordinario y totalmente diferente futuro como una obra de arte.

La transgresión de moda, no con bombas ni balas, ni siquiera leyes, es una ofensiva en la guerra cultura. Al extralimitarse con todas estas cosas locas, por llevar a los medios masivos de comunicación y volverse mainstream las ideas que eran chics desde 1972 a 2022, los altos elfos se han vuelto extraordinariamente vulnerables a una ofensiva. Pero nada puede suplantar una mala ejecución.


Así que no lo hagan

No hace falta decir que Dobbs vs Jackson - el Brexit norteamericano, el legítimo pináculo de lo que parecía un objetivo político quijotesco - es lo absolutamente opuesto de una victoria en la arena élfica de dominación memética.

En cambio - al afirmar poder sobre los cuerpos físicos de los elfos, que siguen siendo elfos aún si viven en un estado hobbit - Dobbs les hacer recordar lo que es más importante en política: la distinción entre amigo y enemigo.  ¡Los elfos unidos son más fuertes! Los olorosos hobbits debe ser derrotados a cualquier coso. Lo único peor que un traidor elfo oscuro que simpatiza con los horribles, sucios, peligrosos hobbits. Estos traidores deben ser perseguidos, encontrados y castigados.

Y entonces esa tía vieja que estaba demasiado entrada en copas para ir a votar a mitad de término, y que de todas formas se sentía azul [demócrata] desde que en el mes pasado su convertidor catalítico de su Lexus consiguió que le hicieran una mejora...ella esta vez sí va a ir a votar - dejará su merlot en la heladera, llenará una pila entera de boletas electorales para meter en el correo en nombre de todos sus compañeros de geriátrico - y tomará chardonnay todos los días después. Porque el deber de proteger a las mujeres se ejerce una vez al año...¿O era cada dos años...?

Queridos hobbits: ¿Qué es lo que nosotros los elfos oscuros podemos hacer por ustedes? Los podemos llevar a victorias que sean verdaderas victorias. Les podemos ayudar a crear un ejército hobbit que esté listo para gobernar, que sienta que tiene el derecho de gobernar  - que la verdad sea dicha, tiene el derecho de gobernar. No podemos ayudarlos hasta que ustedes no dejen de responder los forcejeos en forma instintiva y empiecen a pelear en forma estratégica. 


"A mi siempre me toca perder...".


* * *

Nota final de la traductora:

Algunas ideas luego de leer el texto. No sé si quiero confiarle el destino de la nación a más elfos, negros, blancos y violetas con pintitas fucsia. 

Por un lado es cierto que los regímenes los piensan un grupo de personas y no la totalidad del "pueblo", lo que esto signifique. Aún así...

Nosotros ya vivimos esto de una élite que quiso reemplazar a otra. Lo vivimos en los '70 donde un grupo de nenes bien quisieron gobernar el país en lugar de los nenes bien que ya lo gobernaban. Se llenaron la boca diciendo que lo hacían en nombre del pueblo y para que el pueblo estuviera mejor. No sucedió.

Es más, 50 años después gran parte de esos elfos oscuros, o al menos una porción de aquellos que sí sobrevivieron, integraron e integran la nomenklatura de nuestra nación, y francamente, no se ve ninguna mejora para nosotros, los hobbits. De hecho estos elfos son peores que los otros elfos. Más cipayos (jamás pensamos que eso fuera posible), empobreciéndonos más, y siendo menos dueños de nuestro destino.

Hay algo que el autor sólo dice al final: para un elfo no hay nada mejor que otro elfo.  Y los elfos oscuros son solamente los elfos que se quedaron afuera de la repartija de cargos para entrar a la nomenklatura. Les es terriblemente fácil darnos la espalda.

Dicho todo esto, hay varias ideas muy interesantes. La principal a mis ojos: esto es estratégico, y es una guerra de largo aliento. Y esto es lo que tenemos que entender. Gracias por el dato, Yarvin.


* * *


Versión Original:


You can only lose the culture war

"The only possible reversal must come from strategy, rather than struggle."


The customary color-coding of the culture war is boring. Let’s get Tolkien-pilled and talk not about red and blue, but hobbits and elves. (While not forgetting the fact that for the two centuries before 1980 or so, red—the color of anger—was the color of the left.)

We know who are the hobbits and who are the elves. We know who is on top and who is on the bottom. (Of dwarves and orcs, we shall not speak.) We know what the elves want: they want to live beautiful lives. We know what the hobbits want: they want to grill and raise kids.

Dear hobbits: you can only lose the culture war. Even when elves use political power to impose elf culture on you, you cannot use political power to impose hobbit culture on elves.

I mean, sometimes (rarely) you can. It never works out well. I suppose that in theory you could massacre all the elves. You don’t seem up for that in practice. As an elf… I have to regard that as a good thing. But it leaves you, dear hobbits, in a real bind.

If there was a way to impose hobbit culture only on hobbits, there might be a case. But our country is not configured to support separate rules for elves and hobbits. If it was, it would be a different country. Maybe a better country—but it isn’t.

The only way to impose hobbit culture is to impose it on everyone—including elves. Elves do not like to be told what to do by hobbits. Even advice makes elves mad. It is outrageous and disrespectful. And when hobbits coerce elves… utterly unacceptable. Even if any such coercion is only symbolic, it is a profound violation of elven rights. Your elf will not just be mad—he will explode—wronged in every fiber of his being.

But surely this is good? At least if you’re a hobbit? Isn’t anything that makes your enemy mad inherently good? If you’re taking flak, aren’t you over the target? Here is the difference between overdog and underdog.

For the overdog, it is often useful, tactically and/or strategically, useful to make the underdog mad. For the underdog, it is almost never useful to make the overdog mad.

To hobbits, this tactic of provoking the elves seems effective because they learned it from their own enemy—for whom it is effective. Of course the natural instinct of the underdog is to copy the overdog. There are many tactics that are good for goose or gander. But there is no symmetry. Alas, many moves are made only for the goose.

For the overdog, making the underdog mad is an excellent tactic—it is a way to induce “fear biting,” a violent response to nonviolent abuse. Observed casually, this creates a superficial narrative in which the underdog looks like the instigator. Self-flattering narratives are often built out of casual self-observation. You actually believe your own victim narrative, even when you bullied the underdog into a corner; he desperately nipped at you; then you methodically tore his throat out. In fact, you’d like to file a police report… you may be suing his estate… you’re not usually one to litigate, but…

For the underdog, making the overdog mad makes the overdog more powerful and dangerous to you, the underdog. You do not want your overdog to become more powerful and dangerous. You want him to become more apathetic and unguarded.

One crucial strategic asset of any underdog effort is that, while smaller and weaker, the underdog has more energy, determination and focus. He has no room for giving his enemy such a gift. When the underdog defeats the overdog, it is by ambush with minimal warning from a position of local, temporary and opportunistic superiority.

For the overdog, who has a healthy surplus of power over the underdog, there can be plenty of tactical reasons for sacrificing some of this buffer. For the underdog, who has a deficit of power, any such spending is almost certainly improvident.

Moreover, when hobbits try to take revenge on elves at large, or even worse when they actually succeed, they are damaging a resource they do not even know they have. There may even be some elves—the dark elves—who are actually on the hobbits’ side.

Naturally, being traitors and all, these dark elves keep a low profile. But culturally, they are still totally elves and into, like, “art films” and stuff. Any attack on elves in general weakens and demoralizes this important fifth column. What are they useful for, these dark elves? See below.

And of course, if you try to impose hobbit culture and lose, you are just funny—like one of the stock bumpkins Shakespeare used to savagely mock peasants. Losing is never a good look, especially if you lose while trying to do something impertinent.

You can only lose the culture war. If you lose, you lose. If you win—you really lose.

Strategy for a battered nation

Power in America is a marriage of elves and hobbits and always will be. We all know who the wife is. Hobbits: try thinking of your culture and society as a battered wife.

Your job, when you are a battered wife, is to get out of the situation. To escape, it is sufficient to know what your job isn’t. Most people who do not escape fail to escape because they are doing some other job, which is not their job. Here are three simple lemmas which may help you get out of these kinds of false, deceptively appealing jobs.

1: If your husband hits you, your job is not to hit him back.

Winning a battle in the culture war—as in today’s Current Thing, the repeal of Roe v. Wade—is not like leaving your abusive husband. It is certainly not like finding a new husband. No—it is like hitting your husband back.

0% of domestic-violence educators recommend this strategy—at least not till it is time for Plan E and your actual murder feels imminent. In which case it will probably not work anyway. But why not try.

On the level of physical violence, your husband—a bear of a man—will always prevail. But the cops can easily hogtie him like an animal. If they want, they can make it hurt. If you are thinking like a general, not like a frightened mouse, you reason backward from the assistance of such allies.

Unfortunately, there is only one United Nations, and that one is not much help to such battered ones as we—but this is a type of idea—the strategic idea. In a situation of weakness, the only possible reversal must come from strategy rather than struggle.

Hitting your husband back is struggle. Setting a hidden camera before you talk to your husband about his drinking is strategy. Calling the cops is strategy. And in a dangerous situation, strategy is your job.

So if your husband stole something that belonged to you—do you steal it back? What if he literally stole it 50 years ago? Stealing it back is struggle, not strategy.

Since you are in the right, it is the court’s job to be on your side, and it is your job to make the court’s job as easy as possible. Stealing it back is your natural impulse and your moral right—which is exactly why it is such a dangerous trap. It is not your job. And it certainly does not make the court’s job easy.

Of course, the culture war is a sovereign conflict and there is no court to appeal to—only God’s court, in which might makes right—the ultima ratio regum.

Aggressive defense in a culture war is not a bad strategic idea because it displeases some mysterious higher power. In this case, there is no such power. Aggressive defense is a bad strategic idea for other reasons.

It is a bad strategic idea because it makes the problem harder to solve. It is a bad strategy because it is a trap and it always sucks to fall in a trap. Please do not bite at the bait and trip into the wire. Please circle back and try to get behind the trapper.

If you have limited energy and a limited number of possible wins, it is important to focus your limited energy on one kind of win: wins that make future wins easier. By definition, these are the kinds of wins that augment your power. These are real wins.

There is another kind of “win,” wins which expend your power in order to achieve some result you want. These are sometimes called “Pyrrhic victories.” Pyrrhus took the battlefield, but after the battle his chances of winning were reduced. His tactical “victory” was a strategic defeat.

Among those who believe that an unborn baby is a human life, of course, the result of preventing an abortion is saving a life. So the results of this win are lives saved.

This is a weighty argument to set against strategy—but this is war, in which such weights are often balanced, and must be. The battle is important. So is the war.

And how many such lives, really, are saved? Are there really that many American women who want to get an abortion, but can’t afford an $89 ticket to Oakland? We’ll see mobile abortion death vans lined up like taco trucks at the taxi stands outside all major California airports. A girl in trouble won’t even need a reservation… she may not even need to exit the secure area—major airlines now planning to staff their executive lounges with on-demand abortionists, also expert in Swedish massage… abortion tourism as a whole will blossom... specialized abortion spas… abortion bachelorette parties… abortion gender-reveal ceremonies… abortion with dolphins… “our constitution,” per John Adams, “was made only for a moral and religious people.” Does not Pres. Adams’ data point argue strongly for a new constitutional thinking?

2: If your husband hits you, your job is not to get him to stop hitting you.

If you husband hits you, he probably does a lot of other things wrong too. You don’t just want to focus on this one big thing.

Your job is to either (a) turn him into a different husband, (b) get a different husband, or (c) try having no husband at all. Generally speaking, (c) is easier than (b), and (b) is easier than (a).

Beating you is not the problem. Beating you is evidence of the problem. Whenever a regime abuses its subjects, the abuse is not the problem. It is evidence of the problem. The problem is whatever structural malformation in the regime causes this abuse—and how this malformation can be repaired. If it can be repaired! And often… it can’t.

The determination of the American regime to fight a culture war—to use the power of the state and the media to disrupt, rather than preserve, the longstanding historical cultural practices and preferences of the populations it is their mission to serve and protect—is evidence that the interests of power and its subjects are not well-aligned. While this alignment is never perfect, serious misalignments can be very dangerous. And even a risky strategy for restoring alignment can be the safest available strategy.

Unfortunately, since sovereignty is conserved, (c) or anarchy is not an option. Between people and state, there is no divorce—only remarriage. Therefore, if there seems to be no realistic path to (a), the only option for a battered nation is (b)—a different husband. Or at least, a new constitutional thinking.

3: If your husband hits you, your job is not to solve the problem by yourself.

In the literal battered-wife situation, you need allies—forces like cops and courts. What allies? The allies you need are, quite simply, the allies you can get—whose efforts can succeed within a strategy that works for you. Let us review the landscape.

America is a political marriage of blue-state elves and red-state hobbits. The elves are terrified of the hobbits’ pitchforks. They can only survive by ruling the hobbits with an iron hand—or at least, by inundating the hobbits’ brains with pro-elf propaganda—or better yet, both.

Any elf knows that the hobbits could indeed overthrow the elves by force tomorrow. All those guns! But that would require hobbits to be something other than hobbits.

Hobbits just want to grill. Hobbits just want to be governed sensibly, in a way that makes sense to hobbits, so that they can just grill. Hobbits have little desire for power and no great talent for it, which is what makes them so easy for the elves to rule. And hobbits are not—not in their hearts—into telling elves how to live their lives.

How does an understanding of this political geometry help us craft a strategy that works for hobbits? The problem is that elves do not want to be ruled by hobbits, and hobbits do not want to rule elves. Even if the hobbits were not hobbits and so could spontaneously organize a hobbit revolution, this contradiction would prevent victory.

(20th-century regimes that put hobbits in charge existed—these are the “populist” or even “fascist” regimes. These regimes scored some wins—let’s not forget that while an American was the first man on the moon, it was the German space program that put him there—but we cannot regard them as a success, and it is clear that their class instability would have left them with a limited lifespan. Often the hobbits got tired of ruling and simply gave power back to the elves. This path seems less promising than ever, and it never really worked.)

Hobbits do not need to be in charge. Hobbits do not want to rule the world, should not want to rule the world, and could not rule the world. Hobbits do not even need to be governed by hobbits—they just need to be governed as hobbits. Governing them as elves, though, generates significant irritation and is best regarded as hobbit abuse.

Even by taking absolute power, the hobbits cannot win—they would soon lose it. To win, hobbits have to do something harder than taking absolute power. They do need to take absolute power; but then, they need to give absolute power.

The hobbits can only win by taking power from one group of elves, then giving it to another group of elves. Let’s call these groups the high elves and the dark elves. These dark elves are the allies hobbits need to get the quality of government they deserve.

Hobbits will always be governed by elves. But they need to be governed by elves who respect hobbits (as well as elves, dwarves and orcs). Otherwise, the Valar are offended. The Valar do not approve of hobbit abuse. It’s really not good to offend the Valar.

Therefore, the best strategy for hobbits to get good government is to split the elves—to capture absolute power over the state, then give it away, delegating it to a new regime designed to govern all the hominids of Middle-Earth fairly and faithfully. The set of elves who support any pro-hobbit regime, before or after its birth, are the dark elves.

Like any conceivable regime, the new regime will be largely staffed with elves; by definition, these elves will be dark elves. (One reason to anonymously shitpost today, keeping one’s credentials the darkest of secrets, is that the same credentials which can hang you today can also prove to a future regime when you came to your senses. Earlier, obviously, is better.)

It is normal and fine for hobbits to be ruled by elves. What is not normal or fine is for hobbits to be misruled by elves. Whatever causes this epidemic of misrule, it is not a hobbit problem. It is an elf problem. Ergo, hobbits must work with elves to solve it. Together, we can forge a new constitutional thinking.

The culture war of the dark elves

Dear hobbits: the first problem you need to leave to us is the culture war. What you’re doing here isn’t working, either for you or for us. It’s making both of our jobs harder.

Not only should you not be playing aggressive defense in the culture war—arguably, you shouldn’t be playing defense at all. You should be playing offense. You are not equipped to play offense and we are. So you should support us in playing offense. Because, like, this is what an alliance means.

Before this revolution, hobbits and dark elves should have nothing to do with other. The goal of the dark elves is to win the culture war—but not with hobbit power. In fact, the less a dark elf smells like a hobbit, the better. Just let us take care of it.

The dark elves cannot win by using the coercive power of the hobbit peasant armies; and they have no coercive power of their own. Their only form of power is subversive. They fight by subverting and seducing their enemies, the high elves.

The only culture war that matters is the culture war between the dark elves and the high elves. This war is not fought with bombs and bullets, or even laws and judges. This war is fought with books and films and plays and poems. It is still a savage war!

The first job of the dark elves is to seduce the high elves—to sow acorns of dark doubt in their high golden minds. Once these seeds become trees, the elf becomes a dark elf. This is obviously the optimal outcome of the seduction process.

Yet even if only little saplings of darkness grow, mere shrubs and bushes of nihilism, the high elf is weakened. His conviction and energy flag. And as Napoleon said: in any battle, the moral is to the physical as ten to one.

Regimes are overthrown in two ways: by others, or by themselves. Today’s global elites are invulnerable to any external coercive power and can coerce any internal coercive power. Like the USSR, they can only overthrow themselves.

The Soviet empire was not overthrown by any centrifugal, secessionist force. Earlier rebellions in the outer provinces were suppressed easily. The Soviet empire was overthrown by its own leader, Mikhail Gorbachev, who had the same job as Stalin—and by the cadre of young officials who had come up with Gorbachev.

The path to the future did not run through the workers and peasants; it ran through this small elite. Once this elite was corrupted with Western doctrines, once it lost its unswerving faith in the socialist future, it and the regime it powered were doomed.

The goal of the dark elves is to become and remain influential in narrow circles; to accumulate prestige, a secret prestige which is more tangible because it is secret; ultimately, to create cells and networks which can invisibly advance dark-elf careers—a method tested by the Freemasons in many countries and periods.

And even if none of this carbonarism exists—and if it did, would you know?—the gentle waves of new thought that wash over the high-elves’ shoes, that are starting to lick even at their silk-socked ankles, can do their own work. Gorbachev was not part of any intellectual conspiracy; nor was Louis XVI. And yet both, seduced by new and shiny philosophies, brought their own regimes down—the ultimate subversive win. Even hints of doubt weaken the state.

As a dissident, winning the culture war means establishing cultural dominance, which means becoming fashionable. Culture is still downstream from power, but your hobbit coup will go way better if you have a beefy fifth column within the elf ruling class—and a hidden cadre of dark elves who can emerge to rule the future.

To make dissident ideas more fashionable, it is not necessary to “water them down.” Just the opposite—it is necessary to make them more daring, more frightening and beautiful, more audacious and transgressive, more surprising and delightful. The strategy of the dark elf is to seduce the ruling high elves into losing faith in their own prestigious institutions—by showing them something that attracts them more—by painting a picture of an amazing and totally different future as a work of art.

Fashionable transgression, not bombs or bullets or even laws, is offense in the culture war. By overreaching with all this crazy stuff, by mainstreaming the chic ideas of 1972 in 2022, the high elves have left themselves extraordinarily vulnerable to an offensive. But nothing can make up for bad execution.

So don’t do that

Needless to say, Dobbs v. Jackson—the American Brexit, the legitimate pinnacle of what long seemed an utterly quixotic political goal—is the absolute opposite of a victory in this elven arena of memetic dominance.

Instead—by asserting power over the physical bodies of elves, who are still elves even if they happen to live in a hobbit state—Dobbs reminds them of what is most important in politics: the friend-enemy distinction. Elf together strong! Smelly hobbits must be defeated, at any cost. The only thing worse is traitorous dark elves who sympathize with nasty dirty dangerous hobbits. These traitors will be hunted, found and punished.

And that one wine aunt who would have been too blotto to vote in the midterms, and who anyway was feeling kind of blue since last month when the catalytic converter on her Lexus got a quick D&C with an angle-grinder (who would do a thing like that?)… she’ll be there—leaving her merlot in the fridge, filling out a stack of mail-in ballots down at the nursing home—boxed chardonnay is delightful every day. But the duty to protect women comes only once every year or two…

Dear hobbits: what can we dark elves do for you? We can lead you to victories which are actual victories. We can help you build a hobbit army which is ready to rule, which even feels the right to rule—which even has the right to rule. We cannot help you until are ready to stop struggling reflexively, and start fighting strategically.

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