LAS SIETE BANDERAS DEL OPERATIVO CÓNDOR A MALVINAS


Las siete banderas de los cóndores y los siete fuegos del primer peronismo. La desperonización y la desmalvinización

Autora: María Sofía Vassallo [1]

Homenaje al Operativo Cóndor: Las banderas que volvieron de Malvinas

Discurso de la Prof. Vassallo en el Senado de la Nación
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En este momento crucial de la historia argentina, mientras miles de compatriotas libran su batalla diaria por su subsistencia y la de sus familias y cuesta ver la luz al final del túnel, celebro esta oportunidad de recordar, junto a dos de sus protagonistas, un acto de insubordinación nacional realizado en nombre de la juventud y el pueblo argentino, contra y a pesar de los designios del gobierno de facto de turno, que nos invita a recordar lo que los argentinos fuimos, lo que somos y lo que podemos ser. 



El Operativo Cóndor se realiza en simultáneo a la presentación de la cuestión Malvinas   del canciller argentino Nicanor Costa Méndez ante la Asamblea de las Naciones Unidas y a la visita oficial en el país de Felipe de Edimburgo, príncipe consorte del Reino Unido de Gran Bretaña, con quien el presidente de facto Juan Carlos Onganía tenía programado un partido de polo. Es una acción directa, realizada sin pedir permiso, de prepo, que expresa la ruptura de la deferencia con la dictadura y con los invasores, un hecho político de la Resistencia Peronista de fuerte impacto. En las disputas actuales por la memoria de Malvinas es un acontecimiento importante que pone en evidencia que la causa Malvinas no empieza con Galtieri y la dictadura y nos ayuda a pensar la desperonización y la desmalvinización como dos procesos consecutivos y complementarios destinados a neutralizar la acción y la voluntad popular y restaurar la deferencia.  

Es oportuno evocar un antecedente fundamental de las siete banderas de los cóndores, los siete fuegos del primer peronismo, la procesión nacional de la Llama de la Argentinidad creada por el presidente Juan Domingo Perón en 1948, como parte de los preparativos del Centenario de San Martín que se celebra en 1950. La Llama de la Argentinidad estaba representada por siete lámparas que son llevadas hasta siete capitales de provincias argentinas. Son encendidas el 11 de agosto por el presidente Perón con el fuego sanmartiniano tomado de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires (que alberga los restos mortales del General San Martín y el soldado desconocido de la independencia). Da lugar a múltiples ceremonias políticas rituales propias de la reafirmación de la identidad nacional en todo el territorio argentino. En cada ciudad, la llama, transportada en carrozas, es recibida con grandes actos públicos con participación de las escuelas, los sindicatos, las organizaciones sociales, la policía, los bomberos, las fuerzas armadas. Las ceremonias son presididas por las autoridades locales, civiles, militares y religiosas.


La Llama de la Argentinidad opera fuertemente en la dimensión simbólica y expresa la voluntad del estado de unir a los argentinos a partir de una tradición histórica y un proyecto común. Las siete Llamas peregrinas de la Argentinidad recuperan el antiguo símbolo del fuego como orientador, iluminador y purificador, el siete, en tanto representación de la totalidad, del cosmos nacional y promueven la institucionalización de nuevos rituales del culto patriótico en todo el territorio nacional, en homenaje al General José de San Martín, constituido héroe fundador de la Argentina, “el Padre de la Patria”, la figura central del panteón nacional, que trasciende los conflictos y las diferencias. Esta extraordinaria movilización representa, además, la reivindicación oficial de la identidad argentina y americana, constituida, desde los orígenes en la lucha contra los británicos y otras potencias extranjeras (por eso el fuego se enciende el 11 de agosto de 1948 en la víspera del aniversario de la Reconquista de Buenos Aires tras la primera invasión inglesa en 1806).  

A Ushuaia llegaron dos lámparas, una para la Antártida Argentina y otra para las Islas Malvinas. La lámpara destinada a la Antártida se instala en el destacamento argentino de la isla Decepción (inaugurado a comienzos de 1948). En octubre de ese año, el presidente crea la Comisión Nacional que tenía a su cargo trasladar la llama votiva a las Islas Malvinas y dispuso que continuara en funciones hasta tanto pudiera cumplir esta misión. El envío de una llama para Malvinas y otra para la Antártida no es un hecho menor, se inscribe dentro del proyecto político de integración, unidad nacional y recuperación de la soberanía en sus distintas dimensiones, territorial, política, económica y cultural, efectivamente realizado. Al mismo tiempo en que se reivindica a Malvinas como causa nacional, comienza el desarrollo de una conciencia popular marítima y antártica, estrechamente articuladas entre sí, que se sintetiza con claridad en el primer mapa bicontinental de la República Argentina.

A partir del derrocamiento del presidente Perón en 1955 se pone en marcha el proceso que se propone la desperonización de la sociedad argentina que se inicia con la persecución de los peronistas, la prohibición y la destrucción de sus símbolos y obras, (el fuego sanmartiniano es apagado y las lámparas son desaparecidas), la derogación de la Constitución Nacional de 1949 y la proscripción que se mantiene durante dieciocho años.


A partir del golpe de 1976, el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional intenta materialmente borrar la indisciplina y la insubordinación argentina como atributo constitutivo de la configuración cultural nacional. Es, paradójicamente, en este marco que la Junta Militar, encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri, encara la recuperación de las islas Malvinas que, contra y a pesar suyo, actualiza la causa de la defensa de la soberanía y la ruptura de la deferencia con Gran Bretaña y las grandes potencias. La rebeldía del pueblo argentino, expresada con desmesura en Perón y el peronismo, emerge revitalizada en abril de 1982. Es la pesadilla de los británicos que se expresa en la prensa inglesa. El 5 de abril, The Express publica una imagen de Perón y Evita con el epígrafe “los fantasmas arrogantes nacionalistas de Perón sobreviven”. El 11 de abril, Sunday People titula “Muerte a la Marina Real gritan las pandillas de Evita”. El 15 de junio, ya confirmada la capitulación del general Menéndez, los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos se preocupan por proteger a Galtieri de “las hordas peronistas en las calles”.


La recuperación de las islas Malvinas encarada por la Junta militar activa, involuntariamente, valores compartidos por argentinos de distintas tradiciones políticas, clases sociales y regiones geográficas, los re-únen. Son valores movilizan haceres, defender lo que se sabe propio, recuperar la calle y la plaza, pronunciarse. La actualización de la tradición histórica en la acción popular es la que convierte la mezquina maniobra de un dictador en una misión colectiva anticolonial, con un gran potencial movilizador. Los británicos lo advierten de inmediato y actúan en consecuencia. En la entrevista del 5 abril de 1982, declara la primer ministra, “si este tiene éxito, habrá otros ejemplos en otro lugar”. Sin eufemismos, Winston Churchill (nieto), periodista y político, afirma que “a los argentinos hay que revolcarlos en la humillación para que nunca jamás piensen en pretender territorio británico”. El 13 de junio en el Daily Mirror, dice Woodrow Wyatt, uno de los voceros de Margaret Thatcher, que hay que lograr que “hasta los niños no vuelvan a pensar más en las Falklands, imponiéndoles el pago de esta loca aventura”.

Así es que, en estos cuarenta años, nos han querido avergonzar del estallido patrio que se produce a partir del 2 de abril de 1982 en los campos de batalla y el continente. Incluso nos han querido  robar los héroes, convertirlos en víctimas. Eso es la desmalvinización, desactivar las pasiones, pensamientos y acciones en torno a la causa Malvinas, despojar la guerra de su dimensión heroica y patriótica para neutralizarla como factor de movilización popular en la lucha anticolonial (así la definen Julio Cardoso, el fundador del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús y Fernando Cangiano, veterano de guerra y sicólogo). De esta manera, se descontextualiza el conflicto bélico de 1982, de la historia larga de la Argentina, de los casi dos siglos de luchas emancipatorias, se lo encapsula y reduce a Galtieri y a la dictadura. La operación central es el desplazamiento de la identificación del adversario: si los combatientes argentinos son víctimas de la dictadura, el enemigo principal no son los ingleses invasores, sino los oficiales argentinos y esto conlleva la invisibilización de los crímenes de guerra británicos. Recordemos que Gran Bretaña construyó su imperio a partir de la eficaz fórmula “divide y reinarás”. Los británicos han desarrollado por siglos estrategias para debilitar a los pueblos y neutralizar el poder de las naciones para rebelarse contra ellos, los invasores. Son expertos en agudizar los conflictos internos, en hacernos pelear entre nosotros, para que saquemos el foco de los verdaderos problemas y de los verdaderos enemigos de Nuestra América Latina (una unidad cultural, geográfica e histórica, artificialmente dividida, compartimos la lengua, la religión, tenemos los mismos enemigos, problemas y desafíos comunes). Así lo entendieron las primeras organizaciones de ex soldados combatientes en la inmediata posguerra y lo sintetizaron en la consigna: “Volveremos a Malvinas, de la mano de América Latina”.


Como lo han denunciado varios pensadores nacionales a lo largo de nuestra historia, Malvinas es un tema crucial porque es la parte visible de un sistema de dominación invisible. Mientras estamos nosotros hoy acá en esta charla en el Senado de la Nación, ahora mismo, a mil novecientos kilómetros al sur, los británicos tienen sus poderosas bases militares en Malvinas, que constituyen una amenaza para la Argentina y para toda América del Sur. Desde Malvinas ocupan, controlan y explotan la tercera parte de nuestro territorio, que incluye también nuestro mar, y usurpan nuestros recursos naturales. Es como tener la tercera parte de la casa ocupada y a los usurpadores, usándote el baño, disponiendo de tus ahorros y lo que tenés en la heladera y la alacena de la cocina. Esa es la parte visible de la dominación colonial: hay una fuerza militar extranjera en nuestro territorio. Pero hay otra parte invisible que la hace posible, que opera a nivel simbólico, en el plano de los valores y las ideas, del sentido común, de la cultura. La disputa por el poder sobre las cosas, los territorios, los recursos naturales, los grupos sociales, las naciones, se articula con la lucha por la visión del mundo que habilita y justifica determinadas relaciones de dominación. Con el nombre de poder blando se designa a la capacidad de un estado de obtener lo que quiere atrayendo y persuadiendo a otros para que asuman como propios sus objetivos. Gran Bretaña es la potencia imperial que mejor ha desarrollado el ejercicio del poder blando sobre sus colonias y semicolonias. Como explica Frantz Fanon, “uno de los secretos de la dominación colonial es entrenar al colonizado a pensarse y verse a sí mismo a través de los ojos del colonizador”. Por eso entendemos que es fundamental la batalla cultural, podemos decir que es la madre de todas las batallas y que una disputa central por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas se libra en las mentes y los corazones de los argentinos.

Durante los últimos cuarenta años, desde adentro y desde afuera de nuestro país, nos han querido convencer de que ya está, que las Malvinas son apenas dos islitas, que no tiene sentido tratar de recuperarlas, que hay que abandonar la causa de la defensa de la soberanía, que esto es lo que nos toca en el sistema de poder mundial y que no podemos hacer nada para revertirlo, que en este mundo global ya no importan los países y las fronteras, que para ser un exitoso ciudadano del mundo tenés que renegar de tu tierra y tu gente. Se ha promovido la resignación, la aceptación de la ocupación extranjera de la tercera parte de nuestro territorio, a partir de los que Francisco Pestanha llama el designio fatal de la impotencia nacional frente a las agresiones coloniales. César Trejo, veterano de guerra, director del Observatorio Malvinas, parafrasea con frecuencia la definición de Sun Tzu de que los mejores generales no son los que ganan todas las batallas sino los que convencen a los rivales de que no tiene sentido pelear.

Así como en la vida personal, si te convencen de que no podés, no sabés, no tenés, no sos, seguro no vas poder, saber, tener, ni ser por vos mismo y quedás atrapado como objeto de la voluntad de otro; lo mismo pasa en la vida de las naciones. Nos quieren convencer de que ya está, ya fue, perdimos, que los argentinos no podemos recuperar lo que nos pertenece. La guerra no es el camino; pero reparar la injusticia de la usurpación del territorio y de la expoliación de los recursos naturales está directamente ligado a la solución de una parte importante de los principales problemas nacionales actuales (como el hambre, la desnutrición y la falta de trabajo de muchos compatriotas). Frente a dirigentes políticos, intelectuales, que promueven desnaturalizar la consigna: “las Malvinas son argentinas”, nosotros estamos convencidos de que lo que hay que desnaturalizar es la dominación colonial.

Por eso es tan importante recordar los actos rebeldes, heroicos de nuestros compatriotas, a lo largo de nuestra historia y escuchar a los protagonistas que tenemos vivos, como estamos haciendo hoy acá. Estos héroes surgidos de entre el común de los mortales, hijos de nuestro pueblo, producen admiración, respeto, afecto e identificación, orientan concepciones y acciones. No se trata aquí de héroes mitológicos o literarios, sino de héroes históricos que traccionan el curso de la vida en común y encarnan, en sus actos heroicos, la esperanza de la comunidad nacional acerca de su propia capacidad para rebelarse contra los invasores y realizar un proyecto soberano. Necesitamos redescubrir quiénes somos, recuperar la confianza y la esperanza en lo que los argentinos podemos lograr juntos. La consigna Malvinas nos une es tan buena y eficaz; porque es verdad.

Mal que les pese a algunos, Argentina tiene héroes, muchos caminan  entre nosotros y otros yacen en el suelo malvinero y en el Atlántico sur ejerciendo soberanía con sus cuerpos y con su sangre. Hace cuarenta años ellos lo dieron todo. Hoy nos toca a nosotros asumir un rol protagónico en la batalla cultural por la soberanía para contribuir a volver a poner a la Argentina de pie.




[1] María Sofía Vassallo es Doctora en Ciencias Sociales (UBA) y Magister en Análisis del Discurso (UBA), investigadora del Observatorio Malvinas (UNLa), del Instituto de Investigación y Experimentación en Arte y Crítica (UNA) y del Instituto de Investigaciones y Documentación Histórica del Peronismo (UNLaM).


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