INDEPENDENCIA

 

Por mandato de la agenda 2030 quieren bajar los crucifijos, olvidar la historia y el origen de la patria.

Autor: Juan Martín Perkins  


El 6 de julio de 1826, el presidente Bernardino Rivadavia ordenó que el 9 de julio se conmemorase junto al 25 de mayo. 

Celebrando las dos fiestas conjuntamente, Rivadavia declaró que buscaba provocar menos perjuicios a la industria y al comercio.


Don Juan Manuel de Rosas, contradijo a Rivadavia y mediante decreto promulgado el 11 de junio de 1835, estableció que la celebración del día de la independencia debía hacerse el 9 de julio con los mismos preceptos del 25 de mayo.


Rosas ordenó misa solemne con Te Deum en acción de gracias al ser Supremo por los favores que nos dispensa en el sostén y defensa de nuestra independencia política.


Estableció también que en cada víspera de 9 de julio se ilumine la ciudad, la casa de gobierno y demás edificios públicos haciendo tres salvas en la fortaleza y buques del Estado.


Pensaba en el espíritu de los congresales de la independencia.  


Pensaba, mientras veía una plaza de mayo llena de discordia, presidida por un mástil sin bandera, una casa de gobierno vacía y edificios públicos sin gala ni banderas.


Un pueblo dividido y dominado bajo banderas rojas, LGTBI, mapuches… con agendas foráneas y perversas, rindiendo culto a dioses y pachamamas confusos.


“Y de toda dominación extranjera” fue agregado al acta de declaración de independencia.

El espíritu y voluntad de los congresales puso especial celo en independizarnos de España, sus reyes y la metrópoli, no de Dios.


De los 29 diputados del congreso que firmaron el acta de independencia, 11 eran sacerdotes.


En total, a lo largo de todo el congreso, participaron 19 sacerdotes que fueron elegidos representantes de sus provincias, no sólo por pertenecer al sector más culto de la sociedad sino por la situación angustiosa que se vivía, y para cuya solución, los sacerdotes inspiraban la mayor confianza, por su rectitud y ascetismo. 


Eran hombres ilustrados y rectos que conocían perfectamente los problemas y demandas de las colonias.


Igual que ahora, ¿no?.


¿Qué nos pasó?


Los congresistas de Tucumán eran patriotas y religiosos. El congreso fue católico como ninguna otra asamblea argentina y nos emancipó de nuestro rey tomando todas las precauciones para no emanciparnos de nuestro Dios y nuestro culto, conciliando la milenaria religión con la nueva patria. 


Por su puesto los jacobinos porteños fueron remisos a conmemorar la fecha durante 20 años… hasta Rosas.


La generación del 80, vencido Rosas, nuevamente la emprendió contra el congreso de Tucumán y se ocupó de realzar la asamblea del año 13.


Ahora pasa lo mismo, por mandato de la agenda 2030 quieren bajar los crucifijos, olvidar la historia y el origen de la patria.


Así estamos, enfermos de ideologías adversas y paralizados por el cáncer de la corrupción moral… “Emancipados”, pero sólo de Dios.


Hay un poder que nos domina, peor que Fernando VII y su descendencia. Es un grupo de perversos, satánicos, aborteros y pedófilos que fueron comprando políticos, medios de comunicación, periodistas, artistas, intelectuales, científicos y médicos corruptos…

Nuestra subordinación y dependencia es total. 


Nos debemos un nuevo congreso de Tucumán. (Sin Alperovich ni Manzur).


Juan Martín Perkins.


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