REVOLEO DE BOLSOS


Cristina no mejoró su situación judicial pero empeoró la de sus enemigos políticos, y dejó una imagen amarga sobre el estado de la cosa pública


Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/revoleo-de-bolsos/


C

ristina Fernández se dio el gusto de decir lo suyo, aunque lo haya hecho fuera del ámbito del tribunal que la juzga. La exposición le demandó una hora y media, y no le alcanzó para mejorar su situación procesal ni la de sus amigos y parientes, pero sí sirvió para empeorar la de Mauricio Macri, sus amigos y parientes, en las causas que andan abiertas por allí. Este esfuerzo final de la vicepresidente, luego de que el Ministerio Público le descerrajara una acusación formidable que ni ella ni sus abogados han logrado refutar hasta ahora, evocó lo que hemos leído tantas veces en las novelas de aventuras, cuando el protagonista acosado exclama: “¡Me matarán, pero antes me voy a llevar conmigo a varios al infierno!” La nómina de los invitados por Cristina al averno puede leerse en todos los diarios.

Dedicó la primera parte de su alocución, probablemente destinada a ese 48% de sus propios votantes que ya no cree en su inocencia, a victimizarse: Presentó una nutrida colección de tapas y artículos de diarios y revistas sobre el tema central de la obra pública en la provincia de Santa Cruz, para reforzar la idea de que la causa que se le ha seguido fue creada por los medios y adoptada luego por la justicia. La nota simpática de este tramo fue la exhibición de una fotografía en la que el operador judicial macrista prófugo Fabián “Pepín” Rodrígez Simón, aparece junto a Elisa Carrió y la diputada santacruceña Mariana Zuvic sosteniendo un cartel que dice “Chau privilegios”.

La segunda parte de la presentación extrajudicial de la acusada apuntó a llamar la atención sobre indicios de presunta corrupción en el accionar de empresarios más o menos asociados a sus rivales políticos. Comenzó con un minucioso rastreo de las llamadas entrantes y salientes del celular del ex secretario de obras públicas José López, del que los fiscales tomaron algunas para usarlas como pruebas en su contra. Cristina mostró que entre 2013 y 2016 sólo habían existido seis llamadas entre López y Lázaro Báez, según la acusación su socio en la asociación ilícita, en comparación con las 109 anotadas con Nicolás Caputo, el “hermano del alma” de Macri, las 177 con Eduardo Gutiérrez, presidente de una empresa constructora proveedora del estado, y las 86 con Juan Chediack, presidente de la Cámara de la Construcción.

La prolija enumeración que hizo la vicepresidente resultó larga, tediosa y débil, porque las llamadas, si bien evidencian una confraternidad poco recomendable entre un proveedor del estado y el funcionario encargado de controlarlo, no iban más allá de las gestiones normales tendientes a acelerar un pago o pedir un ajuste por inflación y no permiten inferir el tramado de algún ilícito.

Pero Cristina se anotó dos puntos. El primero de ellos fue al llamar la atención sobre la inacción judicial respecto de su propia denuncia acerca del caso del soterramiento del tren Sarmiento, obra cuya licitación habían ganado empresas ligadas a Macri, asociadas a la brasileña Odebrecht y la italiana Ghella, con el compromiso de aportar su propia financiación. El 16 de junio de 2016, al amparo de un viaje a Colombia del presidente Macri, el gobierno modifica por decreto el presupuesto nacional, y asigna 48.000 millones de pesos a financiar el citado soterramiento, alterando de hecho las condiciones del contrato. Ese decreto de necesidad y urgencia fue firmado por la entonces vicepresidente Gabriela Michetti, y unos cuantos ministros que hoy son habituales de los medios antikirchneristas, como Patricia Bullrich y Alfonso Prat-Gay. “¿Saben quién hizo esa denuncia en Comodoro Py, que no pasa naranja? ¡La tonta hizo la denuncia!”, exclamó Cristina señalándose a sí misma. “Eran 3.400 millones de dólares en ese momento”.

El segundo punto es menos importante pero parece destinado a causar mayor impacto mediático por su cualidad altamente reveladora sobre el estado de salud de la cosa pública argentina. Según Cristina, los nueve millones de dólares que José López revoleó sobre los muros de un convento en la madrugada del 14 de junio de 2016 no provenían de la corrupción kirchnerista, como siempre fuimos inducidos a creer, sino de la corrupción macrista, y lo tremendo del caso es que su versión, difícil de confirmar, es sin embargo perfectamente verosímil, especialmente porque el rastreo de uno de esos fajos remitió a un banquero cercano a Macri. “¿Saben por qué cuando empezaron a tirar del ovillo pararon?” -preguntó la vicepresidente-. “¡Porque aparecieron ellos en el ovillo! ¡Los macristas! Eran ellos los dueños de los nueve millones… ¡No tengo la más mínima duda!”

La referencia de Cristina a este episodio quizás haya sido lo más significativo de su prolongada exposición: deja a la vista, en carne viva, el grado de descomposición que afecta a toda la dirigencia argentina, que incluye por supuesto a la clase política, pero también a porciones importantes del mundo corporativo, de los medios y de la justicia. Todo se reduce a un revoleo de bolsos con dineros mal habidos, detrás del cual puede estar el oficialismo o la oposición, cualquiera sea el momento histórico del que se hable. En realidad, el momento histórico puede influir en el raro caso de que alguno deba ir preso.

–Santiago González


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