LEGUMBRES
Las legumbres aportan a la dieta humana
vitamina y minerales, y combinados con cereales conforman una fuente proteica
muy importante, constituyendo el canal de acceso a proteínas más relevante en
las poblaciones de menores recursos de Africa y Asía, más allá que su consumo
se encuentra fuertemente arraigado en las cocinas de Asia, Europa y América. El
abanico de legumbres es amplio, en este texto sólo nos referiremos a las legumbres
secas.[1]
Si bien en los últimos años se ralentizó, el
mercado mundial de legumbres experimenta una dinámica expansiva que algunas
proyecciones estiman que alcanzará al 25% en la próxima década.
El mercado de legumbres se compone,
centralmente, de cuatro familias: porotos, garbanzos, lentejas y arvejas,
sobresaliendo los primeros (en sus distintas variedades) por volumen y montos
involucrados. La producción mundial del conjunto de las principales legumbres
para las cuales se levantan estadísticas ronda las 68 millones de toneladas,
siendo los principales productores India, Myanmar, Canadá, China y Brasil
(reuniendo en conjunto el 56% de la producción mundial). Dado el lugar que
ocupan las legumbres en la dieta básica de la población de varios de esos principales
productores, los primeros lugares en el ranking de exportadores de legumbres lo
ocupan Canadá, Myanmar (gracias a su relativa baja población frente al volumen
de producción que alcanza), Estados Unidos y Australia, aglutinando entre los
cuatro algo más del 70% del total de legumbres comercializadas
internacionalmente. Es interesante señalar que algunos países, como India o
China, pese a ser productores importantes son, a la vez, destacados
importadores de legumbres, a fin de poder satisfacer su demanda interna.
La dinámica del mercado mundial de legumbres
conforma un estímulo para el ingreso de nuevos oferentes que puedan responder a
la demanda a tiempo y con los estándares de calidad buscados. Y aquí es donde
la Argentina podría encontrar una ventana de oportunidades para posicionarse de
un modo más sólido y dinámico que como lo está hoy.
Pese a las características agroecológicas del
territorio argentino y a la disponibilidad territorial existente, la producción
de legumbres argentina representa menos del 1% del total (alrededor de 660.000 ha .), y su
participación en el comercio mundial apenas supera el 2% (cerca de 266.000 tn),
exportando aproximadamente el 40% de la producción consolidada de legumbres.
Estos guarismos pueden dimensionarse mejor considerando que el consumo per
cápita mundial de legumbres es de 6 kg/hab./año, y en la Argentina –con
variaciones dependiendo de la fuente consultada-, ronda los 0,6 kg/hab./año.[2] En
otras palabras, la potencialidad de crecimiento de la producción de legumbres
en el país está acicateada tanto desde el frente externo como desde el propio
mercado interno.
Si bien se suele considerar que el Noroeste
argentino es la zona productora de legumbres por excelencia en el país, en
realidad la distribución de las cuatro familias principales abarca un área más
amplia, de distintas condiciones agrícolas y combinándose con actividades de
diferente tipo.
La producción de poroto –en sus distintas
variedades: alubia, negro, rojo, pinto, etc.- se concentra, efectivamente, en el
Noroeste, con Salta y Jujuy como principales productores, seguidos de Tucumán,
Catamarca y Santiago del Estero.
La producción de garbanzo –casi exclusivamente
en su variedad kabuli- se concentra en un 50% Córdoba, repartiéndose el resto
en partes iguales entre Salta y Santiago del Estero.
El cultivo de arveja, por su parte, se centra
en un 56% en Buenos Aires, el 38% en Córdoba y el resto en Santa Fe. Y por
último, la producción de lentejas se concentra en Santa Fe con el 36% del
total, seguida de Buenos Aires con el 32%, Córdoba con el 18% y Santiago del
Estero con el 14%.
Los porotos ocupan el 78% de la superficie
agrícola legumbrera y generan el 66% del total de la producción, seguidos de
las arvejas con el 14% y el 21%, respectivamente, los garbanzos con el 5% y el
10%, respectivamente, y las lentejas, con el 3% de la superficie e igual
porcentaje de producción.
La estructura de la cadena productiva de
legumbres se compone, principalmente, de un eslabón primario, conformado por el
conjunto de agricultores que abordan este cultivo, tanto en forma especializada
como inserto en una estrategia de diversificación de la producción tradicional,
y por la fase industrial, integrada por empresas de clasificación y envasado,
empresas conserveras y molinos harineros.
A diferencia de otras producciones extensivas,
el cultivo de legumbres, y en particular, de porotos, conlleva un relativamente
elevado empleo de mano de obra, pese a los avances alcanzados en la
mecanización de tareas. Considerando al conjunto de eslabones de la cadena
productora, estudios basados en estimaciones tecnológicas correspondientes a
2011 señalan que la cadena emplea a alrededor de 77.000 personas, mientras que
una actualización de aquellas estimaciones reduce la cifra de mano de obra ocupada
por el sector a 50.000 trabajadores.[3]
Con variaciones según la fuente consultada, se
considera que Argentina exporta algo menos del 50% del total de su producción
de legumbres, aunque con diferencias internas importantes; por ejemplo, la
exportación de porotos alubias es de algo más del 90% del total producido, y en
porotos negros es más del 85%.
Los destinos de las exportaciones son
variados, cambiando según la familia de legumbres. El poroto alubia se exporta
fundamentalmente a Argelia, Turquía, Italia, España y Brasil, mientras que el
poroto negro se destina a Brasil. La arveja, en particular en su variedad verde
–que es la menos demandada en el mundo, que se orienta hacia la amarilla- se
envía a Brasil e India. Los garbanzos se destinan a Pakistán, Italia y España,
mientras que las lentejas se exportan fundamentalmente a Brasil.
Esta variedad de destinos y el volumen de las
exportaciones no deben ocultar que, en términos generales, fuera del caso de
los porotos, el papel de Argentina en el mercado internacional de legumbres
tiende a ser marginal. Si bien es el 6º exportador de porotos, el volumen
comercializado representa un tercio del que opera Myanmar, que ocupa el lugar
1º. Del mismo modo, Argentina es el 7º exportador de garbanzos, pero su participación
porcentual equivale al 5% de lo que exporta Australia, que es el 1º exportador.
En cuanto a arvejas y lentejas, la situación es aún más marginal: Argentina
ocupa en el ranking de exportadores de tales legumbres los puestos 24º y 43º,
respectivamente.
Si el mercado mundial es, pese a cierta
ralentización en los últimos años, un claro demandante de legumbres, y posee un
horizonte expansivo muy importante en Africa, y a la vez el mercado interno
argentino consume escasas cantidades de legumbres permitiendo generar un saldo
exportable elevado, a la par que las condiciones agroecológicas son favorables
para la expansión en superficie de este cultivo, por qué, entonces, la posición
Argentina es la que más arriba se mencionó?
Diversos factores inciden para que la
producción de legumbres argentina se constituya en una alternativa productiva
sólida, con estrategias y tácticas propias, más allá de su desenvolvimiento
como cultivo complementario en las rotaciones o como oportunidad de producción
realizada para captar una coyuntura positiva puntual.
De acuerdo a cada óptica analítica se
priorizará uno u otro factor, si bien los mismos no actúan aisladamente, sino
que se refuerzan y potencian mutuamente, redundando en una sinergia negativa
para esta producción.
Al igual que sucede en otras muchas
producciones argentinas, desde nuestra perspectiva, el principal obstáculo que
enfrenta el cultivo, la industrialización y la comercialización de legumbres
reside en la denominada desvertebración de la cadena.
En efecto, los agentes integrantes de la
cadema productora de legumbres no han podido encontrar mecanismos ni canales de
vinculación colaborativa, más allá del conflicto inherente a todo proceso de
intercambio de bienes y servicios en el mercado. Los productores de la fase
primaria han conformado una asociación específica con algún peso en el NOA, a
la par que las firmas industriales se agruparon en una cámara ad hoc, pero persistiendo las diferencia
entre eslabones sin alcanzar un campo de coordinación que permita el
desenvolvimiento progresivo y medianamente armónico de la cadena.
Esta descoordinación implica que las
estrategias y tácticas que emplea cada empresa en cada eslabón tiene como
referencia y límite, precisamente, su eslabón, sin captar a la totalidad de la
cadena, y no colaborando entre sí para potenciarla o para superar obstáculos
que afectan, en mayor o menor medida, al conjunto de empresas involucradas.
A este respecto, es importante señalar que el
vertiginoso y sólido desenvolvimiento en el sector legumbrero de Canadá y de
Australia, por ejemplo, ha sido paralelo a la conformación en ambos países de
sendas organizaciones intrasectoriales, “Pulse Canada”[4] y
“Pulse Australia”[5].
Estas organizaciones, al estilo de las conocidas interprofesionales[6] de
vieja data en Europa, buscan el avance del sector en su conjunto, tramitando a
su interior los conflictos de intereses entre los agentes que las conforman.
Como señala uno de los valores consignados en la carta constitutiva de “Pulse
Canada”: “Respetamos las perspectivas y
prioridades de los miembros individuales mientras trabajamos para brindar
servicios que beneficien a todo el sector.”
Esta descoordinacinación intrasectorial limita
el crecimiento de la producción. Por ejemplo, el mercado mundial de la arveja
es demandante de la variedad amarilla, y pese a ser una información ampliamente
conocida, la práctica totalidad de la superficie implantada en el país lo es
con la variedad verde. Esto limita los mercados externos interesados en esta
variedad y, por lo tanto, frena el crecimiento de la producción, más allá de
abastecer el mercado interno. Al mismo tiempo, los desarrollos genéticos en las
variedades de lentejas amarillas se ven sofrenados porque no hay demanda
interna para esos cultivares, con lo cual el proceso de inversión en ese
desarrollo de genética se paraliza, agudizándose los factores negativos que
afectan a la actividad.
Lo ejemplificado –el desincentivo a la
inversión en I+D en genética vegetal para las legumbres- afecta a las cuatro
familias involucradas y es un factor retardatario del dinamismo de la
actividad, puesto que se requiere un cierto recambio varietal adecuadamente
adaptado a los distintos ecosistemas para contribuir a paliar los problemas de
sanidad que imperan cuando se repiten ciclos con las mismas variedades. Si bien
hay avances significativos en el rubro de los porotos (con el trabajo que
desarrolla la EEA Obispo Colombres, en Tucumán), aún es mucho lo que falta
desarrollar en este campo para fortalecer la genética de estos cultivos.
A la carencia de inversión en el desarrollo de
genética de legumbres contribuye también la comercialización de semilla por
fuera de los carriles legales, lo cual no solo desestimula la rentabilidad de
aquella inversión, sino que también agudiza los potenciales riesgos sanitarios
para los cultivos.
Otra cuestión que se deriva también de la
desarticulación intrasectorial es la carencia de suficiente información
comercial acerca de las características cuantitativas y cualitativas de la
demanda de los distintos mercados, lo que impide poder orientar la producción a
la demanda, estancándose en una producción desde la oferta, con las debilidades
que eso implica (más allá de la existencia de nichos de producción, aislados
pero dinámicos, que responden a una oferta puntual de legumbres especiales). En
este punto, la existencia de un organismo como “Pulse Canada”, por ejemplo, es
de vital importancia para conocer la demanda, abrir nuevos mercados y
contribuir a que el sector en su conjunto se alinee a los requerimientos de esa
demanda.
Desde la perspectiva extrasectorial, el desarrollo
de la producción de legumbres se ve dificultado por otras tres cuestiones:
- los elevados costos internos (laborales,
impositivos, logísticos),
- las dificultades derivadas de una inadecuada
dotación de infraestructura al servicio de la producción (ferrocarriles, red
vial, tendidos eléctricos, etc.)
- el denso y costoso entramado burocrático que
implica la orientación exportadora de las producciones agroalimentarias
(inscripciones, inspecciones, pagos de derechos, retenciones, etc.).
El
mercado mundial de legumbres es dinámico y expansivo,
y conforma una oportunidad muy
interesante para aquellos países productores con orientación exportadora que
sepan decodificar rápida y adecuadamente los mensajes de la demanda y responder
a ellos eficaz y eficientemente.
La Argentina tiene posibilidades de
incrementar su participación en dicho mercado, tanto por sus condiciones
agroecológicas como por la conformación empresarial primaria e industrial; si
es que esta logra organizar sus intereses en pos de aquella inserción
incremental.
Hasta el momento, ese acceso al mercado es desorganizado,
anárquico, dependiente de variables inmanejables por las empresas y que lo
convierte en altamente vulnerable a variaciones en el tipo de cambio que impera
en el país.
Si el sector productor e industrial legumbrero
logran organizarse en una interprofesional como las mencionadas canadiense o
australiana, la dotación tecnológica y la experiencia empresarial se
potenciarán y la cadena podrá ganar en competitividad genuina, no dependiente
solamente del tipo de cambio.
En este, y en otros sectores, la modernización
no es sólo inversión en tecnología, en comercialización o en investigación
aplicada, sino también, y fundamentalmente, es un cambio cultural en la vinculación
interna de la cadena, que administre el conflicto entre los integrantes, en pos
del crecimiento global de la misma.
[1] El
Código Alimentario Argentino guarda esta denominación para los frutos o
semillas de las leguminosas que se presentan con menos del 13% de humedad. De
este modo, en las páginas siguientes, toda referencia a “legumbres” debe
entenderse remitiendo a “legumbres secas”.
[2] La
estadística en legumbres es muy fragmentaria en el país, debiéndose apelar a
fuentes privadas no siempre congruentes con las oficiales, lo que torna muy
dificultoso el conocimiento cuantitativo del sector.
[3] Las tradicionales
falencias estadísticas antes mencionadas dificultan manejar estos datos con
certeza. Para el caso del empleo de mano de obra sectorial véase: http://www.ieral.org/images_db/noticias_archivos/1549.pdf
y https://www.economia.gob.ar/peconomica/docs/2017/SSPE_Cadena_de_Valor_Legumbres.pdf.
[6] Para
obtener una visión global de estas entidades, cfr. http://repiica.iica.int/docs/bv/agrin/b/e21/XL2000600218.pdf
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