EL MECANISMO
Autor: Juan Martín Perkins
Después de la célebre “Quiero flan”, ahora se despacha con “La televisión es pescado muerto en la playa”
Es absolutamente cierto. La televisión murió, o boquea a los saltos agonizando de complejo boluprogre sobre la arena de la playa.
Los periodistas rezongan contra las redes sociales que los exponen y reemplazan. La verdad ha quedado al descubierto. Hoy no necesitamos que nos la cuenten, todos la vemos y podemos aportar e interactuar.
De esta manera, lo que viene es una sociedad mas activa. Ahora sí tenemos protagonismo, y será más cierto que nunca eso de “los pueblos tienen el gobierno que merecen”.
En mi casa ya no usamos el canal, salvo para ver algún partido de futbol o tenis. Nos hartamos de los Lanatas, Majules, Victor Hugos, Del Moros, Lufranos, Silvestres y Brancatellis… ya no dormimos envenenados con engaños y operetas.
Netflix nos rescató del infierno con películas y series de calidad que no ofenden nuestra inteligencia y nos permiten “viajar“ y ver otras realidades. Recuperamos el control, nosotros decidimos que contenidos consumir.
Lo último que vimos fue una serie brasilera llamada “El Mecanismo”. Trata sobre el Lava Jato, la lucha contra el mecanismo de la corrupción en Brasil.
Es una historia verídica que muestra el caso real por el cual los principales empresarios contratistas del estado, en sociedad con casi toda la clase política, le roban al país con la ayuda de la anomia de los brasileros.
Pero todo tiene un límite, un día el gigante dormido se despierta y pasa lo que está pasando.
No puedo dejar de aplicar “El Mecanismo” a nuestro país, que también tiene su sistema.
Un día alguien preguntó en el asado de la peña de los jueves: ¿el intendente roba con la obra pública?.
La mayoría opinó que si, sin dudar. Incluso los que simpatizan con el gobierno municipal manifestaron estar seguros de que si. Lo mas impresionante, además de la naturalidad con que aceptaban “el mecanismo”, era la justificación: “¿Y qué queres? Una vez que llega arriba, si no aprovecha es un tarado”.
El grado de tolerancia que tenemos con “el mecanismo” significa que no tenemos mucha conciencia de que es a nosotros, los ciudadanos, a quienes está robando el sistema. El gen corrupto está en el ADN social.
Todo empezó en Brasil por iniciativa de unos pocos policías de Curitiva que decidieron luchar, primero contra su propio destacamento, luego conseguir un juez que los respalde sin cajonearlos, después llegar al procurador. Los avances se iban produciendo a medida que la sociedad se fue movilizando y respaldando a los denunciantes que eran acosados por las mafias y el poder.
Si la sociedad es indiferente el crimen avanza. El sistema, la asociación ilícita que en Brasil denominaron “Mecanismo”, se frenó sólo cuando se convirtió en una demanda de la sociedad.
Los pueblos tienen los gobiernos que merecen. La tolerancia o indiferencia a la corrupción son lo que nos hace un país corrupto.
¿Y qué querés? Una vez que llega arriba… ¿Qué querés que haga?
Un presidente argentino decía que sin plata no se puede hacer política… se lo festejamos, como si no fuera del bolsillo nuestro que la sacan. Está en nuestro ADN del roba pero hace.
La coima es entendida como un peaje. Algo normal que naturalizamos hasta que se transforma en sistémico y termina siendo “El Mecanismo”
La coima crece hasta límites insoportables con ayuda de nuestra tolerancia. Nuestra actitud es lo que les da impunidad, mientras vemos devenir en millonarios a personajes, que fuera del “Mecanismo”, no llegarían ni a placé. Es el “Costo Argentino” que va y viene en bolsos que pasan por conventos.
Brasil terminó con los empresarios y un ex presidente presos. Un juez se animó, acompañado e impulsado por la opinión pública.
En Argentina, en este rubro, el cambio se nos quedó en palabras de una justicia que nos ha entretenido con jueguito para la tribuna.
Nuestro “Mecanismo” no fue desmontado, permanece sin sanción ejemplar y nos está convirtiendo en esclavos.
El precio de nuestra libertad es permanecer alertas y vigilantes. Podemos salir del mecanismo, pero tenemos que reaprender algunos principios de la libertad que hemos olvidado.
No sé qué estamos esperando.
Juan Martín Perkins.
* * *