DOBLE MORAL
Autor: Juan Martín Perkins
La ciudad de Edimburgo, capital de Escocia, tiene una calle muy pintoresca que se llama “La Royal Mile”.
Tiene 1600 metros de longitud y era el camino por el que se conducía a la familia real desde el Palacio hasta el Castillo fortaleza cuando estaba en riesgo la seguridad.
Hoy, “La Royal Mile” es una famosa arteria de la Edimburgo vieja que está totalmente consagrada a los servicios, la historia y el turismo que disfruta de la capital de Escocia.
Hoy te cuento una de las tantas historias que escuché o leí tomando cerveza en tardes de Taberna.
Viene al caso en tiempos de campaña electoral, donde mas se disimulan los defectos y exaltan las virtudes de los personajes que compiten por los cargos. Esos que practican la doble moral.
Son tiempos en los que hay que agradar, invocando al bien común, el bienestar general, a los desposeídos, a los que menos tienen y usar demás frases de rigor, siempre en la punta de la lengua de todo aspirante a cargo político.
Las ideas y propuestas son poco frecuentes, pero las frases demagógicas abundan.
DEACON BRODIE´S TAVERN es el nombre de una atractiva taberna. Toma su nombre del diácono William Brodie, cuya doble vida inspiró a R. L. Stevenson en su obra “El Dr Jekyll y Mr Hyde".
William Brodie fue un Concejal respetado que a la vez era fabricante de cajas de seguridad y cerrajero.
En su vida diurna desarrollaba actividades altruistas y exhibía virtudes solidarias con el pueblo que decía representar en los parlamentos. Así se ganaba la confianza de acaudaladas familias, administradores fiscales, recaudadores de impuestos, banqueros y comerciantes.
El ejemplar concejal Brodie durante el día, resultó ser el líder de una banda que durante la noche saqueaba bóvedas y cajas de seguridad.
De noche se valía de su noble profesión de cerrajero para usar los duplicados de las llaves que le permitían saquear y defraudar la buena fe de los inocentes ciudadanos que habían confiado en él.
Cuando fue descubierto en su doble vida criminal se exilió en Holanda y vivió en Ámsterdam hasta que fue deportado.
Cuando llegó a Edimburgo fue juzgado y condenado. Murió en la horca estrenando el sistema que él mismo había impulsado y logrado por ordenanza.
Tomando cerveza en la taberna que recuerda su historia, reflexionaba sobre nuestra realidad.
Nuestra realidad que supera toda ficción. Si viviera Stevenson se inspiraría para escribir una zaga de diez tomos con nuestras atrocidades de moralistas con doble vida que nos dictaron cátedra de altruismo.
Brodie me recordó a un personaje nuestro que abrazaba cajas fuertes y exclamaba “Éxtasis”.
Tomaba cerveza y recordaba a personajes nuestros que reconocían que no la contaban… porque no alcanzaba el tiempo mas que para pesarla. ¿Te imaginas? 40 kilos de papeles de 100 dólares o 500 euros en un bolso… lo viste, no preciso contarlo porque te acordás de los bolsos del convento, el obispo y las monjitas inocentes. O ese otro cerrajero que ahora se postula a concejal y el día que dejaba de ser jefe de gabinete usó la copia de la llave para llevarse 60 millones con la excusa de que era para construir canchas de hockey… ¿vos viste las canchas?
El tema es la hipocresía.
Son tiempos de campaña electoral… todos son buenos, amables, derechos, humanos y simpáticos. ¿no?
Mientras tomaba cerveza en la taberna del diácono William Brodie pensaba en la jauría de cerrajeros que durante estos meses nos harán discursos amorosos mientras nos sacan una copia de la llave.
Me preguntaba cual es la razón por la cual no podemos reaccionar ante la evidencia flagrante.
Somos recurrentes. Pasaron 4 años y otra vez estamos en el mismo lugar, ante los mismos cucos y fantasmas. No los deportamos de Ámsterdam para juzgarlos por qué ni siquiera se exilian, siempre están entre nosotros, siempre dando cátedra de relato único.
Esto funciona así, tiene esta mecánica. Hay una corporación que dice tener vocación de servicio y ocuparse de gestionar los intereses del pueblo, mientras… te saca copia de la llave y por la noche te saquea.
Por otro lado estamos nosotros, que hacemos como que nos chupamos el dedo mientras construimos el patíbulo..
Afortunadamente, en los patíbulos del siglo 21 ya no hay guillotinas ni horcas, pero es de esperar que haya condena social. Para eso es el voto, premio y castigo ciudadano.
Juan Martín Perkins.
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