PINDONGA Y CUCHUFLITO
Autor: Santiago González (@gauchomalo140)
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/pindonga-cuchuflito/
En la arena del circo político argentino no todo es relato y carpetazo: también hay lugar para la pantomima absurda
Una figura encumbrada de una notoria sociedad liberal le pidió hace unos días al economista José Luis Espert, fervoroso campeón de las doctrinas liberales, que retire su candidatura a la presidencia a fin de allanar el camino a la reelección del actual mandatario Mauricio Macri. Para poner de relieve lo absurdo de este episodio es necesario tomar nota de que Espert es el único candidato liberal entre la decena que se postula para conducir los destinos argentinos, y que las políticas desarrolladas por Macri tanto en sus ocho años como jefe de gobierno porteño como en los cuatro que va cumplir en la Casa Rosada están más cerca del capitalismo de amigos y el populismo político que del magisterio de Locke y Hobbes.
“Estamos en la desgraciada situación que nos lleva a elegir entre la inoperancia y el abismo”, argumentó el portaestandarte liberal para convencer a Espert de que bajara su candidatura. “Se considera que Macri es mejor que Cristina. Pero son parte del mismo sistema, con algunas diferencias de prolijidades”, le respondieron al rechazar el convite. El temor es que Espert capitalice el descontento prevaleciente entre muchos que votaron a Macri en el 2015 y facilite el regreso del peronismo kirchnerista. Pero el remedio propuesto se encuentra en las antípodas de la filosofía liberal: busca dejar sin representación a un sector de la sociedad, justamente el que se siente identificado con las ideas liberales, y concentrar todos los votos posibles en un polo, aunque sea “inoperante”, para evitar que el otro, subjetivamente descripto como “el abismo”, pueda triunfar en las elecciones. El efecto práctico de esa maniobra sería entorpecer el acceso al poder de la parcialidad política repudiada aún cuando represente eventualmente la voluntad mayoritaria del electorado, efecto escasamente democrático, poco republicano y para nada liberal.
Una candidata a la vicepresidencia, conocida por sus veleidades progresistas y sus políticas populistas en los años en que ejerció la presidencia, hizo en una presentación pública una inesperada reivindicación del capitalismo, o al menos del capitalismo como ella lo entiende. “Este es un régimen no capitalista, donde la gente no puede comprar lo que quiere o la cantidad de cosas que quiere”, dijo en referencia al actual gobierno. “Durante nuestra gestión los supermercados rebosaban de mercaderías todas de primeras marcas. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie… –la Pindonga y Cuchuflito–, marcas que nunca nadie conoció. ¿Eso es capitalismo? No, no, no.” El absurdo notable de estas palabras reside en su descripción despectiva de lo que suele llamarse segundas o terceras marcas. Al valorar y defender implícitamente las primeras marcas, la ex presidente dio su aval caluroso y entusiasta a los famosos “grupos concentrados”, que son blanco de las iras de todo el progresismo, en el que se incluyen sus seguidores, y que son los que imponen, con publicidad y arreglos dudosos con los supermercados, las dichosas primeras marcas. Una reivindicación del capitalismo como intentó hacer la candidata debió haber aplaudido la presencia de ofertas alternativas en las góndolas porque sería indicio de competencia, que es la condición y la razón de ser del capitalismo. Sus palabras, aunque contradictorias con sus declaradas creencias, tuvieron un efecto saludable: llevaron a algunos periodistas a investigar y revelar que la mayoría de las segundas marcas pertenecen a los mismos grupos concentrados que producen las primeras. Decir entonces que bajo su gobierno hubo capitalismo y ahora no lo hay es otro absurdo. En el mercado de consumo argentino, desde hace varias décadas, la competencia capitalista se ha vuelto insignificante.
Es curioso comprobar cómo arraigados y viscerales prejuicios indujeron las declaraciones extravagantes de ambos personajes, y tuvieron más fuerza que sus declaradas convicciones. El adalid del liberalismo se dejó arrastrar por ese antiperonismo cerril que en el pasado ha llevado a otros liberales como él a justificar bombardeos a la población civil, fusilamientos y golpes de estado reiterados para defender la República de una parcialidad política que siempre, hasta el golpe civil de 2001, llegó al poder por la vía electoral. La ex presidente progresista y orgullosa de su particular capitalismo, exhibió, a su pesar, esa inclinación a confundir marca con calidad que es signo inequívoco de incapacidad para reconocer calidades.
–Santiago González
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