EL SEMIDIÓS DE LAS PAMPAS II

Juan Manuel de Rosas,
Semidiós de las Pampas
Segunda Parte


Continuación de "Semidiós de las Pampas I"

Autor: GONZALO IRASTORZA  [1]

I.  De tal palo tal astilla
Doña Agustina López de Osornio, madre de Don Juan Manuel de Rosas.

Un 30 de marzo de 1793, doña Agustina López de OSORNIO, esposa del joven militar León Ortiz de ROZAS, daba a luz su primer hijo varón en la ciudad de la SANTÍSIMA TRINIDAD Y PUERTO DE SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES. Raudamente el capellán pondría óleo y crisma en la creatura. Sería bautizado con el nombre de Juan Manuel José Domingo.

Tanto los ORTIZ DE ROZAS como los LÓPEZ DE OSORNIO, eran personajes de ilustre prosapia y de clara raigambre aristocrática. Los primeros, una tradicional familia militar española; los segundos, definidamente emparentados con la nobleza rural. El abuelo materno del Restaurador, Don Clemente López de OSORNIO, había sido el arquetipo del estanciero militar, famoso por pelear palmo a palmo cada porción de territorio contra el indígena infiel [2]. 

Don León, un militar romántico, había consolidado un creciente prestigio en su combate al indio en las pampas. Con Agustina, la hija de don Clemente López de OSORNIO, contraería nupcias en 1790. Doña Agustina, heredó de su padre no solo una cuantiosa fortuna, sino también su temple de acero. 

Tenía un don del mando natural, que traía consigo la conciencia de infalibilidad. Sus diez hijos fueron criados a su imagen y semejanza, con una educación de hierro, marcando a fuego su personalidad, muy especialmente la de su primogénito Juan Manuel [3]. El niño Juan Manuel, pasaba largas temporadas, en la estancia “RINCÓN DE LÓPEZ”, dando riendas sueltas a su vocación y aptitud de hombre de campo. 

Su educación, a cargo de maestros y profesores particulares, fue completamente asistemática. Con el correr de los años, se iría notando en él una profunda capacidad de autodidacta. El campo, las pampas, eran su patria chica. Allí se iría familiarizando con el problema indígena, llegando a entablar verdadera camaradería con los indios amigos, a quienes comprendió pronto en su psicología más profunda. 

Los rasgos de doña Agustina: la obsesión enfermiza por el orden y la disciplina, el respeto a las tradiciones y jerarquías, el apego a la tierra, la idolatría de las costumbres criollas, el afán organizador con que llevaba adelante su vida; son particularidades que formarían la personalidad del futuro Restaurador. El avasallante carisma de su madre es esencial en la conformación del venidero hombre de Estado, autoritario y paternalista, que por más de 20 años sería dueño del destino de la REPÚBLICA ARGENTINA. 


II. Un chico de la guerra



Junio de 1806. BERESFORD y su escuadra inglesa, se habían apoderado de la “REINA DEL PLATA”… Las tropas de la reconquista, organizadas y comandadas por el bravo marino francés Santiago de LINIERS, acampaban en SAN ISIDRO, donde acudieron a sumarse centenares de voluntarios, muchos de ellos, jóvenes hijos de reconocidas familias. Entre ellos, estaba Juan Manuel, de trece años de edad, quien sería destinado a servir en una pieza de artillería. 

El 13 de agosto de 1806, ya recuperada BUENOS AIRES del invasor inglés, LINIERS llamó a Juan Manuel, felicitándolo por su conducta, dándole una carta para su madre en la que elogiaba la bravura del pequeño [4].  

En el exilio, el viejo ROSAS recordaba su bautismo de fuego, vanagloriándose frente a su yerno Máximo TERRERO: “1806, Agosto 12-fui uno de los voluntarios que formaron el ejército que reconquistó a Buenos Aires, triunfante sobre el ejército inglés” [5]. 



Este suceso, sería el pronto manifiesto de Juan Manuel como acérrimo defensor del suelo patrio. Quedaría claro para él, que su espíritu estaba muy ajeno a soportar la dominación extranjera.   


III. “La Revolución de la Independencia le fue extraña…”



La Revolución de Mayo trajo aparejada una serie de cambios en el RÍO DE LA PLATA. Los ánimos se exaltaban, y en el gauchaje muy particularmente, se acentuaba la rebeldía contra BUENOS AIRES, que simbolizaba autoridad, freno social y orden.

Juan Manuel, que por esos años era un joven estanciero, contemplaba con cierta preocupación los sucesos de 1810. Su determinación por el orden y la seguridad, provocaba en él un profundo rechazo a todo movimiento que alterara la estabilidad. 

Así lo hacía saber a las autoridades, diez años a posteriori: “Los bienes de la asociación han ido insensiblemente desapareciendo desde que nos hemos declarado independientes; todo menos derecho y civilización se encuentra en la campaña… Los tiempos actuales no son los de quietud y tranquilidad que precedieron a 25 de Mayo. Entonces se hacían entradas a los indios, porque eran éstos los únicos enemigos de las provincias, porque la subordinación estaba bien puesta, porque los guardias protegían la línea... el fuego devorador de las guerras civiles no nos abrasaba, porque había unión…Aún los mandatarios no pueden contar con un poder, con esa idea que tanta fuerza tiene sobre el espíritu humano" [6]. 

El sacudimiento y la conmoción, originados por el proceso de Mayo, conmovieron a toda una generación. Menos a Juan Manuel. A esta altura, su personalidad estaba lo suficientemente definida como para dejarse encandilar por la trilogía “libertad, igualdad y fraternidad” que la FRANCIA revolucionaria exportaba al mundo. 

La sociedad argentina, se dividía ya en aquel entonces, entre conservadores y partidarios del cambio. Juan Manuel estaba completamente convencido de que la inestabilidad que se vivía, era en demasía extraña a su cosmovisión, a su manera de ver y sentir el mundo que lo rodeaba. 

Eran un joven completamente atípico a los demás. “Mientras que en la década de 1810 a 1820 esa juventud brega por la independencia o trabaja exaltada por sus ideales de libertad en las páginas de la prensa o en la tribuna de los congresos, Rosas permanece ajeno por completo a esa gesta de un mundo nuevo. El joven Juan Manuel se retrae, se empeña en labores rurales que le enriquecen, se encierra en su estancia y contempla como simple espectador, desde lejos, los tumultos de la lucha y las proezas de la epopeya" [7].
  
En su ancianidad, Juan Manuel, se refiere al proceso de la independencia, alegando en su propia defensa, que ni él ni su familia, fueron contrarios al espíritu emancipador. Nosotros agregamos, no al espíritu, pero sí a las formas. Manuel BILBAO, resulta terminante al respecto: “La Revolución de la Independencia le fue extraña y mas bien la miró con aversión que amor. Asumió un rol indiferente o prescindente. El mismo espíritu animaba al resto de la familia” [(].  

De lo expuesto supra, a la vista está, que tenemos a dos ROSAS. Uno, frente al anglosajón que pretendía cambiar al dueño de sus pagos; otro, frente a los sucesos revolucionarios en el plano interno, demasiado “desordenados” para que él los hiciera suyos. 

Don Carlos IBARGUREN, probablemente el biógrafo más lúcido y equilibrado que trató al Restaurador, así lo atestigua: “Rosas vivió durante su juventud en dos momentos históricos trascendentales. Cuando los británicos invadieron Buenos Aires, él acudió presuroso, a pesar de su adolescencia, a tomar las armas en defensa de su ciudad, pero cuando estalló la revolución se ausentó, indiferente ante el magno acontecimiento y se preocupó sólo de atender negocios. Esta actitud revela una psicología. Rosas luchó en contra de los ingleses porque vio a su patria adueñada por un conquistador extranjero que ponía en peligro la vida, la propiedad, y todos los intereses conquistados. Al tomar las armas, en este caso, defendía lo propio en su aspecto más concreto, y procuraba se restaurase, mediante la expulsión del invasor, la paz y el régimen establecido. En cambio la Revolución de Mayo significaba la realización de un ideal político y social que traía consigo un profundo sacudimiento, una transformación completa y fundamental en…los  intereses creados" [9].  

En el pasado criollo, ROSAS es la más fiel representación de la conducta realista y conservadora. “No podía, pues, embanderarse en las filas de los revolucionarios de Mayo el joven que odiaba a los «logistas» y a los «anarquistas», como él calificara a los liberales, a los reformadores y a los doctrinarios” [10].  “En más de cincuenta años en esas Repúblicas hemos podido ver la marcha de la enfermedad política que se llama revolución, cuyo término es la descomposición del cuerpo social… Los agitadores nos son más que espíritus aspirantes que se encuentran recompensados cuando viven entre el humo… Los doctrinarios tienen opiniones fijas que solo sirven de embarazo, nuestra política no puede navegar en buques de vapor a rumbo cierto sino en barcos de vela y dar muchas bordadas para avanzar camino con vientos contrarios” [11].  

Realismo puro. Aunque parecieran las memorias de Otto de BISMARCK, es ROSAS quien escribe en su vejez. “Juan Manuel de Rosas fue el brazo irresistible de la reacción conservadora y materialista que supo interpretar el realismo político del medio... predominante, encarnó la imagen conservadora del caudillo que pone en quicio a una sociedad inorgánica convulsionada por la revolución y la gobierna con su acción de conductor supremo” [12]. 


IV.  El patrón de estancias



El peso del apellido materno, se hizo sentir en Juan Manuel a la hora de desarrollarse como hombre de trabajo. El campo fue rincón de sus amores y realización de su vocación. El Restaurador, era hombre de campo por los cuatro costados. Amaba la vida rural y todo lo que ella traía aparejada. Siendo aún niño, ya era diestro jinete, domador y famoso por su habilidad con el lazo.

Desde 1811, Juan Manuel, se hace cargo de “EL RINCÓN DE LÓPEZ”. “Desde esa época y por muchos años Rosas vivió consagrado a la explotación ganadera, en el establecimiento de sus padres primero, y en otras estancias después… Organizó la explotación rural con método y minuciosidad rigurosa e impuso una dura disciplina al personal. Sedujo y dominó a los gauchos vagabundos, a los peones holgazanes y a los indios levantiscos” [13]. 

Las infracciones en sus establecimientos, eran duramente castigadas. Sus órdenes revestían carácter de ley sacra, estando él mismo sometido a la disciplina imperante [14].  

En la campaña, Juan Manuel era amo y señor, patrón y peón a la vez; con su ejemplo conseguía gran ascendiente sobre su personal. En sus establecimientos, se respiraba un modus vivendi netamente miliciano.

Con los indios, se hizo respetar como el que más. Distinguió enseguida, fiel a su realismo político, amigos de enemigos, y esta sería base de su posterior Campaña al Desierto. Pactaba con quienes era factible hacerlo, y combatía con su “ejército privado” a los indios indomesticables.

Diversos desencuentros familiares, lo llevaron a abandonar la administración de las propiedades familiares. Juan Manuel decidió probar suerte por su cuenta; capacidad le sobraba. Nacería la sociedad con su amigo Juan TERRERO. Con él, con sus primos los ANCHORENA y con Luis DORREGO, serían pioneros en la industrialización de materias primas. Más de sesenta años antes de la fundación de la SOCIEDAD RURAL ARGENTINA, el joven Juan Manuel organizaba y tutelaba a un grupo de productores rurales en torno a intereses comunes. El gremialismo agropecuario, nacía en la ARGENTINA de la mano del señor de las pampas.  

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 Agradecemos la difusión de la nota del Lic. Gonzalo Irastorza: 



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Notas

[1] Lic. Cs. Pol. - RR. II., DNI: 24.493.548, gonzaloirastorza@yahoo.com.ar
[2] Cfr. DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ARGENTINA. Facultad de Filosofía y Letras. Abastos, tomo IV.

[3] Cfr. IBARGUREN, Carlos. JUAN MANUEL DE ROSAS. SU VIDA, SU DRAMA, SU TIEMPO. Bs. As, Theoria, 1992, pp. 10/11. Desde el destierro, recordaba el Restaurador: “No hay día que no me acuerde de mi madre, sintiendo siempre su pérdida, y no haberla podido acompañar tanto como eran mis constantes deseos, porque las ocupaciones públicas me lo impedían. Lloraba ella sin consuelo cuando las consideraba, diciéndome siempre: ya recibirás por premio la más cruel ingratitud…”. Cartas de Rosas a Doña Josefa GÓMEZ, de 20 de junio de 1868, 8 de diciembre de 1865 y 2 de mayo de 1869. Museo de Luján.

[4] Cfr. SALDÍAS, Adolfo. HISTORIA DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA. Bs. As., Ocesa,  1958, p. 89.
[5] Cfr. SALDÍAS, Adolfo. PAPELES DE ROSAS. La Plata, 1904-1907, p. 75.
[6] SALDÍAS, Adolfo. HISTORIA DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA. Bs. As., Ocesa, 1958, p. 109.
[7] IBARGUREN, Carlos. Op. Cit., p. 31.
[8] BILBAO, Manuel. HISTORIA DE ROSAS. Bs. As., Pleamar, 1976,  p. 39.
[9] IBARGUREN, Carlos. Op. Cit.,  p. 32.
[10] IBARGUREN, Carlos. Idem, p. 33.
[11] Cartas de Rosas a Josefa Gómez. Museo de Luján.
[12] IBARGUREN, Carlos. Op. Cit., p. 33.
[13] Idem, p. 35.
[14] Es notable la anécdota acerca del uso de armas blancas en días de fiesta. “Había prohibido andar con cuchillo en día festivo, so pena de dos horas de cepo del pescuezo, y dispuesto que el peón que saliera sin lazo al campo, o boleara avestruces, sufriría cincuenta azotes a calzón quitado. Un día, con el propósito de mostrar a su gente hasta dónde debía llevarse el cumplimiento de sus órdenes, apareció sin lazo ante los peones y requirió se le castigara; el capataz no se atrevió a azotarlo; entonces le fueron aplicados cien azotes al temeroso capataz.” Idem, p. 36. LAMADRID observa en sus memorias, que ROSAS, en otra oportunidad, adrede, salió a recorrer el campo sin lazo y con cuchillo en día festivo. El capataz, prevenido de la rigurosidad de su patrón, lo azotó argumentando que estaba violando la ley impuesta. 

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