12 MONOS
Actualmente estamos en un estado de excepción por la pandemia del virus corona. Sabemos poco de la enfermedad y nos dicen menos. Los mensajes desde el poder fueron consecutivamente: “Que no es grave”, “que no es tan grave”, “que parece grave”, “¡Guárdense!”. No sólo nuestro gobierno, sino todos los de Occidente.
Tenemos problemas como sociedad en diferentes niveles.
El primer nivel es el sanitario.
Soy una lega absoluta en temas de salud por lo que espero que mis amigos médicos: 1. me perdonen por el atrevimiento, 2. corrijan los errores de este escrito.
La Argentina no sólo ha sido pionera en educación en pleno SXIX sino que lo fue en sanitarismo (Ramos Mejía, Wilde, Coni, Rawson, Penna y tantos otros), quienes creían férreamente que la población era una sola y que para las enfermedades no había ricos y pobres, sino habitantes del país.
Por eso los hospitales edificados en esa época eran palacios señoriales que recibían a sus pacientes en escalinatas de mármol. Por dos razones: 1. porque eran para todos, sin distinciones, 2. porque la salud de la población era importante.
También se iniciaron los hábitos sanitaristas: desde las plazas públicas con árboles y verde, hasta la higiene (nosotros sí usamos bidet), el hábito del baño diario, y enseñanza de Higiene y Educación Física (Gimnasia) en las escuelas.
El gobierno compartido (por enfermedad) de Roque Sáenz Peña-Victorino de la Plaza decide hacer un instituto de investigación de enfermedades infectocontagiosas en humanos con lo mejor de lo mejor en el momento. Edificio señorial con vitrales y mármoles y equipamiento de punta para la época, en medio de un jardín espectacular con palmeras incluidas. Se hace en tiempo récord y lo inaugura a días de asumir el flamante presidente Hipólito Yrigoyen. Yrigoyen quien asumió el 12 de octubre e inaugura el Instituto el 23 de diciembre de 1916.
Era un país con concepto de Nación (*), con proyecto colectivo, con una élite ambiciosa no sólo en lo privado sino en lo público, con deseos de estar en la cúspide del mundo. Que conocía el secreto para que las cosas salgan bien: perseverancia, continuidad, ambición e inversión de tiempo y dinero.
Recuerdo, una vez más, que en esa época, ese estado que llenó el territorio de escuelas y hospitales y regimientos y comisarías y juzgados y registros civiles costaba, en sus momentos más caros, el 25% del PBI.
Un país que supo tener médicos excelentes y científicos en áreas médicas; dos premios nóbeles en el rubro lo demuestran, (no cuento al Dr. Milstein quien murió en el exilio).
La inversión en salud continuó hasta el final del gobierno del Dr. Illia (médico) con un pico extraordinario de inversión con el Dr. Carrillo (**). Durante su gestión duplicó las camas hospitalarias de 66.300 a 132.000, bajó la mortalidad infantil de 90 por mil a 56 por mil, bajó la mortalidad de la tuberculosis, eliminó enfermedades infecciosas como el tifus y brucelosis y combatió severamente las enfermedades venéreas. La sífilis prácticamente había desaparecido. Tuvo varios aliados: en gran parte la aparición de los antibióticos; complementariamente la inmensa inversión en activos físicos y en educación; más la convicción de que a las enfermedades hay que prevenirlas antes que curarlas.
Pensar en una salud compartimentada es de gente corta. Gente que cree que porque puede pagar los mejores médicos del mundo y atenderse en las clínicas más caras está inmune de contagiarse de algún croto que duerme en la calle. Todos somos uno en lo que enfermedades se refiere. Mi mejor método para estar sano es que alrededor mío todos lo estén.
La gente culta e inteligente, no estos nuevos ricos que nos gobiernan desde Alfonsín a la fecha, sabe que un país somos todos. Cien años atrás quien más claro lo tenían eran los más ricos, los que vivían en sus pétits hôtels de Av. Libertador. No era para menos. La epidemia de cólera fruto de la Guerra con el Paraguay se había llevado a cientos de pobres que vivían en los arrabales de la ciudad, pero también al vicepresidente a cargo de la Presidencia de la Nación, el Dr. Marcos Paz.
Por eso para la gente corta que gobierna nuestro país en las últimas décadas, la salud no existe. O es la oportunidad de hacer negocios: robar con los sobreprecios de los insumos médicos y brindar mal servicio para empujar a la población a la salud privada.
Y lo poco que hacen es asistencial (“Inauguramos el Hospital X”) y no preventiva. Por eso hace 40 años atrás se enseñaba Higiene en primaria y secundaria y ahora no. Por eso antes la gente se bañaba y ahora a veces sí, a veces no.
Durante el SXXI los gobiernos dejaron de costarnos un 25% del PBI para pasar a costar el 50%. Lo que hemos tenido a cambio es despilfarro, políticos über ricos y capitalismo de amigos billonarios que ponen fortunas en las campañas electorales.
Por eso la inversión en activos fijos (edificios de escuelas, hospitales, juzgados, comisarías; rutas, puertos y FFCC; centrales eléctricas) se ve deplorable. Porque no se invirtió en su mantenimiento. Hoy toda Argentina luce como "12 monos".
Hace un rato largo que sabemos que la desinversión en el área salud es fenomenal. Y no necesitamos una pandemia para saberlo.
Nuestros políticos 1983-hoy se dedicaron a desarmar prolijamente cien años de inversión colectiva. En todos los rubros. Y todos hicieron su parte.
Desde Alfonsín que eliminó el examen de ingreso para estudiar en la facultad (¿cómo están formados nuestros actuales médicos?), hasta el desvío a la salud privada - negocio de varios políticos -, hasta la ausencia de salud preventiva, que hizo que la ciudad de Buenos Aires tenga de vuelta sífilis a niveles de Orán. Una enfermedad que prácticamente había sido erradicada.
Hoy hay gente mal nutrida, sin controles periódicos y preventivos. Ni siquiera tenemos el control médico que hacía el Servicio Militar al 50% de la población. La salud de la población depende de su alimentación, sus hábitos de vida y la calidad del agua; y si se enferma, de los servicios sanitarios asistenciales.
También es una gigantesca mentira la inversión en ciencia del gobierno de Cristina Fernández. Son hechos publicitarios. Cualquiera que hubiera visitado el edificio del Instituto Malbrán en el año 2014, como es mi caso, se hubiera dado cuenta. Se hubiera podido filmar “12 Monos” con Bruce Willis. Bellísimos vitrales rotos, falta de pintura, escalones de mármol rajados, excelentes aberturas de roble sin tratamiento, jardines descuidados.
Los nuevos edificios (anexos) desparramados sin estética alguna en el jardín son prismas rectangulares de cemento. Ni los soviéticos los hubieran aceptado.
Aún así ahí - en todo el ANLIS - trabaja gente dedicada que ama (adora) lo que hace. Muestra de ello fue el auxilio que los científicos del Instituto Maiztegui prestaron a la OMS durante la epidemia de ébola en África.
La falta de brújula en salud de la élite que nos gobierna desde 1983 es la misma que se ve en cualquier otro orden: justicia, seguridad, educación, defensa. Estamos en manos de gente muy ignorante, que además se cree culta.
Además de su ignorancia y arrogancia tienen otros defectos. Uno de ellos es no tener proyecto de Nación. Es más, no creen en el concepto de nación. No aman la Patria, ni a sus compatriotas. La frase “En Unión y Libertad” no significa nada para ellos. Sólo los domina su sed de poder y su codicia.
Por eso por décadas no invirtieron en nada y hoy nos falta de todo en materia de salud. Con médicos y enfermeros mal pagos mientras los legisladores ganan sumas obscenas.
Futuro
Si algún día volvemos a tener un gobierno del proyecto nacional y no uno de la socialdemocracia, tendremos que tener un plan de salud.
Debe ser integral. Agua de buena calidad, educación en Higiene en la escuela primaria. Puericultura para todas las madres. Presión social para el aseo personal diario.
Prevención. Controles periódicos para detección de patologías de forma temprana. Campañas de prevención de enfermedades infectocontagiosas, incluidas las venéreas. Obligación de limpieza de los lugares públicos (nuestros colectivos y subte son un asco, así como las calles).
Poner al frente del ministerio de salud a un sanitarista y no a dueños de laboratorios medicinales o lobbistas de los mismos, que es lo que hemos sufrido en las últimas décadas.
Creo firmemente que la Educación y la Salud deben volver a ser nacionales. Que su provincialización fue un error.
Y por último brindar medicina asistencial de excelente nivel. Que lo mejor de lo mejor sea la salud pública. Que una persona, cualquiera sea su condición social, se sienta un soberano cuando entra a un centro de atención. Eso requiere infraestructura de calidad bien mantenida, buenos profesionales bien pagos, e insumos. No comprar los caprichos de los laboratorios, sino lo que se necesita.
Todo ahorro se hace siempre diez años antes, en la prevención.
Ejemplo 1: ¿Cuánto nos cuestan la decena de miles de heridos en accidentes de auto? Por eso donde hay que invertir es en la prevención. [Sin contar el dolor emocional de las pérdidas de seres queridos].
Ejemplo 2: se gastan fortunas en curar la sífilis (negocio de los laboratorios que venden kits de detección y luego los medicamentos) y no hay campaña de prevención para NO contraer la enfermedad. Lo mismo con la hipertensión o cualquier caso que se busque.
Con centros de complejidad en todo el país. No debe haber un Garrahan sino cinco en distintas partes del país, hospitales de agudos y centros de atención primaria. Buen servicio de salud en el interior para incentivar a la población a quedarse tierra adentro.
En resumen, un proyecto integral para un país que quiere ser Nación.
Mientras tanto, tenemos socialdemocracia.
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Notas:
(*) Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación
http://www.laprensa.com.ar/477615-Nuestra-verdadera-tragedia-fue-haber-cancelado-en-1982-el-proyecto-de-Nacion.note.aspx
http://iris-speroni.blogspot.com/2019/06/nuestra-tragedia-cancelar-en-1982.html
(**) El Dr. Carrillo fue un fuera de serie. Santiagueño, medalla de oro de la facultad en 1929, neurólogo y neurobiólogo, con estudios de punta en su especialidad. Abandonó para dedicarse al sanitarismo. Murió en la pobreza extrema y su departamento saqueado. Se llevaron sus cuadros y su extensa biblioteca.
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Recomiendo: "Los orígenes institucionales de la Salud Pública en la Argentina Salud Pública", Tomos 1 y 2, de Juan Carlos Veronelli / Magalí Veronelli Correch.
Vínculos a PDF gratis:
Extracto de “Los orígenes institucionales de la Salud Pública en la Argentina” de Juan Carlos Veronelli / Magalí Veronelli Correch.
Las primeras instituciones sanitarias de la Capital Federal
Cedamos otra vez la palabra a Coni: “Vencida la revolución encabezada por el Dr. Carlos Tejedor, gobernador de la provincia de Buenos Aires, el presidente electo de la República, Dr. Nicolás Avellaneda, nombró, para reemplazar a aquél, una intervención que asumió el gobierno comunal. El interventor nombró entonces una comisión municipal para la ciudad de Buenos Aires, que, en honor a la verdad, no ha tenido otra igual por el valor y la expectabilidad de sus componentes... A fines de 1880, fue federalizada la ciudad de Buenos Aires, que pasó a ser capital de la república”. “En febrero de 1880, recibí del presidente Dr. Nicolás Avellaneda, una carta concebida en estos términos:
“Estimado señor: He recibido y leído sus remarcables escritos. Pienso que será usted muy útil en la Comisión Municipal y le ruego acepte un puesto en su composición. […]”
Constituida la Comisión, bajo la presidencia de don Torcuato de Alvear, se organizó la sección de higiene con los Dres. Ignacio Pirovano, José M. Ramos Mejía, Domingo Parodi, Domingo Salvarezza y el que estas líneas escribe. Puesta inmediatamente en ejercicio de sus funciones, fue sin duda alguna la de más trabajo, pues tenía bajo su dependencia directa la higiene del municipio en sus diversas fases, la superintenden- 288 Administrando salud desde el Estado, pero también desde la sociedad civil cia de dos hospitales (General de Hombres y San Roque) y un manicomio (Hospicio de las Mercedes), no existiendo aún la dirección de la Asistencia Pública 9, los cementerios, la administración general de limpieza, el estudio e informe sobre las licitaciones correspondientes a dichos servicios, etc., etc.”
Entre los escritos de Coni, el que se refería a la estadística mortuoria entre 1869 y 1877, incluía la propuesta de una “Administración general de la Asistencia pública”, con una comisión presidida por un director responsable, que administrase los establecimientos sanitarios, como medio para corregir la situación lamentable en que estaban por “falta de unidad e incompetencia notoria de las personas que los dirigen”.
Señalaba también la necesidad de que la dirección del Hospital General de Hombres estuviese a cargo de un médico y criticaba la administración del Hospital General de Mujeres y del Hospicio de Mujeres Dementes, ambas a cargo de la Sociedad de Beneficencia, añadiendo que “a pesar de reconocer la honorabilidad y abnegación de las dignas matronas que componen la sociedad mencionada, negamos completamente su idoneidad en la dirección del servicio de un hospital”.
En esos años, desde la sección de higiene de la Comisión Municipal, Coni intervino para hacer obligatoria la vacunación antivariólica en la Capital, para lo cual no se restringía a dictar una norma, sino que proponía que se vacunase a domicilio, para poder llegar, en los dos mil conventillos existentes, a sus 60.000 habitantes, “que precisamente por su ignorancia y condiciones de vida, suministraban el mayor contingente a la mortalidad variólica.”