#MENDOEXIT



Autor: camarada reaxionario del PCCh (@reaxionario)

Nota original: https://reaxionario.wordpress.com/2021/03/30/mendoexit/


En lo personal, todo este asunto del #MendoExit me parece puro humo, quizás no al nivel de un mercado de pases promedio de Boca, pero bastante cerca. Sin embargo, aunque todo el tema probablemente termine en nada, este tipo de cosas siempre le dan a uno la posibilidad de ponerse a pensar – y con suerte también de compartirlo con alguien. Teoricemos un rato, entonces.

Hoy me preguntaron si estoy a favor o en contra de la secesión, y respondí que ni una cosa ni la otra. No es que quise hacerme el cínico como siempre, sino que es mi humilde opinión que cuando uno logra comprender algunas cosas acerca de la naturaleza del Poder empieza a dejar de lado los juicios de valor; o sea, abandona conceptos de Bien y Mal para pensar en lo posible y lo imposible, lo evitable y lo inevitable.

Aclaremos algo: nada es para siempre. La integración y la secesión territorial son hechos inexorables de la vida, y estar a favor o en contra de la secesión es como estar a favor o en contra de la muerte o de la selección natural. Nadie puede detener el tiempo, y así como los imperios se hacen y se deshacen las naciones también. Un día no habrá más Argentina, y en su lugar habrá vaya a saber uno qué – que tampoco será eterno.

A lo sumo, uno puede estar a favor o en contra de la secesión o la integración en casos muy puntuales. Uno puede decir que hay secesiones y secesiones, e integraciones e integraciones. Por ejemplo, alguien puede estar de acuerdo con la integración de parte del continente americano al Imperio Español y totalmente en contra de la anexión alemana de territorios de Europa del Este en la década de 1930 – o al revés, o a favor de ambas, o lo que sea.

De la misma manera, puede que para alguien los catalanes “tengan razón” en su afán secesionista, mientras que para otro estén totalmente del marote y deban ser colgados de los pulgares. El cielo es el límite si uno se pone a hacer de juez.

Lo que sucede si uno entra en ese peligroso juego, sin embargo, es que para tomar la decisión correcta uno tiene que conocer cada caso a fondo antes de tomar lados, y me atrevo a decir que en este tipo de cuestiones nadie puede estar lo suficientemente informado como para tomar una posición moralmente “correcta” desde la total objetividad, porque justamente no existe tal cosa y todo se reduce a la opinión – “informada” o no, pero mera opinión al fin. Nadie es infalible y el que crea que lo es se está engañando a sí mismo.

Entonces, si bajamos un cambio y dejamos de querer transformar la Historia en un objeto de nuestro dedo acusador como los Whigs del orto que somos, podremos empezar a entender todo este asunto de una manera un poco más sensata.

Todo intento de secesión presupone, en general, dos cosas: hay una élite que quiere hacer rancho aparte y otra élite que quiere impedirlo. Ambas intentarán convencer a la mayoría de la población (del territorio en disputa y más allá también) y a otras élites de que su bando está del lado de la justicia o la virtud y el otro no. Verso va, verso viene – guerra propagandística. Eventualmente alguien gana, ya sea por las buenas o por ultima ratio, y la secesión se concreta o el territorio permanece íntegro por un tiempo más, pero nunca de manera definitiva.

Ahora bien, todo secesionista tiene sus motivos. Puede pensar que lo están oprimiendo, cagando, ignorando; puede sentir que necesita perseguir su propio destino porque siente que la otra parte del territorio es una carga. Qué se yo – cada uno sabe. A su vez, todo aquel que quiere tomar territorio lo hace por algo: recursos, poder, Lebensraum, ustedes saben.

Del otro lado, el unionista tiene un millón de razones para no permitir la división, mientras que un pueblo a punto de ser absorbido por un imperio tiene argumentos a favor de que lo dejen en paz y vayan a invadir a otro.

Como verán, todo el mundo tiene razones para hacer lo que sea, y, ¿a quién le corresponde el papel de decidir qué es válido y qué no? Las Trece Colonias escribieron en la Declaration of Independence que ya no querían estar sujetas a la Corona Británica [1], pero décadas más tarde, cuando los estados de la Confederación querían abrirse de la Unión, Lincoln no les dijo “vayan y sean felices que es su derecho”.

Asimismo, hay argentinos que están a favor de la Independencia Argentina, pero no están a favor de que Mendoza se independice de Argentina. No me queda claro, a mí al menos, por qué despegarse de la monarquía borbónica estaba bien pero despegarse del Gobierno Nacional es un pecado mortal. No hay grievances contra Fernando VII que no puedan ser comparables a las de algunos mendocinos en contra del (no) gobierno de Alberto Fernández. Algunos dirán que estoy comparando peras con naranjas, pero al fin y al cabo son solo apreciaciones personales. Nadie tiene la última palabra en esto, y nadie puede decir con absoluta certeza que Cornejo está equivocado y Thomas Jefferson no. Al menos así no es como yo considero que debe interpretarse la Historia – dividiendo entre buenos y malos. Me parece deshonesto e inútil.

Sí creo, eso sí, en la ley escrita, y por ley Mendoza no puede convertirse en una nación aparte, pero como la ley en última instancia no descansa en ninguna ley moral universal porque no existe tal cosa, todo se reduce a la fuerza, le pese a quien le pese. Yo no inventé las reglas.

Por lo tanto, si el movimiento secesionista mendocino creciera al punto de volverse una amenaza para la integridad territorial de la República Argentina, el gobierno podría valerse de la ley escrita y de su poderío militar superior para vencer y juzgar a todos los involucrados por traición a la Patria. Por otra parte, si los mendocinos lograran salirse con la suya, ¿quién podría culparlos? Después de todo, estas son las cosas que les suceden a los gobiernos débiles, ¿o creen que los territorios se mantienen unidos a través de Constituciones?

Si un movimiento secesionista triunfara en Argentina, no habría otro culpable que el propio gobierno argentino, porque los hombres son hijos del rigor y hacen hasta donde les permiten. Por eso afirmo que si el #MendoExit triunfa, bien por los mendocinos. Después de todo, ¿vale la pena ser parte de una nación que no pudo evitar tu intento separatista?


[1] Thomas Hutchinson les contestó en su Strictures, y Samuel Johnson hizo lo propio en Taxation no Tyranny.

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