ADITIVOS ALIMENTARIOS: "SOMOS LO QUE CONSUMIMOS"
Autora: Dra. Ana Belén López, Médica Clínica y Deportóloga, Profesora en Medicina, (@AnBelenlopez).
Todo alimento que ingerimos pasa a desmenuzarse en nuestro organismo a cada mínima unidad que lo compone y actúa de alguna forma sobre nuestro cuerpo. A la vez que aprovechamos los componentes alimentarios para formar compuestos que necesitamos para que nuestro organismo funcione en forma apropiada, desechamos lo que no utilizamos. En una forma simplista, el proceso allí termina. Sin embargo, no es así... Existen sustancias que no utilizamos y son difíciles de eliminar, otras que sólo se agregan a los alimentos para mejorar ciertas propiedades de mercado y que, incluso, pueden tener un efecto nocivo sobre nuestro cuerpo.
Desde el sentido común, uno pensaría que esto no tendría que ocurrir. Todo alimento aprobado como tal, debería cumplir con el requisito primun non nocere (primero no dañar) y, a la vez, producir algún efecto nutritivo para quien lo consume. Sin embargo, esto no siempre es así.
En este artículo nos referiremos puntualmente al efecto nocivo que producen los aditivos alimentarios en quien los consume. Para empezar, vamos a definir qué es un aditivo alimentario. Luego haremos mención de algunos de los aditivos más difundidos en nuestro medio y analizaremos los efectos que estos producen en el organismo.
¿A qué nos referimos cuando decimos "aditivo alimentario"? Los aditivos alimentarios son sustancias que se agregan a los alimentos (o bebidas) para mejorar alguna de sus propiedades: sabor, aroma, textura, aspecto u otra variable, o bien, para facilitar su conservación. Como queda explicitado, no tienen de por sí un fin alimentario ni valor nutritivo. Existe un ente regulador que aprueba y clasifica los aditivos a nivel internacional. Sobre esa base se adecua cada país en forma independiente, tanto en la aprobación, o no, del uso particular de cada aditivo, como de la proporción en la que está permitido su empleo. Este ente de regulación internacional es el Comité del Codex sobre Aditivos Alimentarios y Contaminantes de los Alimentos (CCFAC). En su desempeño, este comité propone un Sistema Internacional de Numeración de Aditivos Alimentarios (SIN) y nomencla a estas sustancias con la letra "E" y un número que es el mismo en todo el mundo. Esto permite unificar la forma de nombrarlos trascendiendo las fronteras de cada estado. Los envases de los productos deben informar en forma escrita sus aditivos o con su nombre o con su número. A la vez, los aditivos están clasificados según el grado de toxicidad que poseen. Y si... se agregan sustancias a los alimentos con alta toxicidad, que nosotros consumimos en forma cotidiana, aun cuando los mismos envases nos lo dicen.
Veamos ahora algunos ejemplos.
Uno de los aditivos más difundidos en nuestra alimentación, es el glutamato monosódico, E621. Tiene como finalidad actuar en el sistema nervioso del consumidor generando la sensación de querer seguir comiendo el producto. Está clasificado como de "alta toxicidad" por presentar efectos neurotóxicos: excita neuronas tornándolas vulnerables al daño. Esto determina que esté contraindicado en personas que poseen enfermedades degenerativas del sistema nervioso como la enfermedad de Parkinson o el Alzheimer porque podría acelerar el daño. Es utilizado en productos ultraprocesados y poco saludables como snacks, sopas en polvo, cubitos de caldo, enlatados, salchichas, entre otros.
Otro aditivo de alta toxicidad es la tartrazina, E102, un colorante amarillo. Se utiliza en panificados, aderezos, postres, jugos, gaseosas, enlatados, golosinas e, incluso, en fármacos. ¿Qué efectos perjudiciales produce? Se describe hiperactividad en niños y puede desencadenar reacciones alérgicas con distinta gravedad: alergia cutánea, asma, etc. Por esto último es que debe ser informada su presencia en todos los productos que la poseen, al igual que maní, la leche, el huevo y otros compuestos que también pueden resultar alergénicos. En algunos países este colorante está prohibido y en otros, los productos que la utilizan deber contener la leyenda "puede tener efectos negativos sobre la actividad y atención de los niños".
El tercer y último ejemplo que vamos a tratar en este artículo es el conocido "aceite vegetal hidrogenado" o "grasas trans". Lo elegí por la amplia presencia que tiene en los productos que se comercializan en nuestro medio, sobre todo en panificados como galletitas, golosinas, helados y snacks. Dentro de esta categoría se incluyen varios productos con variable grado de toxicidad. Su uso se emplea para mejorar las propiedades organolépticas del producto y aumentar la duración entre la elaboración y el vencimiento. Una de las peculiaridades que tienen, por ejemplo, los budines, los alfajores o las galletitas industrializados es la duración tanto más pronunciada que la de sus homónimos artesanales. La toxicidad atribuida al consumo de estas grasa incluye aumento de riesgo de diabetes, enfermedades vasculares (infarto cardíaco, por ejemplo), dislipemias (aumento de colesterol o triglicéridos) y aparición de tumores.
Tras lo expuesto, vemos que, junto con los alimentos, injerimos compuestos químicos que, no solo no nos nutren, sino que también nos dañan. Es muy difícil conseguir evitar esto desde lo individual. Queda en nuestro compromiso como sociedad, volcar nuestro esfuerzo para que se logre normatizar una regulación más estricta y controlar su correcta implementación. De esa forma, se pueden obtener alimentos que nos nutran y sin dañarnos. A sus expensas se perderían beneficios de mercado pero se ganaría salud. Quizás tuviéramos que consumir antes los productos que compramos o amigarnos con nuevos gustos o consistencias. La naturaleza nos ofrece una amplia variedad de alimentos y sabores, los costos son muchas veces los que dirigen la elección de la composición de alimentos aun a expensas de hacerlo con estas sustancias. Sin dudas que podemos extender el abanico de aristas que tiene este tema, dedicándonos a las consecuencias del empleo de agroquímicos, alimentación y modificación genética de animales, contaminantes del agua y muchos más. Ya iremos ampliando con el tiempo. Para iniciar me dediqué a compartir con ustedes este tema a modo introductorio.
Como mensaje final, los invito a leer la información que proporciona cada alimento que elegimos en la góndola, de forma que podamos optar por aquellos que más se adecúen a lo que buscamos. Recordamos que todo lo que consumimos pasa a formar parte de nosotros. Si nos animamos a comer más sano, también vamos a experimentar el sentirnos mejor. Desde las culturas más antiguas, se sabe que la alimentación es la primera medicina. El evitar la aparición de enfermedades desde la elección de lo que comemos nos permitiría vivir más y vivir mejor, deseo que tenemos para todos aquellos que queremos y podemos elegir para nosotros mismos y nuestras familias poniendo empeño día a día y en nuestro mismo hogar.
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