POR QUÉ LOS RITOS CATÓLICOS DEBEN SER RESPETADOS



Autor: Gerald Warner

Nota original: https://reaction.life/last-rights-why-rites-of-catholics-should-be-observed/

Texto en inglés al pie.

Traducción: @Hyspasia

Nota de la Traductora: El 15 de octubre de 2021 fue asesinado a cuchilladas Sir David Amess, miembro de la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico por un musulmán. El Sr. Warner es católico practicante.


El espantoso asesinato de Sir David Amess es coronado por la crueldad con la que se le denegaron los Últimos Sacramentos a un devoto practicante católico. La revelación de la policía de Essex de rechazar el acceso a Sir David por parte de un párroco local para que le administre los últimos rituales ha provocado preocupación e indignación entre los católicos.

No pareciera haber discrepancia entre el relato sobre lo sucedido brindado por el cura y la versión policial. El Padre Jeffrey Woolnough describió cómo arribó a la iglesia metodista de Belfairs en Leigh-on-Sea luego de enterarse que el MP [N. de T.: diputado o miembro de la Cámara de los Comunes] fuera acuchillado: "Cuando llegué ahí, mostré [mi] credencial al policía y le pegrunté si era posible que me acercara, y para ser franco, el policía consultó por radio a un superior y contestó: 'Lo siento, pero no; esto es una escena de crimen' ".

Un vocero de la Policía de Essex sostuvo que preservar la integridad de la escena del crimen era de "la máxima importancia" y que asegurar el área acordonada era "una parte fundamental de toda investigación para asegurar de la mejor manera posible que haya justicia para la víctima y su familia".

Aparentemente, avergonzado por la controversia, el Padre Woolnough desde entonces ha dicho que respeta la decisión policial y que no los critica. Es una muestra de edificante caridad cristiana, pero pasa por alto aspectos de este caso que son de grave preocupación.

Todo el mundo entiende la necesidad de resguardar intacta una escena de crimen, dejando toda posible evidencia forense sin sin perturbaciones. Pero, naturalmente, eso no inhibió a la policía facilitar el acceso a médicos y paramédicos que batallaron para salvarle la vida a Sir David Amess. Esa excepción fue necesaria y reconocida. Entonces, ¿por qué un individuo que concurrió para ocuparse del alma de la víctima fue excluido, cuando fueron admitidos aquellos que se abocaron a su cuerpo?

¿Por qué el oficial que ordenó la exclusión del cura por la radio policial no tuvo la cortesía de discutir la situación con el párroco?  Esa misma persona hubiera hablado sin dudas con cualquier médico que se acercara. Seamos claro sobre el tema del cual estamos hablando. A todas luces, en la situación de Sir David Amess, no había duda de que el trabajo de los médicos no podía ser interrumpidos mientras trataban de salvarle la vida. Nadie está sugiriendo que los últimos sacramentos - confesión, comunión y extremaunción - pudieron ser administrados, de la misma forma que se hace en un hospital junto al lecho de muerte.

Lo que era necesario era el elemento crucial, la absolución de todos los pecados, que hubiera tomado menos de un minuto, brindada a cierta distancia del afligido hombre, pero en el mismo lugar. No era necesaria ninguna interrupción de los procedimientos médicos. Esto podría haber sido explicado a la policía, si algún oficial con suficiente jerarquía se hubiera puesto a disposición. Aparentemente, administrar los últimos sacramentos a las víctimas de crímenes en jurisdicción de la Policía de Essex no es considerado de alguna importancia.

Para los católicos es de suprema importancia. En casos extremos, según el credo católico, podría ser la diferencia entre la salvación y condenación. Es más, hay una larga tradición de sensible cooperación entre el clero católico y los servicios de emergencias para estas situaciones. Durante el SXX, generaciones de oficiales de policía, doctores de hospitales y otros que han servido en la Segunda Guerra Mundial estaban al tanto del heroísmo de los capellanes militares en el campo de batalla, a riesgo de sus propias vidas para administrar consuelo para los hombres moribundos. Entendían la importancia para los católicos de los últimos sacramentos y en forma rutinaria eran llamados los curas a hospitales o accidentes fatales.

Esa cooperación civilizada se ha marchitado.

Como observó el padre Woolnough: "La policía no nos llama excepto que algún familiar pida por ello". Esto es el reflejo de la deliberada marginalización del cristianismo inspirado en el securalismo y ahora tiene efectos seriamente perjudiciales sobre el bienestar espiritual de los católicos, para quienes los últimos sacramentos son de enorme importancia.

La policía no tiene protocolos establecidos para brindar acceso a los sacerdotes a aquellos in articulo mortis. Algún tipo de reglamento debe ser elaborado inmediatamente, en términos generosos, o tal vez redactar alguna legislación menor. Esto hubiera sido un apropiado memorial para Sir David Amess. Detrás de este tema, crucial en sí mismo, yace el corazón de la creciente exclusión de la cristiandad de la esfera pública, en todas sus denominaciones.

Simultáneamente con la emergencia de una posición cada vez más precaria para los católicos en Gran Bretaña en consideración a los últimos sacramentos, ha habido en Francia un violento ataque a una de las instituciones más sagradas de la Iglesia. Este mes el Ministro del Interior, Gérald Darmanin, desarrolló la idea de que los clérigos deben romper el sagrado secreto de la confesión si involucraba el abuso de niños. Esta indignante sugerencia fue incluida dentro de las 45 recomendaciones hechas en el Sarvé Report de abusos sexuales en la Iglesia, cuyos hallazgos superan lo impactante.

Pero un pecado no justifica otro, y la demanda por parte de seculares de que los sacerdotes sean encarcelados si no quiebran el secreto de la confesión, reclamo cada vez más repetido en el mundo, es parte de un ataque general para apalear los principios de la Iglesia. Muchos no-católicos, razonablemente, tiemblan de pensar en arrodillarse, aún anónimamente, y confesar los pecados más secretos, aún los de pensamiento, a un sacerdote. Como cualquiera puede entender, semejante delicada convención depende en su totalidad en la confianza. Para ello, el secreto debe ser absoluto.

Durante dos mil años ha sido una enseñanza inadulterada e inadulterable en la Iglesia Católica que el secreto de la confesión es absoluto, sin admitir ninguna excepción por ningún concepto. Los sacerdotes ha muerto bajo tortura antes que romper el sacramento; hacerlo implica una excomunión automática y probablemente la expulsión del sacerdocio. Las bases teológicas es que la penitencia es confesar los pecados a Dios; el sacerdote es un mero mediador, un instrumento del perdón. Sólo la inviolabilidad del secreto puede adecuadamente proteger al penitente.

En términos seculares, el pedido de la violación del secreto de la confesión es contraproducente; ¿qué abusador sexual se confesará si sabe que el cura puede llegar a denunciarlo a la policía? Todo lo que se lograría sería excluir la posibilidad de que los victimarios se arrepientan, confiesen y amenden sus vidas. Los mismos argumentos pueden ser empleados en los casos de asesinatos u otros crímenes serios.

El arzobispo de Reims, Éric de Moulins-Beaufort, quien también es el Presidente de la Conferencia Francesa de Obispos, dio una respuesta directa, al declarar que el secreto de la confesión está por encima de las leyes de la República Francesa. Eso es verdad, de la misma forma que muchos sacerdotes dieron su vida durante la Revolución Francesa antes que jurar la constitución civil. El Arzobispo fue llamado a una reunión con el Ministro del Interior, seguido de lo cual, tras lo cual las autoridades estatales afirmaron que el clérigo había cambiado su posición. Las aguas quedaron más enlodadas aún luego de un insensato comunicado de la Conferencia de Obispos. Al final, una corrección hecha por el vocero de la agrupación dejo en claro que el Arzobispo y sus confréres episcopales van a defender firmemente su posición en defensa del secreto confesional.

En Australia, fue aprobada una ley en el estado de Queensland, que obliga a los sacerdotes a quebrar el secreto confesional; no tendrá ningún efecto. Sucederá lo mismo con cualquier ley que Australia establezca, en seguimiento de las recomendaciones de la Comisión Real. Esta legislación es fútil, ya que nadie sabe qué ocurre durante la confesión. Es una postura provocativa impuesta a penitentes que busca criminalizar a los curas; si es así, la revulsión pública debería ser intensa. En el año 2019 California trató de implementar una ley contra el secreto de la confesión; tuvo que ser retirada cuando los legisladores estaduales recibieron más de 125.000 objeciones del público.

La Iglesia es el último y principal objetivo en esta guerra cultural. Está acostumbrada a ese rol, en particular desde el surgimiento del marxismo como su principal perseguidor durante el SXX y que sigue atacándola aún hoy. La Iglesia no desmayará. Son gajes del oficio.

En Gran Bretaña, sin embargo, necesitamos ocuparnos del urgente problema de garantizar el acceso a los últimos sacramentos para los fieles, y otros abusos por parte de la sociedad secular.

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