EUTANASIA

 

"Eutanasia en Canadá", ilustración de George Alexopoulos


“Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte.”


Autor: reaxionario (@reaxionario)

Nota original: https://reaxionario.substack.com/p/eutanasia

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¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! — Isaías 5:20


El pasado 27 de Enero, una joven holandesa llamada Lauren Hoeve puso fin a su vida a través de la eutanasia o “suicidio asistido”. Sufría de algo llamado encefalomielitis miálgica, más vulgarmente conocida como síndrome de fatiga crónica — sobre la cual no existe aparentemente un consenso definido, siendo considerada por muchos especialistas como una “enfermedad psicosomática”.


No soy médico y no voy a elaborar demasiado más allá de dos puntos. Primero, que la enfermedad todavía es en parte un misterio. Segundo, que tiendo a desconfiar de la medicina, especialmente después del 2020. No me parece del todo descabellado creer que, a medida que la eutanasia se normaliza, enfermedades que antes se consideraban graves pero con las cuales era posible coexistir — aunque más no sea porque no quedaba otra — de repente se vuelvan causa de “sufrimiento insoportable”.


En otras palabras, como “sufrimiento insoportable” es algo relativo, sospecho que a lo largo del tiempo la lista de padecimientos que supuestamente hacen de la vida una tortura se irá agrandando para acomodarse a las sensibilidades particulares de cada individuo. Después de todo, la sociedad occidental ha aprendido a respetar prácticamente toda forma de auto-percepción, y no veo por qué habríamos de trazar la línea en esto.


¿Quién me va a decir a mí que mi dolor es menos que el de otro? La propia NVVE — Asociación Holandesa para el Final Voluntario de la Vida — afirma que “apoya a todos aquellos que creen que las personas deberían poder decidir por sí mismas cuándo, dónde y cómo morir” y que “respeta a cada persona y sus opiniones sobre su propia muerte”. Su misión es “hace[r] que las opciones para un final de vida digno sean accesibles para todos.”

Pero bueno, Lauren Hoeve estaba enferma y según ella no podía seguir — dejémoslo ahí por ahora.


Cuando me enteré de este caso, recordé el documental 24 & Ready to Die, en el que Emily — esta vez en Bélgica — recibió una inyección letal por parte de sus doctores a causa de una depresión severa que la había atormentado toda su vida. Emily iba al psicólogo desde muy chica. Tomaba mucha medicación y se autoflagelaba cortándose los antebrazos. Describía su condición como tener un monstruo detrás de las costillas. Mientras la escuchaba, se me vino a la mente Hostage to the Devil, del exorcista Malachi Martin.


Cuando llegó el día, a pocos minutos de su muerte, se arrepintió porque durante las semanas previas se había sentido mejor. Sin embargo, sus crisis volvieron, y el 25 de Agosto de 2018, dos años después del primer intento, finalmente se sometió al veneno.


Ahora bien, acá es donde las cosas se ponen interesantes. En cierto punto del video, Emily se refiere al lugar donde se reúne previamente con sus doctores — los mismos que irán luego a su casa a matarla — como “Het Levenshuis”. Allí, con una psiquiatra presente, le explican paso a paso todo el procedimiento.


Investigando un poco, resulta que Het Levenshuis es producto de la colaboración entre El Foro de Información sobre el Fin de la Vida (LEIF) de Flandes Occidental y el Centro para la Regulación de la Natalidad y la Educación Sexual (CGSO) de Brujas.

Una búsqueda rápida en Google nos lleva a una página en holandés que, traducida al castellano, dice:

LEIF es una iniciativa abierta de personas y asociaciones que luchan por un final de vida digno para todas las personas, donde el respeto a la voluntad del paciente es primordial. El CGSO se compromete a lograr una experiencia positiva de sexualidad e intimidad y apoya a las personas en su desarrollo relacional y sexual. Informar, asesorar y sensibilizar son objetivos comunes. Het Levenshuis quiere ser un lugar accesible al que puedan acudir personas con todo tipo de preguntas sobre la vida, desde antes de la concepción hasta el final de la vida. Todos, independientemente de sus creencias filosóficas, son bienvenidos.

Además, el CGSO y el LEIF están vinculados con deMens.nu, que a su vez es parte de Humanists International, de Status Consultivo Especial en la ONU, y la Federación Humanista Europea, de estrechos lazos con la UE.


El rabbit hole es muy profundo y animo a los lectores a indagar, pero les dejo un dato interesante. Humanists International fue fundada, entre otros, por Julian Huxley, un eugenesista e “internacionalista” admirador de la Unión Soviética que creía en la planificación central de la economía, el control poblacional a través de métodos anticonceptivos, y el transhumanismo, corriente que él mismo fundó. Fue uno de los creadores y primer director de la UNESCO, y uno de los primeros en advertir al mundo sobre los peligros de la superpoblación en su ensayo The Crowded World, donde advirtió que para el año 2000 habría más de 6 mil millones de seres humanos en el planeta. Además, era el hermano del escritor Aldous Huxley.


¿Por qué el LEIF y el CGSO se unirían para formar una tercera institución en forma conjunta, siendo en la superficie organizaciones tan diferentes? La respuesta es más simple de lo que parece: control poblacional.


Por un lado, el LEIF es una organización a favor de la eutanasia, cuyo propósito final es que el “derecho a la muerte” alcance a un número cada vez más grande de personas, como sucede con todas las iniciativas de este tipo. Lo que comienza aplicando a un grupo minúsculo de adultos con enfermedades excepcionalmente terribles, se expande a los niños, y personas con problemas psicológicos, como Aurelia Browers (siempre son mujeres, dicho sea de paso). La presidente del NVVE, Fransien van ter Beek, publicó el 6 de Febrero un artículo clamando por la urgente “liberalización de la muerte”, con motivo de la Semana de la Eutanasia. Llama a “dar el siguiente paso” — que es siempre el espíritu de la legislación progresista.


En Canadá, por ejemplo, muchos optan por la eutanasia — generosamente pagada por el Estado — porque simplemente no pueden darse el lujo de seguir viviendo. A un veterano de guerra que se acercó a Veterans Affairs Canada para buscar ayuda con su PTSD directamente se la sugirieron sin que él hubiera preguntado. Según parece, no es el único caso.


Para mí, está claro que no existe un límite en lo que a la “muerte asistida” respecta, y no veo por qué no pueda terminar como en Utopía de un hombre que está cansado, donde uno puede optar por la eutanasia como por el aborto o el divorcio — por el motivo que sea, o por ningún motivo en absoluto. Mientras menos barreras haya para obtener cualquiera de las tres cosas, más casos habrá de cada una de ellas.


Por otro lado, el CGSO se dedica a la “educación sexual”. Si uno visita su página, se va a encontrar con talleres, material educativo, e información de diversos tipos acerca de la sexualidad, aborto, e incluso un proyecto sobre “género en niños pequeños”. Explorando un poco se puede ver una variedad de cosas — incluyendo lo que parece ser una muñeca practicándole sexo oral a un oso de peluche — pero ninguna familia. Ni siquiera una pareja que pueda llegar a tener hijos algún día aunque quisiera, porque todas son homosexuales. Esta organización representa una visión de la sexualidad basada en el “disfrute” y completamente divorciada de su función reproductiva. Si se menciona al embarazo, es para informar acerca de cómo prevenirlo. En Bélgica, al mismo tiempo que proliferan estas instituciones de “salud sexual” la tasa de fertilidad es de 1,55 (datos de 2020), cayendo desde 2,71 en 1964. Holanda lo mismo — 1,54 contra 3,22 en 1961. Y hay que ver cuántos de los pocos nacimientos que hay son de mujeres europeas en lugar de inmigrantes de África o Medio Oriente.


En resumen, el CGSO colabora para prevenir los nacimientos, desviando la energía sexual de la población exclusivamente hacia lo lúdico, evitando los nacimientos, mientras que el LEIF se encarga de eliminar a los indeseables que ya están entre nosotros y que son cada día más. Si pegamos la oreja al piso, podemos escuchar a Julian Huxley descorchando un champagne en el infierno.


Y hablando de cuestiones luciferinas, hay un último detalle que me estaba guardando: Het Levenshuis, lugar al que Emily acudió para morir, significa “La Casa de la Vida”.

Volviendo al caso de Lauren Hoeve, ella contrató los servicios del Centro de Expertos en Eutanasia (Expertisecentrum Euthanasie), creado por la antes mencionada NVVE, que pertenece a la World Federation of the Right to Die Societies (WFRtDS), fundada en 1980 y formada por 60 organizaciones en 30 países. Un tiempo antes, en 1976, muchas de estas mismas organizaciones se reunieron en Japón, dando origen a la Declaración de Tokyo, que sostiene que “la forma (y el momento) de morir debe dejarse a la decisión del individuo”.

Nótese que no dice “en caso de sufrimiento insoportable” ni “enfermedad terminal sin posibilidad de mejora” ni nada por el estilo. Eso sólo se usa para poner un pie adentro del sistema legal y además tener algo efectivo a lo cual echar mano cuando inevitablemente los detractores salgan a quejarse. Sin embargo el objetivo final del activismo por la eutanasia es que el “derecho a morir” llegue a la mayor cantidad de gente posible hasta su conclusión lógica, sin mayor requisito que el consentimiento propio o en su defecto de un ser querido.

Al día de hoy, no hay una sociedad pro-eutanasia en Argentina que sea miembro de la WFRtDS, pero sí hay dos en Colombia y una en Brasil no afiliada — Boa Morte.


Lo que sí hay en el país son dos proyectos de ley pendientes de tratamiento, presentados a fines de 2021, por lo que podemos esperar algo de acción dentro del próximo lustro cuando los argentinos empecemos a sentir ese cosquilleo por ser nuevamente pioneros de lo peor, y los mejores alumnos del Primer Mundo.


El primer proyecto fue obra de tres diputados de la UCR — Alfredo Cornejo, Jimena Latorre, y Alejandro Cacace — y se llama Ley de la Buena Muerte, cuyo propósito es que “que las personas que sufren una enfermedad terminal o un sufrimiento incontrolable por la enfermedad que padecen puedan decidir sobre el final de su vida.” Vale recordar que, mientras el actual gobernador de Mendoza optó por la abstención, los otros dos votaron a favor del aborto, por lo que tanto Latorre como Cacace pueden arrogarse el haber puesto su granito de arena en no una sino dos iniciativas que implican el asesinato de inocentes financiado con fondos públicos — y estoy seguro de que a Cornejo ganas no le faltaron.


El “inspirador” de este proyecto fue el abogado mendocino Daniel Ostropolsky, que peleó por una ley de eutanasia desde que fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica en 2017, y en un breve rapto de inversión satánica, seguramente involuntario, declaró: “Yo amo la vida. Y como tal me siento muy conmovido de que sea en este lugar desde el cual surja un proyecto para que el amor por la vida sea consagrado en profundidad”. Murió el 14 de Septiembre de 2022 a los 73 años.


El segundo proyecto se llama “Ley de Derecho a la Prestación de Ayuda para Morir Dignamente”, pero es conocido como “Ley Alfonso”, en honor al joven Alfonso Oliva, diagnosticado con ELA en 2014 y fallecido en 2019.


Según este artículo, Alfonso “preparó un documento que compartió con su familia en el que contaba su historia y pedía por una ley de eutanasia. En todo el proceso lo acompañó el médico Carlos ‘Pecas’ Soriano, un referente en Córdoba respecto de este derecho que se cuela de a poco en la discusión pública.”


Esto a mí me suena a que un activista se aprovechó de un enfermo terminal para hacer avanzar su causa disfrazándola de humanidad y dándole una impronta de imperativo moral, como hicieron los abortistas con las preadolescentes violadas por sus padres o las víctimas de los abortos clandestinos. Y la prueba de que el aborto y la eutanasia son causas hermanas está a continuación, en la misma nota:

Parte de la comunidad médica y muchas personas que transitan enfermedades irreversibles creen que con la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo es momento de debatir una “ley de interrupción voluntaria de la vida.”

Soriano, junto con otros especialistas, fue el ideólogo detrás del proyecto firmado por las diputadas Mara Brawer, Carla Carrizo, Carolina Gaillard, Mónica Macha, Cecilia Moreau, Florencia Lampreabe y Gabriela Estévez, que lo redactó. Todas abortistas, por supuesto.

Cabe destacar que en el país ya existe una Ley de Muerte Digna, del año 2012, que establece que “en caso de enfermedad terminal o incurable, los pacientes o sus familiares podrán evitar que se mantengan tratamientos a toda costa”, otorgando la potestad de “evitar el ‘encarnizamiento terapéutico’, que prolonga la vida aun cuando no existen perspectivas de mejoras sobre la salud.”


Esta ley fue considerada obsoleta con menos de una década de existencia, como lo será la Ley de la Buena Muerte o la Ley Alfonso más temprano que tarde, en caso de promulgarse. Todavía estamos muy lejos de Holanda, donde el partido D66 elevó una propuesta para ampliar el acceso a la eutanasia a las personas mayores de 75 años que simplemente ya no tienen ganas de vivir porque sienten que “completaron su vida”.


No tengo dudas de que, de aprobarse alguna de estas leyes, iremos por el mismo sendero — o pendiente resbaladiza — de “ampliación de derechos”.


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