LA BATALLA CULTURAL POR MALVINAS

 Campo intelectual, desperonización y desmalvinización. La batalla cultural por Malvinas

 

Autora María Sofía Vassallo * (@MSofiaVassallo)




“Los ingleses no se han apoderado de la India; nosotros se la dimos. Ellos no están en la India gracias a su fuerza, sino porque nosotros los mantenemos”

Mahatma Gandhi



No son ninguna novedad las posiciones de Beatriz Sarlo sobre Malvinas. Hace años que, junto a otros intelectuales, periodistas y políticos argentinos, es promotora de una matriz interpretativa altamente conveniente a la potencia ocupante de nuestras islas en el Atlántico sur. Definen la recuperación territorial de 1982, como “invasión” argentina, concepto que denuncia la exterioridad del punto de vista del cual parten. En el año del trigésimo aniversario de la guerra, publican un documento titulado “Malvinas, una visión alternativa”. Allí se refieren a la “trágica aventura militar de 1982”, a la cuestión Malvinas como tema menor de la agenda pública nacional, a la necesidad de respetar la autodeterminación de los habitantes de las islas y abandonar la “agitación de la causa Malvinas”. Exigen una crítica pública al apoyo social que tuvo la guerra y configuran a los conscriptos combatientes como víctimas directas de la sociedad argentina. Firman este documento: Beatriz Sarlo, Emilio de Ipola, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Vicente Palermo, Luis Alberto Romero, Juan José Sebreli, Daniel Sabsay, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Eduardo Antin (Quintín) e Hilda Sabato.

Mientras Sarlo se erige en paladín de la república, al mismo tiempo, refuta impunemente la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional que dice:

La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.

Las Malvinas son argentinas” es un principio, fundado en sólidas razones jurídicas, geográficas, históricas, políticas. Para muchos argentinos es una verdad innegociable, que fundamenta pensamientos, percepciones, sentimientos y acciones. Un principio que genera acuerdo y unidad, que viene desde el fondo de nuestra historia y que articula nuestra identidad. Como dice el director del Observatorio Malvinas, ex soldado combatiente en la guerra de 1982, César Trejo: “antes de ser argentinos ya estábamos peleando con los ingleses y eso forja nuestra identidad como americanos y como argentinos” (Cardoso, 2010). La usurpación colonial de las islas Malvinas no prescribe, no deja de serlo por más que hayan pasado casi dos siglos desde la ocupación británica. Tampoco tiene relación directa con la existencia o no de Constitución en la Argentina, como afirma Sarlo. El Reino Unido de Gran Bretaña, al día de hoy, no tiene constitución escrita y no por eso se le objeta la continuidad jurídica.

También Federico Lorenz (historiador, director del Museo Malvinas durante el gobierno de Mauricio Macri y del programa “Educación y Memoria” del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología en la gestión de Daniel Filmus) llama a desnaturalizar la consigna “las Malvinas son argentinas”, la identidad nacional y reconocer el punto de vista de los habitantes de las islas (hay que desmontar la nación argentina realmente existente, que percibe como obstáculo epistemológico y reconocer la isleña en construcción). El único punto de vista inaceptable para Lorenz, como para Sarlo y los demás, parece ser el argentino (por eso despectivamente acusa Sarlo a los argentinos de no saber qué decimos cuando afirmamos que las Malvinas son argentinas). Aunque presenten el propio como desterritorializado, universal y abstracto, todo punto de vista está situado en algún lado. El punto de vista multinacional que promueven es el un observador que se coloca fuera del juego nacional y se sitúa en otro juego, el del poder transnacional, con sus sedes en el Atlántico Norte.



Otros investigadores, en cambio, creemos que lo que urge problematizar y desnaturalizar es la perspectiva sostenida por estos desnaturalizadores: la extendida interpretación de la guerra de Malvinas como continuidad del genocidio de estado y para ello asumimos el desafío de hacerle frente a la complejidad y de dar cuenta de las distintas dimensiones de la cuestión. Especialmente, exploramos lo que ha sido sistemáticamente pasado por alto, ignorado o ninguneado, sobre lo que nos proponemos realizar vuelos rasantes, igual que los pilotos argentinos en el mar, casi mojando el ala, como hace Rosana Guber con sus investigaciones.

La recuperación de las Islas Malvinas de 1982 es un acontecimiento histórico en el que la voluntad popular se manifiesta con singular potencia. Contra y a pesar de las mezquinas intenciones de la Junta militar, actualiza la causa de la defensa de la soberanía que atraviesa la historia nacional desde los orígenes de la Argentina y la ruptura de la deferencia, de la subordinación con Gran Bretaña y las grandes potencias.

Esta actualización de la tradición histórica en la acción popular es la que convierte la mezquina maniobra de un dictador en una misión colectiva anticolonial, con un gran potencial movilizador.


En el Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús estudiamos las movilizaciones populares a favor de la recuperación de las islas Malvinas, producidas durante el conflicto bélico porque entendemos que exhiben pistas fundamentales para comprender las complejas relaciones entre los argentinos y Malvinas y los argentinos y la dictadura militar (Natalizio y Vassallo, 2021). 

La Confederación General del Trabajo, bajo la conducción de Saúl Ubaldini, luego de haberse movilizado contra el gobierno el 30 de marzo de 1982 y de haber sido violentamente reprimida, vuelve a manifestarse el 2 y el 10 de abril, esta vez exigiendo el respeto a la soberanía nacional con paz, pan y trabajo, miles de argentinos, como en otros momentos decisivos de la historia nacional, vuelven a colmar la Plaza de Mayo, esta vez para expresar su apoyo a la acción de recuperación territorial. 

Las familias, los trabajadores, las organizaciones gremiales, políticas y sociales, después de varios años, reconquistan para sí el espacio público, recuperan la calle y la plaza, se re-encuentran y celebran el re-encuentro, se manifiestan como sujetos activos, protagonistas de los acontecimientos. 

Lorenz y otros que reivindican la manifestación del 30 de marzo como expresión de soberanía popular, interpretan el aparente viraje expresado el 2 y el 10 de abril como resultado de la acción de manipulación de la dictadura. Es extraño el concepto de soberanía popular que manejan. Al masivo apoyo popular a la recuperación de Malvinas no le cabe este nombre, sí a la manifestación por “paz, pan y trabajo” del 30 de marzo, incluso cuando, en muchos casos, son las mismas personas las que participan de una y otra (de hecho el 2 de abril cantan “y ya lo ve, y ya lo ve, vinimos el 30 y hoy también”). 

Además, algunos descalifican las múltiples formas en que los argentinos expresan su apoyo a los combatientes en las islas: las cartas a los soldados, las cadenas de oración, las donaciones y las variadas acciones individuales y colectivas encaradas por organizaciones sociales, políticas, gremiales. 

Todo es interpretado, exclusivamente, como resultado de las maniobras del régimen dictatorial sobre la población. No negamos que el gobierno se vale de todos los medios a su alcance para influir sobre la opinión pública; pero, como constatamos, el pueblo argentino también juega, resiste y se manifiesta. Participa activamente con voluntad y voz propia de un acontecimiento que percibe trascendente (Natalizio y Vassallo, 2021).



Desperonización y desmalvinización

Entendemos que esta disputa por la interpretación de la guerra de Malvinas es resultado de la refundación del campo intelectual nacional producida por el golpe de 1955 contra el gobierno de Juan Domingo Perón y de dos procesos consecutivos y complementarios: la desperonización y la desmalvinización.

A partir del derrocamiento de Perón se pone en marcha el proceso que se propone la desperonización de la sociedad argentina que se inicia con la persecución de los peronistas, la prohibición y la destrucción de sus símbolos y obras, la derogación de la Constitución Nacional de 1949 y la proscripción que se mantiene durante dieciocho años. La obra de Gino Germani, activo promotor de la desperonización, está en los orígenes de la constitución del peronismo como objeto de estudios académicos y, aunque ha sido muy discutida y cuestionada, constituye una matriz interpretativa cuyos postulados (la manipulación de Perón a sus seguidores, la devoción y fe ciega al líder expresada por multitudes anónimas y pasivas) orientan aún muchos estudios sobre la Argentina y los argentinos. La concepción del peronismo como totalitarismo vernáculo y de la heteronomía de las masas resultan vicios de origen que obturan la comprensión de las múltiples formas en que la voluntad popular se manifiesta en nuestra historia, también durante la guerra de Malvinas (Vassallo, 2016).



En un trabajo reciente (Vassallo, 2019) demostramos que, durante la guerra e inmediatamente después de ella, el discurso oficial del gobierno británico desarrolla los núcleos en base a los cuales se articula el modelo de interpretación del conflicto bélico y la cuestión Malvinas, construido a partir de la representación de los combatientes argentinos como víctimas de la locura de la dictadura militar, instrumento fundamental de la desmalvinización, esto es el esfuerzo por desactivar las pasiones, pensamientos y acciones en torno a la causa Malvinas (Cardoso, 2013), por despojar la guerra de su dimensión heroica y patriótica para neutralizarla como factor de movilización popular en la lucha anticolonial (Cangiano, 2012). 

Mostramos los orígenes británicos de lo que Fernando Cangiano (2019), psicólogo y veterano de la guerra de 1982, en la tradición de Arturo Jauretche, llama las zonceras sobre Malvinas, supuestos integrados al sentido común de muchos argentinos, a través de las cuales habitantes del país invadido asumen el punto de vista de la potencia invasora. 

Encontramos que las zonceras reproducen casi con exactitud las fórmulas producidas por el gobierno británico. En primer lugar, se ubica la caracterización de la guerra como “aventura absurda y criminal” (Sarlo habla de “acto nacional sicótico”), desvinculándola de casi dos siglos de luchas emancipatorias, en el marco de lo que Julio Cardoso llama “el punto de vista del loco”, la idea repetida hasta el cansancio de que “el país fue arrastrado por la locura de un general borracho a una guerra absurda y criminal con el solo fin de perpetuarse en el poder”. 

Desde esta perspectiva, no son relevantes los intereses concretos de los actores internacionales ni las estrategias que despliegan, desde los orígenes de la Argentina, por el control del Atlántico Sur y sus recursos ni tampoco las acciones llevadas a cabo por los argentinos para defender los derechos nacionales. 

La figura privilegiada aquí es la del inocente inmolado por el dictador, los “chicos de la guerra”, una generación de “antihéroes” empujada al matadero o al suicidio, degradada, aislada y resentida, víctimas a quienes no les queda más relatar, una y otra vez, sus padecimientos personales (Cardoso, 2013: 199). 

La victimización de los combatientes en la guerra de Malvinas, como señala Rosana Guber, los despoja de protagonismo y los deja en la minoría de edad (2001: 166). Aparecen configurados como objetos de la acción de otros, desprovistos de voluntad y decisión propia y se desplaza la identificación del enemigo, del usurpador inglés a los militares argentinos, operación que requiere la simultánea invisibilización de los crímenes británicos. 

La zoncera que cierra esta matriz interpretativa es que el triunfo anglo-estadounidense hace posible la recuperación de la democracia en la Argentina (Cangiano, 2019). En 2011, durante una de las emisiones del programa que transmitía la televisión pública, Beatriz Sarlo afirma que “le debemos a los muertos de Malvinas la democracia” y que, “esa guerra perdida hizo que ganáramos la democracia”. Esta idea es consistente con la justificación de la Primer Ministra Margaret Thatcher de la repuesta bélica inglesa a la recuperación territorial argentina, como una cruzada de la “democracia británica” contra la dictadura, una guerra por la liberación de los oprimidos que adhieren al nazismo argentino.

Esta matriz interpretativa ha producido profundas consecuencias políticas, económicas, materiales, fue un factor determinante para el restablecimiento de las relaciones bilaterales con Gran Bretaña. Los Acuerdos de Madrid, firmados en 1990, resultaron favorables a los intereses británicos en el Atlántico Sur y propiciaron el desmantelamiento del sistema de defensa argentino. En 2016, los vicecancilleres argentino y británico dan a conocer el “comunicado conjunto” que se conoce como el “Pacto Foradori-Duncan”, en el que el gobierno argentino se compromete a facilitar al Reino Unido de Gran Bretaña la explotación de la pesca, los hidrocarburos y el refuerzo de las comunicaciones aéreas. Nada de esto ha sido sustancialmente modificado.


Desnaturalizar la ocupación colonial rumbo a los 40 años de la guerra

Las islas Malvinas están a apenas 600 kilómetros de Ushuaia y a 12.400 de Londres. Comparten flora, fauna, clima, plataforma continental, paisaje, fisonomía con la costa patagónica. Escocia (cuyo paisaje Sarlo encuentra semejante al de Malvinas) está muy lejos y todavía hoy se discute su independencia. Los británicos han convertido al archipiélago Malvinas en una poderosa base militar (naval, aérea y terrestre), que constituye una amenaza para la Argentina y para toda América del Sur. 

Desde Malvinas ocupan, controlan y explotan la tercera parte de nuestro territorio que incluye también nuestro mar. Malvinas es una base clave que permite controlar y explotar vastos espacios marítimos, insulares y continentales, ricos en recursos ictícolas e hidrocarburíferos y otros recursos estratégicos, en un contexto de agotamiento de reservas a escala planetaria (Dufour en Jaramillo, 2016). 

La guerra no es el camino; pero reparar la injusticia de la usurpación del territorio y de la expoliación de los recursos naturales está directamente ligado a la solución de una parte importante de los principales problemas nacionales actuales, también el del hambre, aunque Martín Caparros sostenga: “¿a quién corno le cambia nada que esas islas del Atlántico sur sean inglesas o no lo sean?”, “el orgullo nacional no son las Malvinas, es darle de comer a todo el mundo” (el 6 de agosto, en Radio con vos con Ernesto Tenembaum), como si una cosa no tuviera nada que ver con la otra.

Advierte Sun Tzu, los mejores generales no son los que ganan todas las batallas sino aquellos que convencen a sus rivales de que no tiene sentido pelear (2003: 8). 

Pretenden convencernos de la derrota definitiva, de la futilidad del proyecto de desarrollo soberano, de su carácter atávico y anacrónico; pero acá estamos, dispuestos a dar batalla, una fundamental, la que se libra en los corazones y las mentes de los argentinos.

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(*) Doctora en Ciencias Sociales, UBA, Magíster en Análisis del Discurso, UBA y Licenciada en Comunicación Social, UNC, investigadora del Observatorio Malvinas, UNLa, del Instituto de Investigaciones y Documentación Histórica del Peronismo, UNLaM, y del Instituto de Investigación y Experimentación en Arte y Crítica, UNA.

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Bibliografía citada


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