La FIFA da la espalda a las iraníes

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Autor: Ruthie Blum



Una semana antes del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, 35 mujeres que se habían vestido con ropa de hombre fueron detenidas en Irán cuando intentaban entrar a hurtadillas en un popular partido de fútbol que se celebra cada año. Las mujeres, la menor de las cuales tenía 13 años, fueron sacadas a la fuerza de las instalaciones donde se celebraba el derbi de Teherán y “llevadas a un lugar adecuado”.

La prohibición de que las mujeres asistan a cualquier espectáculo deportivo que no sea exclusivamente femenino –en los que las deportistas están obligadas a seguir rigurosamente el código de vestimenta islámico– es una de las numerosas cuestiones que están en el origen de las protestas multitudinarias contra el régimen opresor y represor de los ayatolás, que llegaron al poder hace casi cuatro décadas. Los activistas contra el régimen –hombres y mujeres– han utilizado el deporte como símbolo de libertad: tras la revolución islámica de 1979 –que expulsó al sah y supuso el comienzo del reinado del ayatolá Ruholá Jomeini–, fue considerado por los mulás gobernantes una peligrosa expresión de secularismo.

La razón por la cual este año el derbi de Teherán tenía un especial interés –y no sólo para los aficionados– era la asistencia al mismo de Gianni Infantino, máxima autoridad de la Copa Mundial. Como Infantino es el presidente de la FIFA, quienes luchan por la libertad en Irán vieron su presencia en el estadio como una oportunidad para que el Gobierno levantara el veto contra las espectadoras femeninas.

En lugar de exigir que Irán permita a las mujeres ver los partidos en los estadios, o de lo contrario expulsar al país de la FIFA por incumplir las normas de la organización, Infantino no sólo presidió el partido entre el Esteglal y el Persépolis en el estadio Azadi, con capacidad para 100.000 espectadores; además lo hizo luego de reunirse con el presidente iraní, Hasán Ruhaní. Cuando, en el descanso, una periodista intentó hacer a Infantino una pregunta sobre el veto y la reunión, se la llevaron y cortaron la retransmisión en directo.

Al día siguiente, a su llegada a la sede de la FIFA en Zúrich, Infantino declaró a la prensa que Ruhaní le había prometido que “las mujeres podrán acceder pronto a los estadios de fútbol”, pero que, “en países como Irán, esas cosas llevan su tiempo”. Explicando por qué había aceptado las garantías de Ruhaní, Infantino añadió:

Hay dos maneras de tratar este asunto. Podemos criticar, sancionar, condenar, no hablar y cortar relaciones; o podemos ir allí y hablar e intentar convencer a los líderes del país de que permitan el acceso [de las mujeres] a los estadios. Yo opté por lo segundo.

Según la organización iraní en defensa de las mujeres Open Stadiums, Infantino es el segundo presidente de la FIFA que visita la República Islámica, pero ninguno de los dos “presionó para que dejen entrar a las mujeres a los estadios”.

Irán es el único país de la Copa del Mundo que prohíbe a las mujeres entrar en los estadios, y cualquier intento por su parte de ver los partidos significa correr el riesgo la detención. ¿Por qué ver el fútbol se considera aquí un delito y los responsables no hacen nada?

Es una muy buena pregunta, sobre todo si se tienen en cuenta los preparativos para la celebración, este verano, de la Copa del Mundo en Rusia, en la que participará el combinado nacional iraní. Infantino tiene la potestad y el deber de pedir cuentas a Teherán, literal y metafóricamente. Que no hiciera ninguna de las dos cosas en Teherán y optara por apaciguar a Ruhaní es indignante. A pesar de haber sido falsamente publicitado en Occidente como “moderado”, Ruhaní es una parte fundamental del problema, no una solución.

Las iraníes se están jugando la vida quitándose el hiyab en público para protestar contra la vulneración islamista de sus derechos humanos. Por su coraje, el régimen las está deteniendo y encarcelando. Todo el mundo debería alabarlas y ayudarlas de cualquier manera posible. El Día Internacional de la Mujer –que la ONU describe como “un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de las mujeres de a pie que han desempeñado un papel fundamental en la historia de sus países y comunidades”– ofrecía la oportunidad perfecta para que la FIFA se manifestara en favor de las mujeres de Irán. Sin embargo, Infantino dejó pasar el balón. Sólo por esto, merece que se le pite penalti y se le expulse del cargo.

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