Tarifas y el Dilema Comercial Argentino
Autor: Juan Doe @jdoedoe101101
El pasado jueves Donald Trump finalmente concretó su plan de tarifas y firmó el acta que impone 25% de recargo al acero importado y 15% al aluminio importado. Esto marca un antes y un después en la agenda del presidente republicano, que venía siendo casi en su totalidad pro-mercado.
¿Por qué digo casi? Porque ya se lo ha acusado de proteccionista en otra oportunidad cuando impuso tarifas extras al biodiesel argentino, y en ese caso, al igual que con éste, hay mucho más de fondo que la estúpida acusación que Trump “no entiende nada de economía”.
Parece contra-intuitivo pensar que un sistema de aranceles puede ser parte de una reforma pro-mercado. Si bien esto es cierto para los casos en los que el Estado no interviene en ningún aspecto económico, EEUU hace ya casi un siglo que dirige la economía. En un mundo tan globalizado, en el que el socialismo abunda hasta en los países más desarrollados, es sensato que en algún momento haya guerra comercial. Esto se debe a que cuando un país, como por ejemplo Argentina, financia desde el estado a la industria del biodiesel, crea una competencia desleal al comerciar con un país que no interviene en aquella industria, como EEUU. Esta diferencia que es comparable a tratar de competir con una empresa subsidiada por el estado (el famoso capitalismo de amigos), no es favorable para ninguna empresa yankee, por más libre comercio que trates de tener.
Una de las frases de cabecera de Trump es “America First” (Estados Unidos Primero), y esto se traduce directamente a no permitir que haya competencia desleal. Por esta razón es que se subieron las tarifas al biodiesel argentino importado, y es la misma razón por la cual Trump sube las tarifas a las commodities que más comercia con el mundo. Es mucho más una sanción económica que un arancel. La única crítica válida que escuché hasta ahora es que no parece haber un buen plan para eliminar estas tarifas cuando se gane la guerra comercial con China y la Eurozona.
El pasado jueves Donald Trump finalmente concretó su plan de tarifas y firmó el acta que impone 25% de recargo al acero importado y 15% al aluminio importado. Esto marca un antes y un después en la agenda del presidente republicano, que venía siendo casi en su totalidad pro-mercado.
¿Por qué digo casi? Porque ya se lo ha acusado de proteccionista en otra oportunidad cuando impuso tarifas extras al biodiesel argentino, y en ese caso, al igual que con éste, hay mucho más de fondo que la estúpida acusación que Trump “no entiende nada de economía”.
Parece contra-intuitivo pensar que un sistema de aranceles puede ser parte de una reforma pro-mercado. Si bien esto es cierto para los casos en los que el Estado no interviene en ningún aspecto económico, EEUU hace ya casi un siglo que dirige la economía. En un mundo tan globalizado, en el que el socialismo abunda hasta en los países más desarrollados, es sensato que en algún momento haya guerra comercial. Esto se debe a que cuando un país, como por ejemplo Argentina, financia desde el estado a la industria del biodiesel, crea una competencia desleal al comerciar con un país que no interviene en aquella industria, como EEUU. Esta diferencia que es comparable a tratar de competir con una empresa subsidiada por el estado (el famoso capitalismo de amigos), no es favorable para ninguna empresa yankee, por más libre comercio que trates de tener.
Una de las frases de cabecera de Trump es “America First” (Estados Unidos Primero), y esto se traduce directamente a no permitir que haya competencia desleal. Por esta razón es que se subieron las tarifas al biodiesel argentino importado, y es la misma razón por la cual Trump sube las tarifas a las commodities que más comercia con el mundo. Es mucho más una sanción económica que un arancel. La única crítica válida que escuché hasta ahora es que no parece haber un buen plan para eliminar estas tarifas cuando se gane la guerra comercial con China y la Eurozona.
Con Canadá, México, Brasil y Australia ya se llegó al acuerdo que van a bajar sus subsidios a la industria del acero y por lo tanto el arancel del 25% no aplicará para ellos.
Con China es toda otra historia. No hay mayor enemigo para la economía occidental hoy en día que China. Ya Bush (h) había intentado imponerle aranceles al acero a China y los chinos fueron rápidos y cambiaron su exportación a países esclavos de China, como Malasia o Indonesia. Por eso Trump ahora no quiere cometer el mismo error e impondrá el arancel a todos los países del mundo excepto los que quieran negociar mano a mano con él. Así mide la voluntad de sus amigos y no deja escapatoria a sus enemigos.
Macri debería capitalizar esta oportunidad, pegarse un viajecito a Washington, ahora que (teóricamente) no tiene a Malcorra tirándole la oreja, y prometerle una baja de subsidios al acero, aluminio, biodiesel y a los santos limones. La oportunidad es ahora, que Trump está con ánimos de negociación, no en el G20 cuando se discuten temas mucho más importantes.