PERDÓN, MI GENERAL

 


Dan discursos patrioteros agarrándose la panza, duros de merca y gordos de hipocresía.


Autor: Juan Martín Perkins  


Otra vez te voy a llevar a la casa de la Macacha... donde han emboscado y herido al General.

Quiero que sientas el olor a su carne quemada, los gritos de coraje y la atropellada en toda la furia para evadir el pelotón enemigo.

Quiero que lo acompañes en su galope hacia la muerte, a media rienda, hasta la finca de “La Cruz” en la madrugada de Junio de hace 200 años, con 5, 6, 7 u 8 grados bajo cero. Y ya que estás, que te llegues hasta su última morada en la Cañada de La Horqueta. Imaginate junto a su catre, entreverado con sus gauchos infernales, acompañando y despidiendo a alguien a quien crees inmortal.

Ahí yace, 7 días con una bala en las tripas, sin antibióticos, sin analgésicos, sin drogas sedantes que lo pudieran aliviar de la gangrena más que la devoción del gauchaje.

Mirá ese cuadro heroico, romántico y real, a pesar de todas las miserias, odios y traiciones de la grieta de 1810 al inicio de la patria naciente. ¿O creés que la inventó Lanata?

Esa Patria que daba y despedía hombres de esa talla. Hombres capaces de capturar a caballo un barco de guerra inglés encallado en el Río de La Plata. A puro grito coraje, sable y lanza.

A 200 años de su paso a la leyenda inmortal, hoy la Patria, da hombres que la saquean y la avergüenzan.

Invaden Salta en aviones y helicópteros, comen y duermen en hoteles 5 estrellas, dan discursos patrioteros agarrándose la panza, duros de merca y gordos de hipocresía.

Está claro que no estamos a la altura. Ni siquiera los gauchos infernales que, esta vez, han dejado solo al General por protocolo del covid. ¡Justo al general! que enfrentó a la muerte y a sus enemigos sin brindarle una sola gota de su sangre al invasor.

Oiga mi general, usted que dejó su sangre en los cerros de Salta, sabemos que su alma anda por allí porque lo vemos aún vigilante, montado en su caballo altanero sobre la montaña.

Necesitamos que vuelva y nos siga cuidando de los enemigos de afuera y adentro.

A los enemigos, usted los conocía bien, mi general. Y sabía que el problema mayor eran los enemigos de adentro.

Ahora tenemos invasores corruptos que han socavado nuestra cultura y convierten en diablo a quien los toca. Invasores que hacen daño a la gente porque le sacan el pan de la boca, le sacan el médico del hospital, los maestros de las escuelas y la dignidad para salir a trabajar. Un enemigo corrupto, que hace todo mal y cuando la cosa anda mal y corrupta, lo sufrimos todos.

¡Vuelva mi general! Vuelva a nuestro espíritu para ayudarnos a combatir al invasor que nos deja sin la cultura del mérito, el estudio y el trabajo, ese que nos lleva a vivir de arriba, esperando el maná del Estado facilista que ofrece espejitos de colores y NIEGA EL SACRIFICIO PARA HACER GRANDE A LA PATRIA.

El invasor acecha a Salta y a su patria toda, mi General. Somos esa misma Patria por la que ud ofrendó su sangre bajo la enramada. Lo somos, aunque hoy demos lástima y vergüenza.

Lo que Ud vio desde las alturas del cerro, montado en su caballo altanero, no tiene que volver a ocurrir. 

Ya lo verá.


¡¡¡Viva la Patria, mi General!!!


Juan Martín Perkins.

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Agradecemos la difusión del presente artículo:  

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"Oiga, mi General", Roberto Rimoldi Fraga.

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