MONEDAS EN EL AIRE


Una de las cosas inesperadas que pasó es que el devaluado Alberto se les plantó a sus devaluados socios.


Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/monedas-en-el-aire/

 El presidente Alberto Fernández devaluó su autoridad y su palabra a lo largo de dos años de una gestión tan incompetente como proclive al autoritarismo: presumió de encabezar un gobierno de científicos, y condujo un gobierno que su mentora política describe en términos escatológicos. La presidenta del Senado Cristina Fernández, líder además del movimiento político que llevó a Alberto a la Casa Rosada, devaluó su propio liderazgo en la derrota electoral del domingo: le fue particularmente dolorosa en los distritos que creía tener bajo su dominio, desde la Buenos Aires de Axel Kicillof a la Santa Cruz de Alicia Kirchner, desde la Mendoza de Anabel Fernández al Chaco de Coqui Capitanich, desde el Quilmes de Mayra Mendoza a La Matanza de Verónica Magario. El presidente de la cámara de Diputados Sergio Massa, devaluó en el escenario poselectoral sus pretendidas habilidades políticas: fracasó el miércoles en sus maniobras para mediar en el conflicto abierto entre Alberto y Cristina.

El problema que plantean estas devaluaciones simultáneas reside en que Alberto, Cristina y Sergio son los capiteles de las hoy agrietadas columnas de la coalición gobernante. La derrota electoral del domingo las sacudió con violencia sísmica, y cada uno de ellos reaccionó ante la catástrofe como era de esperarse: Alberto Fernández con el razonamiento simplista de que todo es cuestión de plata, e imaginando maneras de desparramar billetes de cotillón entre los votantes; Cristina Fernández con la convicción de que el problema reside en que Alberto no la obedece lo suficiente y promoviendo una intervención lisa y llana de su gobierno, y Sergio “Ventajita” Massa con los clásicos reflejos del pescador ante el río revuelto, procurando para sí como amigable componedor una posición de privilegio en el gabinete.

Conocidos los resultados de las primarias fue posible prever un período de aguda inestabilidad política y de marcada incertidumbre en el que cualquier cosa podía pasar. Una de las cosas inesperadas que pasó es que el devaluado Alberto se les plantó a sus devaluados socios, y que en esa parada comenzó a recibir apoyos sorprendentes, desde los sindicatos hasta los movimientos sociales, desde una nómina no desdeñable de gobernadores, entre ellos el ex gobernador Daniel Scioli, hasta un elenco igualmente apreciable de intendentes bonaerenses. Hay mucho resentimiento acumulado contra las humillaciones que durante dieciocho años el kirchnerismo infligió al peronismo tradicional, y también hay resentimientos contras las marchas y contramarchas del massismo. Tal vez los ofendidos  vean llegar la hora del desquite.


Para agravar las cosas, una de las mayores organizaciones sociales, esas con capacidad para poner de inmediato a decenas de miles de personas en la calle, anunció una movilización en apoyo de Alberto. La Cámpora y los kirchneristas del conurbano no están en condiciones atléticas de responder a ese reto de manera orgánica, pero el peligro reside en las reacciones inorgánicas. El ex presidente Eduardo Duhalde, que conoce bien el clima de los municipios bonaerenses, advirtió sobre el riesgo de llevar a la calle lo que en definitiva es un conflicto en la cúpula, un pase de facturas después de una derrota electoral, un reacomodamiento de las placas tectónicas después del terremoto.


Hay varias monedas en el aire, y un país angustiado y absorto observa su evolución sin poder imaginar siquiera  las consecuencias de que caigan cara o ceca. –S.G.


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