ARMENIA: CONQUISTA TERRITORIAL - GAS, PETRÓLEO Y LOS EEUU



Armenia: El conflicto olvidado


Autor: Vivek Ramaswamy

Nota original: https://www.theamericanconservative.com/armenia-the-forgotten-conflict/


Azerbaiyán hace en la región de Artsakh lo que Rusia hace en Ucrania, mientras los EEUU y la Unión Europea miran para otro lado.



 La conquista de territorios ha vuelto a ponerse de moda en el mundo, tanto si queremos como si no. Por décadas, las fantasías internacionalistas del establishment bipartisano nos ha llevado a apoyar proyectos caros y e imposible de éxito en cada lugar desde Kabul hasta Kiev. Los internacionalistas sobreextendieron a una Norteamérica debilitada desde una posición unipolar desde la caída de la Unión Soviética hasta un orden multipolar como actualmente.

En el vacío dejador por una Norteamérica debilitada por la incompetencia del gobierno, militarmente sobre sobrecargada e insolvencia económica, los neocons, primos de los internacionalistas liberales ven el orden que se cae a pedazos y creen que la solución es una intervención indiscriminada en el mundo por parte de los EEUU. Sin embargo, la respuesta correcta a la decadencia norteamericana no es enterrarse en más conflictos periféricos por todos lados, sino, en cambio, defender a nuestro hogar en contra de amenazas nacidas de lejos y de nuestras cercanías. 

Los internacionalistas de ambos partidos (demócrata y republicano) están obcecados en convencer a los norteamericanos que enviar dólares de los contribuyentes a Kharkiv, que aún hoy, luce mejor que partes de San Francisco - al menos hasta que Gavin Newsom le diera a la ciudad una lavada de emergencia en preparación de la reciente visita de Xi Jinping.

En medio de este asalto narrativo, una invasión ha sido llamativa obligada: la invasión de Azerbaiyán en Septiembre a la región previamente autónoma de Artsakh, adyacente a Armenia.

Un poco de contexto: Artsakh ha sido poblado por armenios desde la antigüedad. Los armenios son cristianos que hablan una lengua indoeuropea. Cuando los soviéticos toman el control del Cáucaso en la década de 1920, ellos designaron a Nagorno-Karabakh como una provincia autónoma dentro de la Azerbaiyán soviética, reconociendo el carácter de mayoría étnica armenia en una república azerí en el resto de su territorio. Los azeríes son musulmanes que hablan turco. Esta situación se mantuvo hasta fines de la década de 1980, cuando las tensiones crecieron hasta llegar a la violencia. No fue hasta la caída de la USSR en 1991 que la guerra brotó en lo que se denominó la Primera Nagorno-Karabkh 1992-1994.

En contra de todo pronóstico, los armenios ganaron la guerra y estableció control sobre Artsakh. Azerbaiyán trabajó con los pesos pesados de Turquía que lentamente los rearmó, ayudados por dos décadas de asistencia militar de los contribuyentes de los EEUU, quienes por 20 años entregaron armamento a uno de los mayores enemigos de uno de los más antiguos países cristianos del mundo. Aún peor, apoyar a Azerbaiyán parece como un raro caso donde la política externa de la élite norteamericana entendió el pecado que estaba cometiendo pero aún así lo hizo - y lo hizo por dinero.

En 2020, Azerbaiyán invadió Artsakh y derrotó a los armenios en la Segunda Guerra de Nagorno-Karabakh. Toda la asistencia militar norteamericana ayudó. Ellos recuperaron gran parte del territorio y redujeron Artsakh a una única ruta vial que la une con Armenia, el Corredor Lachin. A fines 2022, el gobierno musulmán bloqueó la ruta y lentamente ahogó a Artsakh a muerte. Cuando Azerbaiyán formalmente invadió de nuevo en septiembre 2023, Armenia fue completamente superada y pidió la paz luego de un día de lucha. Ahora, en sólo unas pocas semanas, más de 100.000 armenios huyeron de su hogar ancestral para vivir como refugiados en el resto de Armenia.

En otras palabras, Azerbaiyán está haciendo la misma cosa a la región de Artsakh que Rusia hace con Ucrania - pero tanto EEUU como Europa miran para otro lado y pretenden no darse cuenta. Es porque Azerbaiyán tiene una de las operaciones de lobby más efectivas en los EEUU y en otras naciones de Occidente.

Para financiar todas esas operaciones está el petróleo y el gas. El mayor empleador, contribuyente impositivo y financiador de las tareas de lobby de Azerbaiyán  es la Compañía Estatal de Petróleo de la República de Azerbaiyán (SOCAR, siglas en inglés). SOCAR tiene unas lujosas oficinas que inauguraron en Washington DC en el año 2012, justo cuando Azerbaiyán solicitaba exenciones a las sanciones a Irán. Levantar las sanciones permitiría continuar la construcción del Gasoducto Transadriático (TAP, siglas en inglés). Si ese fue el objetivo de las oficinas de SOCAR en Washington, fue exitoso. El presidente Obama, por un decreto del poder ejecutivo del año 2012, eximió al gasoducto de las sanciones, y luego fue confirmado por la Ley de Libertad y Antiproliferación (de armas).

John Podestá, director de la campaña presidencia de Hilaria Clinton en el año 2016 y que ahora lidera los proyectos de "energía limpia" de Biden, es el co-fundador del Grupo Podestá (Podesta Group), una firma de lobbistas del Distrito Federal que representó a la Embajada de la República de Azerbaiyán en los EEUU desde el año 2009 al 2017. John dejó la firma al inicio de sus operaciones, pero mantuvo fuertes lazos a través de su hermano Tony, el otro co-fundador y actual presidente. En el año 2015, según los registros de FARA, el Grupo Podestá llenó 17 páginas con los listados de los contactos con políticos a favor de Azerbaiyán en ese año. En comparación, otro cliente de ellos, India, cubría solamente cuatro páginas. Todos esos contactos tuvieron sus frutos; entre febrero y junio del 2016, el Grupo Podestá facturó a la Embajada de la República de Azarbaiyán la suma de U$D 379.325,73.

Tanto caviar le ha granjeado a Azerbaiyán un montón de amigos poderosos. Los intereses de los EEUU en el exterior no deberían ser guiados por los lobbistas de intereses extranjeros, pero demasiado a menudo, parece que es exactamente quienes toman cruciales decisiones de cómo y dónde derivar nuestros preciosos recursos. Desafortunadamente, la política exterior norteamericana está altamente influenciado por quien pueda escribir el cheque más grande - o, en el caso de Ucrania, quien fuera el que pudiera escribir el cheque más grande a favor del bueno-para-nada del hijo del presidente.

La solución correcta era que las fuerzas armadas de EEUU no intervinieran en Artsakh, de la misma manera que no nos tendríamos que haber metido en Ucrania para que ésta recapture las regiones del Donbás ocupadas por Rusia. Lo mejor es que los EEUU se desentiendan al abandonar el apoyo explícito e implícito de Azarbaiyán.

Principal entre esas capas de soporte se encuentra la Sección 907. En 1992, el Congreso aprobó la Ley del Apoyo a la Libertad. Incluído en la legislación de la Sección 907, que implícitamente prohibía que los EEUU de enviar ayuda directa al gobierno de Azerbaiyán. Esta legislación funcionaba como la norma hasta el año 2001, cuando el Senado adoptó una enmienda que permitía que el presidente se desentendiera de la Sección 907, lo que los presidentes norteamericanos han hecho anualmente desde ese entonces. Lo ponemos de otra manera, desde el año 2001, los EEUU proveyó asistencia miitar a Azerbaiyán - nuestras élites en política exterior ayudaron a construir la maquinaria militar que fue usada para expulsar a los armenios de Artsakh.

Gran parte de la asistencia militar hubiera sido inaccesible para Azerbaiyán si no fuera por los numerosos gasoductos que construyeron con la asistencia occidental. Europa necesita gas para su economía, y los EEUU se sienta encima de uno de los mayores tesoros de gas del mundo. Podríamos haber provisto a Europa con casi nuestra inagotable reserva de gas natural, pero, en cambio, accedimos a ser parte de la agenda de cambio climático. Restringimos nuestra industria gasífera en nuestro propio país, mientras fomentamos que nuestras grandes empresas de gas y petróleo invirtieran en toda suerte de proyectos en el exterior. El culto del cambio climático hizo a Azerbaiyán y a sus petroamigos pródigos en dinero en efectivo.

Todo lo que Armenia necesita es una oportunidad justa. Armenia necesita que los EEUU dejen de apoyar las conductas de Azerbaiyán.

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ARMENIA: The Forgotten Conflict

Azerbaijan is doing in the Artsakh region what Russia is doing in Ukraine - but the U.S.A and Europe are looking the other way

erritorial conquest is back around the globe, whether we like it or not. For decades, the internationalist fantasies of the bipartisan establishment have driven us to support expensive and unwinnable projects in every place from Kabul to Kiev. Internationalist overstretch weakened America from a unipolar position after the fall of the USSR to the current multipolar order. 

In the vacuum left by an America weakened by government incompetence, military overstretch, and economic insolvency, the neocon cousins of the liberal internationalists see the fraying order and believe the solution is indiscriminate American intervention. Yet the right answer to American decline isn’t to waddle even more into peripheral conflicts around the world, but instead to defend our homeland against emerging threats from both near and far.

The internationalists in both parties are intent on convincing Americans to direct taxpayer dollars to Kharkiv that still looks better than parts of San Francisco—at least before Gavin Newsom gave the city an emergency face-lift in preparation for Xi Jinping’s recent visit.

Amid this narrative onslaught, one such invasion has gone conspicuously forgotten: Azerbaijan’s invasion in September of the previously autonomous Artsakh region adjacent to Armenia.

Some context: Artsakh has been populated mostly by Armenians since antiquity. Armenians are Christians who speak an Indo-European language. When the Soviets took control of the Caucasus in the early 1920s, they designated Nagorno-Karabakh as an autonomous oblast within Soviet Azerbaijan, recognizing its unique majority ethnic Armenian character in the otherwise Azeri republic. Azeris are Muslims who speak a Turkic language. This situation held until the late 1980s, when tensions boiled over into violence. It wasn’t long after the fall of the USSR in 1991 that war erupted in the First Nagorno-Karabakh War of 1992-1994.

Against all odds, the Armenians won the war and established control over Artsakh. Azerbaijan worked with its pan-Turkic big brothers in Turkey to slowly rearm, aided by two decades of military assistance from the U.S. American taxpayers were made for 20 years to arm the greatest enemies of the world’s oldest Christian country. Even worse, supporting Azerbaijan seems like the rare case where American foreign policy elites understood the sin they were committing but still did it—and did it for money.

In 2020, Azerbaijan invaded Artsakh and defeated the Armenians in the Second Nagorno-Karabakh War. All of the American military assistance helped. They regained much of their lost territory and reduced Artsakh to a single road link to Armenia, the Lachin Corridor. In late 2022, they blockaded the road and slowly choked Artsakh to death. When Azerbaijan formally invaded again in September 2023, Armenia was completely outmatched and sued for peace after a day. Now, in just a few weeks, over 100,000 Armenians have fled their ancestral homeland in Artsakh to live as refugees in the rest of Armenia.

In other words, Azerbaijan is doing the same thing to the Artsakh region that Russia is doing to Ukraine—but the U.S. and Europe are looking the other way and pretending not to notice. It is because Azerbaijan has one of the most effective lobbying operations in the U.S. and other Western nations.

Bankrolling it all is oil and gas. Azerbaijan’s largest employer, taxpayer, and piggy bank for influence-peddling is the State Oil Company of the Azerbaijan Republic (SOCAR). SOCAR has a fancy office that opened in Washington, D.C. in 2012, right around the time Azerbaijan was campaigning for exemptions in the Iran sanctions that would allow construction to continue on their Trans-Adriatic Pipeline (TAP). If that was the goal of SOCAR’s office, it worked. President Obama’s 2012 Executive Order on sanctions exempted the pipeline, and so did the Iran Freedom and Counter Proliferation Act.

John Podesta, chairman of Hillary Clinton’s 2016 presidential campaign and now heading up “clean energy” projects for Biden, was the co-founder of the Podesta Group, the D.C. lobbying firm that represented the Embassy of the Republic of Azerbaijan in the United States from 2009 to 2017. John left the firm early on, but kept close ties with his brother Tony, the other co-founder and principal. In 2016 FARA filings, the Podesta Group made 17 pages of contacts on behalf of Azerbaijan that year. By comparison, another client of theirs, India, had four pages. All of those contacts paid off; between February and June of 2016, the Podesta Group was paid $379,325.73 for its work on behalf of the Embassy of the Republic of Azerbaijan.

All of that caviar has made Azerbaijan a lot of powerful friends. American interests abroad shouldn’t be guided by foreign lobbyists, but all too often, it seems that's exactly who is making the crucial decisions on how and where to divert our precious resources. Unfortunately, American foreign policy is heavily influenced by whoever can write the largest check—or, in the case of Ukraine, whoever can write the largest check to the President’s ne’er-do-well son.

The right solution isn’t for the U.S. to militarily intervene in Artsakh, any more than we should be militarily engaged to allow Ukraine to recapture the Russian-occupied regions of the Donbas. Rather it is for the U.S. to disengage by ceasing its layers of explicit and implicit support for Azerbaijan.

Chief among these layers of support is Section 907. In 1992, Congress passed the Freedom Support Act. Included in the legislation was Section 907, which explicitly banned the U.S. from sending direct aid to the government of Azerbaijan. This legislation worked as designed until 2001, when the Senate adopted an amendment that allowed the president to waive Section 907, which American presidents have done annually ever since. Put another way, since 2001, the U.S. has provided military assistance to Azerbaijan—our foreign policy elites helped build the war machine used to push Armenians out of Artsakh.

Much of that military assistance would have been beyond Azerbaijan’s means if not for the various gas pipelines they have built with Western assistance. Europe needs gas to fuel its economy, and America sits atop one of the world’s great gas bounties. We could have supplied Europe with a near-endless supply of liquified natural gas, but instead, we acceded to the climate change agenda. We restricted our gas industry at home, while encouraging our biggest oil and gas companies to lead all sorts of projects abroad. The climate cult made Azerbaijan and its petro-pals flush with cash.

All Armenia needs is a fair chance. Armenia needs America to stop enabling Azerbaijan.

The ways to do it are simple. Shut down the Azerbaijan lobby. Cease publishing its lies in the complicit U.S. press. Stop delivering military assistance to Baku’s dictator. Unleash the American energy sector and use our bountiful resources to undermine Azerbaijan’s gas markets in Europe. 

This last part is key: Greater American prosperity, made possible by a robust revival of America First policies at home, can usher in a new era of peace around the world. Imagine America unburdened by heavy-handed influence peddling at the highest echelons. Imagine America unashamedly pursuing its own interests.

It’s time to stand up for what's right. It’s time to stand up for American interests.

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