HAY OTRA ARGENTINA

Para que sea eficaz, deberá darse de la manera más amplia y contundente, respaldado por una catarata abrumadora de votos, para que la solidez del pronunciamiento lo vuelva inapelable.

Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/hay-otra-argentina/


Primera escena: el pasado. Vimos al gobernador de Formosa Gildo Insfrán humillar públicamente a una artesana que, gracias al asesoramiento de una fundación y a una conexión a Internet, logró hacer visible su producción ante un mercado internacional. El gobernador le reprochaba que le pagaban muy poco por sus trabajos, mientras la artesana defendía su actividad. Le explicó a Insfrán que su abuela “tenía la casa muy llena de artesanías y no podía vender, y las cambiaba por ropa o mercadería” y que “nosotros hemos aprendido a tener una página para poder publicar”. El gobernador, visiblemente molesto con la mujer, interrumpió sus explicaciones con la misma violencia patorera exhibida por el candidato Sergio Massa durante el último debate, y desde la altura arrogante de su posición, le dijo que él había estado en Washington y sabía muy bien que les pagaban dos pesos por lo que después vendían allá a veinte. La escena es enormemente ilustrativa de la mentalidad del kirchnerismo, para el que Insfrán es el gobernador modelo. Si estaba en lo cierto y el pago que recibía la artesana era escaso, y su preocupación era auténtica, lo que debió haber hecho el gobernador es brindarle el asesoramiento comercial necesario para que valorizara mejor su producción. Pero no era eso lo que preocupaba a Insfrán, que es como decir al kirchnerismo. Lo que le preocupaba era ver cómo esa artesana, mujer y aborigen para más datos, se escurría de su control, se le escapaba de la manos, le discutía, comenzaba a paladear su libertad, se adueñaba de su destino sin depender del Estado. Y el kirchnerismo (y sus amigos de la transversalidad y el consenso) lo que quiere es una población empobrecida y sin destino, dependiente del subsidio estatal para su supervivencia, eternamente esclava, eternamente convencida de la inevitabilidad de votar por sus amos. Malas noticias para kirchneristas, progresistas y populistas: hay otra Argentina.

Segunda escena: el presente. El candidato opositor Javier Milei inicia su cierre de campaña y al presentar a su compañera de fórmula Victoria Villarruel una atronadora ovación la saluda desde las atestadas avenidas de la ciudad de Córdoba. La escena resulta doblemente llamativa: en principio porque a lo largo de toda la campaña Villarruel ha sostenido con elocuencia y firmeza las posiciones más irritantemente opuestas al credo progresista en general y kirchnerista en particular, el credo que ha dominado el sentido común de los argentinos prácticamente desde que Raúl Alfonsín inauguró el período de la democracia restablecida, el credo sostenido por sus medios de comunicación y por sus figuras públicas. Resulta también llamativa porque esa ovación brotó en la misma ciudad donde se gestaron las sublevaciones contra el peronismo en los 50 y contra el militarismo en los 60 (el cordobazo y el viborazo), en la misma provincia que viene siendo gobernada por el peronismo (no kirchnerista) en lo que va del siglo. El kirchnerismo considera a Villarruel como la figura “peligrosa” del binomio que ahora le disputa la conducción del país, y la candidata ha sido rutinariamente agredida por pequeños grupos en sus apariciones públicas, sólo para que inmediatamente grupos más numerosos salgan en su defensa. Como resultado del recambio generacional y de los nuevos medios de relacionamiento entre las personas, pero también como consecuencia de la larga serie de fracasos, frustraciones y decadencia acumulados en cuatro décadas de democracia, algo ha cambiado muy profundamente en la mentalidad pública. Malas noticias para kirchneristas, progresistas y populistas: hay otra Argentina.

Tercera escena: el futuro. El futuro no ha ocurrido todavía, pero está en nuestras manos propiciarlo. Este domingo tendremos con el voto la posibilidad de exponer francamente nuestras opiniones, como lo hicieron los cordobeses que aclamaron a Villarruel; la oportunidad de adueñarnos nuevamente de nuestro destino, como lo hizo la artesana de Formosa. Pero para que ese paso sea eficaz, deberá darse de la manera más amplia y contundente, respaldado por una catarata abrumadora de votos, para que la solidez del pronunciamiento lo ponga a resguardo de maniobras y triquiñuelas, lo vuelva inapelable, lo proteja de la esperable reacción de quienes van a perder el privilegio de vivir del trabajo ajeno. Todo el cambio que una gran mayoría de argentinos reclama y espera se reduce prácticamente a eso, a desarrollar sus capacidades en un sistema que no los despoje del fruto de su trabajo en beneficio de una casta de aprovechados sino que les ayude a que ese esfuerzo sea más fructífero. Un sistema que les brinde la salud y la educación necesarios para afrontar las labores diarias, un sistema que les garantice la seguridad y la justicia imprescindibles para hacerlo en paz. Malas noticias para kirchneristas, progresistas y populistas: hay otra Argentina, y esa Argentina se propone llegar al poder. –S.G.


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