INSUMISOS

"La Scaloneta", del artista plástico Alejandro Burdisio. Gentileza del autor para con Restaurar.


Las élites argentinas se han abrazado al internacionalismo sajón.


Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)


A días de Navidad, y con parte de nuestro pueblo preocupado y con el bolsillo apretado, decidí volver un año atrás, a uno de los momentos colectivos más felices de nuestras vidas: el campeonato mundial de fútbol de Qatar.


El 17 de diciembre de 2022 escribí ME VUELVO A ILUSIONAR. ¿Por qué? Porque entiendo que el pueblo, como oposición a las élites, es el gran protagonista. Allí rescato una vieja nota mía publicada en La Prensa donde  sostengo:


«Existe un proyecto de Nación desde el fin de la Guerra de Paraguay hasta el fin de la Guerra de Malvinas. Este proyecto implicó a) la ocupación del territorio, decisión de Avellaneda de conquistar tierra de indios y extender el Ferrocarril, b) educar al soberano, esto es, al Pueblo de la Nación Argentina, c) Iniciar el desarrollo en industria, agricultura, ciencias, artes, d) Posicionarnos en el mundo, comerciar, y liderar la región.

Nuestra clase dirigente consideraba que la Argentina era un fenómeno excepcional, un pueblo con algo para dar al mundo. Somos el error en la Matrix.

De Avellaneda en más, todos cumplieron con ese mandato. Conservadores del PAN, radicales, gobiernos de facto y peronismo».


Ser potencia mundial, ya sea en “potencia” (que podemos llegar a serlo) o “en acto” (que lo somos), está en el imaginario de gran parte de los argentinos. 



También, paradójicamente, en gran parte de los extranjeros. Tanto del presidente de China, quien elogió al país el año pasado y lo consideró una nación importante en el concierto de las naciones (lo es, no nos estaba dorando la píldora), como a su manera, los EEUU.


La generala de EEUU, Laura Richardson con la ex presidente, ex-vicepresidente Cristina Fernández.


Si no, no se explican todos sus esfuerzos para que Argentina no prospere, apoyo a golpes de estado incluidos. O, para ir a hechos más cercanos, la visita de la Generala Laura Richardson.




Las élites argentinas hace décadas que se resignaron - cuando no se sumaron alegremente - a no llevar a nuestro país al lugar que merece. En dos órdenes: en el internacional, como potencia cultural, económica y militar; y en el interno, con la felicidad y el bienestar del pueblo argentino. El bienestar es un mandato constitucional, dicho sea de paso, “...promover el bienestar general…”.


Ese proyecto mezquino de matar, achicar y empobrecer al pueblo argentino, mientras las élites medran con nuestros despojos, ciertamente recibe la reprobación del pueblo de nuestra Patria. La mayor parte del tiempo, el pueblo calla. Cuando puede, lo expresa.


Y así lo hemos hecho decenas de veces en los últimos doscientos años. Una de esas veces fue cuando ganamos el mundial por tercera vez.



Argentina despierta la admiración en numerosos pueblos del mundo. Lo que se dice, lo aparente, es por nuestros logros deportivos. Otras veces, las razones son inenarrables y subterráneas. Argentina peleó con Gran Bretaña por iniciativa propia. Pocos países del mundo se atrevieron. En general, se defendieron de sus invasiones. Argentina si bien perdió en el Atlántico Sur, dio pelea. Sin mencionar que no fue nuestra primera guerra contra ellos y si hacemos la cuenta, ganamos más veces que las que perdimos. 


No todos pueden decir lo mismo. China, en el SXVIII, era el imperio más próspero y adelantado del mundo, la primera economía mundial. Tras ser invadida se encontró intervenida, sometida y empobrecida. Por eso el actual presidente de China habló del "Fin de los Cien Años de Humillación". Se refiere a la Primera Guerra del Opio cuando perdieron contra el Reino Unido. Mientras que acá, en simultáneo, Rosas los sacó arando. 





Admiración por razones similares recibimos de Bangladesh, ex colonia británica, con años y años de resentimiento acumulado contra el invasor (ver Astérix, cualquier capítulo). O Irlanda.


Los pueblos cuando pueden, se manifiestan.


Cuando Argentina salió campeón; millones salieron a la calle, con sus amigos, familias o solos. Todos festejamos en paz. 





El gobierno de Alberto Fernández y todos los medios de comunicación del estado no entendieron lo que sucedió con el Mundial. Los tomó desprevenidos. En menor medida pasó con los medios privados. 


Con el mismo tenor, el pasado 15 de septiembre, cientos de miles peregrinaron en Salta para venerar a la Virgen del Milagro. Los medios de comunicación del estado no cubrieron el evento religioso, a pesar de ser multitudinario. Tampoco la televisión privada. Ni ése, ni la procesión a Luján, ni el día de la Virgen del Rosario, en San Nicolás. Ninguno.


En los últimos años, las municipalidades dejaron de adornar las calles por Navidad. Parece que la llegada del Niño Jesús no conmueve el corazón de los burócratas. Hace años (desde Macri o desde Cristina Fernández) que los gobernantes no nos desean ni Feliz Navidad ni Feliz Año Nuevo por TV. No podrían demostrar que les importamos tres rabanitos con mayor claridad.


Las élites argentinas se han abrazado al internacionalismo sajón: ateo y apátrida. El pueblo sigue en la suya, cada vez más desconectado de sus gobernantes (y viceversa).


Como dije hace un año, nuestro objetivo de mínima es ponernos de pie. Nuestro objetivo de máxima debe ser deshacernos de nuestras élites y reconstruir, al menos, el Virreinato del Río de la Plata más la Patagonia y Antártida



Un primer paso lo dimos este año, cuando el 30% de la población decidió decirle a las élites que no los quería más, con cualquier disfraz que se vistieran. 


Ese 30% que votó a Milei-Villarruel estuvo integrado por trabajadores informales, estudiantes, comerciantes, pequeños empresarios de todo el país. Gente del interior asqueada y harta del despojo que significan la combinatoria de diferencial cambiario y derechos de exportación y su consecuente transferencia de riqueza hacia la capital. Casi ningún gran empresario, al menos en forma pública, casi ninguna corporación argentina, apoyaron a la dupla finalmente ganadora.


Todo el establishment apoyó en bloque a su hombre: Sergio Massa. Lo pusieron de ministro y luego de candidato a presidente. La mayoría del pueblo dijo que no al elegido de la élite. No nos equivoquemos. No le dijo “no” a Massa. Le dijo “no” a la élite y a su manera de conducir los destinos del país. 


El interior del país le dijo “no” al despojo del diferencial de cambio y los derechos de exportación. Los trabajadores, comerciantes, monotributistas dijeron “no” a la carga impositiva. Todos dijeron “no” al estado de los hospitales, escuela y la seguridad en la vía pública.


Llama poderosamente la atención que los mismos que propusieron, impulsaron y financiaron la carrera de Massa y su campaña política, ahora, esos mismos, apoyen el DNU del flamante presidente. El diferencial cambiario y las DEX son unitarias, el precio pleno es federal. 


Debemos esperar y ver qué significa todo esto.


* * *


El pueblo hoy está triste. Sin dinero. A un año de distancia, la euforia del campeonato mundial se esfumó en gran parte.


Pensemos cómo recuperar nuestro camino de prosperidad y gloria. Somos un gran país y un gran pueblo. Somos los encargados de llevar una antorcha gloriosa.


A no decaer. Ya llegará nuestro momento. Ahora es tiempo de aprender, nutrirnos y prepararnos para el futuro. Esperemos que nuestros gobernantes tengan claro qué hacer y ante la duda invoquen la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia.


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Les deseo a todos una muy feliz Navidad. Amor en nuestros corazones y que cada día haya más argentinos prósperos y felices.


"Navidad criolla", del Maestro Enrique Breccia.



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