2024: EN BUSCA DEL EQUILIBRIO

Alberto Fernández fue el final anómico y patético del ciclo socialdemócrata iniciado en 1983 que tanto daño le hizo a la Patria y a nuestro pueblo.

Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)

En diciembre de 2019, tras la asunción de Alberto Fernández escribí EQUILIBRIO INESTABLE, que invito a releer.

Antes del inicio de la guerra de Ucrania, antes de la cuarentena eterna, antes de todo el delirio neoalfonsinista, argumenté que en el 2020 iba a caer el nivel de actividad. 


Ninguna genialidad. Era fácil de entender: el aumento de PBI se basa en la inversión. Sin inversión, el producto no crece. No hay solución a esta ecuación. Luego la inversión la puede hacer un estado soviético, o una multinacional automotriz o Don Pancho que aumenta los inventarios de su ferretería, o Doña Ana que duplica la cantidad de gallinas ponedoras en el fondo de su casa. Es una regla de oro: sin inversión el producto no crece.


Lo que quedó demostrado en los cuatro años de gobierno 2019-2023. 


Con Massa como ministro, el descontrol subió de nivel: canje de bonos, condonación de deudas impositivas, aumento de la tasa de los pases y LELIQs del BCRA. No hubo negocio de los “ganadores” que no fuera retribuido. 


Es más, decidieron que la fiesta (de ellos) debía seguir cuatro años más. Por eso, desestimaron a los dos candidatos del oficialismo: Daniel Scioli y Eduardo de Pedro, para imponer el propio. 

«Los ganadores están lanzados a una bacanal de apropiación, saqueo y despilfarro, que no saben cómo parar».

Un capricho que desoyó al mismo tiempo tanto el descontento de la población con las decisiones ministeriales las cuales provocaron alta inflación y caída del nivel de actividad; como las preferencias de distintos sectores del oficialismo. Se puede imponer un candidato en las altas esferas, pero no quiere decir que luego: a) las estructuras de base de un partido colaboren (gobiernos municipales y provinciales oficialistas), b) lo más importante, que los votantes confíen. 


Alberto Fernández fue el final anómico y patético del ciclo socialdemócrata iniciado en 1983 que tanto daño le hizo a la Patria y a nuestro pueblo. Nos sumergieron en la pobreza y en la insignificancia. Roguemos a Dios que Milei-Villarruel sepan cerrar esta puerta para siempre.



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¿Quién paga siempre estos desaguisados? Quienes no tienen representación política.


¿Cuál es la diferencia hoy respecto a cuatro años atrás? Las hienas que rondan son siempre las mismas. Acá, en Ecuador, Canadá, Zimbabwe, Azerbaiyán, Pakistán, Ucrania, Guatemala, Irlanda o EEUU. Por esa parte, no hay novedades.


Una de las diferencias hoy son los votantes. Muchos de los subrepresentados en diciembre de 2019 votaron a quienes resultaron victoriosos en 2023: los monotribustistas, los profesionales independientes, los trabajadores en negro, los pequeños comerciantes, los productores agropecuarios, los dueños y trabajadores de PyMes, los jubilados y pensionados. Algunos porque de las cinco opciones creyeron que era la mejor (30% en las elecciones generales) y otros porque antes que el candidato del establishment, preferían lo nuevo. Como dijo la dupla ganadora: es imposible salir adelante con los mismos de siempre.


Y si bien los carroñeros de la Patria son, sí, los de siempre, la coalición de votantes ganadora no lo es.


Una coalición integrada por todas las familias que viven de changas, monotributistas, profesionales o pequeños capitalistas comerciantes-industriales-rurales más el interior que votó en bloque contra el oficialismo, cansado del expolio. 


El interior quiere otro país: donde quede el dinero donde se produce, que es en origen. 


La población autora del 99,6% de las exportaciones del país es despojada de su riqueza. Luego tiene que mendigar un hospital o pintura para sus escuelas o que el “gobierno” le construya una casa. En este grupo incluyo al interior de PBA.


El despojo afecta tanto a un productor de arroz de 20.000 hectáreas, a un dueño de una finca de manzanas de 8 hectáreas en el Alto Valle de Río Negro o a un peón en un criadero de pollos de Entre Ríos.


Todos deberían vivir como duques. Lo cual no sucede.




La Representación Política


En LA PARTICIPACIÓN DEL CAMPO EN LA VIDA PÚBLICA ARGENTINA (enero 2020) razoné sobre las formas de representación política de los productores agropecuarios y otros integrantes de la cadena agroindustrial. 


Pero la verdad sea dicha, los mismos principios sirven para los comerciantes de Avenida de Mayo, Capital Federal, los productores de cojinetes de la provincia de Santa Fe, el colegio de veterinarios de Chubut, los enfermeros de la provincia de Corrientes o los dependientes de comercio de Catamarca. Todos somos ciudadanos argentinos y todos tenemos derecho a tener voz y voto en las decisiones que hacen al presente y futuro de nuestro país. 


En dicho artículo insté a ciudadanos de a pie a formar parte de los cuerpos colegiados: concejos deliberantes, legislaturas provinciales y el Congreso Nacional. 


¿Por qué?


Porque la Nación Argentina adopta para sí el sistema representativo (art. 1 de la CN). Porque no se delibera ni gobierna sino a través de los representantes.


Algo de esto pasó con el surgimiento del partido ahora oficialista. Pretendió (y logró en gran parte) ser la voz y el voto de todos aquellos subrepresentados o directamente ignorados (ver: EQUILIBRIO INESTABLE y EL CLUB DE LOS PERDEDORES). Su intención fue explícita y exitosa. Siempre dijo que hablaba en nombre de los que trabajaban en negro, los monotributistas, los que se sienten abrumados por los impuestos, los que no reciben el “estado presente” porque van a buscar un turno en el hospital y tienen que hacer cinco horas de cola. 


Pero también sucedió otro fenómeno. Llegaron a los órganos colegiados personas que siempre habían creído que debían mantenerse lejos de la política. Se atrevieron a presentarse y ejercer su derecho a ser electos. Esos “nuevos” están en concejos deliberantes, legislaturas y ambas cámaras del Congreso. A llevar la voz (y el voto) de grandes sectores hasta ahora olvidados.


Los desafíos del nuevo gobierno son enormes, en particular bajar la inflación galopante. 


Los recién ingresados, estos nuevos concejales o nuevos legisladores, van a cometer errores. Es lo natural cuando se es novato. Los yerros hay que capitalizarlos y aprender de ellos.


Ya hay que prepararse para multiplicar la participación a futuro. Ser más en el 2025. En todos los partidos.


Es la única manera de hacer las cosas como uno cree que hay que hacerlas; tener masa crítica para defender los propios intereses. Por eso, insto a leer LA PARTICIPACIÓN DEL CAMPO EN LA VIDA PÚBLICA ARGENTINA, aunque uno sea farmacéutico en Quemú-Quemú. 


Y no andar con remilgos. Somos 46 millones. No pensamos todos igual. Algunos creemos unas cosas y otros otras. ¿Hay que enseñar ESI en las escuelas o no? ¿Debemos comerciar con China o no? ¿Hay que subsidiar el transporte en colectivo o no? ¿Debemos extender un gasoducto a Misiones o no? ¿Debería ser gratis la universidad pública para los ciudadanos brasileños y colombianos o no? ¿Debemos gastar plata en comprar navíos para nuestra Armada Argentina o no? ¿Debemos cobrar impuestos a la minería o no? ¿Debemos cobrar derechos de exportación al algodón o no? Todos podemos tener opiniones distintas o no tener ninguna. 


¿Cómo se resuelven estas diferencias? Ante la duda, recurramos a la Constitución. 


Esta situación ya la previeron hace 170 años. Fácil. Por cada decisión a tomar, se vota. Si los que están de acuerdo son más que los que están en contra, se aprueba. Caso contrario, se rechaza. 


Por eso es importante tener al representante de uno ahí. Ya sea si debe decidir cambiar baldosas (municipio), darle más presupuesto al hospital zonal (provincia) o decidir sobre política exterior (Nación).


Los representantes hacen mucho más que votar si hacemos o no tal cosa. Eligen los jueces y fiscales. Los ordinarios en las legislaturas y los federales en el Congreso. Remueven a los que trabajan mal. Eligen los integrantes de los tribunales de cuentas. Se votan los presupuestos, esto es: impuestos y en qué se van a gastar.


En resumen: en los cuerpos colegiados es en donde se debe estar o donde poner a la gente de uno.


Argentina es un gran país, con un gran pueblo, corajudo y trabajador. Sabemos que estamos para grandes cosas. 



Lo sabemos hoy. Lo sabíamos en 1816 cuando éramos 13 ranchos, con más pretensiones que realidades.  Nos peleamos y le ganamos a todos los imperios sobre la faz de la tierra. 


Acá estamos. A no achicarnos. 


Hemos pasado cosas peores. El futuro es nuestro.


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A todos los lectores les deseo un próspero, feliz 2024 repleto de salud y afectos. Y recuerden, nada es más importante que la familia.


Un abrazo y nos vemos en 2024.




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