Jo sóc Barcelona. Yo soy Barcelona. Hasta la próxima ciudad...

Autor: Monsieur Bastiat (@mbastiat)



En un valle a los pies de los Pirineos en la confluencia de dos ríos de montaña, se encuentra el pequeño y pintoresco pueblo de Ripoll.
En ese lugar, en el año 888 Wilfredo "el Velloso", Conde de Barcelona, mandó construir el monasterio de Santa María, que habría de convertirse luego en un importante centro cultural durante la Edad Media. Ese pueblo, la villa condal de Ripoll es llamado "el bressol de Catalunya", la cuna de Cataluña.
Así, la tradición señala que allí, Guifré "el Pilos", Wilfredo el Velludo, fundó Cataluña.

En la planta baja del 27 de la calle de Antoni Gaudí i Cornet, en Ripoll, vivían Moussa y Driss Oukabbir. En la tercera planta vivía Mohamed Hychami y muy cerca de ahí, vivían Said Aallaa y Younes Abouyaaqoub. Todos jóvenes de entre 18 y 24 años, de origen marroquí que estudiaban o trabajaban en la cuna de Cataluña.
El jueves 17 de agosto pasado esos jóvenes "catalanes" recorrieron los casi 100 km que los separaban de Barcelona para cumplir su misión en nombre de la Yihad.
Dejaron sus casas, sus familias, su futuro y sus vidas en un absurdo acto terrorista contra la sociedad que los acogió.

Todos provenían de familias trabajadoras que emigraron de su Marruecos natal para hacerse una vida y un futuro en España. Gente común que se había integrado, supuestamente, a la sociedad que los cobijaba. Seguramente buenos musulmanes que decían sus plegarias diarias, asistían los viernes a la mezquita y cumplían fervientemente con el ayuno del Ramadán.

Millones de musulmanes viven en Europa, algunos son ya la tercera generación y están tan integrados que no hay actividad a la que no se dediquen.
Esos millones de pacíficos ciudadanos europeos cada vez que sucede un hecho de violencia terrorista salen a aclarar que los terroristas son una minoría fanática que no representa al Islam. Y la mayoría de la gente, los medios y los gobiernos, repiten el mismo slogan.
Entonces porqué, del corazón de este colectivo, aparecen jóvenes con ganas de pelear su Yihad, ya sea yéndose a Siria a engrosar las filas del Califato, formando células terroristas en sus países de residencia o simplemente tomando un cuchillo de cocina y salir a apuñalar al primer vecino que se les cruza.

Es evidente entonces que la declamada integración no funcionó, son pocos los que se sienten completos ciudadanos de los países que integran. La diferencia cultural es tan fuerte, entre la milenaria Europa y los inmigrantes venidos del Islam, que una membrana invisible pero impermeable ha hecho casi imposible esa integración.
Es tan diferente la Historia de un inmigrante del Magreb, con un habitante de Ripoll que le es muy difícil identificarse con el conde Wilfredo, un caballero franco-godo de hace 1200 años. Qué significa España para estos jóvenes terroristas ? Qué representa fuera de ser un lugar, un espacio, una calle, una ciudad ? Lo mismo podríamos decir del terrorista de Londres con respecto a Juan sin Tierra o incluso Churchill, o los de París con Carlomagno, De Gaulle o un monje de Cluny.

Europa, como idea, no lo representa.

Europa es un conjunto de Naciones y culturas milenarias, no es un melting pot de corrientes migratorias al estilo de las repúblicas americanas.
El hijo e incluso el nieto de la gran mayoría de estos inmigrantes será visto, y se sentirá a si mismo, como un extranjero. Aun si tiene un buen trabajo, un buen auto y vive en un pintoresco pueblo catalán, no será catalán. Será el árabe del pueblo.
Ese joven europeo, que no se siente europeo, convenientemente manipulado se puede ver a si mismo como un verdadero soldado, encuentra en la radicalización su sentido, la pertenencia a algo mayor, mejor. Será la espada del Islam.

Los políticos europeos, que con demagogia antinatura, han forzado estas migraciones, son los responsables del fracaso.

A esta realidad de por sí ya complicada se suma un nuevo actor: el "refugiado"
El refugiado no llega a Europa como el zapatero, el albañil o el carnicero que dejó su pueblo en Marruecos, Túnez o Pakistán y se fue con su familia en busca de un futuro mejor.
El refugiado viene escapando de la pobreza, el hambre, la guerra. No es como en el pasado un jefe de familia llegando silencioso y humilde en busca de un sustento.
El refugiado, es en la gran mayoría (90 %) un hombre joven, que llega con ímpetu y a veces con violencia, casi siempre en grupo, y sin nada por perder.
Viene convencido que Europa le va a dar bienestar, las mujeres fáciles de las que le han contado y que ha visto en los medios, y que casi con seguridad no tendrá que trabajar por ello. No pide, exige.
Al cabo de un tiempo descubre que no podrá conseguir mucho más que vivir miserablemente, y si tiene suerte, lo reclutará una mafia para vender relojes o carteras falsas en los centros turísticos de Europa. Su yihad, para el radicalizado, será por ahora violar cristianas o comenzar con pequeños delitos callejeros.
El refugiado, entonces, salvo el infiltrado que llega enmascarado en la turba, no es una gran amenaza a la seguridad, pero es el que paradójicamente le ha abierto los ojos al europeo medio acerca de la amenaza que se cierne sobre el continente.

La mayoría de la prensa y la política trata de apaciguar la situación repitiendo que el problema no es el Islam sino que son individuos, que son terroristas a secas, que hacen una interpretación errónea del Islam.
Sin embargo, en las mezquitas, en las redes sociales, en los países musulmanes, estos atentados se festejan con algarabía.
Cada hecho de este tipo es visto en algunos casos como victorias deportivas, y en la mayoría como una victoria sobre los infieles, sobre los cruzados.
El Islam no es sólo una religión, es un sistema político y cultural que abarca todos los estamentos de la vida, pero no sólo eso, desde su nacimiento en el siglo VII, inspirado por las palabras del profeta Mahoma, se fue expandiendo en forma de conquista y dominación. Durante casi mil doscientos años estuvo en guerra con Europa.

Desde la invasión de la península ibérica por parte de los árabes hasta la guerra permanente con el Imperio Otomano, Europa estuvo en conflicto con el Islam.
La decadencia de los turcos y el crecimiento de occidente desde el siglo XVI hasta el siglo XX nos hizo a todos pensar que el conflicto había terminado.
Incluso luego de la Segunda Guerra Mundial los movimientos nacionalistas árabes crearon sistemas de gobierno laicos, de tinte socialista, que enmascararon y controlaron los elementos radicalizados del Islam.
Cuando estas dictaduras laicas desaparecieron, por presión europea y occidental, los elementos dormidos despertaron, la religión se convirtió en el combustible que avivó las llamas.
El genio se escapó de la lámpara.


En los últimos 40 años, Europa vio crecer en forma constante y permanente la población musulmana en el continente, y al mismo tiempo millones de petrodólares provenientes de las monarquías del Golfo y de Arabia Saudita financiaban miles de mezquitas y centros coránicos que propagaban la versión wahabita del Islam.
Esta corriente político-religiosa de la rama sunni, promueve la Sharia y el extremismo en todo el mundo.
Paradójicamente los países árabes petroleros, supuestos aliados occidentales, son los que promueven la versión mas extrema y radical del Islam.

Y aquí está la otra paradoja, los inmigrantes no llegan radicalizados a Europa, se radicalizan en Europa.
Incluso en un país musulmán pero laico como Turquía, la versión wahabi del Islam está creciendo aceleradamente y la está llevando a su radicalización.
Turquía, que era el estandarte y el ejemplo de que se podía ser de religión islámica y al mismo tiempo una democracia laica occidental, se está enterrando en la ciénaga del fanatismo anti europeo y anti cristiano.

Qué irá a suceder en el futuro no se puede saber, pero es seguro que cada vez mas jóvenes europeos de origen árabe o musulmán van a ver seducidos por la promesa de realización y trascendencia que la Yihad les ofrece, llámese ISIS, Al Qaeda, o el nombre que adopte luego.
Al mismo tiempo la sociedad europea, occidental y mundial, dirá que el problema no es el Islam, pero de a poco los individuos cansados y asustados empezarán a mirar de reojo y con suspicacia a su vecino musulman, el que a su vez se encerrará y radicalizará como reacción, y el círculo se convertirá en vicioso.

Europa vive en paz desde hace 70 años, la Unión Europea se convirtió casi en una utopía de paz y prosperidad, sin embargo, el europeo medio, tan satisfecho y confiado no miró por sobre el muro.
Una humanidad diversa, creciente, informada, quería gozar de las mieles del progreso.
Sobre esa ola se subió el viejo sueño islámico de la conquista de Europa, y por ella van.
Una Europa que ya no tenía muros, ni ejércitos, ni ganas de combatir.

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