Romeos pomposos y Julietas ingenuas
El sexo siempre ha sido un recurso fácil en el espionaje. Muy vulgar. Desde que Dalila sedujo a Sansón hasta la sospechosa cubana que denunció a Julian Assange, el 'inventor' de Wikileaks, hubo atractivos anzuelos y cándidos peces. Es menos corriente que el gancho sea varón, la relación lo más larga posible y la víctima alguien sin importancia a primera vista. Sólo un buen Romeo puede descubrir lo mejor de una triste Julieta, disfrutarlo y compartirlo luego. Y todos felices si surgía el amor
Versión original: http://www.elmundo.es/cultura/2017/08/25/599efbce22601d1b6b8b45bf.html
Autor: GERARDO ORTIZ YRURETA
Foto: Guillaume, con gafas, detrás de Willy Brandt, en su etapa de asesor. GETTY
"Bonn era una ciudad muy tranquila. A las traductoras y secretarias no nos invitaban a los actos sociales, las mujeres casadas nos miraban con recelo. Era casi imposible encontrar novio y si lo conseguías era difícil conservarlo. Demasiados riesgos y mucha competencia". Así resumió su drama en el juicio por espionaje donde fue acusada G. Kliem, traductora de la embajada de los Estados Unidos en Bonn y novia de un agente infiltrado, entre 1977 y 1984, desde la Republica Democrática Alemana.Kliem fue en realidad una de las víctimas, una más de las 48 mujeres juzgadas como cómplices de una extensa operación de penetración en el territorio enemigo, la Republica Federal Alemana, que tal vez hoy todavía esté dando resultados a la STASI, un servicio secreto que ya no existe.
Los romeos fueron algo muy elaborado; un grupo de hombres, nunca se sabrá cuantos, destinados a conquistar con largos romances (que casi siempre acababan en boda) a mujeres solas que trabajaban como secretarias, traductoras o simples burócratas en organismos oficiales de Alemania Occidental, la OTAN y otras entidades de interés para el bloqu
e oriental.El cerebro de la operación fue Markus Mischa Wolf, el todopoderoso jefe de la STASI, la policía política de la Alemania Oriental, quien se mantuvo casi 30 años al mando de una organización que llegó a contar con mas de 4.000 agentes en el exterior, 20.000 empleados dentro de la RDA (16 millones de habitantes en 1990), y una legión de 600.000 colaboradores, soplones y chivatos entre 1949 y 1989. Es decir: de cada 25 alemanes del este, uno era un canalla.En todo ese tiempo, el contraespionaje de la República Federal Alemana llegó a detectar casi 60 mujeres seducidas por hombres maduros que sabían escuchar, atentos y obsequiosos, que consideraban el sexo como algo secundario y sólo mostraban interés por la situación afectiva de sus víctimas y, muy especialmente, por sus problemas laborales. "Descansa y cuéntamelo todo, amor mío", venían a decirles. Fueron muy metódicos: uno o varios ojeadores localizaban candidatas fácilmente abordables.
Se buscaba su lado más vulnerable, se programaba un asalto y aparecía el agente Romeo. Un alemán con estudios y de mediana edad iniciaba sin prisa un cortejo, al que seguía un noviazgo convencional que acababa en boda, si antes nadie descubría el pastel. Desde el primer momento el Romeo preguntaba, transmitía información y recibía instrucciones del Este sobre qué era lo más interesante a descubrir. Mischa procesaba todo y atendía otros asuntos simultáneamente. Entre sus tareas alternativas estaba la de ir infiltrando a su gente en el BFV, (contraespionaje) y el BND (la sección exterior), los dos servicios secretos de la RFA, donde llegó a controlar de un modo u otro a sus cinco jefes supremos consecutivamente.
En Occidente los descubrían y los neutralizaban si les daba tiempo, ya que al menos tres se pasaron al Este antes de ser capturados. Y, mientras tanto, casi 80 millones de alemanes ajenos a estos juegos, a los dos lados del muro, seguían con sus rutinas. El caso de Günter Guillaume fue, sin ser exactamente un agente Romeo, el mejor ejemplo de su eficacia (de la STASI llegó a decirse que funcionaba mejor que el KGB). Primero saltó la tapia su mujer y él la siguió. Ambos encontraron trabajo en la República Federal y se afiliaron al Partido Socialdemócrata. Con esa tenacidad que sólo tienen los espías alemanes, ascendió en la organización y Günter, un !"ratón gris, cerrado de mollera", según uno de sus compañeros, acabó como asesor personal y uno de los jefes de gabinete de Willy Brandt.
Cuando alguien lo consideró oportuno, no se sabrá nunca de qué lado estaba el que tomó la decisión, el asunto salió a la luz (1975) y el canciller Brandt tuvo que dimitir. La socialdemocracia tenía entonces muchos enemigos. El epílogo del caso resultó deprimente. Brandt aceptó la petición del BND de que una vez descubierto Guillaume le mantuviese a su lado para poder intoxicar a placer al enemigo. Fue el único caso en el que el presidente de un país fue usado como gancho por un servicio secreto durante casi un año.John le Carré, entonces secretario de la embajada británica en Bonn y espía, al enterarse de la chapuza, entró en justa cólera y dejó constancia escrita de su alarma años después. De la investigación posterior se dedujo que el ratón gris también resultó un poco gallo.
Había mantenido "relaciones amorosas con varias secretarias en contacto con secretos relevantes sobre las negociaciones con el Este", atendiendo al mismo testimonio del autor de la poco amable descripción personal. Las dos Alemanias se fundieron en lo que hoy conocemos, la STASI, se disolvió y su extensa plantilla se buscó otras ocupaciones. Queda por saber si ese simpático matrimonio de jubilados alemanes que pasea por Mallorca está formado por una mujer que encontró al amor de su vida y un fulano a quién la Historia obligó a cambiar el comunismo por el anarquismo y vivir desde la caída del muro sin Dios, sin patria y sin amo, perdido por Magaluf.
Versión original: http://www.elmundo.es/cultura/2017/08/25/599efbce22601d1b6b8b45bf.html
Autor: GERARDO ORTIZ YRURETA
Foto: Guillaume, con gafas, detrás de Willy Brandt, en su etapa de asesor. GETTY
"Bonn era una ciudad muy tranquila. A las traductoras y secretarias no nos invitaban a los actos sociales, las mujeres casadas nos miraban con recelo. Era casi imposible encontrar novio y si lo conseguías era difícil conservarlo. Demasiados riesgos y mucha competencia". Así resumió su drama en el juicio por espionaje donde fue acusada G. Kliem, traductora de la embajada de los Estados Unidos en Bonn y novia de un agente infiltrado, entre 1977 y 1984, desde la Republica Democrática Alemana.Kliem fue en realidad una de las víctimas, una más de las 48 mujeres juzgadas como cómplices de una extensa operación de penetración en el territorio enemigo, la Republica Federal Alemana, que tal vez hoy todavía esté dando resultados a la STASI, un servicio secreto que ya no existe.
Los romeos fueron algo muy elaborado; un grupo de hombres, nunca se sabrá cuantos, destinados a conquistar con largos romances (que casi siempre acababan en boda) a mujeres solas que trabajaban como secretarias, traductoras o simples burócratas en organismos oficiales de Alemania Occidental, la OTAN y otras entidades de interés para el bloqu
e oriental.El cerebro de la operación fue Markus Mischa Wolf, el todopoderoso jefe de la STASI, la policía política de la Alemania Oriental, quien se mantuvo casi 30 años al mando de una organización que llegó a contar con mas de 4.000 agentes en el exterior, 20.000 empleados dentro de la RDA (16 millones de habitantes en 1990), y una legión de 600.000 colaboradores, soplones y chivatos entre 1949 y 1989. Es decir: de cada 25 alemanes del este, uno era un canalla.En todo ese tiempo, el contraespionaje de la República Federal Alemana llegó a detectar casi 60 mujeres seducidas por hombres maduros que sabían escuchar, atentos y obsequiosos, que consideraban el sexo como algo secundario y sólo mostraban interés por la situación afectiva de sus víctimas y, muy especialmente, por sus problemas laborales. "Descansa y cuéntamelo todo, amor mío", venían a decirles. Fueron muy metódicos: uno o varios ojeadores localizaban candidatas fácilmente abordables.
Se buscaba su lado más vulnerable, se programaba un asalto y aparecía el agente Romeo. Un alemán con estudios y de mediana edad iniciaba sin prisa un cortejo, al que seguía un noviazgo convencional que acababa en boda, si antes nadie descubría el pastel. Desde el primer momento el Romeo preguntaba, transmitía información y recibía instrucciones del Este sobre qué era lo más interesante a descubrir. Mischa procesaba todo y atendía otros asuntos simultáneamente. Entre sus tareas alternativas estaba la de ir infiltrando a su gente en el BFV, (contraespionaje) y el BND (la sección exterior), los dos servicios secretos de la RFA, donde llegó a controlar de un modo u otro a sus cinco jefes supremos consecutivamente.
En Occidente los descubrían y los neutralizaban si les daba tiempo, ya que al menos tres se pasaron al Este antes de ser capturados. Y, mientras tanto, casi 80 millones de alemanes ajenos a estos juegos, a los dos lados del muro, seguían con sus rutinas. El caso de Günter Guillaume fue, sin ser exactamente un agente Romeo, el mejor ejemplo de su eficacia (de la STASI llegó a decirse que funcionaba mejor que el KGB). Primero saltó la tapia su mujer y él la siguió. Ambos encontraron trabajo en la República Federal y se afiliaron al Partido Socialdemócrata. Con esa tenacidad que sólo tienen los espías alemanes, ascendió en la organización y Günter, un !"ratón gris, cerrado de mollera", según uno de sus compañeros, acabó como asesor personal y uno de los jefes de gabinete de Willy Brandt.
Cuando alguien lo consideró oportuno, no se sabrá nunca de qué lado estaba el que tomó la decisión, el asunto salió a la luz (1975) y el canciller Brandt tuvo que dimitir. La socialdemocracia tenía entonces muchos enemigos. El epílogo del caso resultó deprimente. Brandt aceptó la petición del BND de que una vez descubierto Guillaume le mantuviese a su lado para poder intoxicar a placer al enemigo. Fue el único caso en el que el presidente de un país fue usado como gancho por un servicio secreto durante casi un año.John le Carré, entonces secretario de la embajada británica en Bonn y espía, al enterarse de la chapuza, entró en justa cólera y dejó constancia escrita de su alarma años después. De la investigación posterior se dedujo que el ratón gris también resultó un poco gallo.
Había mantenido "relaciones amorosas con varias secretarias en contacto con secretos relevantes sobre las negociaciones con el Este", atendiendo al mismo testimonio del autor de la poco amable descripción personal. Las dos Alemanias se fundieron en lo que hoy conocemos, la STASI, se disolvió y su extensa plantilla se buscó otras ocupaciones. Queda por saber si ese simpático matrimonio de jubilados alemanes que pasea por Mallorca está formado por una mujer que encontró al amor de su vida y un fulano a quién la Historia obligó a cambiar el comunismo por el anarquismo y vivir desde la caída del muro sin Dios, sin patria y sin amo, perdido por Magaluf.