EL ARCÓN DE LAS MONEDAS
Autor: Juan Martín Perkins (@JuanMPerkins)
Después de fracasar dos veces en 1806 y 1807, los ingleses deciden preparar una tercera invasión a Buenos Aires.
Cuestión es que, esta vez, la corona británica encarga a Arthur Wellesley, famoso duque de Wellington, que prepare una invasión masiva a Buenos Aires. Tenía que ser por paliza. No podían fracasar una vez mas, la tercera sería la vencida pero…. [1]
Aquí empieza mi cuento sobre “El arcón de las monedas que heredó Silvestre“.
Napoleón Bonaparte distrajo a los ingleses de la idea de la tercera invasión.
La gran flota pirata de la reina, bajo el mando del genial general Wellington, atracó en Portugal, que resistía los embates franceses a duras penas y cambió la tercera invasión del virreinato del Río de La Plata por la liberación de España y todos los territorios europeos invadidos por el emperador Bonaparte.
En 1812, Wellington fue nombrado general en jefe de todas las fuerzas aliadas que echaron a Napoleón de España, hasta coronar su campaña derrotando a Napoleón en Waterloo, exiliándolo en la isla de Santa Elena.
Por toda esta campaña pagó los servicios de transporte de personal, pertrechos y armamento al Carretero Juan Manuel Torroba un ARCÓN LLENO DE MONEDAS DE ORO.
Un carretero en los años 1810 de España era una especie de Pajarito Echave o Luis Lupani con 100 camiones. Una transportadora.
Se concentraban en Vinuesa, región de Soria, a unos 150 kilómetros al norte de Madrid.
Los carreteros transportaban la lana lavada en Vinuesa hacia los puertos. La tracción a sangre de mula o buey era el medio único.
Con el tiempo la lana fue perdiendo valor y para 1850 la empresa de transporte de los Torroba estaba muy venida a menos transportando trigo.
Silvestre, nieto de don Juan Manuel, el carretero fundador que había recibido el arcón de monedas de oro, tenía 16 años. Estaba decidido a abandonar la profesión de carretero y a liquidar las 20 carretas que le quedaban.
En el último viaje con destino al puerto de Málaga cavilaba sobre su futuro. Al llegar al puerto, observa un gran barco en maniobra de amarre. Al día siguiente, cuando estaba emprendiendo el regreso a Soria, ve como descargan el buque. Queda impresionado con las bodegas llenas del trigo que tanto escaseaba en España. Y se decide, deja las carretas a su capataz y se embarca.
Con 16 años, se hace al mar tras el origen de esa abundancia sin importar donde quedara.
No sabe donde lo llevará el barco, pero agarra el arcón heredado del abuelo, mete un par de mudas, algunas monedas… y adiós España.
En un mes caminaba por los muelles del puerto de Buenos Aires con su arcón al hombro.
Imaginen 1860. Del puerto a la terminal del tren que tendían los ingleses y franceses.
Tomó el primer tren al oeste y se fue hasta donde daba la vía. Luján. Todavía no estaba la basílica, pero ahí nomás, a una cuadra, conoció a una señora viuda, propietaria de un almacén, que le dio trabajo.
Se aquerenció y al poco tiempo se asoció con la señora.
Silvestre transformó el concepto comercial de la zona. El negocio se convirtió en el primer Almacén de Ramos Generales.
Cuando el tendido del ferrocarril llegó a Mercedes en 1863, ahí estaba Silvestre Torroba fundando la primera sucursal.
¿Imaginan esa Argentina? Con todo por hacerse y todo haciéndose al mismo tiempo. Tiempos de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca, justo los que el relato actual baja de los monumentos y las calles para poder “rebautizar“ usurpando memoria y honores.
Se organizaba el país, fundaba sus instituciones y hacía su infraestructura con la iniciativa y el emprendimiento de individuos como Silvestre, que al avance del tren en 1867 llegó a Chivilcoy a fundar una nueva sucursal.
Al llegar a Chivilcoy, Silvestre agarró su viejo arcón de las monedas, herencia de su abuelo el carretero de Wellington, y lo llenó de tierra.
Asombrado por la calidad del suelo agrícola de Chivilcoy, Silvestre envió el arcón lleno de tierra a España convocando a sus hermanos con una nota que decía: “Vengan, esta tierra vale más que todas las monedas de oro”
A los pocos meses llegaban a la Argentina sus hermanos Felipe y Liborio y también sus cuñados, los Llorente, de los cuales desciende la mujer con la que estoy casado y es madre de mis hijas.
La cadena de almacenes de Ramos Generales siguió creciendo al ritmo de avance del ferrocarril anexando todo tipo de negocios y rubros.
Había que abastecer a los pueblos con mercaderías e insumos, transportar la producción de los campos hasta el tren, acopiar, comercializar…
No tenían empleados, tenían socios. Era una sociedad, no de capital sino de trabajo.
Llegaron a Carlos Casares y fundaron lo que terminó siendo la casa Tomás pero antes fue Casa Llorente.
La última sucursal fue en Toay La Pampa.
Que lindas suenan las palabras “socio”, “acciones” “dividendos”.
Tomas hoy está en Pehuajó y, posiblemente, quienes trabajan allí no sepan esta historia de trabajo.
La comparto con Uds. porque es un buen ejemplo de expectativa positiva, de esfuerzo y ESPERANZA.
Me casé y viví con una Llorente, se muy bien lo que significa la convocatoria de Silvestre.
“Vengan, esta tierra vale mas que todas las monedas de oro”.
En estos días de tanta “mala praxis”, en los que algunos cultivan el “cuanto peor mejor”, quiero decirles que NO VAN A PODER.
El espíritu emprendedor y el amor a esta tierra es lo que nos va a sacar adelante.
Es a pura iniciativa privada, con la esperanza, el trabajo y el coraje.
A la memoria de los que hicieron el país.
Juan Martín Perkins
* * *
Inmigrantes vascos en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires. |
Después de fracasar dos veces en 1806 y 1807, los ingleses deciden preparar una tercera invasión a Buenos Aires.
Cuestión es que, esta vez, la corona británica encarga a Arthur Wellesley, famoso duque de Wellington, que prepare una invasión masiva a Buenos Aires. Tenía que ser por paliza. No podían fracasar una vez mas, la tercera sería la vencida pero…. [1]
Aquí empieza mi cuento sobre “El arcón de las monedas que heredó Silvestre“.
Napoleón Bonaparte distrajo a los ingleses de la idea de la tercera invasión.
La gran flota pirata de la reina, bajo el mando del genial general Wellington, atracó en Portugal, que resistía los embates franceses a duras penas y cambió la tercera invasión del virreinato del Río de La Plata por la liberación de España y todos los territorios europeos invadidos por el emperador Bonaparte.
Invasiones Inglesas al Río de La Plata. |
Desembarca su ejército en Portugal y avanza hacia Francia liberando España a su paso. O sea que Napoleón convirtió en aliados al Reino Unido y a España, justo cuando estaban por disputarse las colonias de América para abrirlas al comercio.
Wellington necesitó transportar un gran ejército de mar a campo traviesa. Para eso contrató los servicios de Juan Manuel Torroba, un próspero Carretero de Molinos de Duero, pueblo de la región de Soria.En 1812, Wellington fue nombrado general en jefe de todas las fuerzas aliadas que echaron a Napoleón de España, hasta coronar su campaña derrotando a Napoleón en Waterloo, exiliándolo en la isla de Santa Elena.
Por toda esta campaña pagó los servicios de transporte de personal, pertrechos y armamento al Carretero Juan Manuel Torroba un ARCÓN LLENO DE MONEDAS DE ORO.
Un carretero en los años 1810 de España era una especie de Pajarito Echave o Luis Lupani con 100 camiones. Una transportadora.
Se concentraban en Vinuesa, región de Soria, a unos 150 kilómetros al norte de Madrid.
Los carreteros transportaban la lana lavada en Vinuesa hacia los puertos. La tracción a sangre de mula o buey era el medio único.
Goya, Museo del Prado, Invasión Francesa de España, resistencia civil. |
Con el tiempo la lana fue perdiendo valor y para 1850 la empresa de transporte de los Torroba estaba muy venida a menos transportando trigo.
Silvestre, nieto de don Juan Manuel, el carretero fundador que había recibido el arcón de monedas de oro, tenía 16 años. Estaba decidido a abandonar la profesión de carretero y a liquidar las 20 carretas que le quedaban.
En el último viaje con destino al puerto de Málaga cavilaba sobre su futuro. Al llegar al puerto, observa un gran barco en maniobra de amarre. Al día siguiente, cuando estaba emprendiendo el regreso a Soria, ve como descargan el buque. Queda impresionado con las bodegas llenas del trigo que tanto escaseaba en España. Y se decide, deja las carretas a su capataz y se embarca.
Con 16 años, se hace al mar tras el origen de esa abundancia sin importar donde quedara.
No sabe donde lo llevará el barco, pero agarra el arcón heredado del abuelo, mete un par de mudas, algunas monedas… y adiós España.
En un mes caminaba por los muelles del puerto de Buenos Aires con su arcón al hombro.
Imaginen 1860. Del puerto a la terminal del tren que tendían los ingleses y franceses.
Tomó el primer tren al oeste y se fue hasta donde daba la vía. Luján. Todavía no estaba la basílica, pero ahí nomás, a una cuadra, conoció a una señora viuda, propietaria de un almacén, que le dio trabajo.
Se aquerenció y al poco tiempo se asoció con la señora.
Silvestre transformó el concepto comercial de la zona. El negocio se convirtió en el primer Almacén de Ramos Generales.
Cuando el tendido del ferrocarril llegó a Mercedes en 1863, ahí estaba Silvestre Torroba fundando la primera sucursal.
¿Imaginan esa Argentina? Con todo por hacerse y todo haciéndose al mismo tiempo. Tiempos de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca, justo los que el relato actual baja de los monumentos y las calles para poder “rebautizar“ usurpando memoria y honores.
Se organizaba el país, fundaba sus instituciones y hacía su infraestructura con la iniciativa y el emprendimiento de individuos como Silvestre, que al avance del tren en 1867 llegó a Chivilcoy a fundar una nueva sucursal.
Al llegar a Chivilcoy, Silvestre agarró su viejo arcón de las monedas, herencia de su abuelo el carretero de Wellington, y lo llenó de tierra.
Asombrado por la calidad del suelo agrícola de Chivilcoy, Silvestre envió el arcón lleno de tierra a España convocando a sus hermanos con una nota que decía: “Vengan, esta tierra vale más que todas las monedas de oro”
Casa de Ramos Generales. |
La cadena de almacenes de Ramos Generales siguió creciendo al ritmo de avance del ferrocarril anexando todo tipo de negocios y rubros.
Había que abastecer a los pueblos con mercaderías e insumos, transportar la producción de los campos hasta el tren, acopiar, comercializar…
No tenían empleados, tenían socios. Era una sociedad, no de capital sino de trabajo.
Llegaron a Carlos Casares y fundaron lo que terminó siendo la casa Tomás pero antes fue Casa Llorente.
Toay 1923, nevada. |
La última sucursal fue en Toay La Pampa.
Que lindas suenan las palabras “socio”, “acciones” “dividendos”.
Tomas hoy está en Pehuajó y, posiblemente, quienes trabajan allí no sepan esta historia de trabajo.
La comparto con Uds. porque es un buen ejemplo de expectativa positiva, de esfuerzo y ESPERANZA.
Me casé y viví con una Llorente, se muy bien lo que significa la convocatoria de Silvestre.
“Vengan, esta tierra vale mas que todas las monedas de oro”.
En estos días de tanta “mala praxis”, en los que algunos cultivan el “cuanto peor mejor”, quiero decirles que NO VAN A PODER.
El espíritu emprendedor y el amor a esta tierra es lo que nos va a sacar adelante.
Es a pura iniciativa privada, con la esperanza, el trabajo y el coraje.
A la memoria de los que hicieron el país.
Juan Martín Perkins
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[1] Nota de la editora: Cito a Emilio Ocampo, "La Independencia Argentina, de la fábula a la historia", Editorial Claridad, Buenos Aires, 2016, pág. 125, Capítulo 5 "La revolución en Sudamérica según los agentes ingleses":
"Desde la Revolución Francesa hasta la batalla de Waterloo en junio de 1815, con breves interrupciones, Inglaterra y Francia se enfrentaron en una guerra por la supremacía mundial. Como en todas las guerras mundiales desde entonces, Buenos Aires fue teatro de intrigas de las potencias contendientes, que primero intentaron controlar los dominios españoles en América y luego, a partir de 1810, inclinar la balanza de simpatías de sus habitantes a su favor. Buenos Aires también fue uno de los tantos frentes de esa guerra. Las invasiones ingleses deben analizarse dentro de ese contexto. Fueron probablemente las peores derrotas que sufrió el ejército inglés durante las guerras napoleónicas, y para peor, a manos de un francés".
La negrita nos pertenece.