LA DEVALUACIÓN
Llegada la hora de la verdad, el gobierno licua los efectos de su incompetencia con una drástica corrección cambiaria.
Emisión monetaria, dólar contenido, corrida contra el peso, pulseada entre el Banco Central y el mercado, pérdida de reservas, devaluación, pedido de socorro al Fondo Monetario, programa de ajuste, incumplimiento, default. Vimos tantas veces esta película que ya nos sabemos de memoria la secuencia de las escenas, y su significado: debilidad política, endeudamiento, empobrecimiento generalizado, rebaja de sueldos y jubilaciones, remate a precio vil de activos nacionales estatales y privados, fortunas que cambian de manos. Menos libertad, menos independencia, menos soberanía. Y, cada vez, un escalón más abajo.
Esta vez el fracaso corre por cuenta del PRO de Mauricio Macri, cabeza de una alianza política que llegó al poder con la promesa de romper ese circuito y se empecinó en seguir haciendo las cosas igual que siempre, convencido en su empinada soberbia de que los resultados iban a ser diferentes sólo porque ellos son ellos y no son los otros. Un Rodríguez, Alejandro, resumió en Twitter las dimensiones de la corrección a la que asistimos: el dólar se encareció un 22,1% en mayo, un 34,7% en lo que va del 2018, un 61% en los últimos 12 meses, y un 82,9% desde diciembre de 2015, cuando el gobierno puso fin al cepo cambiario instalado por el kirchnerismo. Otro Rodríguez, Carlos, explicó por la misma vía la naturaleza de la corrección presente, y su proyección política y económica: “Devaluación sin ningún ajuste fiscal o estructural es simplemente licuación. Eso se llama ajuste PRO. Atrás viene la inflación, y chau PRO. No hicieron nada salvo endeudarse, seguir la fiesta, y pagarla con licuación y más deuda externa. Un sitial en la historia.”
Los lectores de este sitio no tienen en estos días nada de qué sorprenderse, porque fueron advertidos desde los primeros meses de gobierno de Cambiemos sobre el rumbo que tomaban las cosas: “Shock para la población sobre la que se precipita una andanada de fuertísimas correcciones tarifarias y aumentos de precios, y gradualismo para la reducción del gasto del estado, fuente de toda inflación e injusticia. (El ajuste asimétrico, abril 2016); “Los impuestos nacionales, provinciales y municipales se alzan con entre el 47 y el 60 por ciento de los ingresos familiares” (Impuestos y fuga de divisas, abril 2016); “Si el nuevo gobierno pretende ser algo más que otro capítulo en la historia de las frustraciones argentinas, tiene que poner en marcha cuanto antes una economía de bases sólidas: inversión, trabajo, productividad y demanda. El primer paso en esa urgente reversión de la decadencia nacional es sacar del medio al Estado, esa insaciable aspiradora de la magra riqueza que el país todavía produce.” (Los colmillos del estado vampiro, mayo 2016); “Ciertamente hay un cambio respecto del gobierno anterior, tan malo, tan inepto, tan corrupto, tan mentiroso que sería difícil para cualquiera igualarlo o superarlo en esas cualidades. Pero el cambio que el país esperaba se demora. Y las mañas de la vieja política lentamente van reapareciendo.” (El cambio se demora, junio 2016); “El cambio cultural es la condición para que el gobierno pueda cumplir sus objetivos declarados, y sin cambio cultural no habrá economía ordenada, se mantendrá la pobreza, no habrá desarrollo posible y el país seguirá viviendo en una especie de caricatura de republicanismo. (La batalla cultural, julio 2016); “El equipo de Cambiemos, con el PRO a la cabeza, parece haber llegado al gobierno con ideas muy vagas acerca de sus propósitos y acerca de los medios para lograrlos.” (Descomposición de lugar, agosto 2016); “El año pasado la gente votó por un cambio… Ese cambio está siendo traicionado, y los ciudadanos deberían tomar nota antes de que, otra vez, sea demasiado tarde.” (Un cambio traicionado, octubre 2016).
Este sitio no reivindica ni mucho menos el monopolio del pronóstico: fueron muchos, y muchos con mayor solvencia que este cronista, los que encendieron las luces de alarma cuando todavía había tiempo, principalmente a través de las redes sociales y los medios alternativos, porque la gran prensa nunca pierde su embeleso por la pauta publicitaria del oficialismo de turno. Al gobierno se le advirtió hasta el cansancio que debía reducir el gasto público y aliviar la presión tributaria si efectivamente quería cambiar las cosas, y se le señaló hasta el hartazgo con abundancia de ejemplos su tendencia a despilfarrar los dineros públicos y aumentar el empleo estatal con designaciones absurdas e innecesarias. El gobierno, por supuesto, entendió todo al revés. En lugar de tomar los comentarios de las redes como una versión fiable de la vox populi, salió a combatirlos con una legión de activistas cibernéticos, como hacían los K cuando lanzaban a los camporistas a la calle. Y siguió gastando, emitiendo, endeudándose, enredándose en una letal bicicleta financiera. Esta lógica arrogante, y en el fondo totalitaria, bordeó el ridículo cuando la crisis se hizo más aguda: el gobierno consideró que la respuesta adecuada era grabar unos spots publicitarios, y descalificar como “plateístas” a quienes lo criticaban desde el llano.
Hay algo distinto en esta crisis, sin embargo; creo que fue el periodista Edgar Mainhard el primero en observarlo: aunque se desenvuelve como una crisis financiera, en el fondo se trata de una crisis política, una crisis de liderazgo, una crisis de competencia administrativa. Aquí no hubo factores internacionales conjugados de manera adversa, no hubo desastres climáticos, ni violentas protestas sociales, ni alzamientos armados que condicionaran la toma de decisiones. Lo que hubo es incapacidad e impericia agudizadas por la suficiencia y la soberbia. Carlos Melconián lo dijo con el lenguaje gráfico de los potreros de Valentín Alsina: “Boludeaste dos años con las buenas ondas y ahora vas recoger inflación y nivel de actividad en la previa de la elección. Fíjense lo que vale no tener nada enfrente.” Cierto. Fíjense. Pero todavía falta un año y medio: tal vez haya tiempo para ponerles algo enfrente. –S.G.
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